miércoles, 31 de agosto de 2011

124: ¡Vienen YES!

Gran y deseada noticia, que llevaba esperando desde hace meses en la lista de conciertos del tour europeo de la página web del grupo. Una de las grandes bandas veteranas que me faltan por ver en directo, el 4 de noviembre por estos lares... como para no verles... ¡planazo!

viernes, 26 de agosto de 2011

123: Perdiguero y Vallibierna


  1. Lugar: Pirineo oscense, zona de Benasque.

  2. Momento: Este fin de semana.

  3. Plan: El sábado, ascensión al Perdiguero por el Valle de Literola. Dependiendo de la meteorología y del transporte, cabe la posibilidad de que lo haga desde el Valle de Estós, por la Coma de Perdiguero. El domingo, ascensión a la Tuca de Vallibierna por el lado "cobarde"*: Puen de Coronas, Ibones de Vallibierna, Ibon Gelat y cara este de la Tuca; *: Si desde la cima el Paso del Caballo no me impresiona, quizás suba a la Tuca de Culebres y baje por el oeste, dándome luego una vuelta por la Collada de Llauset, Ibón de Llauset y Collada de Vallibierna; si no me atrevo o no me apetece, me vuelvo por el mismo sitio. También cabe la posibilidad, por cuestión meteorológica, de que haga ambos planes a la inversa (sábado Vallibierna y domingo Perdiguero); de hecho, con la última previsión que he visto creo muy probable hacerlo así.

martes, 23 de agosto de 2011

Cumplido 122: Cita con la cumbre

El libro de Juanjo San Sebastián, del que tantas buenas opiniones llevaba escuchando desde hace años, efectivamente ha cumplido con mis espectativas, y no sólo me parece una de las mejores obras de alpinismo que he leído, sino que hacía tiempo que un libro, de éste o de cualquier otro subgénero, no me emocionaba hasta este punto.

De entrada, yo es el libro de alpinismo que recomendaría a cualquiera que no esté precisamente familiarizado con el mundo de la montaña. Por un lado, por su sencillez de exposición y su tono ameno, incluído el sentido del humor. En segundo lugar, porque no se pierde en tecnicismos alpinistas, y los pocos que hay, los explica como quien se dirige a un público cualquiera, totalmente amplio. Pero sobre todo, porque aparte de un libro sobre alpinismo, es un libro sobre humanismo, sobre experiencias vitales comunes contadas con una filosofía reflexiva y profunda pero que cualquiera puede entender. La montaña es casi un escenario o una excusa para hablar, más bien, de la vida, de las etapas de la misma y las transiciones entre ellas, de los miedos e inseguridades, del dolor y de la amistad.

Juanjo San Sebastián no se mete en descripciones rimbombantes ni sobrecargadas de estilo épico, sino que cuenta con sencillez anécdotas y vivencias que por sí solas tocan la fibra. Tampoco engaña a nadie tratando de dar la explicación incuestionable de por qué alguien arriesga su vida subiendo ochomiles; da su perspectiva del asunto, y deja que el lector saque sus conclusiones: no trata de convencer a algún posible lector escéptico. Es todo honestidad; incluso se ríe de sus propios errores, ingenuidades y posibles autocomplacencias del pasado y a veces del presente, y nunca con falsa modestia. El libro tiene fases que me han hecho soltar carcajadas, y otras que me han puesto un nudo en la garganta, y en algún caso incluso casi en la misma página. Como la vida misma. Uno se imagina a Juanjo como lo describe el prologuista del libro, David Torres: Alguien que cuando sonríe, sonríe con toda la cara.

El núcleo de la historia, la ascensión al K2 en 1994, es una experiencia que, además de épica, espectacular e increíble en si misma, en lo humano es muy dura. Resulta complicado ponerse en la piel de alguien que se dispone a contar algo así en un libro, de la misma manera que podría crear alguna extraña conciencia al lector el hecho de pensar que va a enriquecerse, e incluso disfrutar, de un hecho con un componente trágico real. Pero la manera en que lo transmite Juanjo justifica completamente cualquier posible intento de reproche al respecto. Logra que lo sientas tan natural como lo es la vida misma. Porque de hecho es así, más allá de lecciones morales sobre lo que debe o no debe hacer alguien con su vida.

De hecho, uno de los componentes mejor explicados por Juanjo (no puedo evitar nombrarle como si tuviera confianza con él, porque de alguna manera, la transmite al lector), es su capacidad para transmitir su filosofía del enfrentamiento de las personas a algunas de las grandes barreras (naturales) del ser humano: el sufrimiento, el dolor, el miedo y, finalmente, la muerte. La conclusión, supongo que no puede ser más acertada; más o menos viene a decir (no lo subrayé, y no acabo de encontrarlo), que para vivir la vida con plenitud hay que estar dispuesto a soportar una mayor o menor carga de sufrimiento; es inevitable.

Por cierto, Juanjo no cumple en absoluto el modelo de escapista de, por ejemplo, Henry Russell, el amante del Pirineo con ciertas dosis de misantropía. De hecho, ama la vida lejos de las grandes cordilleras, y muestra un gran afecto por el ser humano. Pero, en cualquier caso, las altas montañas si son, en un momento determinado de su vida, su lugar de huida tras el desencanto de alguna etapa vital previa.

viernes, 19 de agosto de 2011

Cumplido 121: Viaje por el Alto Pisuerga

A riesgo de que la entrada parezca una especie de catálogo turístico, en esta ocasión me limito a poner las fotos, con las explicaciones justas para las mismas, del viaje que la semana pasada hicimos al norte de la provincia de Palencia.

Estuvimos visitando pueblos y parajes anejos a los primeros kilómetros del Río Pisuerga -incluyendo su "casi" nacimiento-, en las laderas y valles de la Sierra de Peña Labra, parte de la Montaña Palentina que me quedaba por conocer, y también, ya fuera del ámbito del Parque Natural pero aún a orillas del mismo río, por la zona de Aguilar de Campoo.

Se trata de un paisaje grato y vistoso sin llegar a espectacular; unas montañas que quedan algo "ensombrecidas" al lado de las cercanas y visibles cumbres de Fuentes Carrionas, que a su vez, aun siendo mucho más imponentes, todavía tienen cerca otro macizo que aun destaca más que ellas, nada menos que los Picos de Europa. O sea, que es una sierra que no desmerece por si misma si no por comparación. Porque, por lo demás, es muy bonita, con vistosos afloramientos calizos que se yerguen sobre praderas apacibles, alomadas cumbres que dejan entrever desordenados promontorios de conglomerados, y valles en ocasiones cubiertos por abundante vegetación de robles, hayas y acebos, cuya sombra interior resulta más que acogedora.

En cuanto a los pueblos, el municipio de La Pernía destaca por localidades encantadoras, verdaderamente pequeñas, casi aldeas, acompañadas por características iglesias románicas. Como ejemplo principal, el del núcleo de la zona, San Salvador de Cantamuda y su Colegiata (S. XII):











La plaza de San Salvador de Cantamuda, con el Rollo Jurisdiccional:



La excursión de senderismo por excelencia de la zona es la que lleva al nacimiento del Río Pisuerga, conocido como Fuente Cobre.







Entre los frondosos bosques por los que por momentos se introduce la senda, convirtiéndose casi en un oscuro pasillo, aparecen algunos bosquetes de acebos, entre los cuales encontré uno de los ejemplares más grandes que recuerdo haber visto de esta especie. La primera foto es mala por la poca luz, pero la pongo para que se vea la referencia de tamaño de la mochila.





Y llegamos a Fuente Cobre, lugar considerado erróneamente como el nacimiento del Pisuerga, pero que no es sino su surgencia a través de una vistosa cueva, tras provenir de algunos centenares de metros más arriba, de un sumidero kárstico en el circo de origen glaciar de las Lagunas del Sel de la Fuente (al que no llegamos).











No muy lejos de allí, encontré los ojos o nódulos calizos que había visto antes en fotografías sin que en éstas apareciese referencia alguna de su orden de magnitud; bien podía haber sido de varios metros cuadrados de superficie, quién sabe; al final me encontré con el que más o menos intuía, y, yo sí, al menos puse el pie para que quede claro de qué tamaño hablamos:



Una de las altitudes principales de la sierra, el Valdecebollas:



Robles (Quercus petraea) -en la segunda engañan las hojas de haya del primer plano- huecos:





Los primeros y minúsculos pueblos a orillas del Pisuerga, antes aún de San Salvador de Cantamuda, y el paisaje que los rodea, también tienen su encanto. Santa María de Redondo:







San Juan de Redondo:









Un alimoche:



Otra de las atracciones principales de la zona es el Roblón de Estalaya, de casi diez metros de perímetro, y una edad estimada de más de 800 años:







Cerca de allí hay una curiosidad geológica y paleobotánica: El bosque fósil de Verdeña. Se trata de un paleosuelo en el que quedaron inmortalizados en la arenisca los huecos de tocones, raíces y troncos de árboles muertos tras una inundación, de un bosque que existió hace 300 millones de años. Con los movimientos orogénicos, el sustrato pasó a ser vertical, y fue descubierto (en sentido literal) al realizarse una extracción de carbón hace algunas décadas:







La iglesia de Verdeña, el pueblo más cercano al bosque fósil:



Cervera de Pisuerga, el primer pueblo importante a orillas del Pisuerga, en el límite mismo del Parque Natural:





Y Aguilar de Campoo, siguiente localidad importante, con su castillo...



...su Colegiata de San Miguel (S. XI)...



...y su Monasterio de Santa María la Real (S. XII):







Finalmente, cerca de Aguilar, el paisaje de origen kárstico de Las Tuerces:













Desde donde se ve muy bien el macizo del Alto Carrión. De izquierda a derecha -entre otras-, las tres principales montañas de esta sierra: El Espigüete, el Curavacas y, aunque por la lejanía parezca más bajito, la culminación en Peña Prieta: