lunes, 30 de julio de 2012

Miguel Delibes: “El Camino”


No acabo de atreverme a comentar algo acerca de un escritor tan valorado y del que tanto se ha debido decir ya como Miguel Delibes, pero el caso es que su libro “El Camino”, que he leído hace poco, me inspira ciertas reflexiones relacionadas con la temática de este blog.

Al Mochuelo le agradaba aquello más que nada, quizá, también, porque no conocía otra cosa”.

Pues la verdad es que me resulta algo paradójico en cierto sentido: Alguien cuya vida ha permanecido ubicada siempre en el mismo valle, limitada por las montañas que lo cierran, y es capaz de valorar y disfrutar siempre esos mismos paisajes naturales, compuestos por bosques, prados, caseríos y trenes, y ese estilo de vida adusto, resulta que no siente el deseo de salir de allí, de conocer otra cosa. Mientras, los que vivimos en grandes ciudades pero conocemos lugares apartados y tranquilos, anhelamos no ya el viajar de vez en cuando a esos parajes y zonas rurales, sino incluso la posibilidad de llegar a vivir alguna vez en alguno de ellos. Si alguien nunca hubiera salido de la ciudad, ¿le agradaría como al Mochuelo hasta el punto de no querer nunca ir más allá de sus límites?

Pero la diferencia está en el hecho de que, en realidad, eso de vivir apegado a un único lugar del que nunca sales, en general pertenece a otra época y sólo al ámbito rural. Y en la mente infantil de Daniel, el Mochuelo, el mayor anhelo podía ser que su vida siguiera estando allí, y siguiera consistiendo en la misma sencillez, pero para un adulto en la misma época y lugar, tras la dura experiencia vital acumulada, lo mejor que podía ocurrirle al Mochuelo era precisamente salir de allí, y progresar. ¿Estaba equivocado el Mochuelo, o estaba equivocado su padre? ¿De dónde provenía el desasosiego o la infelicidad: de la decepcionante vida rural en si misma, o simplemente del hecho de anhelar algo distinto, o algo más, durante tanto tiempo? Niño o no, ingenuo o no, el Mochuelo no anhelaba otra cosa, y era feliz; su principal desasosiego consistía en que todos se empeñaran en que debía progresar, porque pensaban que así podría liberarse, cuando él donde se sentía libre era en el valle, sin progresar. ¿No serían los demás los que necesitarían liberarse del agobio del inconformismo con sus vidas?

Habría que haber visto al Mochuelo tras haber progresado, o bien al contrario, si se hubiese quedado en el valle hasta hacerse adulto sin progresar, para llegar a alguna conclusión más clara.

Sea lo que sea, el estilo sencillo, realista y cómico con que están escritas la anécdotas costumbristas que se cuentan en este libro, realmente ha conseguido transportarme a un ambiente diferente del rutinario y muy agradable.

martes, 17 de julio de 2012

domingo, 8 de julio de 2012

The Flower Kings, en los “Banks Of Eden”

Aunque conozco la existencia de The Flowr Kings desde hace mucho tiempo, y de hecho los escuchaba cuando ponían algo de ellos en un programa de rock progresivo de Radio Vallecas hace unos diez años o más, lo cierto es que mi interés absorbente hacia su música se reduce a los cuatro o cinco últimos años, coincidiendo precisamente con el período más largo de inactividad del grupo. Y en ese tiempo se han convertido en uno de mis descubrimientos musicales favoritos de esta última época, por no decir el mejor. Por lo tanto, mis ganas por poder disfrutar por primera vez de un nuevo disco de estudio eran muchas. Así que, al margen de la calidad del álbum, también me apetecía mucho mencionarlo por aquí.

Pero sí, la verdad es que la expectativa era tanta que seguramente habría deseado un disco de mayor nivel dentro de la discografía de The Flower Kings -ya que dedicaba una entrada a este grupo al que tanto admiro, me habría gustado poder elevar los elogios a ese punto-. Aunque, bien pensado y matizado, también es verdad que tampoco dejaba de temer una posible decepción, por un lado en consonancia con diversos trabajos y reapariciones de los últimos tiempos (en diferentes ámbitos, no sólo la música), y que parecen venir a confirmar que con el paso de los años las cosas no vuelven a ser iguales; o ha cambiado el artista, o ha cambiado el receptor de la obra, o ambos. Por otro lado, cuando alguien tiene la veteranía de Roine Stolt, lo normal es que el punto culminante de su carrera al que tenemos asociado su ingenio y creatividad haya quedado ya atrás. Siendo un buen disco, no es demostrativo de la genialidad de sus autores; se han quedado a las orillas del Edén.

Así que es mejor tener en cuenta también esos matices para no llevar la decepción más allá de lo necesario, ni infravalorar la obra más de la cuenta. Porque realmente, bien escuchado, “Banks of Eden” es un buen disco, definitorio de buena parte de la esencia de The Flower Kings, fiel a su estilo y a su ánimo de no hacer cualquier cosa. Comparado con la media de la discografía del grupo, me parece de los más flojos, pero no el peor (y ninguno es malo, ni mucho menos); y en comparación con los otros dos discos que para mi gusto tienen un nivel similar (“Back in the World of Adventures” y “Unfold the Future”), al menos este “Banks of Eden” es más estable o coherente, sin demasiados altibajos ni temas que desperdiciar o que saltar con el avance rápido. Símplemente, me parece escaso en momentos de brillantez, y sobre todo sobrio -creo que intencionadamente- dentro del estilo habitual del grupo. Con respecto a esto último, supongo que algún prestigioso crítico musical quizá podría hablar de la palabra mágica: “madurez”; sobre esto ya dije unas palabras hace mucho. Aunque tampoco seria exactamente justo compararlo con el caso de la madurez asociada a la búsqueda del éxito comercial; en ese sentido me parece que The Flower Kings han vuelto a ser fieles a su personalidad.

Para satisfacer mi intención de hacer justicia a The Flower Kings como realmente desearía hacerles, a continuación voy a destacar todo lo que me parece positivo del disco, que no es poco, y luego ya matizaré lo que me deja algo frío cuando hable de las canciones. Para empezar, el disco suena a The Flower Kings por los cuatro costados, y eso me gusta, y bastante, puesto que el sonido y estilo del grupo obviamente me gusta mucho: esa esencia envolvente y etérea, mezclada con la energía del rock, en una combinación original y mágica. En segundo lugar, dentro de la rica diversidad de “sub-estilos” dentro del propio estilo del grupo, los escogidos en esta ocasión están casi en su totalidad dentro de los que me agradan, huyendo de lo excesivamente psicodélico de otras ocasiones, por ejemplo. Además, la calidad de la grabación del álbum, como siempre, es excelente, y da gusto escucharlo; esto adquiere un valor muy especial teniendo en cuenta que han utilizado equipos analógicos, propios de los 70, lo cual le da una autenticidad mayor (que se nota) al tiempo que demuestra el mérito técnico de estos músicos (el propio Roine Stolt es, como otras veces, el productor); me gustaría saber cuántos más siguen siendo capaces hoy en día de grabar un disco con esas técnicas y logrando este nivel de calidad. Luego están las letras, que creo que en esta ocasión han puesto el dedo en la llaga, teniendo en cuenta que la temática habitual del grupo siempre ha tenido mucha relación con lo que ahora está pasando en el mundo (y que precisamente ha estallado desde que el grupo decidió tomarse su descanso), y lo han hecho sin resultar, creo, obvios u oportunistas; además, el juego de palabras del título del disco no impide que dicho título suene totalmente a la esencia habitual del grupo; con todas las letras creo que ocurre igual. Por último, tras la ligera frialdad con que recibí la primera escucha, las posteriores ocasiones se puede decir que en general me agrada; vamos, que me apetece coger el disco y ponérmelo. Eso sí, más cuando estoy haciendo alguna cosa que cuando me centro sólo en el disco, cosa que con otros trabajos del grupo, por su complejidad y detallismo, me ocurre al revés.

Los 25 minutos de “Numbers” abren el álbum para dejar claro que en lo esencial el grupo sigue siendo el de siempre. En esta ocasión la suite no está dividida en partes, y de hecho es una composición de estructura especialmente sólida, que aunque tenga sus cambios y sus matices, tiene un tono y tempo más o menos uniforme de principio a fin. Es precisamente esa estructura su punto fuerte, con una consistencia que deja una impresión final de sobriedad -extensible a todo el disco-, que en mi opinión ni llega a maravillar ni tampoco a aburrir. Está bastante bien, y con su mérito compositivo y de desarrollo, pero no me cambia mucho el estado de ánimo; apenas hay detallitos instrumentales virtuosos o espectaculares, sólo con cuentagotas. Pero, insisto, me agrada de principio a fin, mola y suena muy auténtica; hay incluso algún momento rockero con cierto feeling, como esos coros tarareados a los 8 minutos y medio, con cierto regusto a lo Led Zeppelin. Lo cierto es que no veo que para el oyente pueda ser especialmente difícil de asimilar como tema largo, como decían en la página web al anunciar el disco, al menos para quien conozca bien la discografía del grupo. Tampoco me aporta muchas cosas nuevas más en las siguientes escuchas, como suele pasar con este tipo de suites que en la primera audición cuesta coger el punto. La verdad es que las suites de The Flower Kings que pasan de los 20 minutos suelen ser muy buenas composiciones, pero tampoco necesariamente lo que mejor se les da, para mi gusto (no es como “Tarkus” para ELP, “Close to the Edge” para Yes u “Octavarium” para Dream Theater), pero sí suelen tener un mayor nivel de calidad que este “Numbers”, como ocurriera en su día con temazos como “Stardust we are”, “Monster & Men” o “Love is the Only Answer”, en los que, aunque también reinaba una cierta moderación en la vistosidad para favorecer la solidez, en comparación con temas de 10 ó 12 minutos que sí solían ser más impresionantes instrumentalmente, sí había en cualquier caso en esos temas “gigantes” más espacio para las sorpresas o cambios inesperados, menos sobriedad que en “Numbers”.

Mi favorita del disco es “For The Love Of Gold”; ya desde su inicio, la entrada instrumental que luego se repite un par de veces más a lo largo del corte, me parece el momento más brillante, como composición y como demostración instrumental, uno de esos toques de vistosidad que antes The Flower Kings mostraban con más frecuencia, en general. La canción en sí también me parece que tiene un punto ligeramente superior al resto, aunque ya más al nivel de éste; eso sí, con un tono melódico y rítmico optimista que me resulta más agradable y vitalista que la media del álbum. Y luego está la letra, encabezada por el acertado juego de palabras del título, y que aunque no tenga por qué ser de las mejores artísticamente, sí es de las que más claras dejan las cosas, lo cual también me agrada:

What if our destiny lies in the hands of fools
There was a way out, but they´ll never let us know
Moves like a clockwork but it´s just insane
It governs like a body without brains


La introducción y demás partes instrumentales de “Pandemonium” son otros de los momentos en los que el grupo ha querido mostrar cierto mérito técnico y vistosidad unido a algo más de ritmo y caña -también hay que aclararlo: aunque The Flower Kings no suela ser un grupo especialmente cañero o potente, en este disco predominan más de lo habitual los medios tiempos-. Por otro lado, la canción en sí es más que correcta y lograda, sobre todo en su intención de mostrar un tono sombrío y crudo, acorde a su letra (que expresa la dureza y el pesimismo de nuestros tiempos). En definitiva, un buen tema, rondando el notable (como todo el disco), pero alejado de la brillantez de otros tiempos (como todo el disco).

Mantiene similar nivel de calidad “For Those About To Drown”, con parecido ritmo, menos caña y un tono musical más optimista, más otra buena parte instrumental llegando a los cuatro minutos. Y para mi gusto baja algo el nivel con el tema que cierra el álbum, “Rising The Imperial”, el más lento e intimista, que sin llegar a ser del todo mediocre, creo que no logra el tono emotivo que pretendía, para mi gusto. Aquí quedan los momentos letrísticos típicamente espirituales de la banda.

Terminado el disco propiamente dicho, reparo en que se trata del de menor duración de toda la discografía del grupo, y en la mayoría de los casos con bastante diferencia, lo que añade un punto más de relativa insatisfacción a lo ya escuchado antes. Sólo queda la esperanza de que el segundo disco, el de los “bonus tracks” de la edición especial, compense un poco esa última sensación, pero no es algo alentador, primero porque uno no espera que los temas “descartados” mejoren el nivel, y segundo porque incluso en el hipotético caso de que lo hicieran, el hecho de no formar parte de la “obra principal” significa que son “otra cosa”, separada del significado conceptual y artístico del disco, lo cual suele ser especialmente patente en un álbum de rock progresivo, que rara vez es una mera recopilación de canciones independientes grabadas en distintas situaciones y con diferentes estados de ánimo. Vamos, que la obra “en sí” ya no va a dar más de sí, lo otro es un “añadido”.

Efectivamente, los cuatro temas del segundo disco (que por cierto habrían cabido en el primero si hubieran prescindido del vídeo documental que los acompaña) son aún más sobrios, directos y breves que los del disco en sí... lo cual no significa que sean peores, ojo. Sí pueden serlo los dos primeros: El instrumental “Illuminati”, cuyo título me parece que sobrevalora el ingenio creativo de Stolt al crearlo, aunque también debo decir que es un buen ejemplo de cómo una gran interpretación instrumental (la de su propia guitarra) puede justificar una composición mediocre, porque fuera de sus solos el tema suena a pastiche, la verdad; otra cosa habría sido, tal vez, si los solos de teclado los hubiera hecho el otrora saxofonista del grupo, Ulf Wallander (sin desmerecer a Tomas Bodin, que me parece un monstruo, pero aquí no). Y la “rock-popera” y simple “Fireghosts”, que casi podría haberla firmado Bruce Springsteen en sus momentos más facilones y comerciales; pero que tampoco es que sea horrible, es pegadiza y se deja escuchar, está bien... pero me sabe a poco para los Flower Kings.

Sin embargo, he aquí que los otros dos bonus tracks, sin estar en el nivel de calidad máximo de los dos Cds, ni mucho menos en el de la historia del grupo (obviamente), ni tampoco ser especialmente demostrativos de su esencia progresiva -aunque algo tienen de ella- , resulta que están muy bien en su tono rockero y hard-rockero. Y eso que “Going Up” tiene cierto parecido con la anterior, pero con una entrada y unos golpes instrumentales mucho más vistosos y atractivos, además de un estribillo casi brillante; me parece mejor que la mayoría del propio CD – 1. Como también me pasa, con un puntito menos de calidad, con “LoLines”, dominado por un atractivo riff típicamente del Hard Rock de los 70, muy a lo Led Zeppelin.

¿Y si nos olvidamos de estrategias comerciales de venta de discos (en las que también caen los “auténticos” Flower Kings), y consideramos los dos discos como un mismo disco en sí? Lo digo porque, visto así, y perdonando la relativa flojera de los dos primeros bonus, al final la obra completa no está tan mal. Al menos, si no nos empeñamos en compararla con discazos seguramente irrepetibles como “Space Revolver” o “The Sum Of No Evil”, entre otros.


En definitiva, que lo importante es que The Flower Kings han vuelto, que podemos escuchar su anhelado nuevo disco, cosa que más de uno llegamos a dudar que ocurriera, y que es un trabajo más que decente y que a mí, personalmente, me apetece ponerme a escuchar y disfruto haciéndolo. Y, más importante aún, ya tenemos compradas -o eso suponemos, si no hay error informático 0036- las entradas para verles dentro de un par de meses. Eso ya sí que son palabras mayores...