domingo, 29 de noviembre de 2009

Cumplido plan 51: "El Imaginario del Doctor Parnassus"

El mayor aliciente que puede tener para mí el cine, y más aún el género fantástico, es precisamente la filosofía escapista que ensalzo en este blog (y que no es sino reflejo de mi personalidad). Sentirme transportado a otra realidad, viajar mentalmente, poner un paréntesis a la vida cotidiana. Es justo lo que fui incapaz de sentir con esta película, al mismo tiempo que percibía con algo de rabia que los elementos del film parecían ser, sin embargo, los que buscaba. La idea básica de la película es la esencia del escapismo en medio de la realidad, la historia está llena de ingredientes brillantes e ingeniosos, y el aspecto visual es impresionante, con una maravillosa fotografía, una buena dirección artística, y unos muy logrados efectos especiales. Pero creo que la narrativa (lo más importante del cine, pues éste consiste en contar historias) es precipitada, un tanto desastrosa y caótica. De esa forma, a mí me resultó prácticamente imposible conectar con la historia, al mismo tiempo que sentía la impotencia de no poder disfrutar de todo ese buen contenido que parecía haber de fondo. En esta ocasión, en vez de sentirme transportado a los mundos imaginarios, tuve la mera impresión de estar asistiendo, desde fuera de esos mundos, a un exhibicionismo visual de los mismos, como observados por una ventana (la pantalla del cine).

Poco más me queda por comentar, por lo tanto, de esta película, que pueda aportar algo a la esencia del blog, al menos desde mi perspectiva. Si no hay escapada, no hay más que decir. De lo que sí me quedo tranquilo es del hecho de que cuatro de los cinco amigos que quedamos para ver la película nos llevamos similar decepción. Lo digo porque últimamente tengo la sensación de que no disfruto de lo que habitualmente me gusta como solía hacerlo, y no sé hasta qué punto estoy poniendo de mi parte -más o menos inconscientemente- para que sea así. Porque durante buena parte de la película tenía la sensación de ser yo el que no estaba siendo receptivo con la misma, y la verdad es que una vez comentada después con los amigos, me habría preocupado pertenecer a una minoría decepcionada. Pero no puedo evitar sentir algo de -sana- envidia al 20% que sí disfrutó.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Plan 51: "El Imaginario del Doctor Parnassus" (Terry Gilliam)

  1. Momento: Dentro de un par de horas.
  2. Lugar: Cines Golem Alphaville.
  3. Plan: Los ingredientes prometen: Cine, imaginación, fantasía.

martes, 24 de noviembre de 2009

Cumplido plan 50: Exploración por la Pedriza Anterior



ADVERTENCIA: El montañismo es una actividad que supone riesgos. No debe realizarse sin la experiencia y el material adecuados. Tampoco es del todo recomendable en solitario. El autor se exime de toda responsabilidad sobre cualquiera de las posibles decisiones que pudieran tomar al respecto quienes lean esto, y por tanto de sus consecuencias. Zona apta para enriscarse y/o despeñarse.



La cota más alta de la Pedriza Anterior no es, como cabría imaginarse, el famoso Yelmo. Al noreste existen tres riscos que igualan e incluso superan su altitud: El Vigilante la iguala con sus 1.716 metros, otra peña innominada la supera con 1.722, y la verdadera mayor altitud es el llamado Canto del Berrueco con 1.724. Pero lo de menos son las altitudes. De hecho, siempre serán riscos menos destacados que el Yelmo, pues el semblante erguido de éste, con su característica y estilizada figura, supera en belleza, personalidad y espectacularidad a casi cualquier otra peña de La Pedriza.



Sin embargo, lo realmente interesante de esos tres riscos, junto a otros de la zona (Punta Blanquita, La Almena y La Torre), es precisamente su relativo anonimato, su caracter algo solitario, y las posibilidades de exploración y de descubrimiento que ofrece la pequeña zona en que se ubican. Aunque eso es algo que ocurre en infinidad de rincones escondidos de este paraíso granítico llamado La Pedriza.



Una vez que el senderismo por caminos marcados agota casi todas las opciones principales de este paraje, y sin entrar en el amplísimo abanico de posibilidades que ofrece a la escalada, nos queda la exploración al estilo clásico, el descubrimiento de accesos más o menos alternativos, intrincados, laberínticos, con trepadas, gateos por túneles de rocas, etc. Es un tipo de actividad (o juego) que me encanta, que me ayuda a pasármelo como un niño. Ya lo experimentamos en cierta ocasión Iván, Ángel y yo por la zona de El Pájaro, en el Callejón de los Guerreros, o yo mismo en solitario para alcanzar la cima del Cerro de los Hoyos o del Nevazo. Una vez más ha sido un tipo de actividad similar, en la que divertirse encontrando la manera de atravesar alguno de los recovecos de La Pedriza.



En esta ocasión, una vez que llegué a la vista del risco del Acebo (el de la derecha en la primera foto) viniendo por el PR M1 desde Manzanares el Real (Senda Maeso o de la Rinconada), y en vez de seguir por la integral de la Pedriza o girar hacia El Yelmo -ambas cosas las he hecho ya varias veces, y las estaba haciendo aquel día prácticamente todo el que pasaba por allí, como es habitual-, yo miré hacia donde no miraba nadie -y hacia donde ni yo mismo había mirado antes con la idea de seguir hacia allí-. Al noroeste de mi posición destacaban el risco sin nombre antes mecionado de 1722 metros, y a su izquierda Punta Blanquita. Entre ambos, una posible canal de acceso, que luego me pareció incómoda por el matorral:



Preferí bordear Punta Blanquita por su base sur, subiendo hacia el oeste por una cuesta empradizada. Luego, girando a la derecha (noreste), pude acceder a la cresta cimera de este risco por una fácil pero angosta canal. Primeras trepadas, primeras exploraciones, primeras búsquedas de accesos factibles y, desde la cima, vista del primer pequeño rincón escondido entre riscos, concretamente entre ésta Punta Blanquita, El Vigilante y el risco sin nombre de 1722 metros. Aquello empezaba a ser entretenido.

Más tarde, una vez abajo en el pequeño "rincón entre riscos" ví que entre la peña sin nombre (derecha) y el Vigilante (izquierda) había una canal que, esperaba, podría llevarme al otro rincón buscado, el que hay entre estos dos y el culminante Canto del Berrueco. Decidí subir por la canal, con un inicial paso de trepada (I+):



Para superar la parte alta de la canal se podía intentar otra trepada, o bien meterse por uno de esos "misteriosos" túneles de rocas tan típicos y entretenidos de La Pedriza. Opté por lo segundo, y resultó ser muy angosto, sobre todo en la salida (ésta es la entrada):





Y éstas las dos posibles y estrechas salidas:



Llegué a una pequeña portilla entre El Vigilante y el Risco sin Nombre. Otro nuevo rincón, aún más escondido, aún más "secreto". Realmente, empezaba a disfrutar.



La canal que acababa de subir, vista desde arriba:



Aquí decidí ponerme a comer, dejando luego la mochila, para tentar las trepadas a ambos riscos. Decidí empezar por El Vigilante. Trepé por la fisura de la derecha, y posterior placa inclinada hacia la derecha, a la cresta del risco:



La parte de la placa, de unos tres metros, a pesar de que la inclinación era pequeña (como mucho llegaba a los 45º), me daba respeto por la inexistencia de agarres o presas, y la hice gateando y con los pies de gato (siempre los llevo para trepar por los riscos de La Pedriza). Cuando la hube superado (rápida y fácilmente), y sin mirar lo que acababa de subir, de alguna manera temía las posibles consecuencias de no haber pensado en la bajada. Pero ya estaba allí, y tocaba hacer cima en El Vigilante y seguir disfrutando.

La cresta del Vigilante resultó entretenida, con dos rocas apiladas en lo alto, que se podían superar trepando por encima, o arrastrándome por debajo por otro estrecho (aún más) túnel. A la ida lo hice por debajo, y a la vuelta por encima. Luego rodee la roca cimera para subirla por el oeste con una última y breve trepada. Las vistas desde arriba, estupendas, como es de esperar en La Pedriza. Una nueva perspectiva de todo lo conocido; otra manera inédita de volver a coger apego a lo que ya disfruté desde otros lugares. Y ello tras el entretenido juego de la exporación y la trepada, y desde una estrecha cima.







Pero a la bajada se confirmó lo que me temía. No me atrevía a destrepar la placa. Me daba demasiado canguelo. La inclinación hasta lo alto de la fisura (cerca de tres metros de bajada), y sobre todo la caída posterior tras ella, ya más inclinada, era una visión poco tranquilizadora en un terreno sin más agarre que la propia rugosidad del granito (adherencia lo llaman en escalada, aunque aquí la inclinación era de risa como para llamarlo escalada). Estaba bloqueado. Estaba claro que la había cagado, hablando en plata. No se debe subir sin estar seguro de que vas a poder o te vas a atrever a bajar. Y yo subí sin estarlo. Sin haberlo comprobado o reflexionado previamente, vaya. En definitiva, había descontrolado esta cuestión. Fallo mío, y fallo importante, de los que pueden llevar a situaciones indeseadas (llámalo enriscamiento, llámalo caída o accidente, llámalo llamada al teléfono de rescate). Imprudencia, vaya.

Pero había que salir del problema, y me puse a buscar otras maneras de bajar de allí. Una posible era por la cara sur, por donde hay una chimenea que había visto desde el "primer rincón escondido". Desde arriba no se veía hasta donde llegaba, y no quise atreverme a bajar. Luego probé por otro lugar cercano al de la placa, inicié la bajada, y llegué a un punto en que me daba aún más miedo, al pasar junto a una zona aún con más patio. Di más vueltas y no vi nada claro. Volví a la placa. La miré. Me di la vuelta, poniéndome cara a la roca para empezar a bajar... pero nada, no me daba la seguridad necesaria. Y ahí estaba mi mochila. Apenas unos cinco o seis metros más abajo. Tan cerca pero tan lejos. Llegué a pensar en saltar a la "cama" de sabinas rastreras de la portilla. Casi me pareció una idea alocada, que surgía como del instinto irreflexivo de salir de aquella. Obviamente, la descarté. Definitivamente, creía de verdad que me había enriscado sin remedio, y casi empezaba a verme llamando a la Guardia Civil. Me parecía ridículo, sólo por miedo a un destrepe pequeño y, en realidad, no demasiado complicado. Eso sí, aunque estaba lógicamente algo nervioso, tenía menos preocupación o miedo del comprensible y habitual en estos casos. Yo no diría que esto último sea por la experiencia montañera, sino que más bien me parecía resultado de la cada vez menor importancia que le doy a todo (aunque eso sí podría tener que ver con la experiencia... vital, en general).



Reflexiones filosóficas aparte, de repente tuve un impulso, de mirar con más detenimiento en uno de los sitios que había descartado por la primera impresión, en el extremo noreste de la cresta. Y aún más curioso fue el impulso de ánimo que sentí, como diciéndome a mí mismo: "¡venga, hombre, que esto seguro que tiene solución!". Porque el hecho es que la tenía. No sé si había sido un impulso intuitivo, pero efectivamente por ese lado había otra fisura mucho más fácil de alcanzar, e incluso más fácil en si misma de destrepar que la otra. Una tontería, vaya. Se puede ver a la derecha de la anterior foto, en la que también se ve, a la izquierda, la cara de la subida (y del bloqueo en la bajada). Estaba ahí sin yo saberlo. Pero podía no haber estado ahí. Quiero decir, podía haberme pasado en un risco en el que no hubiera tal alternativa. Suerte, supongo. Pero (ay, la eterna duda del agnóstico), ese impulso que no tengo claro de donde vino, y esa grieta insospechada que estaba ahí para sacarme del problema...



Olvidada quedaba ya la trepada al otro risco de 1722 metros, así como al Canto del Berrueco, a simple vista el más difícil de los tres. Bajé hacia los aún más verticales y aparentemente inaccesibles (fuera de la escalada) riscos de La Almena y La Torre, y por el corredor que hay entre ambos descendí sin problema hacia el risco del Acebo. Quedó finalizada la exploración por este rincón ignorado por la mayoría. Y que siga siéndolo, o al menos pareciéndolo...



sábado, 21 de noviembre de 2009

Plan 50: Exploración por la Pedriza Anterior

  1. Momento: Mañana domingo.
  2. Lugar: Sierra de Guadarrama.
  3. Plan: Objetivo dentro de la indefinida (e ilimitada) propuesta 10 de la lista de posibles planes montañeros: Conocer más rincones desconocidos (por mí) de La Pedriza. En esta ocasión, partiré de Manzanares el Real directamente por la Senda de la Rinconada (según el mapa 1:15.000 de la Tienda Verde), inicio del PR - M 1 o integral de La Pedriza si se hace en sentido antihorario, para subir a la Pedriza Anterior, y explorar la zona de Los Fantasmas, el Canto del Berrueco, el Vigilante, la Almena, la Torre y demás, sin descartar tantear sus posibles trepadas, en caso de ser factibles a mi nivel. Regreso por el mismo camino, o bien por alguno de los que bajan, al este, al Camino de Jaralón o GR 10 (en ese caso para coger el autobús de vuelta en la rotonda del Camping La Fresneda), o (más raro sería) por el Arroyo de la Dehesilla para volver por el Tranco (de ésta estoy ya un poco cansado, por eso digo que sería extraño que optase por ella).

viernes, 20 de noviembre de 2009

Plan 49: "Hergest Ridge" (Mike Oldfield)

  1. Lugar: Mi cuarto.
  2. Momento: Próximamente.
  3. Plan: Al final de la entrada sobre la primera escapada (musical y de cualquier tipo) de éste blog, que fue la escucha del "Tubular Bells" de Mike Oldfield, me propuse hacer lo propio con, al menos, los dos siguientes trabajos de la discografía del músico británico, y aún no he cumplido con ninguno de ellos. Ya iba siendo hora...

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Obesidad y crisis económica

Hace un mes publiqué una entrada bajo el título de Obesidad y cambio climático, a la que me remito ahora para poder explicar la intención de ésta. El mismo razonamiento de entonces se puede aplicar (al menos como idea) a la nueva metáfora que planteo ahora.

En este caso, habría que puntualizar que son los flacos los que se ven obligados a seguir a régimen, mientras que los que tienen sobrepeso no suelen ser conscientes de ello, y los que "sufren" obesidad mórbida no sólo lo saben, sino que desean seguir engordando. El mundo al revés, pero es lo de siempre, con o sin crisis.

Como ejemplo surrealista del mundo absurdo en el que vivimos, me parece muy difícil entender que al mismo tiempo que nos han estado bombardeando constantemente con los estragos de la crisis económica, se ha seguido gastando grandes cantidades de dinero en cosas tan inútiles como el famoso obelisco de Calatrava. No es que la quiera tomar con este ejemplo concreto, porque de hecho si nos ponemos a pensar en la cantidad de despilfarros tan "necesarios" como éste que se llevan a cabo en nuestro mundo, ya sea por iniciativa individual, popular, empresarial o institucional, es inevitable (al menos para mi llano entendimiento) llegar a la conclusión de que lo de la crisis debe ser una especie de broma o chiste para muchos.

P.D.: Bueno, la verdad es que si ponemos en relación las dos metáforas mencionadas, esto es probablemente lo más lejanamente parecido a una utilidad que va a haber tenido nunca el mencionado obelisco (aunque dudo que ni esto a la larga sirva para algo):


Greenpeace escala el Obelisco de Calatrava para parar el cambio climático

Que conste que la idea de ambas entradas la tuve antes de la coincidencia.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Cumplido plan 48: Vereda del Cristo (Colmenar de Oreja).

ADVERTENCIA: El senderismo, y más en solitario, es una actividad que puede conllevar algún riesgo, incluso en terrenos aparentemente suaves, especialmente si no se tiene experiencia en excursiones por el campo o un buen sentido de la orientación. El autor se exime de toda responsabilidad sobre cualquiera de las posibles decisiones que pudieran tomar al respecto quienes lean esto, y por tanto de sus consecuencias.


Iglesia de Santa María La Mayor (s. XIII y XVI)

Ruta por el término municipal de Colmenar de Oreja, al sudeste de la provincia de Madrid, que transita por vías pecuarias a través de un terreno de páramos, vegas y barrancos, con suelos calizos, arcillosos y yesíferos, y cultivos de olivares, viñedos y pinares de repoblación. Un lugar diferente a lo que acostumbro a visitar en mis excursiones, que por tanto ayuda a desconectar sin dejar de salir o escapar (o a escapar de la escapada). También es cierto que, pequeños detalles o anécdotas aparte, este itinerario carece -para mi gusto- de la espectacularidad habitual de la montaña y de sus entretenidas posibilidades, así como de su capacidad para evocar ideas que reflejar aquí. Como además en este caso no procede realizar aparte una "descripción técnica", por estar fuera del ámbito montañero de la página en la que suelo plasmar dichas actividades, creo que lo mejor es que en esta ocasión esa "descripción técnica" sea el contenido principal de esta misma entrada (o poco más tendría de lo que escribir aquí...).

Empecemos por el croquis del itinerario. Pinchar sobre él para ver en grande:



Hay dos rutas básicas circulares señalizadas (aunque existen más caminos alternativos). Ambas están indicadas en mayor o en menor medida por mojones cuadrados blancos y por postes de madera. La ruta roja es una variante que sirve de prolongación a la verde. Las señales de los mojones y postes tienen el color correspondiente de cada ruta. La verde son poco más de 7 kilómetros con unos 250 metros de desnivel acumulado, y la roja lo aumenta a 10,5 kilómetros y algo menos de 400 metros de desnivel total. La roja está peor señalizada y el itinerario del mapa resulta un tanto confuso en el terreno, aparentemente por abandono y desaparición de algunos tramos de las vías pecuarias, así que es recomendable limitarse a la verde en caso de poca experiencia en senderismo y/o poco sentido de la orientación en el campo. Las fuentes no son de agua potable -algo salobres, como consecuencia del terreno-, así que habrá que llevar para todo el recorrido.



Se parte de la bonita Plaza Mayor de Colmenar, visible en esta foto de arriba, y en cuya esquina suroriental hay dos salidas (primera foto de abajo), eligiendo la puerta de la derecha (sur) para iniciar el itinerario. Tal y como se ve en la segunda foto de abajo, es algo así como la puerta de salida al exterior del pueblo, y también a la excursión; hay que seguir de frente (sur) por la carretera asfaltada que conduce a la Ermita del Cristo.





Se llega en breve a la Ermita del Cristo del Humilladero (capilla del s. XVI, cruz latina y añadidos barrocos), lugar de posible visita, para combinar senderismo y turismo cultural:





La carretera se prolonga a la derecha de la Ermita según he llegado a ella, por donde se debe seguir:



Una vez pasada la Ermita, la carretera sube al cementerio, pero hay que desviarse a la izquierda por esta pista de tierra:



En la muy cercana siguiente bifurcación, se toma el camino de la derecha junto a la fuente, que transcurre entre un pinar a la izquierda y la tapia del cementerio a la derecha:



Tras llegar a un alto, observo el aspecto del terreno ondulado del inicio de la ruta. Aquí me cruzo con otra traza de camino, pero sigo de frente, para bajar a una vaguada:



El camino vuelve a subir por la ladera contraria de la vaguada, hacia el sur:



Camino ya junto a olivares, cultivo predominante de la zona:



Al poco rato cruzo la carretera M - 322:



Prosigo de frente al otro lado de la carretera, por la continuación de la vía pecuaria (así indicada por el cartel de la derecha):



Muy pronto habrá una nueva bifurcación, en la que opto por la derecha (suroeste), e inmediatamente después otra, esta vez eligiendo la izquierda (este); la segunda es la de la foto, aunque en ella ya estoy girado hacia la nueva dirección:



Pronto se llega a la fuente de Valdegredero, junto a tres chopos y un plátano de sombra:



En esta zona se cruzan cuatro direcciones alternativas, por todas las cuales se transcurre en momentos distintos del itinerario; digamos que es el "centro de un 8", que es la forma del itinerario (véase el croquis). De momento sigo de frente, por el camino más amplio:



Tras virar el camino hacia el sur-sureste, nueva bifurcación: a la izquierda:



Después de una subida, llego a lo alto de un mirador con un panel interpretativo de las vistas que hacia el sur se observan (inlcuidas la ribera del Tajo y la provincia de Toledo). Aquí hay que seguir a la derecha:



Ya de nuevo bajando, otra bifurcación: a la derecha:



Estoy en el tramo de bajada más pronunciado de la ruta. No en vano, los barrancos que caen a este Arroyo de Valdepinar ofrecen el paisaje más abrupto del lugar. Domina el terreno yesífero, y las repoblaciones de pino carrasco:



Sigo bajando. Además del polvo calcáreo del suelo, indica la naturaleza del terreno alguna coscoja como la de la derecha:



Estoy llegando a una nueva confluencia de caminos que alcanzaré tras cruzar el fondo del Barranco de Valdepinar. Aquí habría que seguir por la pista de la derecha para realizar el recorrido básico (verde), y por la trocha que sube hacia el pinar para hacer la variante roja:



Esta es la continuación de la ruta verde, hacia el sur-suroeste, que yo recomendaría a quien no tenga demasiada experiencia o buena orientación:



Yo seguí por aquí (variante roja, este-sureste):



El camino, inicialmente el tramo de subida más largo , se introduce en un pinar de repoblación más tupido que en el resto del itinerario:



Más arriba me cruzo con una pista que no coincide con la dirección que indica el mapa; ésta más bien consistiría en seguir de frente, por una traza que desaparece en breve, al llegar a un olivar:



Al desaparecer la traza, continúo por lo que, intuyo, debió ser la vía pecuaria (ahora convertida en terraza de plantación de olivos), a la izquierda de un almendro (y también a la izquierda en la foto):



Bajo el almendro, al ponerme a recoger almendras caídas, me encuentro con esta preciosa mantis:



Continúo por la invadida traza de la vía pecuaria:



Una pequeña subida por una senda estrecha al final de la terraza - vía pecuaria:



Y me dirijo al cercano pinar:



Dentro del pinar, busco la cercana vaguada a la derecha:



Y en seguida doy de nuevo con la pista de tierra, que cojo hacia la izquierda, justo antes de una curva de la misma:



Más adelante, bifurcación que sigo a la derecha (sureste):



Pronto llego a lo que el mapa debe llamar Peñas Rubias, unos diminutos pero llamativos farallones calizos, con alguna pequeña cuevecilla, y una buena panorámica general. Elijo esta zona para ponerme a comer.







Volviendo a seguir la pista de tierra, llega un momento en que ésta desaparece entre olivares, y me quedo sin traza de camino. Por aquí empiezo a improvisar una bajada hacia el sur, que me acerque al límite provincial con Toledo, para luego entrar en el valle de Valdegredero y remontarlo (nornoroeste) por su vaguada hasta volver a su fuente homónima (el "centro del 8", recordemos). En esta zona me abstengo de dar indicaciones concretas con fotos, porque el lío es ya un poco grande. Así que, en caso de duda en este punto y de no querer improvisar como hice yo, queda la posibilidad de volver por donde se ha venido, hasta el punto de cruce de la ruta verde y la roja, en el Barranco de Valdepinar.

Más tarde, y habiéndose puesto a llover, vuelvo a encontrar los mojones y postes de la ruta verde. En esta foto se ve a la derecha la pista que viene del Barranco de Valdepinar y por la que se llega si no se hace la variante roja, y a la izquierda la continuación o regreso (nornoroeste):



El camino se interna en un curioso barranco (no me cuadra que sea un desmonte artificial, para tan austera pista):





De nuevo en la Fuente de Valdegredero (agua no potable, insisto):



Y de nuevo en el "centro del 8", se sigue hacia el norte, de frente por la senda que sube:



Un poco más arriba, se coge la bifurcación de la derecha:



El tramo final de la ruta, regresando a Colmenar, es el más desolador, por lo llano e inmenso del páramo que se recorre, acrecentada la sensación este día por el cielo totalmente cubierto:



Se llega a la carretera M - 311, que se coge hacia la izquierda, y junto a la cual regreso a Colmenar en muy pocos minutos:



Llegando al pueblo, ya con las luces encendidas. Al fondo la iglesia de Santa María la Mayor, y abajo a la derecha, la entrada a la Plaza Mayor, donde comencé (y terminé) el itinerario:



Bueno, con la tontería de hacer aquí la descripción detallada, al final me ha salido una entrada más larga y con más fotos que cualquier otra de montaña... ¡no era precisamente mi intención que pareciera mayor mi interés por esta zona que por Pirineos o Gredos...!

En fin, un sábado de agradable paseo, preferible a quedarse en casa, pero lejos de la emoción habitual de la montaña. En este sentido, noté la falta de afecto hacia el paisaje; en lo alto de Torres de Pedriza, o del Almanzor, o de algún tresmil pirenaico o dosmil cantábrico, siempre tengo la sensación de que hay algo del lugar que ha pasado a formar parte de mí; ayer no pude disfrutar de esa sensación (aunque me pareció un lugar interesante y bonito). Por otro lado, esta es quizás una excursión más apropiada para realizar en compañía: eché en falta un poco de conversación, que en lugares de alta montaña no tiene por qué ser tan necesaria, pues incluso la soledad ayuda a apreciar mejor la llamada belleza de lo inhóspito (luego ocurre, sin embargo, que en una excursión por la montaña con compañía nutrida, hay veces en que a tu alrededor la gente va hablando del trabajo, del banco, etc. ... ¡¿No se trataba de dejar esos problemas en casa...?!).

En cualquier caso, andando y observando, siempre se sale ganando. (Este refrán me acaba de salir solo, según iba escribiendo...) Venga, otro: Un día de campo siempre es un día bien aprovechado. Vamos, que no estuvo mal.