Últimamente parecía que se había hecho de noche en el blog, literal y figuradamente, porque además de la abundancia de fotos tomadas en ese período, había un constante silencio por mi parte, en este caso en forma de ausencia de palabras escritas, claro. Aprovecho mi última subida a la emblemática montaña de Guadarrama para dejar pasar la luz del sol y plasmar algún comentario sobre la excursión.
Llevaba tiempo queriendo explorar la Cuerda de las Buitreras, la más abrupta de las que se ramifican desde La Maliciosa. Era consciente de que recorrerla en sentido estricto, todo el rato por la misma cresta, requiere de técnicas de escalada, pero esperaba comprobar si se podía transitar más o menos cerca del filo, o al menos bordear el menor número posible de resaltes rocosos. En última instancia, aceptaba la posibilidad de tener que darme la vuelta y acabar subiendo por alguno de los caminos conocidos, por una u otra vertiente de la cuerda.
Descubrir todo esto en la montaña que más veces he subido (y con diferencia), después de tantos años, me reafirma en mi idea de ser mi favorita de la Sierra de Guadarrama, aquella de la que, posiblemente, más tarde me cansaré de seguir buscando formas de alcanzar su cumbre.