A riesgo de resultar repetitivo en la temática “Inside Out”, me veo obligado a revisar las conclusiones a las que llegué tras en la entrada sobre el Midi d`Ossau, ya que las experiencias montañeras vividas durante el pasado mes de agosto me han llevado a otro punto de vista, bastante más positivo si cabe que el reflejado entonces. Dije que las emociones parecían estar más contenidas… ¡pues toma ración de nuevos recuerdos, no sé si esenciales, pero sí imborrables!
Sierra Nevada
En Sierra Nevada me reencontré con las viejas excursiones tipo travesía de gran desnivel y kilometraje, de varios días, con macutón a la espalda, y paisajes montañosos verdaderamente imponentes, a un nivel que diría que no experimentaba desde hacia tres años, cuando conocí los circos de Oulettes de Gaube y Gavarnie. No es que las emociones se manifestaran a lo grande, pero por un lado me sentí con ganas de andar, de ascender, de alcanzar nuevos tresmiles; y por otro me volvió a absorber y evadir la grandeza de un paraje de dimensiones impresionantes como las caras norte de La Alcazaba y El Mulhacén, cuando están tan cerca que parece que se te van a caer encima. Era algo que también llevaba tiempo sin percibir como en esta ocasión, pero de momento sin alcanzar el éxtasis contemplativo.
Era una ruta añorada desde hacía muchos años, tantos como los que pasaron desde la primera vez que subí a la cima de la Península Ibérica en 2003, y quise recorrer aquel valle que se veía desde arriba hasta la idílica Laguna de la Mosca. Sin duda ha formado parte esencial de este final del proceso de reconstrucción de la isla del montañismo, y es curioso que la última vez que estuve en Sierra Nevada fue la que dio lugar al famoso replanteo o paréntesis, del que tanto he hablado por aquí, y cuyos efectos sobre mi afición a la montaña, aunque con altibajos, podrían parecerse lejanamente a la paralización de las islas y confusión de las emociones en la película de Pixar.
Valle de Estós
En este nuevo viaje al Pirineo es donde mejor se ha manifestado la metáfora con Inside Out. Nuevamente ha sido un periplo montañero con ganas de esfuerzo deportivo y resultados satisfactorios, acompañados del disfrute de un paisaje embriagador, tan bonito y bucólico por su vida y color como espectacular por sus altivos desniveles.
Perdiguero.
Clarabide y Gías.
El Cancho
En comparación con todo lo vivido durante el mes previo, desde el Midi d`Ossau, El Cancho parecía a priori un objetivo de menor relevancia, pero al mismo tiempo tenía su motivación en el hecho de ser mi tercer intento a esta montaña más o menos olvidada de Gredos. Posiblemente la ilusión previa habría sido mayor sin los éxitos inmediatamente anteriores haciendo sombra, aunque también estaba el hecho de sentirme, ahora sí, nuevamente “on fire” en el ánimo montañero, el cual no habría sido el mismo sin el Midi, Sierra Nevada y el Valle de Estós (paradoja). Por otro lado, el recuerdo (esencial o no) en este caso del primer intento me retrotraía a vivencias personales que sí son, seguro, básicas de aquella época de mi vida y para el resto de la misma, en lo que se refiere a mi familia.
El desarrollo de esta ascensión estuvo nuevamente caracterizado por una estrategia montañera basada en un ritmo de marcha perseverante, deportivo, huyendo de la pachorra, tomando el objetivo de hacer cima como un reto que había que cumplir sí o sí, aunque por la marcha pudieran surgir apetencias más contemplativas. Ya en la bajada me lo pude plantear de otra manera. Y aunque a la tercera fue la vencida, tampoco me lo tomé en plan triunfal ni mucho menos. Disfruté más de lo vistoso y salvaje del entorno, más de lo que esperaba, y de la sobrecogedora soledad en mucha distancia a la redonda.
En la cima, quise buscar la emoción esta vez con la ayuda de la música; tras varias canciones que no surtieron efecto, la encontré cuando mis pensamientos, de nuevo centrados en cuestiones familiares y en etapas de mi pasado, quedaron fundidos con la preciosa balada “Dante´s Prayer” de Loreena McKennit, haciendo que en este caso apareciera Tristeza manejando los resortes de mi mente. Y mientras Loreena insistía con la frase final “Please remember me”, yo pensaba ¿cómo voy a olvidarte, si eres mi pasado, y sin ti no puedo explicarme lo que soy? Sin ti no estaría ahora aquí arriba, contemplando este último paisaje de mi agosto de 2015.
Y sí, como en la película, necesitaba también esas lágrimas de Tristeza, tanto como las de Alegría en el Collado Ubago.
Descripción en Pirineos 3000.
¿Y ahora…?
Porque claro, por muy reconstruida que parezca que está de nuevo la isla, con sus nuevas y actuales características, de la misma manera que se ha vuelto a levantar puede volver a caer. También parecía que tras el Mont Blanc estaba de nuevo motivado, pero precisamente la dificultad de superar algo así volvía todo lo posterior demasiado modesto. Y nunca falta el riesgo de una mala experiencia psicológica puntual, muy de Inside Out, como fue algún momento de Semana Santa de 2005 en Aigüestortes…
De momento, mi idea es agarrarme a lo que creo que ha impulsado silenciosamente que estos viajes de este verano hayan dado tantos frutos anímicos, y que no es otra cosa que la constancia. La constancia en la búsqueda de la exigencia física en excursiones, que ya tuvo un primer capítulo en diciembre de 2012, germen de la motivación para el Mont Blanc, y que más tarde ha dado lugar a esas ascensiones “contra el cronómetro” que, en contra de lo que nunca habría pensado, me están resultando muy entretenidas, y caldo de cultivo para proponerme proyectos un tanto firquis, pero en cualquier caso atractivos y activadores del ánimo (posiblemente hablaré de ello por aquí en algún momento). De momento ya he disfrutado de dos excursiones en septiembre siguiendo esa dinámica, en La Maliciosa y La Covacha, y el cumplir con lo planeado y sentirme tan bien físicamente me sigue impulsando a ir a por más. Paralelamente, lo experimentado en cuanto a crecimiento y aprendizaje con la escalada en los últimos tres años es otra metáfora de esa misma constancia (también tengo pendiente hablar de ello).
Al final, partido a partido, se acaban logrando cosas. Y eso vale para todo, para la vida misma. Pero nunca si no hay algo más que la simple anécdota de “tocar el hito de la cima”. Hay que subir, pero con el objetivo de sentir.
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