domingo, 9 de julio de 2017

Noche en La Cabrera y breve reflexión sobre la fotografía nocturna



Al final, mi nuevo objetivo de salir al campo con la fotografía como prioridad, que no lo estoy haciendo siempre que salgo pero sí bastante, ha acabado llevándome sobre todo a la fotografía nocturna, como puede verse  en las últimas entradas, que parecen haber oscurecido el blog, espero que sólo en sentido literal (visual).



Más allá de si las fotos valen la pena o no, esto me ha conducido a otra manera de percibir y disfrutar la naturaleza, en su faceta más silenciosa, reposada y evasiva, transmitiéndome sensaciones mayores de recogimiento e introspección que las ya de por sí habituales en ambientes alejados de la urbe. No puedo decir que sea algo totalmente nuevo, pero sí llevado a otro nivel: Igual que la diferencia que hay de hacer una excursión de un día a pasar la noche vivaqueando, o de eso a hacer la propia caminata durante las horas de oscuridad, el pasar unas horas pendiente de la cámara y por lo tanto sin moverme del sitio en medio de la noche aporta otras dosis más de contemplación y de magia. Y, en cierta manera, el resultado final de las fotos creo que recoge parte de ese sentimiento (qué más puede pedir un aficionado a la fotografía y a la naturaleza).



114 fotos de 2 minutos de exposición cada una (3 horas 48 minutos)
7,5 mm micro (equivalente a 15 mm); f/3.5; ISO 100

sábado, 1 de julio de 2017

La historia de tu vida (Ted Chiang)

Lo intenté con Fundación y, aunque me pareció un buen libro (seguro que mucho mejor de lo que pude apreciar), no era lo que buscaba. Lo intenté con Dune, en parte por la recomendación que recibí en un comentario de aquella entrada, y aunque también me pareció bueno y me gustó algo más, tampoco me entusiasmó del todo, sobre todo por algunas partes que se me hicieron algo cansinas. Al final, el libro de ciencia ficción con el que llevaba tiempo queriendo volver a disfrutar del género resultó ser esta recopilación de relatos cortos.

Pero no fue por ello la razón por la que acudí a La historia de tu vida de Ted Chiang, sino que, supongo que al igual que para no pocos aficionados al cine de un tiempo a esta parte, me vi impulsado por el hecho de que su relato homónimo es en el que se basa la película La llegada de Dennis Villeneuve, la cual reconozco que me llegó a fascinar. En ese sentido, me alegro de haber visto primero la película, porque creo que ésta hace menos sombra sobre el relato que el que intuyo que hace éste sobre el disfrute de la narrativa de la película y alguno de sus giros de guión. En cualquier caso, en ambos formatos el mensaje es similar e igualmente lúcido (tanto en el fondo como sobre todo en la forma), y se agradece la oportunidad del mismo en una época (quizá como todas) en la que parece tan necesario mejorar nuestro entendimiento. Me gustaría volver a ver ahora la película por segunda vez (dejo abierta la posibilidad de dedicarle entonces otra entrada, tal vez contrastándola más en profundidad con el relato).

Aparte de ese relato, que es uno de los que más me han gustado, pero tampoco sabría decir hasta qué punto influye en eso la propia película, me han encantado sobre todo el primero, La torre de Babilonia, y el último, ¿Te gusta lo que ves?. El primero me iba pareciendo, ya de choque para empezar a leer el libro, un continuo y sucesivo derroche de imaginación deslumbrante, además con posibilidades de ser interpretado metafóricamente de diversas maneras, hasta como el meollo mismo del viaje de la vida o de la historia de la humanidad en su afán de búsqueda; aunque quizá el final no llegue a estar a la altura (esa última palabra quizá no sea la más adecuada, pero bueno…). En cuanto al falso documental futurista que cierra el libro, se trata de una reflexión sociológica sobre la psicología de la apariencia física y sus implicaciones, y me encanta que, aunque el autor acabe posicionándose, en ningún momento del desarrollo resulte maniqueísta en absoluto, exponiendo en profundidad varios puntos de vista, no rehuyendo ninguna de las ventajas ni inconvenientes tanto de la cultura de la estética como de la filosofía “anti – aspectista”.

En el resto de los relatos también hay momentos muy buenos, pero ya no me llegan a resultar tan rotundos como en los tres comentados. En algunos casos porque llega a volverse algo farragoso en cuanto a tecnicismos científicos o pseudo-científicos, como ocurre por ejemplo a medida que avanza el relato Comprende, que sin embargo había empezado muy bien, con la narración en primera persona de alguien sometido a un experimento de aumento continuo de la inteligencia, y que hasta la mitad me iba atrapando y sorprendiendo cada vez más, pero llega un momento que se vuelve excesivo por lo ya dicho, aunque quizá no hubiera otra forma de contarlo. Quizá por eso acierta uno de los comentarios de la solapa del libro, al decir que “si estos relatos fueran mucho más largos, la cabeza de los lectores podría estallar”. Y aunque me quedo con las ganas de leer alguna novela más o menos larga de Ted Chiang (que era el tipo de libro de ciencia ficción que buscaba años atrás), reconozco que es verdad: Estos relatos no pueden tener más intensidad. Eso, y que realmente me han creado la sensación de haber leído algo diferente a todo lo que conocía hasta ahora.