sábado, 31 de marzo de 2012

133: Flying Colors

Steve Morse, el espectacular guitarra de Dixie Dregs y que desde hace ya 18 años sustituye a Ritchie Blackmore en Deep Purple, se juntó con Mike Portnoy, el impresionante ex-batería de Dream Theater y con el genial ex-líder de Spock´s Beard, Neal Morse (que no es hermano del primero), los cuales ya habían coincidido tanto en Transatlantic como en alguno de los discos en solitario del segundo. Junto al bajista Dave LaRue, compañero del primero en su Steve Morse Band, y el joven cantante Casey McPherson, han formado Flying Colors. Esto que parece un culebrón no es sino el motivo de que esté enormemente interesado en escuchar el reciente primer disco de la formación: Se han juntado, sobre todo, tres talentazos que están entre mis músicos favoritos hoy por hoy. Escuchar a Steve Morse junto a Mike Portnoy y Neal Morse me parece un lujazo mucho más que morboso.

miércoles, 28 de marzo de 2012

132: "Intocable" (Philippe Pozzo di Borgo)

Libro que ha inspirado la reciente película del mismo nombre, y que por su contenido -se supone que tan duro como divertido, y con protagonistas que contrastan pero que se apoyan mutuamente-, puede ser una buena manera de afrontar realidades desdramatizando, y eso me apetece como alternativa a mi habitual temática literaria - montañera.

martes, 20 de marzo de 2012

Cumplido 131: En un Callejón, pero de momento sin Lobos



Cuántas cosas han cambiado en los nueve años que han pasado desde la primera vez que recorrí la Garganta del Pinar hasta esta segunda vez, y sobre todo cuánto ha cambiado mi percepción…

Hace poco más de un año repetí la primera “ascensión” que había hecho nunca, catorce años antes, a la Sarnosa en el sector oriental de Gredos. Lo que reflejé en la entrada que escribí entonces, pareció llevarme a una conclusión que tenía más que ver con los puntos en común pasado todo ese tiempo que con lo que había cambiado. Sin embargo, habiendo cinco años menos de diferencia en esta nueva excursión respecto de la otra vez que recorrí este itinerario común de la Garganta del Pinar (aunque entonces subimos a Cinco Lagunas y al Almanzor), la sensación de cambios o diferencias ha sido bastante mayor. Y eso es lo que emocionalmente o psicológicamente más me ha llamado la atención de este plan 131, por encima del propio Callejón de los Lobos o de la cima del Meapoco.





Puede haber puntos comunes, cosas que siguen siendo iguales, y sobre todo un mismo o parecido espíritu motor de mantener el contacto con la naturaleza, seguir sintiéndonos capaces de afrontar esfuerzos agrestes, y buscar el silencio, la tranquilidad y la soledad. Pero resulta difícil sentir el mismo impulso ingenuo e infantil. La sorpresa de 2003 ante el constante discurrir del agua de una garganta de la que buscábamos su origen, que fue uno de los mayores alicientes que recuerdo, ahora ya está muy vista, además de superada por posteriores ejemplos más espectaculares en, por ejemplo, Pirineos. No es que haya dejado de agradarme, ni mucho menos, es que ha dejado de sorprenderme, pasando a un segundo plano. En esta otra época (la anterior fue en verano), sólo nos parábamos curiosos ante las pequeñas cascadas heladas, y ni siquiera se puede comparar con la ilusión de hace nueve años (por mi parte).



Las muchas excursiones, la experiencia acumulada, el aprendizaje y asimilación de terrenos incómodos que antes nos parecían auténticas aventuras y ahora superamos sin pensarlo demasiado, la necesidad de ir buscando lugares nuevos y retos más difíciles (y no es que nuestro nivel haya avanzado mucho, sólo algo), la comprobación, a través de Internet, de que sólo somos un caso más de entre muchísimos otros aficionados al montañismo que hacen lo mismo y en muchos casos mejor que nosotros y con mayor dificultad… No es que eso sea importante ahora, pero sí lo era antes, cuando creíamos que lo que hacíamos era más especial, ya que realmente no teníamos referentes, éramos mucho más ignorantes en este mundillo, no sabíamos lo que hacían otros de nuestro nivel. Nos sentíamos como en un mundo propio, creado para nosotros mismos, como si fuéramos unos privilegiados. No es que nos lo creyéramos, ni mucho menos, pero era lo que nuestra percepción nos decía, y éramos capaces de jugar a ello.







La montaña le hace sentir a uno sólo ante la naturaleza, enfrentado a lo inhóspito. El ser consciente de que en realidad es una moda hace creer en parte que ese sentimiento es una falsa percepción. Ha desaparecido la ingenuidad e ilusión infantil. Es parecido a comparar lo que sentían los pioneros del alpinismo ante lo inexplorado en los siglos XVIII y XIX con la masificación y conocimiento actuales. Ya no hay misterio. ¿Dónde habrá que buscar cuando tantas experiencias se han acumulado ya? ¿Acaso no será imposible volver a sentir lo mismo?

Por no hablar de la relación entre lo que se busca en la montaña y aquello de lo que se huye del mundanal ruido. Porque, ¿habría necesidad o gusto por escapar si no hubiera de lo que huir? Y cuando se llega a ese punto en la vida en el que empiezas a pensar que, si no puedes luchar contra la realidad, mejor será asumirla en todo lo posible; Entonces, ese refugio escondido entre catedrales de roca, por encima de los límites de la vida cómoda y cálida, ya no ejerce su poder evasivo, y en parte parece que se ha convertido en el enemigo de lo que te conviene, en la droga que te aleja de la realidad que no terminas de asumir, pero cuyo efecto ya no sacia el deseo (que a su vez ya no es tan intenso).





También ha hecho mella el montañismo en solitario, que hace nueve años sólo contemplaba en excursiones de un día por el Guadarrama, en cualquier caso cruzándome con muchos otros excursionistas. Las posteriores travesías de dos o más días, con la única compañía humana de mis propios pensamientos, me llevaron a encontrarme con sensaciones al mismo tiempo sencillas y grandiosas, serenas y sobrecogedoras. Pasar de eso a una excursión con mucha compañía o en zonas masificadas, me provocaba la contradicción de perder contacto con lo que buscaba, la naturaleza pura y dura. Era un paso más allá en la huída, y, siguiendo la metáfora del párrafo anterior, la droga me hacía sentir bien al tiempo que me alejaba del deseo de socializarme.

La pregunta es: ¿A qué clase de carencia pretende sustituir la montaña? ¿Cuántos espacios vacíos pretende rellenar? Unos pueden parecer más evidentes que otros…









Sea lo que sea, sigue mereciendo la pena. Pero, para que vuelva a ser un juego inocente, hay que quitarle trascendencia. Distraerse. Cuantas más cosas haya que hacer y decidir (dónde vivaquear, si hacerlo al raso o poniendo la tienda, cuál es el sitio más adecuado para la misma, dónde buscar agua, subir por éste lado o por aquel, en qué momento ponernos los crampones, sacar el piolet o seguir con los bastones, elegir ésta pendiente o aquella, a qué pueblo bajar para que no se nos haga tarde, etc, etc.), unido a la mera contemplación paisajística (no más que estética), realización de fotografías, pensar en la descripción para Internet, observar la fauna y la flora, etc., mejor. Todo eso, incluso lo más práctico y anodino, también tiene su encanto. Y sobre todo, lo más importante, compartir las experiencias con buenos amigos, a ser posible que tengan afinidad con uno en la manera de entender la montaña.





Ya volverán los tiempos de aquel pensamiento del romanticismo, de la montaña como lugar en el que contemplar no sólo el paisaje exterior sino también el interior. Al fin y al cabo, esa filosofía tampoco estaba presente en aquellas primeras excursiones ingenuas, como la primera por la Garganta del Pinar hace nueve años. Y bien que nos lo pasábamos, sin duda.







Descripción técnica de la ascensión.

viernes, 9 de marzo de 2012

131: Callejón de los Lobos


  1. Lugar: Garganta del Pinar, Sierra de Gredos.

  2. Momento: Mañana sábado y el domingo.

  3. Plan: Subir al Meapoco desde Navalperal de Tormes, por la Garganta del Pinar y el Callejón de los Lobos. Varias posibilidades de bajada: Cuerda de los Barquillos y vuelta a Navalperal; Garganta del Hornillo o Cuerda de la Majada Peña y final en La Angostura; Garganta de la Solana, o Cuerda de los Copetes, o Garganta de Navamediana y final en La Aliseda (por tiempos, están ordenadas de mas factible y probable a menos).