domingo, 31 de agosto de 2014

Imágenes de un verano más conformista que montañero






Tener un período concreto, aunque sea más o menos amplio, de días libres seguidos (llámense vacaciones) no me parece la mejor situación para disfrutar de las escapadas montañeras, al menos de la forma que yo me planteo éstas, es decir basándome en la apetencia emocional del momento, en las condiciones (sobre todo meteorológicas), y por tanto en la improvisación: Al final se acaba convirtiendo en un estrés por aprovechar lo mejor posible todos los días, y en un cansado ir y venir. Y al final, de lo que uno quiere escapar es de tanto viaje y tanta preparación de última hora.





En esa situación, y sin contar otros elementos personales, este verano ha sido para mí, finalmente, una acumulación de paisajes variados y disfrutables, con más bien poca ambición montañera, pero dejando que en el tira y afloja entre intentarlo y descansar, acabase mandando, más o menos, lo que pedía la cabeza más que el “corazón de cabra”.





Béjar y Candelario, Gredos, los valles pirenaicos de Roncal, Belagua y Ansó, y un par de salidas sueltas por Guadarrama han sido los escenarios de unas excursiones en general tranquilas y poco emocionadas, pero que luego han resultado dejarme mejor sabor de boca que el que temía tras las varias renuncias. También es verdad que cuando viajas con amigos te acabas olvidando de lo que no sale bien.





Por lo tanto, parece continuar la tendencia (salvo excepciones) de los dos o tres últimos años de tomarme el montañismo de forma menos emocionada, menos impulsora del ánimo. Por un lado el cuerpo me lo pide y siento que me agrada ir al campo más relajado, pero por otro echo de menos cuando proponerme un objetivo y cumplirlo me hacía sentir más vivo, incluyendo las rutas de varios días en solitario, a las que ahora parezco haber cogido algo más de reticencia. En esa tesitura, tal vez en la escalada (que actualmente limito a los bloques de travesía en rocódromos) esté la opción futura. De hecho, casi diría que en estos momentos es lo que más disfruto, sin estar saliendo a practicarla al monte. Ya dije que dedicaría tal vez una entrada al tema, pero no acabo de ver cómo enfocarlo.









domingo, 3 de agosto de 2014

Guadarrama, la sierra de los inagotables rincones por descubrir




Si, es cierto que no debe tener más rincones por descubrir que otras muchas sierras, y que mucho más inagotables deben ser esos rincones en sistemas montañosos más complejos, pero hay un par de motivos que le dan un especial valor a dichos rincones del Guadarrama.



Primero, precisamente la humildad de esta sierra, su relativa pequeñez, que no impide que sigan apareciendo nuevos “micropaisajes” insospechados (o poco imaginados) ante el montañero que ya lleva muchos años recorriéndola, cuando ya creía conocerla del todo; en Pirineos o en Los Alpes es lógico que sea así, pero en Guadarrama las sorpresas acaban por ser “metasorpresas”, porque llega un punto en el que ya no se esperan más, y sin embargo haberlas sigue habiéndolas.





En segundo lugar, esos rincones parecen seguir siendo secretos, porque lo normal es que uno se encuentre con la soledad en ellos; nuevamente es algo esperable en cordilleras más amplias que Guadarrama, pero sorprendente en un masificado paraje a menos de una hora de la capital, con efecto reclamo potenciado tras su declaración como Parque Nacional y, sobre todo, insisto, relativamente menor en dimensiones. ¿Dónde se ha metido todo el mundo que sabes que ese mismo domingo está pululando por esta pequeña sierra? No, más bien dónde me he metido yo…





A veces, apenas hay unos metros entre uno de esos rincones y la senda por la que transita la gente de manera frecuente; de vez en cuando escuchas alguna cercana conversación, mientras tú estás inmerso en un pequeño micromundo que te separa del resto. Sólo era cuestión de explorar un poco más, de meterte por ese recoveco entre los riscos que muchas otras veces antes habías visto desde el camino que muchos más conocen.





Pero mejor que sigan siendo “secretos”. Que los encuentre quien los busque. Ya han facilitado los mapas esa labor, y aunque de vez en cuando a mí me da por explicarlo en alguna descripción, algunos de ellos merecen conservar el encanto del misterio, que no lo es para algunos, quizás para muchos, pero en cualquier caso si lo es para la inmensa mayoría. El descubridor saldrá ganando si explora por si mismo, sin indicaciones de nadie.