martes, 26 de julio de 2016

El ritmo de la montaña




Tras una período largo con una serie de excursiones mayoritariamente deportivas, un eventual regreso a las velocidades moderadas y sin estrés, con prolongadas pausas, vuelve a ser la manera de reencontrarse con el verdadero ritmo al que normalmente ocurren las cosas en la montaña y en el campo en general. Aunque he disfrutado de esos viejos planes ahora cumplidos (como los mostrados en la entrada anterior a ésta), o de alguno aún más cañero y claramente marcado por un objetivo “numérico”, al ralentizar las ambiciones ocurre como que te sincronizas con la cadencia de la naturaleza y, entonces sí, la disfrutas de verdad. Sin acritud a la moda de los corredores -por la que ya he dicho que siento curiosidad e incluso llegué a acercarme a ella y no descarto probar más de lleno en un futuro-, creo humilde pero sinceramente que si alguien ha pasado por los ambientes inhóspitos sin detenerse a saborearlos, entonces los ha dejado de telón de fondo o como mucho de decorado y se ha perdido el privilegio de convertirlos en un verdadero escenario o incluso en parte del elenco actoral.









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