"Todos somos mucha gente, todos llevamos a muchos dentro, personas con los mismos recuerdos que nosotros que nos van ganando terreno y al final nos sustituyen. En eso consiste la madurez. En no reconocerse". (Los años extraordinarios, Rodrigo Cortés)
sábado, 5 de diciembre de 2015
…Ahí quería yo llegar (Cerro del Caloco)
No, a La Coruña no (ni a Villacastín ni a Adanero). A donde quería llegar, desde hace años, es a lo alto del Cerro del Caloco, que llevaba viendo de toda la vida desde la carretera N – VI, en diversos viajes.
No se puede decir que fuera un deseo de siempre, sino más bien una curiosidad surgida ya en mi época de esto de subir montañas. Antes no me habría fijado en el Caloco con esa idea, puede que ni me hubiera fijado más de dos segundos seguidos en él. Pero una vez que uno se acostumbra a mirar para arriba atraído por el juego de las ascensiones, cualquier elevación, por pequeña que sea, llama la atención.
Y, al igual que desde el coche me imaginaba muchas veces subiendo por ahí, en la definitiva culminación me imaginé cómo me habría visto alguien que desde un coche se hubiera fijado en mí, incluso yo mismo si pudiera desdoblarme. Y ahora, escribiendo esto, trato de imaginar qué sensación me producirá volver a pasar por la carretera y mirar al Caloco que antes era deseo y ahora es recuerdo, anécdota.
Y así de sencillas y básicas, incluso infantiles, son las aspiraciones de los montañeros.
Más fotos y descripción en Pirineos 3000.
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