Hoy he estado escuchando un disco de la etapa más bien clásica de Genesis, "Wind & Wuthering" (1977). Lo que había conocido toda la vida de este grupo eran algunas canciones (pocas) de su etapa de los ochenta y noventa, aparte de algunas cosas (también pocas) de Phill Collins en solitario y, en general, no me llamaba demasiado la atención. Precisamente, la parte más conocida del grupo y de Collins. Tardé tiempo en saber -y más aún comprender- que ese grupo (con formación más o menos diferente) había recorrido los años setenta haciendo Rock Progresivo, y me costaba asumirlo. De hecho, pensaba que en todo caso sería, como mucho, Rock Progresivo del tipo de Pink Floyd, menos malabarístico instrumentalmente que, por ejemplo, el de Emerson, Lake & Palmer. Me equivocaba. El mencionado disco me ha vuelto a demostrar que los setenta fueron especiales para todos, y que algo pasó al llegar los ochenta, que al gran público agradó, y a los raros como yo no acaba de impresionar (salvo excepciones), después de la magia y la creatividad de los setenta. ¡Los Genesis de los setenta efectivamente son el espectacular grupo de Rock Progresivo que siempre oí mencionar a algún crítico independiente, en contra de la idea que tenía yo de sus etapas posteriores! Lo mismo que con Jethro Tull. Lo mismo que con Kansas. Incluso lo mismo que con Queen (salvo canciones concretas).
Seguramente sea cuestión de gustos. No soy yo un experto musical, ni tiene nadie el don de la objetividad para juzgar algo tan subjetivo. Y parece que en los setenta hay algo que me tira especialmente, y no me vale el hecho de haber nacido en ellos, porque eso no puedo ni recordarlo, a parte de que la mayoría de los nacidos en esa década prefieren los ochenta. No se trata de eso, porque hay más ejemplos, de otras épocas, de a lo que quiero llegar: Me suena poderosamente a camelo comercial cuando el periodista o crítico musical de turno dice aquello de: "...el artista parece haber alcanzado su madurez...". Malo.
Existe, casi siempre, una relación directa inequívoca entre dicha afirmación y el inminente o de hecho ya presente éxito comercial del susodicho artista, al que antes no había llegado. Esa es la cuestión. Eso es algo objetivo, al margen de lo que le guste a cada uno subjetivamente. Por lo tanto, podemos establecer, sin miedo a equivocarnos, ésta fórmula: "Madurez" musical = Éxito comercial. Las comillas las pongo para entender el tipo de madurez, adjudicada por la prensa, a la que me refiero.
Lo que está claro es que para tener más éxito comercial hay que llegar a un mayor rango de tipos de oyentes; es decir, mayores diferencias de todo tipo entre todas las muchas personas que escuchan ese nuevo éxito; es decir, mayores diferencias de niveles de interés por la música, de cultura musical, de oido, de preparación musical, etc, etc; es decir, el gran éxito llega tanto a los que tienen una gran cultura musical (los menos -y cada vez menos-) como sobre todo a los que simplemente escuchan música como entretenimiento (véase la frase de Robert Fripp que publiqué hace unos días), con su consiguiente menor nivel de adiestramiento en eso de escuchar (no oir), y que serán la inmensa mayoría, dado el nivel cultural actual de la música (se puede apreciar la irrisoria importancia que tiene la música en los sistemas educativos actuales, al menos en este pais; recuerdo que en el colegio e instituto, en historia estudiábamos literatura, pintura, arquitectura, escultura... ¿y música? nada de nada...). Es decir, en definitiva, el gran éxito músical del artista "maduro" se debe a la inmadurez musical del gran público. Esto no va en detrimento del hecho de que la gente, incluidos los cultos musicales, tienen perfecto derecho de escuchar también música de la que simplemente entretiene sin más, si les gusta. Por lo tanto, intento mantenerme fuera del error de objetivizar lo subjetivo. Hablo de nivel de dificultad y artístico de lo compuesto e interpretado, y como consecuencia de lo escuchado. Dicho de otra manera, lo que vende, normalmente, es lo más fácil, lo más sencillo, lo más asequible.
Y volvemos así al comienzo de este artículo, confirmándose el mismo: ¿Qué es más conocido y vende más actualmente de Genesis? ¿La enrevesada y compleja etapa progresiva? ¿O las canciones más cortas y pagadizas de los ochenta? La respuesta es evidente. Y lo mismo en el caso de Kansas. Es decir, lo mismo en todos esos grupos que comenzaron haciendo Rock Progresivo y se pusieron luego a hacer comercial y asequible Rock - Pop. ¿Y cómo se le llamó a aquello? Nada más y nada menos que A.O.R., siglas de "Adult Oriented Rock"... ¡Adult! ¡Maduro! ¡Tóma ya! ...
Pero entonces, ¿no será que la "madurez" a la que se refieren los críticos y peridistas no es artística si no más bien funcional, meramente vital? Es decir, el músico asume que, si quiere seguir viviendo dignamente de la música, debe hacer algo más comercial que lo que que viene haciendo? ¡Ah, vale! Ya no hace falta escribir madurez entre comillas... se referían a esa madurez... ¡y yo que pensaba que me querían engañar, para "dar de comer" al músico maduro sin darme cuenta, mientras yo creyera que estaba comprando calidad...!
En la vida hay que tomar decisiones. Pero una muy importante entronca con este tema: Madurar o ser tu mismo. Si tienes la suerte de que siendo tu mismo encajas en el mundo real, perfecto, madurarás sin trauma alguno, y vivirás dignamente de lo que te gusta. Pero si no... ¡ay, amigo!... Si no, te verás obligado, o bien a dejar de ser tu mismo (aceptar la realidad) o bien, si no llegas a madurar del todo, a escapar de vez en cuando de tu deprimente mundo real... ¿os suena de algo...?
Hay músicos que ayudan a escapar del mundo real (normalmente maduros artísticos pero muchas veces "inmaduros" vitales), y músicos que ayudan a pertenecer lo máximo posible al mundo real, creando para ello modas o adhiriéndose a modas ya creadas (éstos suelen coincidir con los "maduros" comerciales a que se refiere la prensa). Los segundos no suelen tener problemas económicos; están en su absoluto derecho: aunque no sólo de pan vive el hombre, de lo primero que tiene que vivir es de pan. Pero los primeros viven como pueden, y algunos de ellos necesitan venderse al mundo comercial un poco de vez en cuando para mejorar su situación. Como prima la opción comercial, la gran mayoría del público sigue estando acostumbrada a la inmadurez artística, y como es lógico dicha dirección tiende a aumentar, haciendo más y más dificil la situación del músico maduro artísticamente, y más complicada la reeducación del público. La cosa va a más, vaya...: ¡En los setenta los grupos progresivos aún vendían millones de discos! (insisto, ¿qué pasó después...?) Por supuesto, los medios de comunicación ayudan a potenciar esta tendencia, al seguir prefiriendo el "maduro", que da más dinero, al maduro (sigo usando las comillas, porque así me explico mejor). Y eso no ayuda precisamente a mejorar la cultura musical general. Pero claro, si la gente lo prefiere (y es justo que sea democrático), eso será lo que la gente tendrá.
Un buen ejemplo. Inmejorable. Mozart. Pertenece al género de música sobre el que menos dudas sobre valor artístico y cultural se pueden verter. Y aún así, también había diferencias. Existía arte y existía ARTE con mayúsculas. Los compositores menos brillantes se ajustaban a lo que esperaban de ellos quienes encargaban sus obras (reyes, instituciones religiosas, etc.), procurando no salirse de la norma y, por tanto, no evolucionando ni creando musica original o novedosa. Mozart no podía reprimir su genio. En su época, su música sonaba revolucionaria, quizá demasiado atrevida en sus innovaciones. Resultado: A pesar de lo muchísimo que compuso en tan relativamente poco tiempo de vida, su situación económica le acabó llevando a unas condiciones de vida y sobre todo de salud bien distintas de las que podrían haber evitado su prematuro final (al margen de la famosa leyenda, real o no, de que Salieri tuviera que ver o no en su muerte). ¡Eureka! ¡A este Mozart lo que le pasó es que fue un "inmaduro"! ¿Por qué no se limitó, como casi todos los demás, a hacer lo que se esperaba de sus encargos, aceptando el mundo real en que vivía? Pero lo que queda hoy en dia es que si Mozart no hubiera escapado del mundo real, su obra no tendría el inmensísimo valor que tiene actualmente, e incluso probablemente la música nunca habría llegado a ser lo que luego fue...
¿Qué valor tiene todo esto para la humanidad? En fin, que cada uno juzgue: entretenimiento o arte... es una cuestión de calidad... Pero imaginemos lo que pasa cuando hablamos de valores más vitales para el ser humano. Apliquemos todo lo dicho antes a las ideologías, a la política: la política que tenemos, la "madura", consiste en "¡pues tú peor!" ó "¡yo siempre tengo razón, y tú nunca!", porque es la política más fácil, y la que más vende... igual que en la música... y así nos va...
Finalmente, un ejemplo del cerco que se pone a músicas que no sean las "maduras" en los medios de comunicación. Es evidente la dificultad de encontrar emisoras de radio que ofrezcan música diferente de la establecida convencional o comercialmente. Es bueno que haya de todo, es aceptable que la mayoría sea comercial, es triste que las alternativas tengan una cobertura tan paupérrima, sería inaceptable que sólo nos quedase lo convencional. Pues bien, es fácil imaginar que esa sea la tendencia, como ya he explicado más arriba: la música plana, como el pensamiento único. ¡No habría a dónde escapar! Es la sombra que se cierne constantemente sobre, por ejemplo, Radio 3. Pongo un enlace a otro blog para comprender de qué estoy hablando:Salvar Radio 3
"Todos somos mucha gente, todos llevamos a muchos dentro, personas con los mismos recuerdos que nosotros que nos van ganando terreno y al final nos sustituyen. En eso consiste la madurez. En no reconocerse". (Los años extraordinarios, Rodrigo Cortés)
martes, 30 de diciembre de 2008
Plan de escapada 4: "Concerto For Group And Orchestra" (Deep Purple)
- Lugar: Mi habitación.
- Momento: Mañana mismo; tengo muchas ganas, y no me apetece esperar más.
- Plan: Ver el DVD de "Deep Purple in Concert with the London Symphony Orchestra" (1999), con especial interés en el "Concerto For Group And Orchestra". Esta obra musical también tiene interés para realizar otro tipo de escapada, la de la sola audición (bajo el método ya descrito con el "Tubular Bells" de Mike Oldfield), pero en este caso se trata de disfrutar de la visión del grupo tocando junto a la orquesta, sin dejar de admirar el valor meramente sonoro, tantas veces disfrutado antes; de hecho me hace ilusión ver por primera vez algo que he escuchado tantas veces. La escapada solo auditiva la realizaré en un futuro, y para añadir otra diferencia la llevaré a cabo con la versión original de la obra (1969).
lunes, 29 de diciembre de 2008
Cumplido plan de escapada 3: "North by Northwest" (Alfred Hitchcock)
De ¿Viviendo o escapando? |
... Porque ese es su título original (vaya tela con las traducciones)... ¡Vaya! Sí que he tardado poco en cumplir este plan...
"Con la Muerte en los Talones" está entre mis películas favoritas de la infancia, y espero seguir planeando escapadas similares en ese sentido: Regresar a la infancia esperando no decepcionarme (porque en algún caso la película no resultó ser ni la sombra de lo que me pareció siendo un chaval).
No es el caso de ésta. Recuerdo que me quedé alucinado y me lo pasé en grande cuando la vi por primera vez a mediados de los ochenta, con ocho o diez años. Y me ha vuelto a parecer una pasada por tercera vez.
Ésta película es escapismo puro, aventura pura y dura, que el protagonista se ve obligado a vivir en contra de su voluntad, llevando con él al espectador. Al tratarse de un personaje cotidiano sacado de un mundo convencional (real), y que por una serie de desafortunadas situciones se ve en un lío cada vez mayor y más inverosimil, viviendo situaciones extremadamente alejadas de la normalidad, el espectador sufre con él al sentirse tan vulnerable como él. Y sin embargo, el espectador disfruta, y mucho, pues es una escapada hacia la aventura que no hay en su propia vida. También lo sugiere así hacia el final del film el propio personaje protagonista, Thornhill, al reconocer que sus dos matrimonios fracasaron por la monotonía de su vida (otro que necesitaba escapar, vaya...)
Pero el caso es que aquí Thornhill escapa para sobrevivir, y ello le lleva a vivir la aventura que cambiará definitivamente (o no) su vida... Sea lo que sea, la película es un ejercicio evasivo, un viaje constante hacia peligros cada vez mayores, pero también hacia paisajes y sensaciones contrastadas, incluida la sentimental. Por ello, la escapada no sólo era para mi un regreso a mi infancia, sino que en sí misma tiene mucho del espíritu escapista que busco. El propio argumento así lo sugiere, comenzando en el mundo real, y entrando cada vez más en una aventura inverosimil.
Apenas van seis minutos de película, y el bueno de Thornhill ya se ha metido de lleno en el lío, cuando incialmente se nos presentaba como un personaje sin especial relevancia. El ritmo de la película es así de brusco todo el tiempo, y sin embargo, está milagrosamente controlado. Eso crea una sensación constante de gancho, de no poder dejar de ver la película ni un instante. Tal sensación la recuerdo la primera vez que ví la película, y obviamente ahora ha sido diferente, pues conociendo todo el desarrollo del guión se percibe todo de otra manera. Sin embargo, eso no significa menor disfrute, sino distinto disfrute; hay nuevos matices, dado el punto de vista del que conoce el final y quién es quién, y lógicamente mi diferencia de edad también me ayuda a disfrutar de muchos más detalles nuevos.
Además, la película es muy divertida. La ironía está presente todo el tiempo. Cary Grant era un cómico genial, nada histriónico; hacía reír sin salirse de la relativa normalidad en el caracter de Thornhill. Las aventuras son trepidantes, los paisajes variados y rodados con mucha vistosidad fotográfica, la enérgica y admirable música de Bernard Herrmann es perfecta para potenciar ese estilo frenético y espectacular del film.
Y todo ello para contar una historia dificilmente creíble, pero mágicamente aceptada al ser vista en la pantalla, por el bien trazado guión, porque la película está muy bien hecha, pero sobre todo porque tiene una capacidad enorme de hacer pasar un gran rato al espectador. Gran Hitchcock.
Y la película me resulta acreedora del cine de entretenimiento y aventuras posterior: James Bond, Indiana Jones... ¡Es un film predecesor de álgunas de mis películas favoritas posteriores! Me lo paso en grande, como un niño, cuando historias como éstas me sacan durante un par de horas de mi rutina... (me suena... misión cumplida, vaya).
domingo, 28 de diciembre de 2008
Plan de escapada 3: "Con la Muerte en los Talones" (Alfred Hitchcock)
- Lugar: Mi habitación.
- Momento: Alguna tarde de los próximos días.
- Plan: Ver el DVD de la película "Con la Muerte en los Talones" (1958) de Alfred Hitchcock, que lo compré hace ya tiempo, y lo tengo por ahí muerto de la risa...
miércoles, 24 de diciembre de 2008
Una buena frase sobre la música:
"El entretenimiento es para los robots, la escucha activa es para los seres humanos libres."
Robert Fripp (King Crimson)
Esta frase, de uno de los padres del Rock Progresivo, me viene perfecta para expresar la esencia de este blog.
Robert Fripp (King Crimson)
Esta frase, de uno de los padres del Rock Progresivo, me viene perfecta para expresar la esencia de este blog.
lunes, 22 de diciembre de 2008
Cumplido plan de escapada 2: La Sur de la Maliciosa.
ADVERTENCIA: El montañismo es una actividad que supone riesgos. No debe realizarse sin la experiencia y el material adecuados. Tampoco es del todo recomendable en solitario. El autor se exime de toda responsabilidad sobre cualquiera de las posibles decisiones que pudieran tomar al respecto quienes lean esto, y por tanto de sus consecuencias.
Nota: Las fotos, escogidas según criterio estético personal más que como explicación del texto, no siguen el orden adecuado de la excursión, al ser imposible insertarlas entre el texto de manera que sea coherente con el mismo, salvo en casos excepcionales.
Estaba enfadado con la montaña. Recientemente me lo había puesto dificil, haciendome bastante vacía la mayor parte de mi última semana de vacaciones. Incluso una excursión por Peñalara dicha semana me resultó desprovista de aliciente. Los siguientes fines de semana, incluido uno con puente, aceptaba con fastidiosa pero inédita resignación la meteorología adeversa, importándome menos de lo habitual en mí el no poder salir; en otras ocasiones incluso habría salido aún con ese mal tiempo. La verdad es que no me apetecía mucho verla.
Pero ya nos hemos vuelto a ver. Y ya estamos bien de nuevo. Como siempre.
¿Es posible permanecer mucho más tiempo con esa indiferencia montañera, tras volver a contemplar la belleza nevada de la Sierra de Guadarrama, tal y cómo reflejan (como pueden) las fotos? En mi caso, no.
"Bien está lo que mal empieza". Así podría titularse la excursión del sábado 20 de diciembre a La Maliciosa. Parecía que en esta ocasión los vigilantes del mundo real no querían dejarme escapar de mi prisión, de la fría mazmorra en que seguía desde mis vacaciones. A poco de llegar a la boca del metro, me doy cuenta de que me he dejado el móvil en casa. "¿Qué será de mi sin el aparatito?". Tras la carrera y la recuperación del susodicho, no sé dónde está la cámara de fotos, que esta vez había acoplado a la mochila de una manera diferente... "¡Se me ha caído en la carrera!"... A buscar por toda la calle, con la esperanza de que nadie se la haya encontrado y se la haya quedado... por supuesto, una vez recorridos todos los metros por los que me había movido, ni rastro de ella... a todo esto, perdiendo tiempo para llegar al autobús de Moncloa a Navacerrada pueblo... Del estress y nerviosismo paso en breve al más enorme bajón de ánimo... ¿es que no puedo escaparme tranquilo? ¿Por qué me tienen que pasar estas cosas? No era ya cuestión de la pérdida de la cámara o del autobus, sino del hecho de sentirme tan torpe, tan patán, y también de ver cómo el día que tenía que servir para elevar el ánimo, parecía que iba a servir para todo lo contario... Por eso, el ligero alivio al notar que la cámara seguía perfectamente sujeta a una correa de la mochila distinta a la que yo estaba acostumbrado, no sirvió para sentirme mucho mejor, pues precisamente me parecía aún más absurdo volver a protagonizar, por enésima vez en mi vida, una escena tan patética...
...ya en el autobús (el segundo del día, el primero lo perdí por cinco minutos), pronto pude ver el semblante sur de Cuerda Larga, nevado como cada vez es menos habitual, y coloreado por el rojizo amanecer... una luz de ánimo se empezaba a encender...
Horas más tarde, estaba subiendo por el tubo sur directo de La Maliciosa, algo que cada vez es más eventual, y quien sabe si en un futuro será tan absurdo como una estación de esquí en la playa o los campos de golf en Murcia... Por eso, me sentía privilegiado. Era un lujo poder usar los crampones en aquel lugar, rememorando con éxito una vieja excursión fracasada, en los tiempos de la casi total falta de experiencia montañera...
Poco antes de inciar el tubo, me había encontrado con otro montañero solitario. Durante el breve rato que coincidimos, me comentó que últimamente salía menos por diversas circunstancias relacionadas con la vida real... me suena... la dificultad de escapar, y más aún cuando se trata de algo que precisa de voluntad; hay que hacer un esfuerzo físico y, normalmente, hay que madrugar. A mí, aquella mañana, el despertador me había sonado más a rutinario que a "vamos a la sierra...".
Pero una vez allí, subiendo, y a pesar de la relativa baja forma (muy baja comparado con la que he llegado a tener este año), estaba de nuevo disfrutando, volviendo a comprender por qué vuelvo. En casa, en la vida real, sabes que te gusta, sabes que lo añoras, pero no lo puedes sentir. Para eso tienes que escapar. Ponerte el "Requiem" de Mozart o la banda sonora de El Señor de los Anillos mientras ves tus fotos del viaje de verano en los Alpes... o escapar de verdad. Sólo allí arriba puedes volver a sentirlo otra vez. Y luego, aquí sentado frente al ordenador, no eres capaz de plasmarlo.
No pasé miedo esta vez. Rampas de hasta 35º, bastantes metros de tubo debajo de mí, la nieve consistente... Pero estaba tranquilo, seguro. Gozando.
Tras la relativa soledad de la subida, macroencuentro en la cima, con todos los que suben desde el Puerto de Navacerrada. Busco hacia el sur un lugar menos abarrotado para comer. Una vez más, el paisaje que tantas veces he visto. La Pedriza, Cuerda Larga, Siete Picos, Fuenfría, Mujer Muerta, al fondo Gredos. No me canso de seguir comprobando que todo sigue en su sitio. Cuántos años llevo, y cuántos (muchos más) espero que me queden para seguir subiendo. Y ojalá siga estando todo en su sitio, aunque cada vez es más difícil de asegurar incluso eso.
¡Cuánta nieve ha caído! A pesar de ser consciente de mi baja forma, tengo ganas de comerme con patatas todas las palas que me de tiempo... De repente, tengo ganas de subir al Cerro de Valdemartín, para luego bajar por la norte de Cuerda Larga, por algún divertido corredor. Como no había plan posterior para después de hacer cumbre en La Maliciosa, aparece la improvisación, el senderismo libre; no tengo que volver a ningún coche; menos tienes, menos te preocupas (lo mismo con el móvil y la cámara).
Bajo al Collado del Piornal. No quiero subir al Alto de las Guarramillas (esta montaña dejó de estar en su sitio desde que instalaron "Cabo Cañaveral" en su cima); prefiero bordear por la loma sureste de aquella, para bajar al Arroyo de la Condesa, y subir desde ahí a la Loma de Valdemartín. Qué buena pinta tiene... pero qué tarde es... ciertamente, ni estoy fuerte, ni la nieve debe estar a esta hora consistente, como para asegurar que voy a tardar un tiempo aceptable en llegar a Cotos. ¿Vuelvo al Collado del Piornal y bajo por La Barranca a Navacerrada? ¿Voy al Puerto del mismo nombre?... la verdad es que lo que más me atrae es hacer un rápido descenso por nieve... es una de esas cosas que se disfutan mucho, y estoy junto a una bonita ladera para hacerlo... pero baja al Manzanares, y no me apetece en absoluto, por enésima vez, volver por la carretera de siempre al pueblo de siempre (de nuevo el regreso al mundo real desluce la escapada). Afortunadamente, hay una aternativa similar en distancia, y no se me escapa: El Boalo. De nuevo agradezco a la montaña las muchas posibilidades que me ofrece, y la consiguiente ocasión para elegir la que más me pide el cuerpo... me siento, más o menos, libre.
Tras la muy entretenida bajada por la ladera nevada hasta el Arroyo de la Condesa (una gozada, largas y rápidas zancadas sobre la mullida pero consistente nieve, casi dejándome llevar por la fuerza de la gravedad), sin embargo seguir todo su cauce (y luego el del propio Manzanares) hasta el Puente de los Manchegos se hace bastante cansino por la nieve blanda, en la que me hundo con bastante frecuencia hasta las rodillas. Qué se le va a hacer.
Finalmente, ya por pista de tierra hasta El Boalo, incluyendo un par de atajos (uno nocturno y campo a través, bastante satisfactoriamente resuelto), disfruto de una bella puesta de sol sobre La Pedriza y Cuerda Larga. Más de una hora la pateo en plena noche. Llegando al pueblo, contemplo la difusa pero evidente imagen de la Cuerda de los Porrones y la conquistada Maliciosa, privilegio que debo, paradójicamente, a la contaminación lumínica de esta nuestra Comunidad.
Vuelvo a tener ganas de montaña. Vuelvo a tener ganas de escapar. Vuelvo a sentirme vivo. Vuelvo a sentirme yo.
Descripción técnica de la ascensión. La mayor parte de la descripción se refiere a otra ascensión realizada en verano de 2007, en la que coincide la ruta de subida, pero no la de bajada. Se incluye un epígrafe con los datos aportados por la escapada narrada en este blog, así como cuatro fotos de la misma.
Nota: Las fotos, escogidas según criterio estético personal más que como explicación del texto, no siguen el orden adecuado de la excursión, al ser imposible insertarlas entre el texto de manera que sea coherente con el mismo, salvo en casos excepcionales.
De Maliciosa 4 |
Estaba enfadado con la montaña. Recientemente me lo había puesto dificil, haciendome bastante vacía la mayor parte de mi última semana de vacaciones. Incluso una excursión por Peñalara dicha semana me resultó desprovista de aliciente. Los siguientes fines de semana, incluido uno con puente, aceptaba con fastidiosa pero inédita resignación la meteorología adeversa, importándome menos de lo habitual en mí el no poder salir; en otras ocasiones incluso habría salido aún con ese mal tiempo. La verdad es que no me apetecía mucho verla.
De Maliciosa 4 |
Pero ya nos hemos vuelto a ver. Y ya estamos bien de nuevo. Como siempre.
¿Es posible permanecer mucho más tiempo con esa indiferencia montañera, tras volver a contemplar la belleza nevada de la Sierra de Guadarrama, tal y cómo reflejan (como pueden) las fotos? En mi caso, no.
De Maliciosa 4 |
"Bien está lo que mal empieza". Así podría titularse la excursión del sábado 20 de diciembre a La Maliciosa. Parecía que en esta ocasión los vigilantes del mundo real no querían dejarme escapar de mi prisión, de la fría mazmorra en que seguía desde mis vacaciones. A poco de llegar a la boca del metro, me doy cuenta de que me he dejado el móvil en casa. "¿Qué será de mi sin el aparatito?". Tras la carrera y la recuperación del susodicho, no sé dónde está la cámara de fotos, que esta vez había acoplado a la mochila de una manera diferente... "¡Se me ha caído en la carrera!"... A buscar por toda la calle, con la esperanza de que nadie se la haya encontrado y se la haya quedado... por supuesto, una vez recorridos todos los metros por los que me había movido, ni rastro de ella... a todo esto, perdiendo tiempo para llegar al autobús de Moncloa a Navacerrada pueblo... Del estress y nerviosismo paso en breve al más enorme bajón de ánimo... ¿es que no puedo escaparme tranquilo? ¿Por qué me tienen que pasar estas cosas? No era ya cuestión de la pérdida de la cámara o del autobus, sino del hecho de sentirme tan torpe, tan patán, y también de ver cómo el día que tenía que servir para elevar el ánimo, parecía que iba a servir para todo lo contario... Por eso, el ligero alivio al notar que la cámara seguía perfectamente sujeta a una correa de la mochila distinta a la que yo estaba acostumbrado, no sirvió para sentirme mucho mejor, pues precisamente me parecía aún más absurdo volver a protagonizar, por enésima vez en mi vida, una escena tan patética...
De Maliciosa 4 |
...ya en el autobús (el segundo del día, el primero lo perdí por cinco minutos), pronto pude ver el semblante sur de Cuerda Larga, nevado como cada vez es menos habitual, y coloreado por el rojizo amanecer... una luz de ánimo se empezaba a encender...
De Maliciosa 4 |
Horas más tarde, estaba subiendo por el tubo sur directo de La Maliciosa, algo que cada vez es más eventual, y quien sabe si en un futuro será tan absurdo como una estación de esquí en la playa o los campos de golf en Murcia... Por eso, me sentía privilegiado. Era un lujo poder usar los crampones en aquel lugar, rememorando con éxito una vieja excursión fracasada, en los tiempos de la casi total falta de experiencia montañera...
De Maliciosa 4 |
Poco antes de inciar el tubo, me había encontrado con otro montañero solitario. Durante el breve rato que coincidimos, me comentó que últimamente salía menos por diversas circunstancias relacionadas con la vida real... me suena... la dificultad de escapar, y más aún cuando se trata de algo que precisa de voluntad; hay que hacer un esfuerzo físico y, normalmente, hay que madrugar. A mí, aquella mañana, el despertador me había sonado más a rutinario que a "vamos a la sierra...".
De Maliciosa 4 |
Pero una vez allí, subiendo, y a pesar de la relativa baja forma (muy baja comparado con la que he llegado a tener este año), estaba de nuevo disfrutando, volviendo a comprender por qué vuelvo. En casa, en la vida real, sabes que te gusta, sabes que lo añoras, pero no lo puedes sentir. Para eso tienes que escapar. Ponerte el "Requiem" de Mozart o la banda sonora de El Señor de los Anillos mientras ves tus fotos del viaje de verano en los Alpes... o escapar de verdad. Sólo allí arriba puedes volver a sentirlo otra vez. Y luego, aquí sentado frente al ordenador, no eres capaz de plasmarlo.
De Maliciosa 4 |
No pasé miedo esta vez. Rampas de hasta 35º, bastantes metros de tubo debajo de mí, la nieve consistente... Pero estaba tranquilo, seguro. Gozando.
Tras la relativa soledad de la subida, macroencuentro en la cima, con todos los que suben desde el Puerto de Navacerrada. Busco hacia el sur un lugar menos abarrotado para comer. Una vez más, el paisaje que tantas veces he visto. La Pedriza, Cuerda Larga, Siete Picos, Fuenfría, Mujer Muerta, al fondo Gredos. No me canso de seguir comprobando que todo sigue en su sitio. Cuántos años llevo, y cuántos (muchos más) espero que me queden para seguir subiendo. Y ojalá siga estando todo en su sitio, aunque cada vez es más difícil de asegurar incluso eso.
De Maliciosa 4 |
¡Cuánta nieve ha caído! A pesar de ser consciente de mi baja forma, tengo ganas de comerme con patatas todas las palas que me de tiempo... De repente, tengo ganas de subir al Cerro de Valdemartín, para luego bajar por la norte de Cuerda Larga, por algún divertido corredor. Como no había plan posterior para después de hacer cumbre en La Maliciosa, aparece la improvisación, el senderismo libre; no tengo que volver a ningún coche; menos tienes, menos te preocupas (lo mismo con el móvil y la cámara).
De Maliciosa 4 |
Bajo al Collado del Piornal. No quiero subir al Alto de las Guarramillas (esta montaña dejó de estar en su sitio desde que instalaron "Cabo Cañaveral" en su cima); prefiero bordear por la loma sureste de aquella, para bajar al Arroyo de la Condesa, y subir desde ahí a la Loma de Valdemartín. Qué buena pinta tiene... pero qué tarde es... ciertamente, ni estoy fuerte, ni la nieve debe estar a esta hora consistente, como para asegurar que voy a tardar un tiempo aceptable en llegar a Cotos. ¿Vuelvo al Collado del Piornal y bajo por La Barranca a Navacerrada? ¿Voy al Puerto del mismo nombre?... la verdad es que lo que más me atrae es hacer un rápido descenso por nieve... es una de esas cosas que se disfutan mucho, y estoy junto a una bonita ladera para hacerlo... pero baja al Manzanares, y no me apetece en absoluto, por enésima vez, volver por la carretera de siempre al pueblo de siempre (de nuevo el regreso al mundo real desluce la escapada). Afortunadamente, hay una aternativa similar en distancia, y no se me escapa: El Boalo. De nuevo agradezco a la montaña las muchas posibilidades que me ofrece, y la consiguiente ocasión para elegir la que más me pide el cuerpo... me siento, más o menos, libre.
De Maliciosa 4 |
Tras la muy entretenida bajada por la ladera nevada hasta el Arroyo de la Condesa (una gozada, largas y rápidas zancadas sobre la mullida pero consistente nieve, casi dejándome llevar por la fuerza de la gravedad), sin embargo seguir todo su cauce (y luego el del propio Manzanares) hasta el Puente de los Manchegos se hace bastante cansino por la nieve blanda, en la que me hundo con bastante frecuencia hasta las rodillas. Qué se le va a hacer.
De Maliciosa 4 |
Finalmente, ya por pista de tierra hasta El Boalo, incluyendo un par de atajos (uno nocturno y campo a través, bastante satisfactoriamente resuelto), disfruto de una bella puesta de sol sobre La Pedriza y Cuerda Larga. Más de una hora la pateo en plena noche. Llegando al pueblo, contemplo la difusa pero evidente imagen de la Cuerda de los Porrones y la conquistada Maliciosa, privilegio que debo, paradójicamente, a la contaminación lumínica de esta nuestra Comunidad.
De Maliciosa 4 |
Vuelvo a tener ganas de montaña. Vuelvo a tener ganas de escapar. Vuelvo a sentirme vivo. Vuelvo a sentirme yo.
Descripción técnica de la ascensión. La mayor parte de la descripción se refiere a otra ascensión realizada en verano de 2007, en la que coincide la ruta de subida, pero no la de bajada. Se incluye un epígrafe con los datos aportados por la escapada narrada en este blog, así como cuatro fotos de la misma.
viernes, 19 de diciembre de 2008
Cumplido plan de escapada 1: "Tubular Bells" (Mike Oldfield)
Son innumerables las veces que he escuchado esta obra clásica de la historia del rock; puedo tararearlo de principio a fin, esperando de antemano cada nueva parte de la obra según va transcurriendo. Y sin embargo, me ocurre con él lo que a Gandalf con los Hobbits: sigue sorprendiéndome. En esta nueva escucha (y hacía ya mucho que no lo saboreaba de manera tan exclusiva y entregada, sin hacer ninguna otra cosa -véase, dos entradas más abajo, en qué consistía el plan-), me ha transportado a sensaciones nuevas, sin dejar de resultarme familiar el viaje que supone su audición.
Comienza mi escapada con la mítica melodía de piano -en seguida reforzada por el xilófono-, que me coge de la mano con mi beneplácito, pues no quiero otra cosa que dejarme llevar por ella, no sólo porque ese era mi plan, sino sobre todo porque desde su primer segundo de escucha me porduce una sensación muy agradable de realax y emoción, que no quiero perder. Puede ser la familiaridad de las ya muchas escuchas anteriores, pero tiene que ser algo más que eso. Melodía simple pero poderosamente atractiva y enigmática. Un halo de misterio que justifica su aprovechamiento más popular, el cinematográfico ("El Exorcista"), y que me atrapa desde el inicio, incluso cuando aún no ha aparecido el bajo para sacar provecho de la base incial (porque aquí es el bajo el que se basa en la estructura melódica previa). Cuando al fin aparecen el bajo y demás instrumentos (todos interpretados por don Mike), el obstinato se convierte en envolvente, y empiezo a flotar. Me imagino un paisaje que va ganando en espectacularidad, sin dejar de ser apacible. La melodía inicial no cesa ni varía durante cuatro minutos, pero los instrumentos a su alrededor van modificando su forma aparente, jugando con diferentes acordes, alternando el protagonismo entre aquellos (ahora el piano, ahora el xilófono, ahora las guitarras...), e incluso creando una estructura similar a la de estrofas/estribillos. Es sorprendente lo que da de si una melodía tan sencilla.
Pero lo mejor es que cuando, tras unas frases repetidas por dos sutiles guitarras eléctricas en punteo doblado, a los cuatro minutos, se produce al fin un cambio notable, quedando atrás la parte más famosa de la obra, llega en relidad lo bueno del disco. La insistente melodía queda sustituída por una serie de tres breves pasajes diferentes y de sonido relajado y preciosista, el primero de los cuales me transporta a un paisaje bucólico, como de verdes lomas empradizadas, merced al sonido tradicional de la mandolina. Los otros dos pasajes, de menor intensidad sonora, pero igual de optimistas (acordes mayores), preparan el contraste con lo que está por llegar.
Y llega. Finalizada la introducción, poco antes de los seis minutos, aparece con energía y soberbia el pasaje conocido como "Fast Guitars". Sin ser una parte de ritmo muy veloz, el sonido poderoso del bajo y la guitarra eléctrica, ejecutando una melodía rockera y desafiante de acordes menores, me crea la sensación de haber acelererado la intensidad de este particular viaje. Espectacular.
Seguidamente, entro en una breve parte de sonido siniestro, casi terrorífico, dominada por los sonidos graves (de ahí el nombre de "Basses"), que, a decir verdad, es la que siempre me ha gustado menos de todo el disco, quizá por el mal sonido de la grabación, quizá por hacerse demasiado insistente o pesada por no ir acompañada de mayor variedad sonora... o quizá porque su intención es crear ese desasosiego que precisamente siento; este viaje musical tiene una importante componente de creación de sensaciones intencionadas, probablemente para llegar a otras más positivas con mayor fuerza aún...
...Lo que no deja de ser curioso es que la siguiente parte es más extraña aún, además de tener cierta relación con la anterior (un teclado vuelve a introducir, en un momento dado, aquella melodía, y parece asombroso que resulte coherente en medio de lo demás). El caso es que esta nueva parte "Latin" tiene una clara influencia psicodélica - jazz, que en mis primeras escuchas del disco hace unos quince años no tragaba, y actualmente adoro. Los paisajes has sido sustituidos por una amalgama de colores en forma caleidoscópica. Y más brillante aún es su fusión final con el regreso de la preciosa melodía bucólica de la mandolina, anteriormente citada. Ésta vuelve a ser, como antes, la primera de tres breves secuencias relajadas (y relajantes), apareciendo en algún momento una variación del famoso arpegio de piano inicial de la introducción, lo que me ayuda a seguir sintiendo la mano que me llevó en los primeros segundos del disco.
Y sobre ese familiar tono de piano comienza a sonar un insistente bajo que introduce con poderío la parte "Blues", que evoca lo que su propio nombre indica, con una sencilla pero muy atractiva melodía llevada con maestría por un punteo doblado de guitarras, que además se reparten los dos canales del estéreo haciendo unos juegos sutiles y al tiempo realmente vistosos. Tras dos estrofas de esta melodía, llega una apoteósica puntilla con una evolución hardrockera, casi heavy, del mismo ritmo, que me produce un inevitable subidón de adrenalina. ¡El viaje se empieza a volver salvaje!
Pero no acaba aquí la cosa, porque tras una breve parte más suavizada y melódica que sirve de contraste, llega uno de los momentos más explosivos del disco, "Thrash", y aquí los niveles de adrenalina llegan al tope en toda la obra, en el mometno más enérgico y poderoso del álbum (¡el viaje se ha descontrolado, pero es una gozada!): Guitarras eléctricas y acústicas combinan sus rasgueos para ofrecer un rítmico y tremendamente atractivo pasaje rockero, bastante bien trazado y elaborado, con bastantes más acordes de lo inicialmente imaginable en este tipo de estilos, lo que crea un apego hacia el desarrollo de su estructura que va más allá de la ya de por sí potente sugestión rítmica.
Y se fusiona lo anterior, sin cambiar de tempo, con otra parte bastante diferente melódica e instrumentalmente, denominada "Jazz" (no totalmente relacionada con su nombre), menos rockera y más técnica, y cuya sensación no me impresiona tanto como la anterior, pero sigue transportándome con rapidez por paisajes espectaculares. Vista toda la sucesión anterior de múltiples partes muy diferenciadas, y todas espectaculares, queda clara la enorme variedad musical de la obra, la brillantez de ideas de Mike cuando apenas era un púber, y, sobre todo, la increíble cohesión de todo ello en una sóla estructura conceptual. Sencillamente, magia.
Aparece el brutal contraste de la parada en seco de "Ghost Bells", en la que unas campanas abren camino a un bonito punteo lento de guitarra acústica. Parece una parada en el camino, pero es sólo la introducción para uno de los momentos estrelares del disco.
De hecho, "The Bell" podría considerarse como la esencia de Tubular Bells, no sólo porque al fin aparecen las famosas campanas tubulares, sino porque es una especie de auto - homenaje al propio estilo instrumental de Mike; es como la exaltación de su multi - instrumentismo. El viaje me ha transportado definitivamente a un enorme y lujoso salón de fiesta, en el que un maestro de ceremonia va introduciendo a los diferentes intrumentos invitados; el maestro está en el canal izquierdo de los auriculares, y por dicho auricular comienza a sonar cada uno de los intrumentos, que según entran para unirse a los demás en la fiesta sonora, van desplazándose por mi cabeza (salón) hacia la derecha. No veo a músicos entrar con instrumentos, veo sólo a los propios instrumentos, con personalidad propia, como en una fábula surealista. De fondo, un riff poderoso e insistente, atractivo, sobre el cual se va consumando la, podría decirse, orgía musical, merced a una repetitiva melodía de carácter entre épico y enigmático, que es la misma que van tocando todos los instrumentos. Uno tras otro, se van sumando, en un conjunto cada vez más apoteósico. El piano, el bajo, los diferentes tipos de guitarras, la mandolina, el xilófono, los coros (única entidad humana invitada a la fiesta)... y, finalmente, las campanas tubulares. Pero, como no podía ser menos, éstas no comienzan sonando por la izquierda, sino directamente centradas, puesto que ya estaban en el salón, ya que, evidentemente, eran las anfitrionas de la celebración. Luego, la intensidad se revierte y baja hasta un relajado punto final. Impresionante espectáculo al que nos ha llevado este viaje... en contra de lo que pudiera parecer más adecuado, esta apoteósis no es el final del disco, sino sólo de su primera mitad...
... porque eran los tiempos del vinilo, y lo que pretendía ser una única obra compacta no tenía más remedio que sufrir una división en dos partes. La segunda tiene una estructura menos complicada, al ser menor el número de pasajes, y éstos consecuentemente más largos. El viaje me resulta ahora quizás menos increíble, menos milagroso, pero me sigue transportando por parajes de ensueño. Como los dos primeros, "Harmonics" y "Peace", dos preciosos y relajantes temas de evocación idílica o romántica.
Pero la espectacularidad y los contrastes no van a echarse en falta, y pronto el final del segundo de los temas anteriores introduce, en un luminoso in crescendo (con maravillosa madolina), el impresionante "Bagpipe Guitars", una poderosa marcha de guitarras simulando (con gran efectividad) una banda de gaitas; el viaje alcanza, de nuevo, cotas épicas.
Pero la nueva apoteósis no ha finalizado, y aún va ir a más. Aunque parezca imposible, se logra añadir otro grandioso in crescendo al final de "Bagpipe" (icreíble poder icrementar su intensidad -lástima que mi padre interrumpa en este punto mi escapada; única interrupción del plan-), para introducir "Caveman", un tema rockero y espectacular. En esencia, es un tema cómico, pues sirve de presentación al personaje del cavernícola, que se tira todo el rato dando gruñidos (por cierto demasiado exagerados y sonoros, otro de los defectos del disco). Pero el resultado, merced a los enérgicos riffs de guitarra y la diversidad melódica del pasaje, es una de las partes más poderosas y atractivas del álbum.
Pero otro enorme contraste me lleva a la sensación diametralmente opuesta, la paz absoluta, con "Ambient Guitars", donde me sumerjo en una atmósfera infinita, cósmica, mientras numerosas guitarras ejecutan vistosísimos y virtuosísimos punteos (de las mejores exhibiciones técnicas de Mike en toda su carrera).
Y el milagro final se produce cuando aparece la última de las fusiones imposibles, al lograr encadenar, a la perfección, lo anterior con la alegre conclusión folk de "The Sailor´s Hornpipe", un tema que propicia que mi viaje por Tubular Bells finalice con una gran dosis de optimismo, y que tenga unas irreprimibles ganas de agradecer infinitamente a Mike Oldfield el hecho mismo de haber existido
Supongo que más de uno (si es que más de uno ha leído esto) se habrá preguntado con qué me drogo. En este caso, con Tubular Bells, un medio de evasión en si mismo. Musica sensacional técnicamente, y técnicamente creadora de sensaciones. Y música inclasificable, sin etiquetas. Podría ser una especie de puente entre el Rock Progresivo y la New Age, pero ni se parece a ninguno de sus contemporáneos progresivos (quizá se asemejaron lejanamente a él, dos años después, Camel con su "Snow Goose"), ni la New Age tiene esa energía y potencia rockera, ni suele tener tanta variedad dentro de un mismo disco.
Sé que éste es un disco de esos que se podrían considerar evidentes, o que podrían darse por hecho. Lo normal es que los fans de Oldfield estén cansados de que los profanos crean que el músico británico no ha hecho mucho más aparte de éste disco y sus secuelas, y de algunas canciones rock - pop de éxito, y normalmente aquellos cogen más apego a otra gran obra como "Ommadawn", menos conocida. Sin entrar a hacer comparaciones, creo que "Tubular Bells" es una maravilla, un milagro, y nunca estará suficientemente examinada ni completamente disfrutada, y quizá parte de la culpa sea su propio nombre, su propia evidencia, que hace que se le de por hecho, o que se le tenga menos apego, por parte de los fans, que a discos menos reconocidos popularmente. Cierto es que puede tener fallos de grabación debido a los medios disponibles, u otro tipo de errores de novato, pero eso le confiere una autenticidad que hace que su belleza esté desprovista de maquillaje, y su fuerza no se deba a anabolizantes. Es música de verdad, y es una escapada de gran entidad para quien se deje llevar por su camino.
P.D.: Mi intención es escapar, próximamente, con, al menos, los dos siguientes discos de Oldfield: "Hergest Ride" (1974) y "Ommadawn" (1975)...
Comienza mi escapada con la mítica melodía de piano -en seguida reforzada por el xilófono-, que me coge de la mano con mi beneplácito, pues no quiero otra cosa que dejarme llevar por ella, no sólo porque ese era mi plan, sino sobre todo porque desde su primer segundo de escucha me porduce una sensación muy agradable de realax y emoción, que no quiero perder. Puede ser la familiaridad de las ya muchas escuchas anteriores, pero tiene que ser algo más que eso. Melodía simple pero poderosamente atractiva y enigmática. Un halo de misterio que justifica su aprovechamiento más popular, el cinematográfico ("El Exorcista"), y que me atrapa desde el inicio, incluso cuando aún no ha aparecido el bajo para sacar provecho de la base incial (porque aquí es el bajo el que se basa en la estructura melódica previa). Cuando al fin aparecen el bajo y demás instrumentos (todos interpretados por don Mike), el obstinato se convierte en envolvente, y empiezo a flotar. Me imagino un paisaje que va ganando en espectacularidad, sin dejar de ser apacible. La melodía inicial no cesa ni varía durante cuatro minutos, pero los instrumentos a su alrededor van modificando su forma aparente, jugando con diferentes acordes, alternando el protagonismo entre aquellos (ahora el piano, ahora el xilófono, ahora las guitarras...), e incluso creando una estructura similar a la de estrofas/estribillos. Es sorprendente lo que da de si una melodía tan sencilla.
Pero lo mejor es que cuando, tras unas frases repetidas por dos sutiles guitarras eléctricas en punteo doblado, a los cuatro minutos, se produce al fin un cambio notable, quedando atrás la parte más famosa de la obra, llega en relidad lo bueno del disco. La insistente melodía queda sustituída por una serie de tres breves pasajes diferentes y de sonido relajado y preciosista, el primero de los cuales me transporta a un paisaje bucólico, como de verdes lomas empradizadas, merced al sonido tradicional de la mandolina. Los otros dos pasajes, de menor intensidad sonora, pero igual de optimistas (acordes mayores), preparan el contraste con lo que está por llegar.
Y llega. Finalizada la introducción, poco antes de los seis minutos, aparece con energía y soberbia el pasaje conocido como "Fast Guitars". Sin ser una parte de ritmo muy veloz, el sonido poderoso del bajo y la guitarra eléctrica, ejecutando una melodía rockera y desafiante de acordes menores, me crea la sensación de haber acelererado la intensidad de este particular viaje. Espectacular.
Seguidamente, entro en una breve parte de sonido siniestro, casi terrorífico, dominada por los sonidos graves (de ahí el nombre de "Basses"), que, a decir verdad, es la que siempre me ha gustado menos de todo el disco, quizá por el mal sonido de la grabación, quizá por hacerse demasiado insistente o pesada por no ir acompañada de mayor variedad sonora... o quizá porque su intención es crear ese desasosiego que precisamente siento; este viaje musical tiene una importante componente de creación de sensaciones intencionadas, probablemente para llegar a otras más positivas con mayor fuerza aún...
...Lo que no deja de ser curioso es que la siguiente parte es más extraña aún, además de tener cierta relación con la anterior (un teclado vuelve a introducir, en un momento dado, aquella melodía, y parece asombroso que resulte coherente en medio de lo demás). El caso es que esta nueva parte "Latin" tiene una clara influencia psicodélica - jazz, que en mis primeras escuchas del disco hace unos quince años no tragaba, y actualmente adoro. Los paisajes has sido sustituidos por una amalgama de colores en forma caleidoscópica. Y más brillante aún es su fusión final con el regreso de la preciosa melodía bucólica de la mandolina, anteriormente citada. Ésta vuelve a ser, como antes, la primera de tres breves secuencias relajadas (y relajantes), apareciendo en algún momento una variación del famoso arpegio de piano inicial de la introducción, lo que me ayuda a seguir sintiendo la mano que me llevó en los primeros segundos del disco.
Y sobre ese familiar tono de piano comienza a sonar un insistente bajo que introduce con poderío la parte "Blues", que evoca lo que su propio nombre indica, con una sencilla pero muy atractiva melodía llevada con maestría por un punteo doblado de guitarras, que además se reparten los dos canales del estéreo haciendo unos juegos sutiles y al tiempo realmente vistosos. Tras dos estrofas de esta melodía, llega una apoteósica puntilla con una evolución hardrockera, casi heavy, del mismo ritmo, que me produce un inevitable subidón de adrenalina. ¡El viaje se empieza a volver salvaje!
Pero no acaba aquí la cosa, porque tras una breve parte más suavizada y melódica que sirve de contraste, llega uno de los momentos más explosivos del disco, "Thrash", y aquí los niveles de adrenalina llegan al tope en toda la obra, en el mometno más enérgico y poderoso del álbum (¡el viaje se ha descontrolado, pero es una gozada!): Guitarras eléctricas y acústicas combinan sus rasgueos para ofrecer un rítmico y tremendamente atractivo pasaje rockero, bastante bien trazado y elaborado, con bastantes más acordes de lo inicialmente imaginable en este tipo de estilos, lo que crea un apego hacia el desarrollo de su estructura que va más allá de la ya de por sí potente sugestión rítmica.
Y se fusiona lo anterior, sin cambiar de tempo, con otra parte bastante diferente melódica e instrumentalmente, denominada "Jazz" (no totalmente relacionada con su nombre), menos rockera y más técnica, y cuya sensación no me impresiona tanto como la anterior, pero sigue transportándome con rapidez por paisajes espectaculares. Vista toda la sucesión anterior de múltiples partes muy diferenciadas, y todas espectaculares, queda clara la enorme variedad musical de la obra, la brillantez de ideas de Mike cuando apenas era un púber, y, sobre todo, la increíble cohesión de todo ello en una sóla estructura conceptual. Sencillamente, magia.
Aparece el brutal contraste de la parada en seco de "Ghost Bells", en la que unas campanas abren camino a un bonito punteo lento de guitarra acústica. Parece una parada en el camino, pero es sólo la introducción para uno de los momentos estrelares del disco.
De hecho, "The Bell" podría considerarse como la esencia de Tubular Bells, no sólo porque al fin aparecen las famosas campanas tubulares, sino porque es una especie de auto - homenaje al propio estilo instrumental de Mike; es como la exaltación de su multi - instrumentismo. El viaje me ha transportado definitivamente a un enorme y lujoso salón de fiesta, en el que un maestro de ceremonia va introduciendo a los diferentes intrumentos invitados; el maestro está en el canal izquierdo de los auriculares, y por dicho auricular comienza a sonar cada uno de los intrumentos, que según entran para unirse a los demás en la fiesta sonora, van desplazándose por mi cabeza (salón) hacia la derecha. No veo a músicos entrar con instrumentos, veo sólo a los propios instrumentos, con personalidad propia, como en una fábula surealista. De fondo, un riff poderoso e insistente, atractivo, sobre el cual se va consumando la, podría decirse, orgía musical, merced a una repetitiva melodía de carácter entre épico y enigmático, que es la misma que van tocando todos los instrumentos. Uno tras otro, se van sumando, en un conjunto cada vez más apoteósico. El piano, el bajo, los diferentes tipos de guitarras, la mandolina, el xilófono, los coros (única entidad humana invitada a la fiesta)... y, finalmente, las campanas tubulares. Pero, como no podía ser menos, éstas no comienzan sonando por la izquierda, sino directamente centradas, puesto que ya estaban en el salón, ya que, evidentemente, eran las anfitrionas de la celebración. Luego, la intensidad se revierte y baja hasta un relajado punto final. Impresionante espectáculo al que nos ha llevado este viaje... en contra de lo que pudiera parecer más adecuado, esta apoteósis no es el final del disco, sino sólo de su primera mitad...
... porque eran los tiempos del vinilo, y lo que pretendía ser una única obra compacta no tenía más remedio que sufrir una división en dos partes. La segunda tiene una estructura menos complicada, al ser menor el número de pasajes, y éstos consecuentemente más largos. El viaje me resulta ahora quizás menos increíble, menos milagroso, pero me sigue transportando por parajes de ensueño. Como los dos primeros, "Harmonics" y "Peace", dos preciosos y relajantes temas de evocación idílica o romántica.
Pero la espectacularidad y los contrastes no van a echarse en falta, y pronto el final del segundo de los temas anteriores introduce, en un luminoso in crescendo (con maravillosa madolina), el impresionante "Bagpipe Guitars", una poderosa marcha de guitarras simulando (con gran efectividad) una banda de gaitas; el viaje alcanza, de nuevo, cotas épicas.
Pero la nueva apoteósis no ha finalizado, y aún va ir a más. Aunque parezca imposible, se logra añadir otro grandioso in crescendo al final de "Bagpipe" (icreíble poder icrementar su intensidad -lástima que mi padre interrumpa en este punto mi escapada; única interrupción del plan-), para introducir "Caveman", un tema rockero y espectacular. En esencia, es un tema cómico, pues sirve de presentación al personaje del cavernícola, que se tira todo el rato dando gruñidos (por cierto demasiado exagerados y sonoros, otro de los defectos del disco). Pero el resultado, merced a los enérgicos riffs de guitarra y la diversidad melódica del pasaje, es una de las partes más poderosas y atractivas del álbum.
Pero otro enorme contraste me lleva a la sensación diametralmente opuesta, la paz absoluta, con "Ambient Guitars", donde me sumerjo en una atmósfera infinita, cósmica, mientras numerosas guitarras ejecutan vistosísimos y virtuosísimos punteos (de las mejores exhibiciones técnicas de Mike en toda su carrera).
Y el milagro final se produce cuando aparece la última de las fusiones imposibles, al lograr encadenar, a la perfección, lo anterior con la alegre conclusión folk de "The Sailor´s Hornpipe", un tema que propicia que mi viaje por Tubular Bells finalice con una gran dosis de optimismo, y que tenga unas irreprimibles ganas de agradecer infinitamente a Mike Oldfield el hecho mismo de haber existido
De Imágenes de Blogger |
Supongo que más de uno (si es que más de uno ha leído esto) se habrá preguntado con qué me drogo. En este caso, con Tubular Bells, un medio de evasión en si mismo. Musica sensacional técnicamente, y técnicamente creadora de sensaciones. Y música inclasificable, sin etiquetas. Podría ser una especie de puente entre el Rock Progresivo y la New Age, pero ni se parece a ninguno de sus contemporáneos progresivos (quizá se asemejaron lejanamente a él, dos años después, Camel con su "Snow Goose"), ni la New Age tiene esa energía y potencia rockera, ni suele tener tanta variedad dentro de un mismo disco.
Sé que éste es un disco de esos que se podrían considerar evidentes, o que podrían darse por hecho. Lo normal es que los fans de Oldfield estén cansados de que los profanos crean que el músico británico no ha hecho mucho más aparte de éste disco y sus secuelas, y de algunas canciones rock - pop de éxito, y normalmente aquellos cogen más apego a otra gran obra como "Ommadawn", menos conocida. Sin entrar a hacer comparaciones, creo que "Tubular Bells" es una maravilla, un milagro, y nunca estará suficientemente examinada ni completamente disfrutada, y quizá parte de la culpa sea su propio nombre, su propia evidencia, que hace que se le de por hecho, o que se le tenga menos apego, por parte de los fans, que a discos menos reconocidos popularmente. Cierto es que puede tener fallos de grabación debido a los medios disponibles, u otro tipo de errores de novato, pero eso le confiere una autenticidad que hace que su belleza esté desprovista de maquillaje, y su fuerza no se deba a anabolizantes. Es música de verdad, y es una escapada de gran entidad para quien se deje llevar por su camino.
P.D.: Mi intención es escapar, próximamente, con, al menos, los dos siguientes discos de Oldfield: "Hergest Ride" (1974) y "Ommadawn" (1975)...
martes, 16 de diciembre de 2008
Escapada no planeada: "Jesus Christ Superstar" y otros pensamientos.
No digo que vaya a publicar aquí todas mis "escapadas", ni mucho menos a planearlas. En muchos casos, las mejores son las espontáneas. Es el caso de lo que he hecho esta tarde.
Había llegado a mis manos un DVD de la película "Jesus Christ Superstar" (1973) que me había dejado mi prima. Así que lo he estado viendo esta tarde.
Ya había visto la película un par de veces, pero la versión que tenía, bajada de internet, no tenía los subtítulos, y ahora podía permitirme profundizar un poco más en la historia y los diálogos. No es que no conociera esa historia, también he escuchado varias veces el disco de la versión en español, así como tropecientas el disco de la banda sonora en inglés, más la verdadera versión original con Ian Gillan en el papel de JC. Pero era una excusa más para ver el DVD tras haber visto la película antes y haber escuchado la música mil veces. Incluso fui al musical que se hizo recientemente (ligeramente decepcionante, para mi gusto, aunque con momentos muy loables).
Bueno, el caso es que al final los subtítulos han sido lo de menos. De hecho, la traducción me parece de cachondeo. ¡Había más frases completamente cambiadas que las que se traducían literalmente o decentemente! No me he enterado más de la historia (ya está bastante clara), y sí he vuelto a disfrutar, como siempre, de los aspectos que siempre me han interesado, lo meramente artísticos.
Me sigue gustando mucho la estética de la película, por mucho que digan por ahí que se ha quedado envejecida; esa mezcla hippie - cutre atrezzo teatral de obra de aficionados me parece que sigue quedando muy efectiva; de hecho, las versiones más actuales que he visto no me parecen mejores, en nigún caso.
La fotografía me parece espectacular. Un paisaje desértico, desolador, pero engrandecido gracias a los planos en cinemascope, la fotografía preciosista, los encuadres cuidados, los movimientos de cámara espectaculares... una gozada.
Las interpretaciones, tanto vocal como actoralmente, perfectas. Grande Ted "JC" Neeley; muy emotiva (y guapa - oriental) Yvonne "María Magdalena" Elliman; imponente (da miedo) Bob "Caifás" Bingham, poderoso Barry "Pilatos" Dennen, y, sobre todo, brutal, increíble, inmejorable Carl "Judas" Anderson (véase si no este enlace: Heaven on Their Minds).
Y de la música, qué decir. Estamos en los años 70... ¡mi década favorita del rock! (de casi cualquier tipo de rock). Una nutrida selección de vistosas y preciosas canciones, repletas de emotividad y energía, y recorriendo varios subgéneros rockeros diferentes, todo ello con una estructura operística; hablamos de la primera y quizá la última ópera rock denominada como tal, con permiso del "Jesús de Chamberí" de Mägo de Oz, que por cierto versaba sobre algo muy similar; para conseguir tal efecto, además de las frecuentes repeticiones de temas o melodías musicales determinadas, adscritas a personajes o conceptos concretos para asegurar la solidez de conjunto, el siempre inestimable poder del acompañamiento orquestal y coral, logrando mi fusión favorita, el Rock Sinfónico. En conjuto, épico, grandioso, sublime. ¡Vaya escapada, señores!
Pero aquí viene la parte con chicha del asunto. La temática. Un amigo mío bloggero estará ineresado en leer esta parte, pero me temo que quedará decepcionado. Y es que, a pesar de la grandeza de la historia bíblica en que está basado (la historia, se sea creyente o no, y yo me sitúo en medio tirando a no, es grandiosa), y a pesar también de la inteligentemente revisada y adaptada versión de Tim Rice y Andrew Lloyd Webber, que, sin negar el punto de vista creyente o cristiano, aporta la alternativa de Judas Iscariote como loable o al menos reflexionable; a pesar de ello, decía, yo me quedo con todo lo anterior: con lo artístico, con lo estético. Es lo que realmente me emociona de la película.
Y es que, y aquí viene la reflexión, yo creo que no hay mejor manera de escapar que la que huye de lo sustancial. La escapada poética, podría decirse. Aquí viene una confesión: Me gusta como suena la poesía, pero no la entiendo. Esa es la cuestión. Tanta comida de tarro es lo que me acaba agobiando, y es entonces cuando probablemente más necesito escapar.
Coincide esto con el hecho de que otro amigo me ha comentado que este blog le recuerda a las conversaciones que teníamos de madrugada en el barrio después de haber salido por ahí. Puede ser, pero yo creo que en algo voy cambiando: cada vez me siento más agusto si huyo de lo sustancial. Es como si empezara a ser una carga que hay que destruir. Disfrutemos de lo sencillo de la vida, y punto.
Bueno, tampoco quiero hacer apología del pensamiento plano, ni mucho menos. Sólo digo que ahora mismo creo que escapar, para mí, es dejar de pensar. La música que más escucho ahora: Rock Progresivo: largos desarrollos instrumentales; poca letra (dicen que muy sesuda, pero en inglés, y yo nunca traduzco -cosa que sí hace en su blog el primero de los amigos que he comentado-); y me evado que te cagas con ello. El cine, ya véis como lo valoro. ¿Y la montaña? ¿Hay algo más estético y más difícil de explicar con palabras que el sentimiento del montañismo?
Tal vez no se trata de falta de sustancia, si no precisamente de sustancia tan sustanciosa que no se puede explicar en debates, digamos, sociopolíticos (por ejemplo)... sigamos escapando...
...a ver si mañana puedo escuchar el "Tubular Bells" (casi del todo instrumental)...
Había llegado a mis manos un DVD de la película "Jesus Christ Superstar" (1973) que me había dejado mi prima. Así que lo he estado viendo esta tarde.
Ya había visto la película un par de veces, pero la versión que tenía, bajada de internet, no tenía los subtítulos, y ahora podía permitirme profundizar un poco más en la historia y los diálogos. No es que no conociera esa historia, también he escuchado varias veces el disco de la versión en español, así como tropecientas el disco de la banda sonora en inglés, más la verdadera versión original con Ian Gillan en el papel de JC. Pero era una excusa más para ver el DVD tras haber visto la película antes y haber escuchado la música mil veces. Incluso fui al musical que se hizo recientemente (ligeramente decepcionante, para mi gusto, aunque con momentos muy loables).
Bueno, el caso es que al final los subtítulos han sido lo de menos. De hecho, la traducción me parece de cachondeo. ¡Había más frases completamente cambiadas que las que se traducían literalmente o decentemente! No me he enterado más de la historia (ya está bastante clara), y sí he vuelto a disfrutar, como siempre, de los aspectos que siempre me han interesado, lo meramente artísticos.
Me sigue gustando mucho la estética de la película, por mucho que digan por ahí que se ha quedado envejecida; esa mezcla hippie - cutre atrezzo teatral de obra de aficionados me parece que sigue quedando muy efectiva; de hecho, las versiones más actuales que he visto no me parecen mejores, en nigún caso.
La fotografía me parece espectacular. Un paisaje desértico, desolador, pero engrandecido gracias a los planos en cinemascope, la fotografía preciosista, los encuadres cuidados, los movimientos de cámara espectaculares... una gozada.
Las interpretaciones, tanto vocal como actoralmente, perfectas. Grande Ted "JC" Neeley; muy emotiva (y guapa - oriental) Yvonne "María Magdalena" Elliman; imponente (da miedo) Bob "Caifás" Bingham, poderoso Barry "Pilatos" Dennen, y, sobre todo, brutal, increíble, inmejorable Carl "Judas" Anderson (véase si no este enlace: Heaven on Their Minds).
Y de la música, qué decir. Estamos en los años 70... ¡mi década favorita del rock! (de casi cualquier tipo de rock). Una nutrida selección de vistosas y preciosas canciones, repletas de emotividad y energía, y recorriendo varios subgéneros rockeros diferentes, todo ello con una estructura operística; hablamos de la primera y quizá la última ópera rock denominada como tal, con permiso del "Jesús de Chamberí" de Mägo de Oz, que por cierto versaba sobre algo muy similar; para conseguir tal efecto, además de las frecuentes repeticiones de temas o melodías musicales determinadas, adscritas a personajes o conceptos concretos para asegurar la solidez de conjunto, el siempre inestimable poder del acompañamiento orquestal y coral, logrando mi fusión favorita, el Rock Sinfónico. En conjuto, épico, grandioso, sublime. ¡Vaya escapada, señores!
Pero aquí viene la parte con chicha del asunto. La temática. Un amigo mío bloggero estará ineresado en leer esta parte, pero me temo que quedará decepcionado. Y es que, a pesar de la grandeza de la historia bíblica en que está basado (la historia, se sea creyente o no, y yo me sitúo en medio tirando a no, es grandiosa), y a pesar también de la inteligentemente revisada y adaptada versión de Tim Rice y Andrew Lloyd Webber, que, sin negar el punto de vista creyente o cristiano, aporta la alternativa de Judas Iscariote como loable o al menos reflexionable; a pesar de ello, decía, yo me quedo con todo lo anterior: con lo artístico, con lo estético. Es lo que realmente me emociona de la película.
Y es que, y aquí viene la reflexión, yo creo que no hay mejor manera de escapar que la que huye de lo sustancial. La escapada poética, podría decirse. Aquí viene una confesión: Me gusta como suena la poesía, pero no la entiendo. Esa es la cuestión. Tanta comida de tarro es lo que me acaba agobiando, y es entonces cuando probablemente más necesito escapar.
Coincide esto con el hecho de que otro amigo me ha comentado que este blog le recuerda a las conversaciones que teníamos de madrugada en el barrio después de haber salido por ahí. Puede ser, pero yo creo que en algo voy cambiando: cada vez me siento más agusto si huyo de lo sustancial. Es como si empezara a ser una carga que hay que destruir. Disfrutemos de lo sencillo de la vida, y punto.
Bueno, tampoco quiero hacer apología del pensamiento plano, ni mucho menos. Sólo digo que ahora mismo creo que escapar, para mí, es dejar de pensar. La música que más escucho ahora: Rock Progresivo: largos desarrollos instrumentales; poca letra (dicen que muy sesuda, pero en inglés, y yo nunca traduzco -cosa que sí hace en su blog el primero de los amigos que he comentado-); y me evado que te cagas con ello. El cine, ya véis como lo valoro. ¿Y la montaña? ¿Hay algo más estético y más difícil de explicar con palabras que el sentimiento del montañismo?
Tal vez no se trata de falta de sustancia, si no precisamente de sustancia tan sustanciosa que no se puede explicar en debates, digamos, sociopolíticos (por ejemplo)... sigamos escapando...
...a ver si mañana puedo escuchar el "Tubular Bells" (casi del todo instrumental)...
lunes, 15 de diciembre de 2008
Plan de escapada 2: La Sur de La Maliciosa
¿Aguantará la nieve unos días más? ¿Nos respetará esta vez la meteorología?
- Lugar (físico) de la escapada: Sierra de Guadarrama.
- Momento: Próximo fin de semana., si el tiempo lo permite. No se debe esperar más. No suele haber tanta nieve en la cara sur de la Maliciosa como hay ahora mismo (yo casi ni lo recordaba), ni suele durar demasiado.
- Plan: Ascensión a La Maliciosa desde La Barranca.Comienzo en Navacerrada pueblo. Itinerario: Navacerrada - La Barranca - Cuerda de los Almorchones- corredor sur (cabecera del Arroyo de Peña Jardinera); resto improvisable. Material: crampones y piolet. Transporte: Autobus 691 desde Moncloa (sale a las 8:00, llega a Navacerrada a las 9:00). Hacer fotos.
domingo, 14 de diciembre de 2008
Plan de escapada 1: "Tubular Bells" (Mike Oldfield)
- Lugar (físico) de la escapada: Mi habitación.
- Momento de la escapada: Preferentemente, alguna noche de éstas; mejor que sea tarde, para evitar ser molestado, aunque si estoy cansado tendrá que ser antes.
- Plan: Desconectar el móvil y demás (sobre todo si no es tarde). Tumbarme en la cama. Conectar los auriculares a la mini cadena de música, y poner el disco "Tubular Bells" (Mike Oldfield, 1973). Apagar la luz. Dar al "play". Escapar...
sábado, 13 de diciembre de 2008
PLAN GENERAL DE ESCAPADA
Inevitablemente, lo que casi siempre deseo es escapar. No me interesa lo rutinario, lo convencional, lo establecido, lo imperante, lo obligatorio o lo artificial... el mundo (humano) real, en suma, normalmente me aburre, me decepciona e incluso a veces me deprime. Sólo cuando tengo un buen número de planes de escapada en mente (y los cumplo) me siento realmente vivo. La pregunta es: ¿El objeto de mi vida es escapar de la vida real para sentirme vivo...?
De esta pregunta surge una sugerencia suspicaz: si no tuviera vida real, no tendría nada de lo que escapar... ¿El objetivo no es, por tanto, lograr escapar definitivamente, si no intentarlo por un tiempo (instante, rato, día, fin de semana, vacaciones) para luego regresar? No lo tengo claro...
Por ejemplo. Pongamos por caso una lotería, quiniela, etc., que me permitiera dedicar el resto de mi vida sólo a hacer aquello que me gusta, que me define, y que me hace sentir yo mismo, al margen de que tales actividades me reportaran remuneración o no. Esas actividades serían, en la inmensa mayoría de los casos, escapistas. Dedicaría la mayor parte del tiempo a "mi mundo", no al mundo real. ¿Llegaría el caso en que no necesitaría escapar de nada, pues ya lo habría hecho del todo? ¿O necesitaría entonces escapar de "mi mundo" creado? No lo puedo saber desde mi perspectiva actual, pero lo que si se desde ella, es que lo que anhelo ahora es dicha quiniela o lotería...
De momento, me tengo que conformar con esas pequeñas escapadas momentáneas, y a partir de ahora las voy planear y a plasmar mediante este blog. Es un blog egoista (como su autor), pensado para mi propia planificación escapista, lo que no impide que otros puedan leerlo, lo que ya no puedo asegurar es que vaya a aportar algo a los demás (si así fuera, encantado). Vamos, que este blog va a ser una paja mental, supongo. De alguna manera, quiero animarme a escapar más a menudo, poniéndome esta especie de planificación, y de paso expresarme (otro método de escapada) acerca de las escapadas realizadas, para analizar hasta qué punto mereció la pena cada una de ellas, y lo que sentí con ellas.
En cuanto tenga un plan de escapada concreto, lo plasmaré aquí, procurando (o no) proponerme un momento adecuado para él y una forma o pautas para llevarlo a cabo. Una vez realizado, lo analizaré, tanto en su contenido o resultado como en lo que creo que me ha aportado.
Soy más bien poco ambicioso. No se deben esperar aquí grandes planes. Lo más sencillo serán discos que escuchar, películas que ver o libros que leer. Lo más llamativo, en principio, montañas a las que subir. Pero nunca se sabe. Quizá un día se me ocurra algo grande y tal vez hasta me atreva a intentar proponérmelo. Ya veremos. Alguna vez también incluiré simples reflexiones o ideas; el simple hecho de expresarlas ya es una forma de escapar.
El plan de escapada ha comenzado. No sé si servirá de mucho, pero al menos ya no es la huida instintiva y descontrolada de antes. Hay una intención de saber hacia dónde voy y, sobre todo, si me lleva el corazón o la ceguera (o ambas cosas...).
De esta pregunta surge una sugerencia suspicaz: si no tuviera vida real, no tendría nada de lo que escapar... ¿El objetivo no es, por tanto, lograr escapar definitivamente, si no intentarlo por un tiempo (instante, rato, día, fin de semana, vacaciones) para luego regresar? No lo tengo claro...
Por ejemplo. Pongamos por caso una lotería, quiniela, etc., que me permitiera dedicar el resto de mi vida sólo a hacer aquello que me gusta, que me define, y que me hace sentir yo mismo, al margen de que tales actividades me reportaran remuneración o no. Esas actividades serían, en la inmensa mayoría de los casos, escapistas. Dedicaría la mayor parte del tiempo a "mi mundo", no al mundo real. ¿Llegaría el caso en que no necesitaría escapar de nada, pues ya lo habría hecho del todo? ¿O necesitaría entonces escapar de "mi mundo" creado? No lo puedo saber desde mi perspectiva actual, pero lo que si se desde ella, es que lo que anhelo ahora es dicha quiniela o lotería...
De momento, me tengo que conformar con esas pequeñas escapadas momentáneas, y a partir de ahora las voy planear y a plasmar mediante este blog. Es un blog egoista (como su autor), pensado para mi propia planificación escapista, lo que no impide que otros puedan leerlo, lo que ya no puedo asegurar es que vaya a aportar algo a los demás (si así fuera, encantado). Vamos, que este blog va a ser una paja mental, supongo. De alguna manera, quiero animarme a escapar más a menudo, poniéndome esta especie de planificación, y de paso expresarme (otro método de escapada) acerca de las escapadas realizadas, para analizar hasta qué punto mereció la pena cada una de ellas, y lo que sentí con ellas.
En cuanto tenga un plan de escapada concreto, lo plasmaré aquí, procurando (o no) proponerme un momento adecuado para él y una forma o pautas para llevarlo a cabo. Una vez realizado, lo analizaré, tanto en su contenido o resultado como en lo que creo que me ha aportado.
Soy más bien poco ambicioso. No se deben esperar aquí grandes planes. Lo más sencillo serán discos que escuchar, películas que ver o libros que leer. Lo más llamativo, en principio, montañas a las que subir. Pero nunca se sabe. Quizá un día se me ocurra algo grande y tal vez hasta me atreva a intentar proponérmelo. Ya veremos. Alguna vez también incluiré simples reflexiones o ideas; el simple hecho de expresarlas ya es una forma de escapar.
El plan de escapada ha comenzado. No sé si servirá de mucho, pero al menos ya no es la huida instintiva y descontrolada de antes. Hay una intención de saber hacia dónde voy y, sobre todo, si me lleva el corazón o la ceguera (o ambas cosas...).
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