domingo, 27 de febrero de 2011

Cumplido 109: La Sarnosa



Hace catorce años yo no subía a la cima de las montañas. Aunque desde siempre solía hacer excursiones por el campo, en ocasiones por zonas de montaña, eso de hacer cumbres no entraba en mis planes. Ni el montañismo como tal. Me gustaba ir al monte de vez en cuando, sin más, sin darle especial importancia.



Al final del verano de 1997, estando de acampada con unos amigos en Piedralaves, Ávila, en la vertiente sur de Gredos, surgió por primera vez en mi vida un ritual luego muchas veces repetido. No estaba planeado, fue de manera espontánea, y como mero entretenimiento: Vimos una montaña, nos atrajo, se nos ocurrió subirla, y al día siguiente, la subimos. Y de la misma manera que todo ese proceso surgió sin mayores pretensiones, y aun disfrutando de la excursión, en aquel momento quedó para mí como una anécdota más, dentro de las muchas de otra índole en aquellos años. No creo que sea acertado decir la socorrida frase de "aquello cambió mi vida".



Pero catorce años si cambian mucho la vida de cualquier persona. Supongo que un compendio de razonas difusas empezaron pronto a empujarme a ver el montañismo de otra manera, sobre todo como forma de sustituir cosas que con la edad quedaban atrás. Y en todo ese tiempo aún hubo más cambios, y más importantes, pero el montañismo ya se había convertido en una especie de hilo conductor de mi vida, no necesariamente el único ni el más importante, pero sí de los más deseados y con más perseverancia mantenidos, aun siguiendo la filosofía de subir sin grandes pretensiones, sin querer pasar de la noche a la mañana a ser alpinista, ni mucho menos: quería degustar con tranquilidad y naturalidad cada paso, cada nueva cota, no era para mí una moda o una ambición. Y la verdad es que quizá me he pasado de tranquilo en la evolución, en comparación con el nivel que muchos cogen en pocos años, pero de cualquier manera es el ritmo elegido por mí, o el que me ha pedido el cuerpo.



Catorce años después he vuelto a la que fue mi primera cima, una modesta montaña de nombre poco agraciado (Sarnosa, aunque con gusto no pique...) y de cota que no ayuda a presumir (1.528 metros). No pretendía en esta repetición buscar de nuevo las razones que pudieron influirme en aquella primera vez a ir cogiendo apego a la montaña, porque sabía que no las iba a encontrar más aquí que en cualquier otra ascensión o excursión; de hecho, el apego a la montaña, a la naturaleza, ya lo tenía de siempre, otra cosa es que entonces no me hubiera dado cuenta todavía de hasta qué punto lo tenía, y hasta qué punto podía servirme de estímulo vital.



Realmente, esta nueva excursión, este plan 109, ha surgido de una manera tan simple como la subida de hace catorce años: Estábamos aburridos de tener que ir a Cotos para poder aprovechar la nieve caída, no se nos ocurría nada original, y recurrí a la idea que, desde hace años, tenía de volver a repetir mi primera cima. Y esa idea (presente en la lista de planes que hice en este blog hace tiempo) inicialmente sí que tenía una intención más conmemorativa, y sobre todo me habría gustado repetir la misma foto de cima, con los mismos que la hicimos entonces, pero eso ya va siendo cada año más difícil de coordinar. El caso es que al final elegimos sin más esta opción, como podíamos haber elegido otra cualquiera.





Y, efectivamente, no ha sido especialmente emotiva, ni nada por el estilo. Ha sido una excursión más, con todo lo bueno que eso supone, y además huyendo de las multitudes, y trepando en roca en una época del año en la que lo de la nieve puede llegar a ser rutinario; en fin, muy entretenido, pero sin grandes pretensiones. Como la primera vez, vaya.





Quizá son precisamente un par de paralelismos con aquella primera ascensión los que más reflexión me han provocado en esta "vuelta a los orígenes". Por un lado, tengo que reconocer que estoy en una etapa en la que he rebajado, creo que más bien involuntariamente, la importancia relativa que le he dado al montañismo durante todos estos años; No creo que hasta el punto de la importancia que la primera ascensión tuvo en el contexto de entonces, pero quizá tampoco muy lejos.





Pero, sobre todo, me he dado cuenta de una cosa: La simplicidad de subir montañas es tal que, pase el tiempo que pase, el juego es el mismo. Ya puedes aumentar tu experiencia, acostumbrarte a moverte por el monte, a orientarte, a caminar y progresar con soltura por donde al principio todo parecía incómodo, a adquirir nuevas técnicas, a comprar material, a aprender a usarlo, etc., etc., que al final lo que te empuja a subir sigue siendo la misma idea fácil de ejecutar y difícil de explicar en sus motivos, de querer llegar a lo alto de ese cerro que has visto ahí delante. Y vale igual que cuando lo hacías con chándal y zapatillas o botas muy cutres, sin mapa ni brújula, y sin saber si quiera cómo se llamaba esa montaña ni cuántos metros de altitud tenía; porque hasta en eso éramos ignorantes aquella primera vez; y bien poco que nos importaba.





Subir, volver a subir, y seguir subiendo. Sin más.

jueves, 24 de febrero de 2011

109: La Sarnosa

  1. Lugar: Sierra del Valle, sector oriental de Gredos.
  2. Momento: Mañana.
  3. Plan: Ante la falta de ideas que no nos parezcan repetitivas respecto de lo hecho últimamente, tomamos mi vieja idea de volver a subir a la que fue mi primera cima, hace ya cerca de 14 años, la modesta Sarnosa (1.528 m.), desde Piedralaves.

sábado, 19 de febrero de 2011

Montañas descaracterizadas y recuerdos borrados

En el amplio y acertado prólogo que Eduardo Martínez de Pison hace al libro de fotografía "La Sierra de Guadarrama" de Javier Sánchez Martínez, hay un par de fragmentos que sintetizan muy bien por qué el respeto al paisaje de montaña tiene una importancia moral real para el ser humano, superior a la de sus intereses codiciosos. No es que un ecologista tenga que amar menos al ser humano que al resto de la naturaleza, es que precisamente desea que el ser humano pueda seguir obteniendo en el futuro el beneficio moral que la naturaleza le aporta, más aún sin el auto-perjuicio inmoral de su propia respuesta irrespetuosa:

"El más profundo provecho que se obtiene del contacto con la naturaleza, del internamiento en los paisajes de montaña, es el que procede del sentimiento benefactor de la vuelta a la naturaleza, el que proviene de la adaptación atenta y respetuosa a sus dominios y a sus componentes: de nuestra acomodación a sus paisajes.

Y ese es el bien que también se pierde cuando no existe en nosotros tal actitud o cuando esos paisajes naturales son transformados hasta el punto de quedar descaracterizados.

El bien de que hablamos procede del ritmo de los viejos caminos, del compás del viento y de la lluvia, de la permanencia del perfil de la roca, del ciclo de las hojas, de la calma de los panoramas serenos y pacientes en el horizonte.

No es frecuente, sin embargo, ese temple; o lo es menos que el que proviene de una mirada pragmática a los recursos naturales o de la que prefiere adaptar las montañas a un objetivo ajeno e interpone pantallas que eviten el contacto directo con la naturaleza.

El bien del que hablamos es el que surge del poderoso valor de lo lejano, de la seguridad del silencio, de la armonía de los elementos exclusivamente naturales, de la posibilidad de la soledad, del ritmo y el ambiente de las cosas salvajes, de esos paisajes fabricados con lentitud, cuya forma es demasiado magnífica como para ser dañada.

Sólo en relación con los hondos contenidos propios del paisaje, el visitante de la montaña podrá obtener un significado moral de su visita
."

El segundo fragmento, más profundo y melancólico, asemeja los efectos secundarios del progreso humano con el envejecimiento, porque mientras nosotros creemos obtener un beneficio global de la transformación del entorno, lo que queda a nuestro paso es un rastro fúnebre, en el que no se reconocen ni los recuerdos:

"Al cabo de los años mi vida es una sucesión de paisajes perdidos, de jardines cortados, de escenarios que parecían eternos y sólo estaban prestados por un tiempo. He visto morir riberas en su infancia, lagos en su adolescencia, cumbres jóvenes. La vejez está compuesta de renuncias. Tristes son los reencuentros con los lugares irreconocibles, sin el rostro de la memoria. Hay paisajes que sólo existen ya en mis difusos recuerdos personales y que desparecerán definitivamente conmigo. Hay tantos paisajes asociados a las vidas, a las idas y retornos, que es preciso mantener su sustancia. Nosotros, los errantes, no somos de tierra quemada, gente sin espalda, perdedores de arraigos. Lo seremos si al retorno no están allí los horizontes que nos permiten que el mundo tenga significados. Al cabo de los años, tantos paisajes maltratados, tantos lugares que se han vaciado de alma en una busca ciega para ser competitivos. El paso del tiempo es como un viaje, porque la vida recorre un camino, porque las cosas se transforman y los paisajes mudan y a veces tanto que, sin movernos de ellos, parece que hubiéramos ido a otras regiones."

Eduardo Martínez de Pisón, "Imágenes de una montaña".

viernes, 11 de febrero de 2011

"Mi Everest" (José Luis Campuzano "Sherpa")



Explicar mi nombre puede ser
clave para comprender la historia
de mi vida que siempre intenté
no pasara sin pena ni gloria

Debéis saber que un sherpa es
un alma en la montaña
que no pretende conquistar
sino sobrevivir ahí

Tantas cumbres que intenté subir
Tantas ilusiones no cumplidas
Tanto esfuerzo para competir
derrochando toda mi energía

Y no importó si fracasé
Lo bueno fue intentarlo
Tras cada noche de inquietud
siempre amaneció

Seguiré escalando mis montañas
Seguiré ascendiendo siempre mi Everest
Esta vida es como un Himalaya
que a duras penas puedes subir

Creo que podréis imaginar
los peligros que allí me acecharon
Fácilmente pude sucumbir
en un alud de envidias sepultado

En los abismos de traición
qué fácil fue caer
o en un glaciar de incomprensión
de frío perecer.

Seguiré escalando mis montañas
Seguiré ascendiendo siempre mi Everest
Esta vida es como un Himalaya
que a duras penas puedes subir

Todo tiene su razón de ser
Cara y cruz hay siempre en la moneda
A un invierno gélido y hostil
le sucederá la primavera

Y no desisto de encontrar
al hombre de las nieves
y que me diga dónde está
la entrada a Shangri-La

Llegaré a la cima en mi montaña
y no temeré vivir en soledad
Las estrellas de la Vía Láctea
en cada noche allí me acompañarán

domingo, 6 de febrero de 2011

El plan 69 seguirá pendiente...

Pues sí que había transformado bien el sol la nieve de la cara este de Oso, si... ¡en vapor! Si es que no se puede uno malacostumbrar a dos inviernos como los últimos; En Guadarrama la nieve normalmente desaparece antes de transformarse, salvo en Peñalara y la norte de Cuerda Larga. Eso sí, abajo, en los largos caminos de aproximación de la Garganta del Río Moros, todo cubierto de nieve blanda; ideal para acabar reventado con el peso de un macuto de dos días. Vamos, que no me merecía la pena ni quedarme a pasar la noche, así que cuando estuve lo suficientemente cansado y convencido del escaso partido que se le podía sacar al tema, y a falta de alternativas "no cansinas", me volví en el propio día. Y menos mal, porque sólo con lo que hice, hoy tengo las piernas como si hubiera corrido una maratón...

viernes, 4 de febrero de 2011

Plan 69, nuevo intento: Oso, cara este.

  1. Lugar: Sierra de Guadarrama.
  2. Momento: Este finde.
  3. Plan: Como el título indica, nuevo intento del plan 69, que efectué hace once meses, pero a cuya culminación tuve que renunciar por la meteorología, como narré en esta entrada. Eso sí, con cambio en la aproximación: Desde el Alto del León, seguiré el GR 10 (cuerda de la sierra) hacia el noroeste, hasta la Peña del Arcipreste de Hita, para bajar a la Garganta del Río Moros, por cuya pista de la vertiente suroriental seguiré hasta el Refugio de las Tabladillas (ya en la otra ladera), donde espero hacer noche. El domingo, subida hasta el final de las pistas en la base de Oso y La Pinareja, y ascensión final por la cara este de Oso. A ver qué tal está la nieve después de una semana de tiempo despejado; si no la encuentro muy allá, lo mismo cambio de ascensión final y opto por la Pinareja, que al ser cara sur el manto se habrá transformado más (aunque eso supondría volver a dejar la este de Oso en un intento). Bajada, dependiendo de la apetencia o condiciones, o por la cara sur de La Pinareja, o por la sur de Oso, o hasta el Puerto del Pasapán, en cualquiera de los tres casos para volver a la Garganta del Río Moros, y regresar a San Rafael por las pistas del año pasado.