domingo, 31 de mayo de 2009

Plan 27: Sierras de Tendeñera y Peña Telera + Respomuso (Circo de Piedrafita)

  1. Lugar: Pirineo aragonés.
  2. Momento: Primera semana de junio, que comienza mañana.
  3. Planes: Básico: Idea número 27 de la lista de posibles planes montañeros futuros: Entre el lunes 1 y el martes 2, recorrido circular por la vertiente norte de la Sierra de Tendeñera (PR HU 95), con posible ascensión a la Montaña del Verde (2295 m.). Entre el miércoles 3 y el jueves 4 ó viernes 5, excursión por la vertiente norte de la Sierra de la Partacúa (Peña Telera) hasta el Ibón de Piedrafita, desde Sallent de Gállego, con posible subida a la Punta Pacino. Posible añadido: Idea número 29 de la mencionada lista. Si lo permiten los tiempos (cronológico y meteorológico) y las ganas, subida hasta el Embalse de Respomuso (Circo de Piedrafita). Hay otras improvisaciones posibles.
  4. Objetivo / filosofía: Volver a Pirineos, y disfrutar. Rebajo el nivel técnico y la peligrosidad, y un poco también la exigencia física: ésta vez quiero tomármelo con calma. Me llevo papel y bolígrafo: tal vez merezca la pena, esta vez, escribir in situ las sensaciones vividas, por aquello de que una vez de vuelta en casa ya no se plasman igual.

sábado, 30 de mayo de 2009

Cumplido plan 26: "Abre los Ojos"

De ¿Viviendo o escapando?


Podría destacarse del segundo largometraje de Alejandro Amenabar su potente historia: sugerente, enrevesada, paranoica, angustiosa... O el elaborado guión que la desarrolla. O la excelente narrativa con que se cuenta, merced a un ritmo y un montaje que atrapan, especialmente la primera vez que se ve: recuerdo que a mí me produjo la sensación de constante sorpresa y agrado, a pesar de estar viendo practicamente una pesadilla; era como si los sucesos y giros del argumento me llevasen exactamente por donde yo quería, aun sin esperar en absoluto dichos giros, o en algún caso en el que ocurría lo contrario a lo deseado, sin embargo enseguida conectaba con la nueva perspectiva. Eso, por desgracia, no he podido sentirlo en esta nueva revisión de la película, porque es de esos films en los que no conocer la historia aumenta con creces su disfrute (lo cual habla de una meritoria empatía del realizador -que sí conoce la historia, y mejor que nadie- hacia el espectador).

También podrían destacarse los múltiples temas de los que se habla dentro de la historia, y sobre muchos de los cuales da una perspectiva singular, un nuevo punto de vista para la reflexión. Por ejemplo, la aceptación/autoaceptación y el rechazo. La soledad en medio de la multitud. Por ejemplo los conceptos de amistad, amor y deseo. Los celos. Y la hipocresía. El materialismo. El egoísmo. Y por ejemplo (y especialmente) los entresijos de la psicología humana, con la idea de la capacidad o dificultad de controlar nuestras vidas emocionalmente. También la subjetiva y caprichosa interpretación de la realidad; y más, la confusión entre real e ireal; la distinción entre recuerdo preciso y recuerdo modificado o incluso completamente imaginado. Por otro lado, me parece admirable la manera en que se plasman las características habituales de los sueños, que todos hemos vivido en diversas ocasiones, y la forma en que éstas son utilizadas para contar buena parte de la historia.

Pero si algo tengo que destacar de ésta película precisamente en este blog, por la relación esencial que tienen ambos, es la idea de la búsqueda de la idealización de la realidad. La realidad que deseamos para ser felices forma parte de un sueño; su búsqueda obsesiva, más aun al chocar con la cruda realidad, se puede acabar convirtiendo en una pesadilla. Es una paradoja. Es la paradoja de vivir o escapar. Si no escapo no puedo ser feliz, pero tampoco puedo vivir en una constante escapada, que en sí misma podría consituir otra nueva prisión (por si fuera poco, inventada). Ciertamente, el trasfondo de "Abre los Ojos" es melancólico en esencia. Hay una frase metafórica de la película, expresada con hondo pesar por el personaje de Eduardo Noriega, que me parece que lo resume todo: "En mi sueño no llueve".

(SPOILER): Os confesaré cual era mi teoría acerca de lo que realmente ocurre, tal y como lo interpreté tras haberla visto por primera vez: Todas las escenas cronológicamente posteriores al accidente de coche provocado por el personaje de Najwa Nimri son los sueños y pesadillas del personaje de Noriega durante el coma que sufre en dicho accidente; Al final de la película, despierta del coma ("abre los ojos"). Después de ésta nueva vista de la película, ya no me convence tanto dicha posibilidad pero, es más, creo que lo de menos es interpretar ese final. La película cuenta cosas mucho más interesantes que el hecho de dilucidar los sucesos.

Finalmente -no puedo evitarlo- diré que mi toma favorita de la película es la imágen de Penélope Cruz en lo alto de la Torre Picasso con la Sierra de Guadarrama de fondo. No es fácil aunar tanta belleza en un sólo plano...

viernes, 29 de mayo de 2009

Cumpliendo plan 13: "El Sentimiento de la Montaña": Capítulos VI y VII

Ha pasado más tiempo del habitual desde la última entrada sobre el libro de Pisón y Álvaro, y ello se debe al paréntesis que abrí en su lectura entre los arriba mencionados capítulos, consecuencia de un mes de Mayo -afortunadamente- repleto de cumplimiento de planes de excursiones, con sus respectivas reseñas.

Del capítulo VI ("Signos Ideológicos") poco interesa reflejar aquí, pues precisamente muestra una de las antítesis del sentimiento de la montaña: la politización del alpinismo (sí, aquí también...). Es una parte que conviene conocer, pues de todas las realidades hay que tener conocimiento (precisamente conociendo lo negativo podemos evitarlo), pero no me merece la pena profundizar más en ello. Sólo indicar que incluso -y especialmante- los signos más radicales y nefastos de la historia han utilizado este deporte para exhaltar sus ideales. Una pena, y una paradoja, cuando este ambiente puede (o podría) aportar tanto bueno a la sociedad. Quizá en algo tan superior, por concepto, como la montaña, encuentran base expresiones que por sí solas están vacías de espíritu positivo. En cualquier caso, es entender sólo (y mal) la parte ambiciosa y soberbia del deporte.

Diametralmente opuesta es la esencia del capítulo VII, que por su título refleja de hecho esa idea, que no es sino el corazón o espíritu del libro: "El Tuétano del Sentimiento". Se repasa la época dorada del alpinismo y sus más altas expresiones literarias y filosóficas. Se relatan brevemente experiencias del gran Walter Bonatti, se homenajea la histórica cordada de los malogrados Rabadá y Navarro, se explica toda la evolución del alpinismo español en la segunda mitad del siglo XX, e incluso de da algún interesante apunte sobre la dualidad conservación - desarrollo en la montaña, ya que comienza a tener una polémica relevancia en esos años.

En cuanto a citas, ya reflejé dos bastante reveladoras respecto de la montaña como filosofía de vida en el epígrafe final ("Una Post-Data literaria") del plan 25 (La Alcazaba, Sierra Nevada) . Además de éstas, destacaría lo reflejado por otros dos montañeros (uno ya mencionado antes):

Por un lado, Bonatti: "Moverme en una naturaleza grandiosa y genuina, a la que me siento vinculado; medirme sobre todo conmigo mismo; encontrar mi identidad; en una palabra, la realización..." (Cómo me recuerda ésto a lo que plasmé en dicho plan 25). "La montaña me ha enseñado a no hacer trampas, a ser honesto conmigo mismo y con lo que hago... De ahí la importancia de fortalecer el espíritu, de elegir lo que se quiere ser. Y, una vez elegida una dirección, se debe ser lo suficientemente fuerte como para no sucumbir a la tentación de tomar otra. Naturalmente, el precio que hay que pagar (...) es altísimo. En lo que a mí respecta, el patrimonio espiritual que he obtenido es proporcional..." Y más: "La soledad ha sido para mí una escuela formativa, una condición preciada..." (Sobre todo por la toma individual de decisiones). "Debo muchísimo a la montaña porque me ha construido como hombre. Al final se encuentra el hombre, él está detrás de toda esta pirámide de experiencias".

Por otro, el vasco Juanjo San Sebastián : "Continuamos porque uno debe llegar hasta Ítaca para darse cuenta de que lo importante es el camino". O: "Todas las cosas que nos hacen disfrutar en plenitud, pueden hacernos sufrir enormemente, no podemos pretender disfrutar sin estar dispuestos a sufrir proporcionalmente. Así es el amor, la pasión, por las montañas o por lo que sea, así es la vida".

Únicamente me quedan ya los dos últimos capítulos del libro: "Las Grandes Cordilleras" y "La Mirada Actual".

Todas las entradas sobre "El Sentimiento de la Montaña", en la etiqueta literatura.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Matices...

Ésta es otra reflexión que me surgió en el plan 25 (Sierra Nevada).

De entrada, que conste que no tengo nada en contra del pueblo de Güéja-Sierra (magníficamente ubicado) ni de sus habitantes. Tampoco pretendo juzgar, en esta ocasión, la forma de entender el desarrollo que tenga cada uno. Ésto es sólo (y como siempre) mi punto de vista filosófico, nada práctico.

Cartel de bienvenida a Güéjar-Sierra: "GÜEJAR-SIERRA, CUNA DEL GENIL Y CORAZÓN DE SIERRA NEVADA".

Tras haber pasado tres días de travesía por Sierra Nevada, en pleno y exclusivo contacto con la naturaleza, y percibiendo plenamente su lógica espontánea, ajena a lo artificial, lo único que se me pudo venir a la cabeza al leer ese cartel fue lo siguiente:

¿Güéjar-Sierra cuna del Genil?: Güéjar-Sierra tumba del Genil: Embalse de Canales. ¿Güéjar-Sierra corazón de Sierra Nevada? El corazón de Sierra Nevada, como la cuna del Genil, está en sus ventisqueros, lagunas y manantiales, que no pertenecen sino a sí mismos.

Verdaderamente, tras ir viendo todo el desarrollo del Río Genil desde sus nacimientos al pie de las paredes norte del Veleta, Mulhacén y Alcazaba, recorriendo todo su precioso valle, la visión de su llegada a Güéjar-Sierra es ni más ni menos que la de una desembocadura, con lo que eso evoca metafóricamente. No es, pues, una interpretación más que visual, pero muy evidente. Y sobre artificiales límites administrativos, poco tengo que decir.

lunes, 25 de mayo de 2009

Plan 26: "Abre los Ojos" (Alejandro Amenábar)

  1. Momento: Próximamente.
  2. Lugar: En casa(DVD).
  3. Plan: No es que tenga olvidada mi afición por el cine; Últimamente he ido a ver "GRAN Torino" (las mayúsculas ponen de manifiesto mi opinión sobre la película) y ayer estuve en plan friqui con la nueva versión o "precuela" de "Star Trek" (digna y entretenida). Pero sí es verdad que lo tengo olvidado en el blog, y como hace tiempo que quería revisar mi favorita de Amenábar pero veo que no me pongo a cumplirlo, me obligo a ello con esta entrada.

sábado, 23 de mayo de 2009

Cumplido plan de ESCAPADA 25: La Alcazaba (Sierra Nevada)

(Ésta sí que ha sido una verdadera escapada...)


De Alcazaba



ADVERTENCIA: El montañismo es una actividad que supone riesgos. No debe realizarse sin la experiencia y el material adecuados, ni tampoco es del todo aconsejable en solitario. El autor se exime de toda responsabilidad sobre cualquiera de las posibles decisiones que pudieran tomar al respecto quienes lean esto, y por tanto de sus consecuencias. Esta vez, más que nunca desde que escribo el blog, poned cuidado si queréis llevar a cabo ésta ruta, especialmente en similares condiciones de nieve.



De Alcazaba



Dije en el plan 24 (Sierra del Valle, Gredos oriental) que aquella había sido la mejor escapada montañera en lo que iba de año 2009 y también desde que escribo en el blog. Pues bien, este plan 25 ha ido más allá: sin duda, una de las experiencias montañeras más memorables que he vivido nunca, ocupando puesto de honor junto a otras como Picos de Europa 2004, Garmo Negro 2008 ó Candelada – Almanzor (2003 – 2008).

Sin embargo, resulta significativo el hecho de que de la Sierra del Valle volví emocionado, exultante, con ganas de hacer poesía facilona en este blog y “fliparme” un poquillo, mientras que de Sierra Nevada me he traído un temple bien distinto, más relajado, más reflexivo, más satisfactorio y ordenado. Estos tres días he vivido una experiencia más completa y exigente que la de Gredos oriental, con más necesidad de exprimir mis capacidades y sobre todo de gestionar la ruta con la mayor de las coherencias posibles, en todos los aspectos; y eso, teniendo que pasar por algún que otro momento algo tenso o cercano a peliagudo. Es decir, me he visto obligado a vencer mis miedos, y lo he conseguido con una templanza que jamás habría imaginado, ni de lejos, en mí mismo, yo que precisamente soy dado a complicarme la vida psicológicamente más de lo necesario. Y he vuelto a la rutina diaria con una sensación mucho mayor de autocontrol, de que no hay complicación o estupidez humana a mi alrededor –o propia- que deba amargarme la existencia. Me produce sonrojo reconocerlo, pero quizá esa extraña sensación sea lo que algunos adultos “bien pensantes” llaman “madurez”; la verdad es que me cuesta creerlo en mí (esto no es falsa modestia, quienes me conocen saben que soy algo “Peter Pan”), pero tal vez lo sea realmente.

Voy a tratar de relatar la experiencia y sensaciones vividas durante la ruta, para poder introducir las conclusiones finales que he sacado de la misma. Aunque para más detalles de tipo técnico, quizá pueda ser más completo leer antes las descripciones que he hecho para Pirineos 3000 (ver enlaces abajo).


De Alcazaba



El primer sentimiento reseñable del viaje lo viví aún en el autobús de Granada a Trevélez, el viernes por la mañana, al paso por los preciosos pueblos alpujarreños de Pampaneira, Bubión y Capileira. Aparte del inmejorable enclave y de la bonita arquitectura tradicional que cualquiera puede admirar aquí, yo recuperé el agradable recuerdo de la última vez que estuve en este lugar, año y medio antes, con un buen grupo de amigos. Entonces hice esta descricpión de nuestra subida al Mulhacén para Pirineos 3000, la cual, lejos del estilo técnico o del tono montañero solitario - romántico que me caracteriza, parecía más bien una exhaltación de la amistad, que leída después me parecía quizá un pelín empalagosa. Sin embargo, estando de nuevo por Las Alpujarras, y volviendo a mí los sentimientos de amistad que viví en aquel viaje de octubre de 2007, entendí perfectamente por qué me salió dicho tono en esa descripción. Y ahora estaba de nuevo por allí, pero ésta vez sólo. Y sin embargo, no estaba triste; al contrario: esa soledad reforzaba el sentimiento de recuerdo hacia los buenos amigos, me hacía valorarlos más. Es eso que alguna vez se ha dicho de manera sentimentaloide, pero que es un sentimiento psicológico real: lo importante de los amigos no es que estén presentes físicamente, sino que de hecho están siempre contigo emocionalmente, y te los llevas inevitablemente allí donde has estado con ellos o allí donde a ellos les habría gustado acompañarte. Lejos de la nostalgia, este sentimiento me llenó muy positivamente y me dibujó una sonrisa en la cara.


De Alcazaba



Ya metido en la faena montañera en si misma, la subida del viernes por la tarde de Trevélez (1.478 m.) a Siete Lagunas (3.000 m.) con macutón de travesía bien cargado (ropa de abrigo, saco, tienda, crampones, piolet, comida para tres días...) me fue dejando buena huella en mi estado físico. No es que me sintiera tan bajo de forma como en ocasiones anteriores, pero sí que llegué algo tocado a las inmediaciones de la Laguna Hondera. Como ya estaba anocheciendo y empezaba a hacer bastante frío, quise poner la tienda antes de cenar. Lo cierto es que ya tenía cierta sensación de hambre, que durante la complicada operación de montar la tienda de Iván (y eso que ya tenía experiencia, pero parecía haber olvidado detalles) se fue acrecentando; el esfuerzo se magnificaba por el molesto viento. El hecho es que tardé más de la cuenta, y para cuando pude sentarme a comer el hambre ya rozaba la náusea; tuve que ponerme a tragar con esa desagradable sensación. Ésto no era sino la antesala de una excursión que, dada la magnitud y complicaciones de la ruta, estaba llamada a ser ligeramente estresante, con pocos momentos para quedarse un buen rato en plan contemplativo. No es que fuera exagerado (ni de lejos como la ascensión del año pasado al Almanzor desde Candeleda), pero tampoco una tranquila y despreocupada excursión, ni mucho menos, y más aún con un estado de forma que todavía no es el que fue precisamente en 2008. Y sobre todo, era una ruta en la que, como sabía previamente y pude corroborar, era importantísima la planificación, la correcta gestión sobre la marcha, la dosificación de fuerzas y objetivos, etc. Pero lo mejor de todo es que, sin llegar al romanticismo reflexivo del anterior plan 24 (Sierra del Valle), sí pude ir percibiendo sensaciones y lecciones realmente enriquecedoras y emocionantes.


De Alcazaba



El primer momento emotivo fue, con cierta lógica (aunque no siempre tiene por qué ser así), la llegada a la cima del objetivo principal, La Alcazaba (3.366 m.). Aún me quedaba por vivir lo más memorable de la ruta, e incluso por ver los mejores paisajes, pero en ese momento (media mañana del sábado) pude saborear la grandeza de este ambiente montañero con mayor poderío del que había percibido hasta ese momento del itinerario. Momentos difíciles de describir. Por si fuera poco, en la cumbre me encontré con una placa (no voy a entrar ahora en la polémica del exceso de homenajes y demás adornitos puestos por el hombre en espacios naturales bellos por sí mismos), en la cual pude leer una lúcida frase: "El montañismo es la ciencia que estudia la belleza de lo inhóspito". Me encantó, la entendí sin esfuerzo alguno, me pareció que el solitario momento en aquella esforzada cumbre de espectaculares vistas hacia la vertiente norte casaba perfectamente con la metáfora expresada en esa placa (quizá dejaría de ser metáfora si en vez de "ciencia" dijera "filosofía"). Me pareció formar parte de ese gremio científico, de esa corriente filosófica, más aún después de tantas páginas leídas de libros sobre el tema (especialmente ahora con "El Sentimiento de la Montaña").


Pero, como digo, lo mejor o más importante de la ruta estaba por llegar. Tenía cierta incertidumbre o dudas sobre por dónde iba a regresar. Lo que más ilusión me hacía era completar la travesía por la vertiente norte, bajando a Güéjar-Sierra: tenía más entidad como ruta completa, y me llevaba a paisajes aún no conocidos de ésta sierra, previsiblemente más bonitos y vistosos. Pero dependía de cómo me impresionara (=asustara) o no la mencionada vertiente norte: su pendiente y la cantidad de nieve resistente. Visto desde la cima de La Alcazaba, el Puntal de Vacares (punto de paso obligado) no me asustó, y por tanto decidí seguir con el plan más atractivo. A partir de ese momento, renunciaba (en principio) a volver a la vertiente sur o a bajar a las pistas de esquí de Pradollano, alternativas más factibles para llegar a tiempo al autobús de Granada del domingo a las 15:00, para el que tenía comprado el billete (de otra manera seguramente se habría agotado), y me obligaba a estar en Güéjar-Sierra para coger el de las 13:00 ese mismo día (domingo). Ésto significaba que cuanto más me acercara al Puntal de Vacares, más me alejaba de las mencionadas alternativas de la vertiente sur o Pradollano, y más ponía en riesgo perder ese autobús de Granada a las 15:00 (en caso de no poder o no atreverme a bajar hacia Güéjar-Sierra). En ese momento no pensaba en estos detalles, ni mucho menos, sólo pensaba en la propia logística de la excursión montañera en sí, y difrutaba de los paisajes; pero era una cuestión que estaba ahí.


De Alcazaba



En los siguientes tramos de rodeo de la Alcazaba para buscar la ascensión más cómoda al Puntal de Vacares comencé a vivir momentos ligeramente tensos. En la más completa soledad, por unos imponentes parajes desconocidos para mí, tuve que atravesar unos ventisqueros cuya nieve estaba bastante blanda e inestable, pasando por algunas zonas de aparente (digo "aparente" porque así me lo parecía, sin realmente saberlo) acumulación en hoyas o pozos; en un momento dado pude ver, a no más de cinco metros de mí, un agujero casi perfectamente circular en la nieve, de aproximadamente un metro de diámetro, y cuya profundidad no podía precisar pues el propio suelo me tapaba la perspectiva de su grosor desde mi ángulo de vista oblícuo (tendría que haberlo visto pegado a su borde, pero precisamente a eso no me atrevía...). También tuve que cruzar la vaguada del Barranco del Goterón, por un puente de nieve (más bien blanda) bajo el cual corría el agua... En esos momentos tenía miedo, al mismo tiempo, al resbalón, a hundirme hasta las rodillas, a provocar una pequeña colada (o mini - alud) de nieve, o directamente a la rotura de la nieve bajo mis pies. Situaciones tensas, en las que seguramente me iba moviendo como si aquello fuera un campo de minas antipersona. Quizá el riesgo objetivo no era tan alto como percibía, pero mi relativa ignorancia en el tema me llevaba a esa tensión. Aunque, visto desde otro punto de vista, quizá esa ignorancia me impidió percibir precisamente que ese peligro era aún mayor de lo que me llegaba... no sabría decirlo...


De Alcazaba



Tras relajarme un poco mientras comía, podía escuchar el derrumbe de las cascadas de hielo que aún aguantaban en la pared norte de los Tajos del Goterón; me giraba y veía caer rodando enormes (desde lejos, pequeños) bloques blancos por la ladera (la famosa bola de nieve). No había nadie más por allí para ver aquello: la montaña parecía estar llamando única y exclusivamente mi atención.


De Alcazaba



Subí tranquilo y confiado durante un buen rato por la Loma de Vacares hacia la cima del Puntal. Cuando, casi en la cumbre, me asomé por la cresta del Tajo Loma de Vacares y pude ver la mole noreste de la montaña, con su imponente y empinada bajada nevada hacia el Collado de Vacares (por donde, pensaba, habría de seguir la ruta luego), volvió la tensión. Aquello parecía más complicado de lo que esperaba: ¿Con el macutón iba a tener que bajar por ahí? ¿En solitario? No, seguramente no me atrevería: Ya me había metido en un buen brete. Por un lado, ¿en qué momento iba a renunciar? ¿Daría con el límite de lo que soy capaz de hacer o lo sobrepasaría por un exceso de osadía? ¿La decisión entre atreverme o no, hasta qué punto sería racional o estaría influída por el miedo? Por otro lado, en caso de rectificar, tendría que volver por donde había venido: de nuevo, los neveros "del miedo"; además eso significaba que, siendo lo tarde que era, volviendo a Trevélez o Pradollano seguramente no podría llegar a tiempo al autobús de Granada del domingo a las 15:00... no sabía si habría plaza en autobuses más tarde, me arriesgaba a tener que llegar a Madrid a las 2 de la mañana, teniendo que madrugar el lunes a las 6:30... e incluso me arriesaga a no poder coger un autobús hasta el propio lunes, impidiéndome incluso el ir a trabajar... ahora sí me acordaba de éstos detalles... pero el lugar en el que aún eran posibles las alternativas eran las inmediaciones de La Alcazaba, no del Puntal de Vacares donde estaba ahora. Todo esto, añadido a lo inhóspito del lugar, al hecho de estar solo, a no tener cobertura en el móvil... Un buen brete, aparentemente...


De Alcazaba



Y, no sé cómo, resolví la situación psicológicamente muy bien; empecé a vencer ese miedo, a apartar de mi camino la tensión, de manera paulatina y supongo que medio instintiva, poco a poco, casi sin percibirlo; había llegado a volver a preguntarme, como en el Garmo Negro, por qué me empeñaba en pasarlo mal... pero el hecho es que no busco ese miedo en la motaña, en todo caso, a veces me encuentro con él. Y ahora era el momento de enfrentarlo, para poder continuar.


De Alcazaba



Llegué a la conclusión de que lo que menos me importaba era poder ir a trabajar o no el lunes (de eso no tenía ni miedo ni siquiera interés). Podía temer la preocupación que pudiera generar en los míos el hecho de volver más tarde de lo esperado, e incluso de tardar más de la cuenta en poder dar noticias, pero contra eso no podía hacer nada, y en cualquier caso regresar finalmente en buenas condiciones apartaba dicha preocupación. Por lo tanto, adiós a las cuestiones del mundo real. Estaba en la montaña, y era de la montaña de la que tenía que bajar sano y salvo. En esa situación, el hecho de bajar, más tarde o más temprano, por uno u otro sitio, volvía a ser algo no vital, sino una cuestión de superar el reto incial o no, y de disfrutar de nuevos paisajes o no, pero no tenía mayor importancia: por lo tanto, nada perdía por comprobar si me atrevía a bajar del Puntal de Vacares hacia Güéjar-Sierra, y si me daba inseguridad, volvía por el otro lado y punto. Además, llevaba la tienda para vivaquear donde hiciera falta, aunque mi idea incial fuera el Refugio de la Cucaracha. Así pues, fuera miedos, y a ponerse a pensar.


De Alcazaba



Desde la cima, la bajada directa por la rocosa arista norte hacia el Collado de Vacares era, definitivamente, prohibitiva para mi nivel y tranquilidad. Había que mirar la opción en principio menos imaginable: la muy inlcinada ladera oeste. Sin el macuto, me puse a buscar una bajada por dicho lugar, y seguí todo lo que pude hasta estar seguro de que no tendría excesivo problema, hasta llegar a un punto en que la continuación se viera completamente clara. Llegué a usar una foto hecha desde la Cima de la Alcazaba para ver desde otra perspectiva lo que ahora no podía ver allí. Este tipo de exploración, hecha como mero juego o entretenimiento, ya la he podido disfrutar sin tensión alguna en ocasiones como en el plan 21 de este blog (intento de subida a la Peña del Rayo en La Pedriza) o más satisfactoriamente en mi ascensión al Cerro de los Hoyos, también en La Pedriza, y me parece un tipo de actividad montañera realmente gratificante; pero ahora, en el Puntal de Vacares, tenía un componente de necesidad, porque seguía siendo mejor opción, logísticamente, bajar a Güéjar-Sierra; Es como si estuviera aplicando con utilidad el aprendizaje de esas otras exploraciones más lúdicas. En cualquier caso, definitivamente saqué muy buen partido a la exploración, y pude bajar, no sin cierta precaución por lo descompuesto del terreno, para poder continuar sin mayores problemas.


De Alcazaba



Pero para entonces se me había hecho más tarde de los cálculos iniciales, y tenía por delante una muy prolongada y empinada bajada por la llamada Loma del Calvario (encima, ese nombre...). Me convenía bajar lo máximo posible para ir adelantando el regreso de la mañana siguiente a "tierra firme" y también para poder pernoctar en el mejor lugar posible (por ejemplo, llegando al límite del bosque, como de hecho logré).

Y sin embargo, esta bajada, aun a pesar de lo precipitado (casi corriendo por momentos) y de lo cansino para músculos y articulaciones de las piernas (aunque entonces ya no sentía fatiga alguna y de hecho me notaba fuerte), esta bajada, digo, me pareció emocionante. Por un lado, esa situación, y más aún después de lo vivido, tenía el sabor de la aventura, pero aventura real, no buscada aposta (yo quería haber bajado con calma por allí). Por otro lado, los paisajes de la vertiente norte de Sierra Nevada eran impresionantes: a medida que se iba abriendo la perspectiva, que el Mulhacén iba apareciendo de detrás de La Alcazaba a su derecha, las paredes de éstas moles gnéisicas iban ganando en espectacularidad, con sus inmensas laderas y faldas de pendiente interminable, y con la lejana figura del Veleta de fondo. De las cuatro ocasiones en que he estado por Sierra Nevada, me he dejado para ésta última las mejores panorámicas, con diferencia, y además con la presencia de la nieve. Son las mejores vistas que han recibido mis ojos desde que estuve el verano pasado en Los Alpes, sin duda alguna. Y digo más, creo que esta Vereda de la Laguna de Vacares es una de las sendas más interesantes que he recorrido por toda la Península. Hasta ahora Siempre ponía a Gredos en tercer lugar después de Pirineos y Picos de Europa; ahora tengo mis dudas... Pero es que además estaba la puesta de sol; La Loma del Calvario está orientada hacia el noroeste y sin obstáculos orográficos de por medio (en su parte más alta), con lo que en esta época del año tenía la ventaja práctica de que me iba a aguantar la luz más que a nadie, y la paisajística de añadir el condimento del color a las vistas. Según bajaba rápidamente por ella iba viendo el rojo fuego de las nubes; cuando me paraba y giraba la cabeza atrás, la sierra iba cambiando sus tonalidades poco a poco, en un auténtico espectáculo. ¡Qué gozada! ¡Qué privilegio! ¡Y todo por un aparente incidente en el Puntal de Vacares!


De Alcazaba



De lo que siguió, poco más que añadir: Que al final se me hizo de noche demasiado pronto como para bajar al Refugio de la Cucaracha (de lo que me alegré pues lo tendría que haber compartido con más gente, como comprobé al día siguiente) y vivaqueé entre los pinos de una repoblación; Que a la mañana siguiente pude disfrutar del precioso valle del Río Genil, con su frondosa y rica vegetación; Y que, al final, casi podría decirse (o sin el "casi") que la travesía y todo el viaje me salieron perfectos, según lo planeado.


De Alcazaba



Y aquí llegan las reflexiones finales. El por qué de lo memorable de ésta experiencia, más allá del mérito o no de los objetivos logrados, o el propio disfrute de los espectaculares paisajes mencionados. Porque, la verdad, casi obvia decir que lo de menos es tener dos nuevos “tresmiles” en la lista, o de hecho ser la primera vez que hago dos cimas de dicha altitud en un mismo día.

Dije en el plan 24 (Sierra del Valle) que el montañismo es un juego. No me desdigo ahora. Sólo añado: El montañismo es el juego de la vida. Soltado así, de sopetón, suena a frase empalagosa propia de un “friqui” de la montaña. Lo asumo. Pero es que así lo he sentido:

Llego el domingo por la tarde a Madrid después lo narrado, y me encuentro a mis amigos y conocidos del barrio. Hablamos por encima (superficialmente, nunca mejor dicho) del viaje, y surge la inevitable sensación de que, por mucho que cuentes, no vas a poder transmitir ni un ápice de lo que has vivido y sentido, así que prefieres quitarle importancia al asunto con la típica frase socarrona: “pues nada, por ahí he estado, haciendo un poco el cabra…”; a lo que Luis contesta (con la mejor de las intenciones): “No hombre, es una bonita afición.” Afición. Pues sí. Incluso yo aún le quito más trascendencia: “Un friquismo como otro cualquiera”, digo… Pero…:

Dicen muchos psicólogos que, al margen de la remuneración, la posición social y la mejora del nivel de vida, la importancia de ascender en la carrera profesional tiene que ver con un espíritu instintivo de superación; que la persona necesita ver un progreso en su vida, también profesionalmente, para sentirse bien, realizado. Pero, ¿qué ocurre cuando uno es tan radical que no ve una perspectiva en el mercado laboral existente que le satisfaga personalmente; que casi todo a lo que aspira por su preparación le parece tan carente de interés o motivación que ha dejado de creer que merezca la pena complicarse la vida pensando que es el trabajo lo que le va a hacer feliz? ¿O que los escasísimos puestos que le gustarían son tan accesibles y complicados como que te toque una quiniela? Pues que prefieres dejar de complicarte la vida y llegar a la conclusión de que el aspecto profesional no es el que te va a hacer sentir realizado. Pero entonces, ¿qué pasa con esa necesidad de superación? ¿Con ese instinto del que hablan los psicólogos? Yo ya lo había sentido previamente, pero tras Sierra Nevada, la Alcazaba y el Puntal de Vacares no me quedan prácticamente dudas. Es así de simple, y puede sonar todo lo friqui que se quiera: Siento el montañismo como una verdadera vocación.

Además es que se viven experiencias que realmente son casi vitales, como he narrado en esta entrada. Preparar y realizar una ruta para subir a una montaña puede no ser necesario, pero volver con plena integridad física de esa ruta sí lo es. Es una aventura vital real, sea cual sea la dificultad vivida. O el hecho de buscar agua en manaderos y arroyos, o vivac para pernoctar. Es la vida misma, no es un folleto de turismo de deportes de aventura, tan de moda últimamente. Y muchas veces se dice que por qué a algunos montañeros les gusta jugarse la vida. En mi caso no me gusta, de hecho no lo busco, huyo de las situaciones demasiado complicadas, no quiero pasar miedo. Pero cuando inevitablemente (o alguna vez por error) me lo encuentro, sí aprecio el hecho de vencer la dificultad o el riesgo. Y en mi caso hablamos de un nivel muy, muy modesto (no soy escalador, ni clásico ni deportivo). Pero esa superación del miedo me hace sentir mejora en mi autocontrol mental, cosa que en mi caso considero muy meritoria y necesaria (ya lo digo en mi perfil, soy un come – cocos). En cualquier caso, no sólo la montaña, sino la vida misma, es superación de obstáculos, y es riesgo. Cuanto menos riesgo, mejor, pero está ahí y aparece: quien no se arriesga, no vive. ¿Qué diferencia hay, en ese sentido, con la montaña?

Por otro lado, no creo que en este mundillo montañero llegue nunca a lograr algo con el mérito suficiente ni como para aparecer en un recuadrito pequeño en las páginas finales de un periódico deportivo. No creo que vaya a contar con reconocimiento social alguno. A nivel de todo lo que se hace y se ha hecho ya, visto desde fuera (y desde dentro), lo que hago no es gran cosa, soy aficionado (la “afición” a que se refiere Luis). Por lo tanto, eso me añade otro rasgo inevitable: la humildad. Y no me desagrada, al contrario. Si puedo vivirlo yo y compartirlo con mis amigos (con los que tengo cierta afinidad en esto, quiero decir), ¿qué más puedo pedir? Hay millones de personas que nunca llegarán a sentir ni la enésima parte de realización personal, sencillamente porque su situación vital se lo impide. Y, francamente, vivir experiencias como ésta de Sierra Nevada es algo impagable, propio de privilegiados: No lo cambio por prestigio social, ni por un palacio, ni por un cochazo. Alguno dirá: “Con ese cochazo o palacio podrías pagarte muchas más excursiones como esa”: Primero, no hace falta ser rico (económicamente) para vivir una experiencia como esa. Segundo, y más importante: La experiencia vivida, no me la quites, no me la cambies por ninguna cantidad de dinero, pues me quitarías algo que no se puede comprar: me quitarías lo que soy.

Planificar, ascender, disfrutar, sentir, impresionarme, superar, fotografiar, regresar, describir, narrar, plasmar, compartir… Si puedo seguir haciendo todo esto (y añadiendo otras posibles formas de expresión relacionadas) el resto de mi vida y disfrutarlo como ahora mismo, creo que quizá podré considerarme razonablemente feliz.


De Alcazaba




Una Post-Data literaria...

Resulta que, con buena parte de esta entrada kilométrica ya escrita, he leído esta mañana un par de cosas en "El Sentimiento de la Montaña" que vienen a corroborar lo que expreso aquí, lo cual me hace sentir menos "enajenado", más "comprensible" en mi afán de sentir la montaña como una vocación.

Por un lado, está este texto de Gaston Rébuffat: "Aceptar llevar una mochila, dormir más o menos bien en un refugio, a veces en un vivac, tener frío y luego calor, quizá también hambre y desde luego sed; partir sabiendo que no se podrá interrumpir el juego, es decir la ascensión, aunque se experimente fatiga o el tiempo empeore... Es un hermoso sentimiento, sobre todo en nuestra época que olvida cada vez más que se poseen unos músculos y una cabeza que no exigen sino ser empleados y cuya fatiga nos procura una paz e incluso una alegría interiores... en una época en que todo está cada vez más previsto, programado y organizado, poder extraviarse pronto será una delicia y un lujo excepcionales".

Por otro, y más parecido aún a lo que yo ya había escrito para publicar aquí, éste otro de los propios autores del libro: "El tuétano del sentimiento estriba en que el verdadero montañismo -el más frecuente- no es un juego añadido, sino que implica la vida. Es decir, por un lado, la atracción de la montaña se mantiene como un eje vital en el desarrollo y la pericia de la persona; además, su práctica requiere voluntad, proyectos (¡planes!), entrega, esfuerzo -a veces valentía y generosidad-, tiempo, internamiento en un mundo distinto y posesivo o, dicho de otro modo, requiere vida, se vive al llevarlo a cabo, se le conceden días, noches, temporadas que constituyen pasados, presentes y futuros, que remodelan a las personas y establecen lazos de comunidad entre ellas; hay gozo frecuente y hay exigencia de capacidad de superación de adversidades; por último, el montañismo intensifica la sensación vital por la extrema fuerza y belleza del escenario, por la obligación de una respuesta activa y por la tensión de ciertas experiencias, a veces en los límites de la vida".

Así pues, de "friquismo como otro cualquiera", nada de nada...


De Alcazaba


Descripciones técnicas de las ascensiones:

Ascensión a La Alcazaba.

Ascensión al Puntal de Vacares.

Todas las fotos de la travesía. Ojo que esta vez son muchas...

lunes, 18 de mayo de 2009

¿Qué quieres hacer? ¡Hazlo!

Me ha dado rabia cuando me he dado cuenta (y ya he tardado) de que, al margen de lo muy manida que pueda parecer ésta frase que titula la entrada, encima se parece demasiado a un eslógan de una famosa (y contraria a mi forma de ser) marca de ropa deportiva. Pero es que me gustó tanto cuando la leí pintada el viernes en una pared de Granada, por el momento en el que me pilló, que más rabia me daría aún no reflejarla sólo por ese molesto detalle...

El caso es que no es gran cosa, aparentemente, pero sin embargo es clave. Y si te coge en un momento psicológico como el que tenía en ese momento, y aún la vuelvo a pensar tras el que téngo después de volver de Sierra Nevada, aún me parece más importante. Por supuesto, se le puede poner mil "peros" y matices, pero en esencia es filosofía vitalista, de la que busco, o de la que me gustaría buscar siempre. Y en el grado de cumplimento de la misma está probablemente el nivel de plenitud alcanzable; pero ¡ay! qué difícil mantener ese grado de cumplimiento en un nivel aceptable...

Yo, como siempre con mi lado pesimista haciendo acto de presencia, también considero importante pronunciar la frase en sentido negativo: ¿Qué no quieres hacer? ¡No lo hagas! La verdad, aquí el grado de cumplimiento aún me parece más difícil, y más óbice para la infelicidad tal cosa.

No sé si es correcto decir que ambos puntos de vista se podrían resumir en dos palabras: derechos y deberes... Pero es que no tengo claro que aquello que no queremos hacer sean realmente deberes, ni tampoco que todo aquello que la sociedad llama deberes sean realmente deberes justos o simplemente formas de hacer más ricos a los ricos o más poderosos a los poderosos (por ejemplo), o incluso meras formas de hipocresía o imágen social bien vista... bueno lo dejo que me voy por los cerros de Úbeda... Yo sólo hablaba (o quería hablar) de filosofía de vida.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Plan 25: La Alcazaba

  1. Lugar: Sierra Nevada. Granada.
  2. Momento: Puente de San Isidro (15 al 17 de Mayo).
  3. Plan: Cumplir con la mitad de la idea número 38 de la lista que publiqué en la entrada Posibles planes montañeros futuros. Mañana por la tarde cojo el autobús a Granada, y el viernes por la mañana haré lo propio hasta Trevélez. Desde ahí, subiré a vivaquear (o acampar) antes de llegar a Siete Lagunas. El sábado trataré de hacer cima en La Alcazaba. Seguiré hacia el nordeste (inicialmente no directamente sino bordeando por el sur, pues la cuerda inmediata a La Alcazaba es peliaguda), para ver las condiciones de bajada hacia Güéjar-Sierra por el Collado de Vacares o por el Pico del Cuervo. Si no me gusta esa opción (por la nieve y/o pendiente), me quedan las alternativas de volver a bajar a Trevélez por igual o parecido recorrido, o a Capileira por el Poqueira, o incluso a Pradollano por la pista (pasando por la zona del Veleta y las estaciones de esquí). En todo caso, la idea es estar en Granada el domingo para coger a las 15:00 el autobús de regreso a Madrid. Bueno, en realidad la idea (del plan) es la contraria, pero habrá que volver, digo yo...

martes, 12 de mayo de 2009

Cumplido plan 17: Monfragüe.

De Monfragüe


Para empezar, lo más importante: Aunque ya lo supiéramos, los amigos de la asociación Vida Silvestre Ibérica son unos craks. Por lo valioso de su altruista labor, por sus conocimientos y preparación en diversos campos de la biología y el medio natural, por la habilidad que tienen desenvolviéndose en dicho medio (admiro infinitamente más esa habilidad "inútil" que la "necesaria" adaptación a la artificial sociedad creada por el hombre), por recrear en la actualidad el ideal de los naturalistas ilustrados y románticos que acudían al campo a investigar y conocer en los siglos XVIII y XIX, por el esfuerzo desinteresado que ponen en la preparación de actividades como ésta, por su entusiasmo y su pasión hacia lo que hacen (da gusto ver sus caras de felicidad cuando logran avistar el ansiado búho real, por ejemplo), y por su capacidad para transmitir ese mismo amor hacia la naturaleza a los participantes de la actividad (da gusto ver caras de felicidad en personas de tan diferente carácter y edad). Francisco Giner de los Ríos, pedagogo y fundador de la Institución Libre de Enseñanza, se sentiría orgulloso de ver la labor de asociaciones como ésta. Al margen del éxito en cuanto a las especies animales vistas (que lo hubo) y del beneficio que puede aportar a la asociación la alta asistencia, la excursión fue sin duda un triunfo, objetivamente hablando.

De Monfragüe


Yo, personalmente, viví momentos concretos memorables: Me encantó el vuelo de las cigüeñas negras y sus nidos y pollos, me impresionó la lucha por la vida entre una culebra viperina y una rana, me embelesé con Saturno y sus anillos, rememoré mis excursiones de zoología en la carrera, me encantó ver un gallipato vivo, por feo que pueda parecer, pues más feo me pareció en su día aprendérmelo viéndolo muchas veces metido en un frasco con formol...

Es una pena que mi cansancio, sobre todo anímico, no me permitiera disfrutar intensamente de la actividad durante todo el tiempo. No es que haya estado menos cansado en actividades previas más montañeras y duras, pero cuando me toca a mí sacar adelante mi propia actividad estoy necesariamente más despierto. En cualquier caso, mereció la pena, en general.

De Monfragüe


Por otro lado, compruebo como finalmente el acudir al campo tantas veces me ha llevado a disfrutarlo de otra manera distinta (ni peor ni mejor, distinta) de la meramente naturalista. Me noto más alejado de ese mundo de lo que estuve años atrás, viendo a otros que sí han continuado por esa senda; también es cierto que nunca llegué a sentir tanta pasión por ello como ahora por el montañismo. Pero creo que en ese sentido lo que me gusta del montañismo (al estilo que yo suelo practicar) es que quizá sea más general o íntegro, y menos específico, de manera que cuando te encuentras con un águila imperial o con un quebrantahuesos mientras haces montañismo, quizá es más emocionante por parecerse más a una sorpresa.

De Monfragüe


El otro inconveniente, que no fallo (sólo hablo de sensaciones personales) de la actividad tiene que ver con la idea de las excursiones con alto número de participantes. Más allá del hecho de que cuanta menos gente, más bichos se dejarán ver, creo que tranquilidad y pocas personas son conceptos que se parecen más al ambiente natural que busco cuando salgo al campo. Incluso soledad. Si vas al campo sólo, ves lo que el campo es realmente, de manera natural. Cuando bajábamos en fila india del Castillo de Monfragüe por la umbría, por una bonita senda entre preciosa vegetación bien conservada, Ángel me comentó precisamente lo chulo que era ese camino, a lo que apenas pude contestar poco más que un"sí" con poco entusiasmo, mientras probablemente procuraba no chocarme con el de delante; cuando más abajo me quedé solo en ese mismo trayecto, realmente me dí cuenta de lo bonito del camino, y lo disfruté de verdad. Ésto choca con el hecho de que me agrada estar con amigos (y en la actividad había muchos que me caen muy bien), junto con el hecho de que el campo me parece un lugar ideal para hacer y disfrutar amistad. Y en ese sentido, también me lo pasé bastante bien. Pero por eso, y ya lo dije en la ascensión a Oso, necesito ambas formas de disfrutar del campo, no puedo considerar una mejor que otra.

De Monfragüe


Me da rabia el recuerdo que se me queda de la primera vez que he visto un búho real, y está precisamente relacionado con lo del agobio humano. Que si nos tenemos que ir, que si hay que subir al autobús, que si hay tres o cuatro por delante de mí para mirar por el telescopio, que si otros ya lo han visto (incluso dos veces) y vuelven a mirar antes que yo, pero cuando me toca a mí ya no se ve, que si he mirado tres veces y no lo he visto, etc. Llegado el momento de verlo (lo cual, en cualquier caso, me agradó), ya estaba más agobiado que entusiasmado. Creo que es un ejemplo claro de que quizá para mí lo que importa no es el hecho, sino la forma. Disfruté más ayer viendo el cortejo de dos simples gorriones mientras almorzaba tranquilamente, sin duda. Al margen de todo esto, obvia decir que esas circunstancias no son culpa de nadie; repito que son sólo percepciones personales, con la idea de, tal vez, ir aprendiendo a buscar en la vida lo que realmente me agrada, siempre que sea posible.

De Monfragüe


Y lo que sin duda me agradó de la excursión fue el paseo nocturno. No sólo fue una gozada todo lo visto en la muy productiva charca, sino que la menos exitosa actividad de audición de cantos de aves nocturnas fue el momento más tranquilo y relajado. Siempre recuerdo de mi época de la universidad que era la parte que más me gustaba de éste tipo de excursiones, tanto si era fructífera como si no. Ese momento en el que un grupo numeroso de personas, en la más completa oscuridad, no mueve ni una pestaña para lograr el mejor de los silencios, mientras se desea con emoción el anhelado canto de un autillo o un cárabo, es mágico. Aunque al final no acuda a la "llamada" más que un chotacabras lejano y difuso, la sensación final no me parece decepcionante; sólo ese deseo, en medio de esa paz absoluta en la que participan todos, ya merece la pena.

De Monfragüe


En fin, volviendo a la idea inicial, ojalá esta asociación y otras muchas similares puedan seguir desarrollando su actividad por el bien, no ya sólo de los propios seres del medio natural, sino de un ser humano que se enriquece incalculablemente cuando aprende a escuchar a la naturaleza.

De Monfragüe

jueves, 7 de mayo de 2009

Cumplido plan 24: Sierra del Valle.

ADVERTENCIA: El montañismo es una actividad que supone riesgos. No debe realizarse sin la experiencia y el material adecuados, ni tampoco es del todo aconsejable en solitario. El autor se exime de toda responsabilidad sobre cualquiera de las posibles decisiones que pudieran tomar al respecto quienes lean esto, y por tanto de sus consecuencias.

De Sierra del Valle



Mal empezamos...

Punto de partida (personal) previo: Demasiadas preocupaciones acumuladas en la cabeza a lo largo de los últimos meses: Personales, familiares, laborales... Demasiada carga emocional y psicológica para alguien como yo, que ya de por sí le doy al tarro más de la cuenta cuando las cosas van aparentemente bien. Y muy poco espacio (o tiempo) para desconectar; demasiadas ocasiones frustradas: Semana Santa, que si Pirineos, que si Sierra Nevada, que si Gredos... al final, malas previsiones y a quedarse en casa, con el único consuelo (insuficiente) de la Sierra de la Cabrera; El fin de semana anterior a este plan 24, lo mismo. Ésta era la ocasión necesariamente exitosa. O eso, o acabar hasta las narices de todo...

Decido finalmente salir el jueves 30 de abril por la tarde, para aprovechar lo mejor posible el tiempo, y por no querer echarme atrás por una previsión sólo un poco agorera; de hecho, lo que anuncian para ese jueves es que habrá lluvias débiles dispersas que tenderán a disiparse por la tarde, que es cuando voy a comenzar yo la excursión. Pero durante el viaje en autobús, junto a las retenciones de tráfico propias del puente, compruebo que las lluvias son casi constantes y por momentos bastante fuertes: Empiezo a mosquearme. O a decepcionarme. Otra vez la hemos cagado: En Semana Santa por no ir a las Arribes del Duero cuando luego no hizo tan malo como decían, aquí por venir cuando luego estaba haciendo peor de lo anunciado.

De Sierra del Valle


El autobús llega a Santa María del Tiétar a las 20:00, con una hora de retraso, y sigue lloviendo. Me meto debajo de un balcón para pensar en la situación. Bueno; es lo que hay. A sacar el chubasquero, y para arriba. Al fin y al cabo, llevo la tienda de campaña de Iván. Pero vaya tela (concretamente Goretex) con el chubasquero. Será super moderno y super técnico y super caro y super mega guay de la muerte, pero es un engorro: Hay que llevar algo debajo para que no cale en abosluto (ya lo he comprobado); ¿y que llevo debajo?: el cortavientos. Con todo eso, el macutón a la espalda, y el calor que hace, pronto empiezo a estar más empapado de sudor que lo mojado que estaría por la lluvia si estuviera subiendo en pelota. Pero hay más: Deja de llover. Vale, me quito el chubasquero, el cortavientos, y no me quedo en pelota por decoro. Sigo subiendo en manga corta. Parece que vuelven a caer unas gotas. A los cinco segundos, chaparrón. Me meto bajo unos árboles. Empiezo a estar muy cabreado, pero la sensación de decepción es aún mayor. Efectivamente, la he cagado saliendo el jueves (aparentemente, de momento).

Finalmente, y bajo algunas gotas de lluvia más, pero ya sin el chubasquero (que le den; si me lo pongo va a dejar de llover), llego a un castañar en el que encuentro una roca haciendo de techo, habilitada como vivac. Parece que es la mejor opción. Por supuesto, una vez tomada la decisión, no solo ha dejado de llover, sino que las nubes se empiezan a despejar. Pero ya se me ha hecho demasiado tarde. A cenar y a dormir. Mañana madrugaré más de lo esperado para no perder tiempo respecto de lo calculado inicialmente.

De Sierra del Valle


Al día siguiente, una vez que he dejado atrás el pueblo de Casillas, compruebo que sopla un viento bastante desagradable (fuerte y frío). Temo, como es lógico, que en la cuerda pueda ser peor: Perfecto para una excursión que consiste en ir todo el rato por la cuerda... Cuando llego al Puerto de Casillas, como era de preveer, la ventolera es de espanto. ¡Vaya que si la he cagado! ¡Pero en general, por el simple hecho de haber preparado ésta excursión!

De Sierra del Valle


Y sin embargo, en ese momento no me puedo ni hacer a la idea de hasta qué punto ese viento se va a acabar convirtiendo en infernal, en un verdadero suplicio llegando a la cima del Cerro Escusa. Ya antes de llegar al collado previo, junto al llamativo Canto del Berrueco, noto que el cansancio empieza a hacer mella en mí, y que mi capacidad de aguante al viento (el cual aún no ha llegado a su punto álgido de fuerza) sin cagarme en todos los seres nombrables está flaqueando seriamente.

En los últimos 150 metros de desnivel y poco más de 1.000 de distancia, necesito parame hasta en cuatro ocasiones. El viento es muy fuerte, y la superficie de resistencia que suponemos mi macutón de travesía y yo, demasiado grande: a cada cinco pasos que voy dando al frente, me veo desplazado otros dos o tres hacia mi izquierda. Mi cansancio empieza a traducirse en malestar, una especie de mareo. Me oigo respirar fuerte mientras camino a paso lentísimo y me pregunto: ¿Estoy subiendo a un cerro de menos de 2.000 metros o a un ochomil? Vaya tela...

En la última de las paradas, llego a la conclusión de que no voy a ser capaz de hacer cima (¡a cien metros de distancia de la misma!) si no me paro antes a descansar y a comer. Busco un lugar al abrigo de unas rocas.

De Sierra del Valle


Y en esa parada llegan las reflexiones: ¿Merece la pena seguir? ¿Hasta la Lanchamala? ¿Con este viento? ¿Y con este estado de forma? No. No. No. No. Mejor termino de comer, subo (sin macuto) a "tocar" el vértice del Escusa, y vuelvo por donde he venido. No, tampoco. Por donde he venido no. Bajo directamente hacia la vertiente sur, para evitar el viento. Y hoy mismo cojo un autobús en La Adrada o en Sotillo de la Adrada, vuelvo a casa, y descanso sábado y domingo. Otro plan frustrado. Otra decepción. Otra nueva ocasión perdida para "sanear" un poco la saturación mental que llevo encima... Si al menos pudiera decir que he disfrutado en este día y medio... ¿¡Pero cuándo voy a volver tener una oportunidad de sentir que esto de vivir merece la pena más allá de un simple aguante instintivo y punto!?

De Sierra del Valle



...Y al fin una tregua.

Según voy terminado de comer, me voy sintiendo mejor. Pienso que no pierdo nada por seguir hasta el Escusa con el macuto, por si acaso cambio de opinión. Al fin y al cabo, siempre puedo empezar a bajar hacia La Adrada más adelante. Decido, por tanto, darle una última oportunidad al plan. No es que crea en una mejora de las perspectivas actuales, pero ya no tengo nada que perder.

De Sierra del Valle


Lo cierto es que cuando reanudo la marcha, aun con el mismo viento, me siento bastante más fuerte. Al fin logro hacer cima en el Escusa. Creo que nunca una montaña tan fácil me costó tanto. Pero he llegado, y estoy mejor. Incluso me animo a trepar, a pesar de la ventolera, al montículo de piedras sobre el que está el vértice geodésico, y desde arriba hago alguna que otra foto, mientras me congelo las manos.

De Sierra del Valle


Continúo adelante. No recuerdo en qué momento paso de pensar en buscar un lugar por el que bajar hacia La Adrada a querer llegar hasta el Puerto de Navaluenga para establecer por allí un vivac en la vertiente sur, y esperar que al subir de nuevo al día siguiente a la cuerda el viento haya remitido: Ya casi estoy pensando en el plan inicial prácticamente completo. El viento sigue soplando, pero es mucho más soportable, y yo me siento fuerte y animado.

De Sierra del Valle


La tarde va pasando, el viento amaina poco a poco, y yo empiezo a disfrutar, casi sin darme cuenta, tanto del paisaje del cordal por el que transito como de las vistas que lo rodean. Contemplo desde arriba praderas en las faldas de la sierra, y su aspecto apacible y bucólico me invita a bajar hasta ellas. Más tarde lo haré, precisamente coincidiendo con el camino del Puerto de Navaluenga para buscar la zona de vivac: Me siento más libre. Y me he olvidado de todo lo que me atormentaba, ya no pienso en ello. He escapado. Ya he logrado recuperar el sentimiento de la montaña. Ya me siento agusto, en mi medio, precibiendo esas sensaciones tan agradables y tan difíciles de explicar cuando se está de nuevo en la urbe, pero que cuando llegan allí saben a sentimientos olvidados, y sacian el espíritu sediento de emociones.

De Sierra del Valle


Al día siguiente me levanto con ánimo de divertirme, de exprimir mis habilidades. Me pongo a trepar cada risco que sigo encontrando por la cuerda. ¿Hay algo más satisfactorio para la sensación de felicidad que las ganas de jugar? Pues esa es una de las sensaciones que me gusta vivir en la montaña: el juego. Subir a cada pico, usar las manos en la trepada, hacer docenas de fotos, reconocer desde lejos cada punto del camino por el que he pasado y por el que, probablemente, voy a pasar... es un juego en el que no me siento mayor, no me siento como un adulto imitando torpemente a un niño: me siento, de hecho, un niño.

De Sierra del Valle


En fin, parece que definitivamente no fue, ni mucho menos, una cagada. Fue de hecho la mejor experiencia de montaña que he vivido desde que escribo en este blog. Precisamente por su contraste. Quizá por su realismo: Nada puede ser perfecto. No deja de ser curioso que, en las inmediaciones del Cerro Escusa, estuviera a punto de renunciar a ello, de perdérmelo. Lo que es muy difícil saber es cuándo hay que dar una última oportunidad, o por contra, cuándo estás a tiempo de rectificar... La de experiencias buenas que nos habremos perdido, y/o la de marrones chungos de los que nos habremos librado...

De Sierra del Valle


Todas las fotos de la excursión.

Descripción técnica de la travesía:

Parte 1: Ascensión al Cerro Escusa

Parte 2: Ascensión al Lanchamala

domingo, 3 de mayo de 2009

Los caminos alternativos de la montaña... y de la vida.

En la montaña también hay convencionalismos. Es una de las conclusiones a las que he llegado cumpliendo el plan 24 (ver anterior entrada). Antes de terminar la preparación de las descripciones que estoy haciendo de dicha excursión, quiero reflejar aquí aparte la idea que inicia éste párrafo, y sobre todo la que considero mejor respuesta posible a esa idea: los caminos alternativos. Por desgracia, como sabemos (y se dice también en el libro de "El Sentimiento de la Montaña"), las ideas no van a llegar al mundo cotidiano con la misma claridad y fuerza que cuando surgen en medio del campo libre y abierto. Pero lo intentaré.

La cuestión es que he podido percibir, en esta ocasión como pocas antes, lo mucho que gana el senderismo y el montañismo cuando la elección de la ruta está basada en la curiosidad natural, en la espontaneidad, en un sentimiento nacido de la necesidad de inventar y conocer, y basado en lo que apotaron conocimientos previos. Cuando se lleva a cabo un plan tan poco nombrado en libros, foros y demás como es este recorrido de la Sierra del Valle, por pura curiosidad, por conocer lo que me quedaba de Gredos, por recorrer la parte más alta de un valle, el del Tiétar, que tantas veces he visitado en su llanura pero que, en esta zona, desconocía arriba; y luego te encuentras con que es mucho más gratificante de lo que esa falta de publicidad auguraba. O cuando improvisas sobre la marcha las sendas por las que quieres andar; cuando ves desde arriba una bonita pradera a la que deseas bajar, y, no te importa cómo se llame, libremente bajas hasta ella; cuando pasas junto a diversos riscos a los que te apetece trepar, y, no te importa su altitud o su renombre, decides treparlos; cuando tu corazón elige la montaña a la que quires subir, o la vía por la que prefieres subir... esa sensación de libertad, de espontaneidad, y de creatividad, es la que hace original la actividad del montañismo, la que aporta vida a algo que, de otro modo, sería subir por subir.

Sin embargo, nos ceñimos a lo establecido, a lo convencional, también en la montaña y en el senderismo. Yo, personalmente, también lo he vivido (y cumplido) en algunas ocasiones: Hay que hacer el Camino de Santiago; hay que hacer la Cuerda Larga; hay que hacer la Ruta del Cares; hay que hacer el Camino Schmid; hay que hacer la Traspirenaica; hay que hacer todos los dosmiles del Sistema Central, o los tresmiles del Pirineo, o el pico más alto de cada provincia de España (ya estamos con los límites geográficos inventados), o subir 400 veces al Almanzor, o 1000 a La Maliciosa... vale, todo eso está o puede estar muy bien. Pero no nos limitemos a eso, o agotaremos demasiado pronto las ideas, y seremos autómatas que sólo haremos caso a lo que nos dicen que hay que hacer. Perderemos el sentido de lo original, de lo auténtico, del descubrimiento, del enriquecimiento... De todo lo que he disfrutado este fin de semana.

Y, cómo no, tras la lección de montaña, surge la metáfora aplicable a la vida. Aunque en este caso, por cómo lo he expresado, casi ha parecido que lo he deducido precisamente al revés; pero lo cierto es que ayer sábado, en algún punto de la cuerda de la Lanchamala, a unos 1800 metros de altitud, en un bucólico pero agreste lugar, cómodo y agradable y al mismo tiempo de abruptas vistas, uno de esos lugares en los que, en la más completa soledad, percibo la ideas con una claridad que en la ciudad se me suele nublar o más bien contaminar; en ese momento, decía, el símil con el mundo real lo percibí en la dirección montaña - vida:

¿Por qué hay que aceptar los caminos que nos impone la sociedad, a través de la publicidad, de los medios de comunicación, o -más allá- de las escalas de valores creadas por las diferentes ideologías prefabricadas? ¿No nos estaremos limitando ya a subir por subir? ¿Dónde está la originalidad, la espontaneidad, la libertad, el amor por el conocimiento verdadero, por saber qué es lo que realmente nos gustaría llegar a ser cada uno de nosotros, sin la atadura de "lo que deberíamos ser"? ¿La única montaña que nos importa, o la que más nos importa, es el dinero?

En fin, éstas y otras muchas reflexiones me surgieron estos dos días y medio de caminata por el sector oriental de la Sierra de Gredos, fruto de la mejor experiencia montañera que he vivido en lo que va de año (y más). Espero reflejarlo pronto, y de manera íntegra, por aquí...