Desde que leí “Mal de altura” de John Krakauer tengo pendiente dedicarle una entrada, pero también es verdad que lo quise dejar pospuesto a la lectura del otro libro que se escribió acerca de los hecho acaecidos en el Everest en Mayo de 1996, “Everest 1996” de Anatoli Bukreev. Ahora que iba a estrenarse la película basada en la misma historia real, había pensado incluso que la entrada podría haber conjugado las tres obras en un mismo post, pero vista la película, creo que esta va a aportar poco o nada, argumentalmente, a lo que seguramente ofrecen los libros (desde luego ya lo sé en el caso del de Krakauer), así que haré un no muy extenso comentario acerca del film, una vez visto.
En resumidas cuentas ya lo he dicho: Los hechos narrados en “Everest” de Baltasar Kormákur no dicen nada que no se supiera ya. La película es visualmente espectacular, más o menos emotiva, y no cae en excesos sensacionalistas, que es lo que aparentaba el tráiler, y todo eso se agradece. Pero el trasfondo de la historia reclamaba algo más de “chicha”. Entiendo que, dada la polémica que generaron en su día tanto los sucesos como el propio libro de Krakauer, tal vez los realizadores no se han atrevido a afrontar más de cara el drama y sus interpretaciones, limitándose a una exposición bastante aséptica. Pero eso último tal vez también habría sido posible sin dejar de lado una visión algo más profunda, más humana y racional de los hechos. A mi juicio queda un tanto plana en cuanto al guión, casi tipo documental, exceptuando algunos detalles.
Junto a todo ello, las frases sobre enfrentarse a la montaña y no a los otros montañeros, o sobre las razones emocionales que llevan a una pasión tan arriesgada, resultan estar más que repetidas a estas alturas. Para el aficionado al alpinismo que acuda al cine no habrá ninguna aportación que no haya leído antes en muchos libros (o mejor, sentido por sí mismo), y para el aficionado al cine pero neófito en montañismo, más allá de ver una decente película de acción, probablemente la sensación será la que ya tiene gracias al tratamiento mediático de este mundo: Que todo lo que tiene que ver con el alpinismo parece estar única y exclusivamente relacionado con los accidentes mortales. No me imagino cuánta gente iría a las playas si sólo se hablara de los que se ahogan en las mismas (este verano es la primera vez que se recoge el dato, y han sido unos 150 en España), o qué pasaría si en vez de anuncios de coches se pusieran imágenes de accidentes mortales en carretera…
Al final, los montañeros siempre echaremos en falta películas que traten la parte amable de la montaña, y que realmente trasladen el sentimiento que lleva a explorarlas, junto con las sensaciones que se viven arriba, y que más allá del logro de su conquista (que tampoco difiere en exceso de otras historias típicas sobre el éxito), conlleva una interiorización que pocos directores de cine deben ser capaces de plasmar, y sobre todo muy pocos estudios deben estar dispuestos a financiar. Si no hay muerte, no hay de lo que hablar.
Sobre el trasfondo de la historia real, espero poder escribir por aquí alguna vez, cuando como he dicho haya leído el libro de Bukreev, pero puede que para entonces también tenga que revisar el de Krakauer…
No hay comentarios:
Publicar un comentario