jueves, 24 de junio de 2010

No me hagáis caso

Sé que me va a costar que esta entrada no parezca irónica, pero esa es mi intención. Y por si acaso alguien de mentalidad pragmática se ha colado por error en este blog, ya le advierto que este post le resultará demasiado obvio o de perogrullo.

La cosa es bien sencilla, y usaré un estilo de advertencia de cajetillas de tabaco: La filosofía de este blog es perjudicial para el adecuado enfrentamiento al mundo real. Puede distraer de la simple y necesaria tarea de "buscarse la vida" en este mundo. Y sobre todo puede alimentar la frustración y la depresión ante los sueños no cumplidos y cada vez más lejanos. Soñar despierto más de la cuenta, anhelar estilos de vida alternativos mientras seguimos atados a la seguridad del llamado "bienestar", puede resultar insano para la cordura. De verdad, lo digo por propia (y muy reciente) experiencia.

Es preferible conformarse y resignarse, o como mínimo más sostenible. Es preferible pensar que esta sociedad es lo menos malo que ha sabido inventar el ser humano. O que en cualquier caso es lo que hay. Y que, al fin y al cabo, formamos parte de un sector de la población mundial que debe sentirse afortunado e incluso privilegiado. Y que despreciar o desperdiciar esa fortuna o privilegio por sueños utópicos es una necedad. Y que sentirse culpables de la injusticia de la desigualdad económica por pertencer a ese sector sin haberlo elegido es igual de necio. Tan necio como estar seguros de que siempre vamos a pertenecer a ese sector, puesto que igualmente podemos acabar cayendo en la miseria sin haberlo elegido (más aún estando como están las cosas). Es preferible pensar que este sistema nos ofrece lo necesario para ser razonablemente dignos y felices (o tener la sensación de ello).

En definitiva, es preferible no pensar. Y procurar no creerse del todo ese consejo tan típico y traicionero: "se tú mismo". Salvo los mencionados pragmáticos, creo que la mayoría de los que siguieron al 100% dicho consejo son seguramente desahuciados de la sociedad. El resto, símplemente se cree que es él mismo (ese es quizá el truco, creérselo); en algo hay que mentir, o ceder, o traicionarse: Todos anhelamos algo por lo que probablemente nunca llegaremos a luchar.

Dicho lo cual, sigo sin estar de acuerdo con ello, pero aceptando que dicho desacuerdo es, muy probablemente, un error mío. Vamos, que esa y no otra es seguramente la cruda verdad, que no acabo de querer creerme, para mi desgracia.

En fin, lo dicho, que no me hagáis caso: No quiero sentirme responsable de vuestra posible infelicidad. Yo quizá también trate de convencerme, por mi propio bien, aunque a estas alturas no sé si lo lograré...

Entradas antiguas relacionadas (a las que quizá no deberíais hacer caso...):

Maneras de vivir...
Y el lunes, otra vez lo mismo...
Hijos de nuestro tiempo
El sentido del trabajo, y de la vida
¿Qué quieres hacer? ¡Hazlo!
Los caminos alternativos de la montaña... y de la vida
¿Cobarde o hipócrita?
Son distracciones
Elogio a la vida (Alexandra David-Néel)

martes, 15 de junio de 2010

Montañismo de "interés general"

No he querido publicar antes esta entrada, ya pensada y escrita hace semanas, coincidiendo con los últimos acontecimientos que dentro del himalayismo han tenido un importante alcance mediático, precisamente para no resultar oportunista, y también para guardar el mayor respeto posible hacia lo doloroso de uno de esos sucesos.

De entrada, quiero aclarar que esto no pretende ser exactamente una crítica hacia el mundo del alpinismo profesional llamémosle "popular" o "publicitado". Es más, respeto y admiro a quien tiene la osadía de ganarse la vida con un deporte tan duro y arriesgado. Además, criticar desde el ordenador sin conocer ni por asomo lo que debe ser aquello es hacer gala de la ignorancia y la presunción.

En realidad, mi relativa falta de interés hacia ese montañismo que "interesa a todo el mundo" (o al menos a la prensa que provoca dicho interés), se debe a que en el fondo representa justo lo contrario de lo que a mí me aporta la montaña. Si la montaña me evade del aspecto vil de la mentalidad humana, el alpinismo de élite que excepcionalmente ocupa varias páginas en la prensa generalista contiene todas o algunas de las tres siguientes características:

1. Competición, suma de "trofeos", o ser el primero en.
2. Polémica.
3. Accidentes mortales (con el morbo que conlleva).

No niego que sería ingenuo pensar que hay otra manera de que el alpinismo pueda llamar la atención de la mayoría de la gente, teniendo en cuenta cómo funciona la sociedad y cuál es su escala de valores. Pero el hecho es que al gran público le llega un tipo de imagen del deporte de la montaña que creo que no sirve para representar unos valores muy diferentes de la ambiciosa mentalidad "de las llanuras". Y es una pena, porque hablamos de un escenario que puede aportar unas enseñanzas muy valiosas sobre el esfuerzo, la humildad, la austeridad, la necesidad, la solidaridad, el respeto, la templanza, la observación reflexiva, la admiración y valoración de aquello que tenemos (dentro de nosotros mismos y a nuestro alrededor) frente a lo que queremos cambiar para amoldar a otras "comodidades", etc., que no vendrían precisamente mal en la convulsa actualidad. Pero no. Al profano le llama la atención esto cuando se parece al fútbol, a la fórmula uno, o al "sálvame de luxe": cuando hay alguien que tiene algo de lo que presumir, o algo que reprochar, o algo que sospechar, y los medios le ponen en la palestra bajo la fórmula del éxito.

Me quedo con lo que dijeron en su día dos montañeros clásicos. Por un lado, Maurice Herzog: "No es más quien más alto llega, sino aquel que influenciado por la belleza que lo envuelve, más intensamente siente.": Ese es el aspecto que le interesó transmitir nada menos que a uno de los dos primeros hombres en subir a un ochomil en la historia, en unas condiciones obviamente mucho más heróicas (y dignas de presunción) que las actuales. Por otro lado, Roger Baxter-Jones: "Regresad vivos, regresad como amigos, llegad a la cumbre. Por ese orden." En fin, mentalidades "improductivas", que hoy en día no interesa esponsorizar.

Así pues, al final esta entrada no es una crítica a nadie en concreto, sino una reflexión acerca de cómo también el alpinismo acaba siendo un reflejo del mundo que hemos creado. Si bien es cierto que los medios, con algo más de conocimientos e interés en el tema, podrían escribir menos páginas sobre declaraciones altisonantes, intereses competitivos o retos cuestionados, y más sobre cómo por ejemplo Iñaqui Ochoa de Olza sacaba de grietas glaciares a sherpas accidentados de expediciones ajenas a la suya, o sobre el heróico y solidario intento de rescate del propio montañero, o sobre su legado, la ONG SOS Himalaya. Y digo que podrían, porque cuando quieren, pueden: Aunque no comparta en su totalidad el siguiente artículo de Eduardo Rodrigálvarez para El País, como mínimo aporta mucha más luz que el tratamiento vulgarizador de la imágen del montañismo que han tenido esas noticias antes mencionadas (no explícitamente, pero creo que no hace falta):

El reto convertido en show

miércoles, 9 de junio de 2010

Caminar los sueños.

Apropiada columna de Ángela Becerra hoy en el periódico gratuito ADN: Caminar los sueños.

De acuerdo en todo, pero qué difícil (o imposible) se hace sentir cierto equilibrio en la conclusión final...

domingo, 6 de junio de 2010

Cumplido plan 84: "Nanga Parbat"



Es una pena que en este mundo en el que vivimos, que ignora hechos excepcionales para ocupar su atención con lo vulgar, y que sólo atiende a sucesos alpinistas cuando, como ha ocurrido útlimamente, éstos vienen acompañados del morbo, películas tan perfectamente divulgativas y extensibles a un público más amplio, como este "Nanga Parbat" del alemán Joseph Vilsmaier no lleguen si quiera a estrenarse en cines comercialmente. Precisamente éste es un film que habla de una historia que en su día tuvo una polémica y un tratamiento mediático vulgarizador, y sentarse en la butaca para entrar, mediante el milagro del arte del cine, en otro mundo, en un punto de vista alejado de la ignorante perspectiva del sofá de casa y la televisión, es algo que ayuda a percibir las cosas de otra manera.

La película me gustó bastante, me hizo disfrutar mucho, me hizo sentir el espíritu montañero durante buena parte de su metraje. El arranque ya me sacó completamente de la cotidianeidad de las conversaciones previas: en cuanto tuve ante mis ojos esos maravillosos paisajes de grandes cordilleras nevadas, en impresionantes fotografías panorámicas y vuelos aéreos, con una música casi mística, me introduje de lleno en la magia de la belleza inhóspita. Es fantástica la conjunción entre la estética de las montañas y la mirada de una cámara cinematográfica.

Es cierto que en el propio guión eché de menos alguna referencia más a esa admiración a la belleza de las montañas, que apenas se pincela o insinúa en algún momento muy concreto, y que en general queda relegada a determinados momentos de la fotografía, como si no se pudiera expresar con palabras (lo cual tampoco anda muy desencaminado). En los diálogos el punto de vista más tratado es el de la propia actividad alpinista, la admiración hacia los viejos héroes (Mummery, Buhl...) y el deseo de seguir la estela marcada por ellos, logrando lo que nunca nadie ha hecho antes.

La narrativa de los primeros minutos es ágil, logrando la total familiaridad con la biografía de los dos hermanos Messner, la explicación necesaria y suficiente para sentir empatía por sus deseos futuros, lo que a mí, personalmente, me hizo captar el optimismo en su lucha; está planteado como una historia ilusionante, atractiva.

Luego tiene momentos en los que flojea un poco, cae en algunos pequeños tópicos de las historias heróicas, y la ascensión hasta hacer cima me parece algo rutinaria, poco emocionante. Sin embargo, la verdadera épica tiene lugar en la bajada. Aquí el dramatismo, la lucha en condiciones físicas patéticas, el misticismo de estar en otra dimensión, entre la vida y la muerte, están plasmados con una fuerza sobrecogedora; hay escenas en que el estilo cinematográfico, casi etéreo, psicodélico o surrealista, parece plenamente unido al sentido de esas situaciones trágicas e irreales del alpinismo, que luego nos encargamos de vulgarizar quienes vivimos en la seguridad de lo cotidiano, diciendo aquello de: "están locos, esos montañeros". Además, se capta muy bien la dimensión de la odisea de dicho descenso, desde los interminables glaciares colgados de la vertiente Diamir hasta los también inmensos valles de la base: Improvisar una bajada desconocida del Nanga Parbat como quien improvisa un descenso invernal de La Maliciosa (en cuanto al equipo), debe ser aún más imposible que ganar el mundial de fútbol con tu equipo de amigos del barrio, o que lo que hizo Julio Villar con su velero Mistral. Pero Reinhold Messner lo hizo.

Junto a lo mencionado, me gustaron mucho las imprescindibles escenas casi documentales sobre la vida humilde, natural y pragmática de los nativos de Pakistán y el contraste de las mismas con las "locas" pasiones románticas de los occidentales. También están muy bien reflejados los sentimientos íntimos propios de la vida personal de los alpinistas: La eterna lucha entre ser feliz haciendo lo que te gusta y no hacer sufrir con ello a los tuyos; y viceversa: permitir a los tuyos que sean felices haciendo lo que les hace felices, sin sufrir tú a cambio.

Por supuesto, queda mencionar el valor y el espíritu de ese gran alpinista, Reinhold Messner, que, frente a los métodos disciplinados y encasillados en mentalidades estancadas, como la del propio jefe de la expedición, Karl Herrligkoffer (eso sí, tal vez demasiado caricaturesco en el film), siempre guió su entusiasmo mediante la rebeldía, la iniciativa propia, la búsqueda de lo que nunca se había hecho, de lo que se daba por imposible porque nunca antes se había intentado, y siguiendo con ello la huella sucesivamente marcada (más bien en la nieve) por gente como Saussure, Whymper, Mummery, el Duque de los Abruzos y especialmente Buhl y Bonatti. Como bien apuntó mi amigo Ángel, son los genios, locos o lúcidos, que han hecho avanzar al mundo del alpinismo por la senda del progreso bien entendido. Y es curioso y paradójico porque, como también comentamos a la salida del cine, en la montaña normalmente ese progreso supone hacer cumbre enfrentando cara a cara al montañero con la montaña, no en construir un tren o teleférico que suba hasta la cima: ¿Habrá servido el alpinismo para que dicha barbaridad haya respetado más montañas de las que cabría imaginar por la ambición destructiva del progreso industrial? Y, yendo más allá, ¿habría crisis o cambio climático si se aplicara similar mentalidad al funcionamiento de nuestra sociedad...?

...Pero, lo dicho, al parecer son ellos los que están locos...

jueves, 3 de junio de 2010

Cumplido plan 83: Cabezas de Hierro desde Rascafría



Bueno, al fin un plan montañero cumplido. Completamos toda la ruta haciendo cima, vimos unos cuantos tejos (alguno probablemente milenario, aunque no dimos con el mayor de ellos), y conocimos un rincón nuevo (el Arroyo de Valhondillo) dentro de una zona ya tan familiar para nosotros, pero que -como ya he dicho otras veces- nunca llega a descubrirse del todo (como todas).





En definitiva, una excursión completita, de esas que se difrutan durante la misma y que siempre dejan algo de regustillo para días posteriores, aunque también es cierto que con mejores situaciones personales y estados de ánimo más álgidos suelen aportarme más optimismo, y sobre todo me evocan más ideas que las que ahora me inspira esta ascensión. Poco más que decir, que es lo mismo de actividades anteriores, pero desde el punto de vista contrario: Ni me frustró demasiado no completar las dos anteriores excursiones, ni tampoco me arregla la vida o me proporciona ilusión renovada haber hecho ésta. Ya vendrán tiempos mejores. Si os sabe a poco, podéis leer, como es habitual, la descripción técnica.















Plan 84: "Nanga Parbat"

  1. Momento: Mañana viernes.
  2. Lugar y evento: Cine Palafox, Madrid. 12º Festival de cine alemán.
  3. Plan: Película dirigida por Joseph Vilsmaier ("Stalingrado"), acerca de la ascensión al Nanga Parbat (8.125 m., Himalaya punjabí, en Pakistán) en 1970 por Reinhold Messner y su hermano Gunther.