sábado, 30 de octubre de 2010

"Casi" cumplido 95: Canto del Berrueco



Pues sí, podemos decir que nos faltó el canto de un berrueco para cumplir enteramente el plan. Pero también es justo precisar que lo que faltó es probablemente lo más interesante, el mayor aliciente, incluso la razón por la que me atrajo esta peña el año pasado: la trepada final a la cumbre. E igualmente hay que añadir que pocas veces un "no cumplido" ha resultado tan satisfactorio, debido a lo bien que resolvimos, en general, la ruta completa, que tenía su enjundia.



Contando con transporte público, los horarios de autobuses nos obligaron a ir más justos de tiempo de lo que yo había calculado; sabía que no sobraba demasiado, pero no que fuésemos a tardar tanto, aunque también es justo decir que el autocar llegó con media hora de retraso a La Adrada (en el Valle del Tiétar, al sur de Ávila).





El itinerario de subida consistía en unos 6 kilómetros de aproximación por carretera y caminos, unos 3 kilómetros fuera de traza (según el mapa, y en general así fue) por terreno agreste, y la trepada final por la inclinada pared rocosa del Canto; de los 1200 metros totales de desnivel desde el pueblo de La Adrada, nos faltó poco menos de 100 (según el mapa) para hacer cima, y nos conformamos con acceder a la cuerda de Gredos por el collado al noroeste de la cumbre.



En toda la parte de la aproximación por caminos quizá nos lo tomamos con más tranquilidad de la que habría sido necesaria. Pero luego el terreno agreste y prácticamente sin traza se nos dio muy bien. Al ser una zona boscosa, bastante espesa, apenas teníamos referencia visual del paisaje general, lo que sin caminos puede ser propicio para perderse sin dificultad, pero supimos orientarnos y tomar las decisiones acertadas sin perder casi tiempo, y eso que la incomodidad y dureza del terreno por momentos se hacía algo cansina. Eso sí, luego encontramos, cerca ya de la base del Canto, una traza de senda no indicada en el mapa, que sería bueno saber dónde se coge, para hacer más rápido y cómodo el acercamiento la próxima vez.





Saliendo ya del bosque, llegados a la altura del lugar donde está hecha la primera foto de esta entrada, y por tanto con el Canto del Berrueco perfectamente a nuestra vista, advertimos que el tiempo se nos echaba encima. Eran cerca de las 15:00, y yo había calculado, en el peor de los casos, comenzar a bajar desde la cima a las 16:00, con lo que luego tendríamos más o menos 2 horas y 45 minutos para llegar a Sotillo de la Adrada o Santa María del Tiétar (distinto recorrido de bajada, todo el rato por caminos) y no perder el último bus.





Es decir, que teníamos como mucho una hora para hacer cima desde ese punto de la primera foto. Por delante, unos 300 metros de desnivel de subida sin traza de senda (aunque ahora con hitos), por terreno inclinado - ondulado (con varias pequeñas vaguadas), alternando canchales y piornal, y luego cerca de 100 metros más de subida por roca con algo de trepada. Era difícil tomar la decisión de aventurarse a seguir subiendo, pues si en tal terreno irregular se nos daba mal la progresión, sencillamente se nos haría tarde sin remedio. Había que saber acertar con el momento adecuado para rectificar, o bien darse la vuelta, o bien renunciar a la trepada a la cima subiendo directamente al collado antes mencionado. Yo pensé que si empezábamos a subir hacia la base de la peña y veíamos que esa hora de que disponíamos se iba consumiendo demasiado rápido, habría que darse la vuelta y volver de nuevo a La Adrada. Al menos merecía la pena comprobarlo, empezando a subir antes de rendirnos definitivamente; pero la verdad es que daba la sensación de que era demasiado...





Pero lo cierto es que los 300 metros de subida hacia la base del Canto se nos dieron muy bien. Estuvimo situados al pie de la cara oeste unos 30 minutos después, con la otra mitad de la hora disponible para plantearnos o no la trepada. Estábamos justo enfrente de la canal que año y medio antes había visto desde la cuerda del Cerro Escusa, en aquella travesía por la Sierra del Valle que ya reflejé en este blog en su momento. La canal tenía buena pinta, apetecía afrontarla, era la culminación de la ascensión, parecía asequible y al mismo tiempo vistosa...



...Pero no podíamos tener la seguridad de que realmente fuésemos a ser capaces de treparla; ya sabemos que este tipo de cosas no siempre son iguales cuando se ven desde abajo que cuando te metes en ellas, aparte de que no veíamos toda la chimenea. Y claro, con sólo media hora de margen (en el mejor de los casos), si se hubiera dado el caso de, a mitad de la canal o más arriba, tener que volver a bajar, entonces ya sí que podríamos quedarnos sin margen para bajar a tiempo al autobús. Con más tiempo, se podría haber tanteado, y en caso de no poderse o no atrevernos, no habría pasado nada por destrepar y cambiar de ruta. Y, también es verdad, es bastante probable que si hubiésemos superado la canal sin dificultades importantes, nos habría dado tiempo a bajar igualmente desde la cima, según lo planeado. Pero no lo sabíamos con total certeza. Hubo que tomar la decisión de rectificar y seguir al collado.



Pero ya digo que la sensación era satisfactoria. Por un lado, toda la exploración de la zona sin traza de caminos en busca de la cara oeste del Canto del Berrueco era un aliciente en si mismo y salió muy bien, y por otro, a pesar de lo ajustado del tiempo no nos echamos para atrás hasta estar en la misma base de la canal, momento en el que creo que fuimos sensatos al no verlo absolutamente claro (a pesar de la apariencia). Es decir, que buena parte de la exploración está hecha, y ya sólo queda volver con más tiempo, hacer la aproximación sin las dudas del desconocimiento de la primera vez (o sea, más rápido) y, eso sí, contar con otro día (viernes o fin de semana) en el que el último autobús sale dos horas más tarde, con lo que ya hay tiempo de sobra. Eso sí, ya habrá que dejarlo para la próxima primavera, por lo menos, debido al horario de invierno.



No acaba aquí la cosa, pues también la bajada tuvo su intríngulis. Estuvimos en el collado noroeste del Canto a las 16:00, por lo tanto con el margen de tiempo calculado inicialmente para bajar pero, recuerdo, en el peor de los casos; es decir, que seguíamos teniendo el tiempo pegado al c... La ruta varió un poco con respecto a la idea inicial, pues desde la cima habríamos bajado por la cuerda al collado contrario (al este), y desde ahí ya para abajo por la vertiente sur de Gredos. Sin embargo, desde este otro collado consideramos más rápido seguir por un camino de la vertiente norte hasta el Puerto de Casillas. Sea lo que fuere, sin la seguridad de si nos iba a dar tiempo, hicimos toda esa bajada hasta Santa María del Tiétar (11 kilómetros, 1000 metros de desnivel) sin parar en esas cerca de tres horas (a las que hay que unir la hora final de subida), salvo para coger agua en una fuente; yo contaba con el recuerdo de los atajos entre el Puerto de Casillas, el pueblo de Casillas y el de Santa María, precisamente de la excursión antes mencionada del año pasado, pero sobre todo de hacer la descripción de aquella ruta para Pirineos 3000, y pudimos permitirnos el lujo de bajar por esos atajos sin sacar el mapa, como quien conoce los caminos de toda la vida. Mi único error en alguna bifurcación fue, afortunadamente, ya en las calles de Santa María. Por otro lado, aunque obviamente no bajamos despacio, tampoco fuimos a toda leche, lo que habría sido agotador durante tanto tiempo sin parar. Nos sobraron 10 minutos. Fue otro motivo de satisfacción por lo bien que lo calculamos. Y se demostró nuevamente que la renuncia a la trepada final fue como mínimo sensata (quién sabe si crucial).



Al margen de todo lo anterior, nuevamente nos vimos en la disyuntiva que ya he comentado en otras ocasiones: ¿ir rápido o disfrutar del lugar? En esta ocasión no pudimos elegir demasiado, sobre todo a partir de la zona agreste y sin caminos, pero lo cierto es que esta época en la que el otoño empieza a mostrar esos colores tan vivos y característicos, y la propia vida natural se muestra en una especie de segunda primavera, bien merece caminar con más calma, y más en esta zona repleta de robledales de melojo y castañares. En cualquier caso, aún no se ha llegado por aquí a la plenitud de esos colores, y por tanto en pocas semanas habrá mejores ocasiones para ese otro tipo de disfrute.





Sea lo que sea, queda pendiente el plan del Canto del Berrueco para el futuro...

miércoles, 27 de octubre de 2010

95: Canto del Berrueco

  1. Lugar: Sierra del Valle, Gredos oriental, Ávila.
  2. Momento: Mañana.
  3. Plan: Me fijé en este modesto e ignorado promontorio granítico hace un año y medio, cumpliendo el plan 24 de ésta "aventura" bloggera. Es una cima de poco más de 1800 metros de altitud, que aunque de cerca tiene un porte vistoso, apenas destaca en medio de una larga alineación que a priori es, en comparación, la parte menos "favorecida" de toda la Sierra de Gredos. Me llamó la atención alguna canal de acceso a su cumbre por la empinada cara oeste, a la cual se llega por un terreno que en los mapas carece de traza alguna de camino o senda. Todos estos ingredientes, para mi gusto, le dan mucho interés a su ascensión, así que me he propuesto llevarlo a cabo (o intentarlo), a lo que se ha unido Iván.
  4. Itinerario: La Adrada - Garganta de Santa María - Arroyo del Jorderón - Canto del Berrueco. Bajada a Sotillo de la Adrada o a Santa María del Tiétar, en ambos casos por el Collado de las Vacas, y en el segundo por Casillas.

sábado, 23 de octubre de 2010

Los que la quieren, y los que quieren algo de ella

Me refiero a la Sierra de Guadarrama, que sigue sufriendo el escaso alejamiento de su maltratador, Madrid. El catedrático de geografía y montañero Eduardo Martínez de Pisón, que pertenece al primero de los dos grupos mencionados en el título de esta entrada, explica muy bien esta cuestión en el siguiente artículo, haciendo un doble ejercicio: Por un lado, una poética declaración de amor al Guadarrama, y por otro una lúcida crítica a quienes sólo pretenden un matrimonio de conveniencia con esta sierra:

Otoño en la sierra.

domingo, 17 de octubre de 2010

Cumplido 93: "Hacia rutas salvajes" (Jon Krakauer)

"(...) intentando entender la vida y la muerte de Chris McCandless, (...) la esencia de su comportamiento se nos escapa, como si fuera una realidad vaga e inasible."

"(...) lo que pudo llevarlo a meterse en problemas era que pensaba demasiado. A veces se emperraba demasiado en querer entender el sentido del mundo, (...)"

Tras leer el libro, creo que quizá no acabamos de entender del todo a Christopher J. McCandless sencillamente porque su vida (y a la postre, la razón de su muerte) se acabó basando en que él no entendía el mundo que le había tocado vivir inicialmente. Y sobre todo porque, cuando nos ponemos a pensar un poco, tampoco nosotros entendemos del todo este mundo, y sin embargo seguimos viviendo en él y en sus convenciones. Quizá es a nosotros mismos a quienes no entendemos, pero nuestra seguridad y estabilidad depende de descargar la falta de entendimiento hacia Chris McCandless o, mejor dicho, su alter - ego Alexander Supertramp.

Recuerdo que Isa nos había comentado que un profesor suyo de la facultad opinaba que en este libro Jon Krakauer mostraba al personaje de Chris de una manera objetiva, no tan complaciente y exaltadora de su personalidad e ideales como en la película que dirigió en 2007 Sean Penn, cosa que Ángel, que estaba leyendo el libro en aquel momento, no compartía del todo. A mi me parece que ni el libro es tan objetivo (aunque creo que efectivamente lo es más que la película), ni la película pretende ser totalmente una perfecta oda a la libertad o al escapismo. De hecho, cuando la ví, me dejó un sabor agridulce. Me pilló en un momento de clara tendencia a renegar (al menos mentalmente) de lo establecido y a creer cada vez más en estilos de vida alternativos (sin atreverme a ponerlos en práctica). Y aunque para muchos la película y el personaje de Chris - Alex pudiera suponer un punto de partida o una luz para empezar a ceer en esos ideales, para mi sin embargo supuso un golpe a mi -tal vez- exceso de ingenuidad: Lo que me transmitió, además de esa identificación y empatía con McCandless, fue un difuminado mensaje de "esto no es tan bonito como lo pintan los idealistas", o peor aún, "ya somos demasiado esclavos de este sistema como para que sepamos escapar de él y, en caso de lograrlo, alcancemos verdadera felicidad". Lo cual no era un mensaje en contra de los ideales de McCandless, al contrario, pero sí una rendición ante el invencible enemigo (que es casi peor). Más que como a un soñador (que también lo era), vi a Alex como a alguien que huía desesperadamente de sus pesadillas, sin llegar a sentirse realmente pleno la mayor parte de las veces, ni en su conformismo ni en sus aventuras. Eso casi me resultó más trágico que su final, porque rompía bastante con mi manera de pensar de aquella época.

No digo con esto que renegara a partir de entonces ni reniegue ahora de las ideas que Chris alimentó leyendo a Tolstoi o a Thoreau, al contrario, me siguen pareciendo más convincentes que leer un periódico o ver el telediario para comprobar lo que preferimos en la práctica los seres humanos. Pero sí creo que es muy ambiguo discernir qué estilo de vida es lo suficientemente practicable y al mismo tiempo satisfactorio como para aportarnos las mayores cotas de felicidad posibles... ¿aquí o allí...?

Esa ambigüedad es la misma que precibí en la película, y aún más en el libro, gracias a la intención del autor Jon Krakauer de buscar todas las explicaciones posibles a la conducta de McCandless. Desentrañar completamente su personalidad fue imposible, aunque él en su diario reflejara siempre sus convicciones en un mismo sentido, pero ¿hasta qué punto vivía o no en un posible autoengaño, hasta qué punto estaba convencido o más bien trataba de convencerse? Está claro que la vida convencional le provocaba una absoluta insatisfacción, pero la alternativa buscada, ¿realmente fue como esperaba? ¿Realmente era honesto consigo mismo? ¿Se puede ser completamente honesto si sólo aceptas un punto de vista? No lo niego, no pretendo contradecir a Chris, sólo lo planteo como una duda. Al fin y al cabo, a la sociedad por él criticada le pasa lo mismo: vive en el autoengaño de aceptar como única manera aceptable de vivir la convencional, rechazando posibles alternativas. Eso sí, lo que no puede negarse es que al menos Chris probó la experiencia, y por tanto pudo contrastar los dos modos de vida, que ya es una perspectiva más abierta y por tanto sabia que la de alguien sedentario y apoltronado toda su vida. Convencido o no de sus ideas, está claro que buscaba, que no es poco.

Por otro lado, tal y como ilustra Krakauer, "el hecho de liberarse de ataduras y emanciparse del mundo opresivo compuesto de abstracciones, seguridad y bienestar material, le permitió experimentar y razonar sin esos filtros, sintiendo el latir puro y salvaje de la existencia que anteriormente le había sido amputado". Es decir, se acercó a una visión más real de la vida, pues en la sociedad convencional ha hecho falta inventar, a lo largo de la historia, muchas falsedades y eufemismos -convertidos en verdades absolutas- para lograr la estabilidad. Desde ese punto de vista, llegó a conclusiones como que "uno no debe poseer más que aquello que pueda llevar cargado a la espalda", o escribió propuestas vitales como ésta: "Sé audaz. Son demasiadas las personas que se sienten infelices y que no toman la iniciativa de cambiar su situación porque se las ha condicionado para que acepten una vida basada en la estabilidad, las convenciones y el conformismo. Tal vez parezca que todo eso nos proporciona serenidad, pero en realidad no hay nada más perjudicial para el espíritu aventurero del hombre que la idea de un futuro estable. El núcleo esencial del alma humana es la pasión por la aventura. La dicha de vivir con unos horizontes que cambian sin cesar, con un sol que es nuevo y distinto cada día. Si quieres obtener más de la vida, debes renunciar a una existencia segura y monótona. Debes adoptar un estilo de vida donde todo sea provisional y no haya orden, algo que al principio te parecerá enloquecedor. Sin embargo, una vez que te hayas acostumbrado, comprenderás el sentido de una vida semejante y apreciarás su extraordinaria belleza."

Junto a las propias motivaciones de McCandless, en el libro se generaliza un poco más el tema poniendo otros ejemplos similares. Por un lado, con exhortaciones literarias variadas, algunas pertenecientes a las obras leídas por el propio Chris, como ésta de Boris Pasternak en Doctor Zhivago: "Era como si durante toda tu vida te hubieran llevado de la mano como a un niño pequeño y, de pronto, te encontraras solo y tuvieras que aprender a andar. Ya no quedaba nadie, ni la familia ni las personas cuya opinión merecía tu respeto. En aquel tiempo sentías la necesidad de comprometerte con algo absoluto -la vida, la verdad o la belleza- que gobernara tu vida y reemplazara unas leyes del hombre que habían sido descartadas." O esta otra del antes mencionado Henry David Thoreau: "Allí la naturaleza era salvaje y terrible, pero hermosa. (...) No era el jardín del hombre, sino la esfera terrestre intacta. (...) Era la superficie natural del planeta Tierra, tal como fue creada para siempre, para ser la morada del hombre, decimos nosotros, pero en realidad para que la Naturaleza hiciera su trabajo y el hombre la utilizase si podía." O de otros autores aportados por Krakauer, como Roderick Nash: "La naturaleza atraía a todos aquellos que se sentían asqueados o estaban hartos del hombre y sus obras. No sólo ofrecía una escapatoria de la sociedad, sino que representaba el escenario ideal para que el individuo romántico practicara el culto a la propia alma que con frecuencia lo caracterizaba."

Por otro lado, se describen otros casos más o menos similares, en diferentes épocas, al de McCandless, como el de Estwick Evans, que recorrió a pie 6.400 kilómetros en el Oeste americano durante el invierno y la primavera de 1818, y dejó escrito lo siguiente: "Deseaba alcanzar la simplicidad, los sentimientos de los nativos y las virtudes de la vida salvaje; despojarme de las costumbres artificiales, los prejuicios y las imperfecciones de la civilización (...) y tener una idea más exacta de la naturaleza humana y los verdaderos intereses del hombre en medio de la soledad y la grandeza de las tierras salvajes del Oeste." Y sobre todo el muy parecido caso de Everett Ruess, un joven de 20 años que se adentró a pie en el desierto al sur del estado de Utah en 1934 y nunca salió de él; ésta era su filosofía: "Prefiero una silla de montar antes que un tranvía, el cielo estrellado antes que un techo, la senda oscura y difícil que conduce a lo desconocido antes que una carretera de asfalto, y la profunda paz de la naturaleza antes que el descontento que alimentan las ciudades. (...) Es cierto que añoro la compañía inteligente, pero hay tan pocas personas con quienes compartir las cosas que tanto significan para mí que he aprendido a contenerme. Me basta con estar rodeado de belleza." Incluso el propio Krakauer describe como paralelismo su propia experiencia escalando en solitario el Pulgar del Diablo en Alaska.

Tal y como lo estoy exponiendo, parece que el libro es favorable al punto de vista alternativo a la vida convencional, pero la verdad es que también plantea, tanto en el caso de McCandless y Everett, como en otros aquí no mencionados, las posibles incosistencias, sobre todo de tipo psicológico, de quienes vivieron esas experiencias. Un texto de Theodore Roszak encabeza ese capítulo así: "Después de todo, es probable que las personas con talento creativo estén investidas de rasgos patológicos extremos de los que resulten intuiciones geniales, pero que al mismo tiempo les impidan llevar un estilo de vida estable en el caso de que no puedan transformar sus alteraciones psíquicas en una producción artística o filosófica significativa." Y es seguido de otro de Edward Hoagland: "Llevamos nuestras heridas a la naturaleza en busca de algo que las sane, de una cura, una conversión o un bálsamo." De ésto último se puede deducir que efectivamente quien lleva su aventura a extremos como los de McCandless previamente tenía un problema, una herida que curar; pero lo cierto es que esa herida estaba causada en buena medida por la vida social convencional.

Krakauer no elude la polémica suscitada en su día en Alaska y todo EEUU con la historia de MacCandless, con muchas opiniones criticando su actitud propia de ignorante e imprudente. El autor demuestra que buena parte de su ignorancia no era tal, aunque no niega las dosis de imprudencia. Pero lo cierto es que la ideología de Chris exigía un riesgo que la seguridad material de la sociedad evita con más facilidad. En mi opinión, todos somos ignorantes en el constante aprendizaje de la vida, pero es mucho más seguro equivocarse sobre el colchón de la vida convencional que sobre la caída libre de la naturaleza salvaje. Lo que cabe cuestionarse es si McCandless acertaba o no al despreciar el progreso. Pero también podemos preguntarnos, analizando la situación del mundo actual, si el progreso tiene algún colchón debajo, o le espera debajo la misma caída libre de lo que realmente pueda ofrecernos la naturaleza a largo plazo. Porque para McCandless la riqueza y ostentaciones de la sociedad occidental eran un insulto a la lógica natural.

Otro aspecto ambiguo de la historia de Chris, que me produce cierta contradicción, y que tiene cierta relación con el párrafo anterior, parte de una declaración de un amigo del protagonista en su edad adolescente: "Chris había nacido en el siglo equivocado. Esperaba más aventura y libertad de la sociedad actual de la que ésta podía proporcionarle." Y añade Krakauer: "Lo que deseaba era vagar por tierras inexploradas, hallar una región que fuera un espacio en blanco en el mapa. Sin embargo, en 1992 esos espacios ya no existían, ni en Alaska ni en ninguna otra parte. Chris McCandless, con su lógica peculiar, dio con una solución elegante para resolver el dilema: sencillamente, se deshizo del mapa. Aunque sólo fuera en su mente, la terra se mantendría incognita." Esto enlaza con lo que dije al principio acerca del autoengaño en que necesitó creer para poner en práctica su ilusoria aventura, más artificial de lo que sus ideas transmitían. Pero por otro lado, nuevamente era el progreso, ese gran "enemigo" contra el que no se puede luchar, el que impedía que su aventura fuera más real, lo cual no era culpa suya. ¿Era un juego? ¿Era una experiencia real?

La soledad es otro tema ineludible en la aventura de McCandless. Para él era una manera de alcanzar la plenitud; a un amigo solitario que conoció durante sus viajes llegó a escribirle: "No necesitas tener a alguien contigo para traer una nueva luz a tu vida. Está ahí fuera, sencillamente." Pero hacia el final de su estancia en los bosques de Alaska, subrayó estos pasajes de Felicidad conyugal de Tolstoi: "(...)la única felicidad segura en la vida es vivir para los demás." "Una vida tranquila de reclusión en el campo, con la posibilidad de ser útil a aquellas personas a quienes es fácil hacer el bien y que no están acostumbradas a que nadie se preocupe por ellas." Y escribió con mayúsculas una frase adaptada de "Doctor Zivago" (el último libro que pudo leer): "LA FELICIDAD SÓLO ES REAL CUANDO ES COMPARTIDA".

En definitiva, no me parece que "Hacia rutas salvajes" sea un libro que pretenda sentar cátedra acerca de la vida ascética, ni exaltar el escapismo, justificando de paso la vida y filosofía de "Alexander Supertramp". Pero tampoco me sitúo en la opinión de quienes criticaron la actitud de Christopher J. McCandless, entre otras cosas porque su personalidad me deja muchas dudas por resolver, pero sobre todo porque hay una cosa que sí tengo muy clara en todos estos temas: si hay un tipo de actitud que no soporto de esta sociedad hipócrita es la dificultad para aceptar o al menos respetar maneras de ver la vida diferentes a la que cada uno de nosotros ha elegido (o ha creído elegir, ojo). Dando la vuelta a la segunda de las citas de esta entrada, si Chris pudo acabar mal por pensar demasiado, ¿qué le puede deparar a la sociedad el hecho de no pensar más allá de las ambiciones e intereses? ¿Hacia qué rutas se dirige la humanidad? ¿No es salvaje mucho de lo que hacemos? Pero no, para un "bienpensante" el loco es el asceta, el peregrino.

Sea lo que sea, me alegro del tono mesurado y poco exaltado del libro, pues ya dije en la entrada preparatoria que temía que el momento no fuera el más adecuado para tocar el tema. Quizá también yo haya puesto de mi parte al leerlo poniendo cierta distancia, y más reflexión que emoción. De todas formas, está claro que no es un ¡Eh Petrel! de Julio Villar, sino más bien una investigación periodística más impulsada por dudas que por certezas.

Por último, he decidido incluir finalmente la etiqueta "montaña" aunque el libro no trate principalmente sobre dicho ámbito, porque sí que toca el montañismo y el alpinismo en algunas ocasiones, y sobre todo dedica dos capítulos a la mencionada escalada del propio Jon Krakauer al Pulgar del Diablo, relato que ya pude leer hace varios años en una recopilación de historias reales de alpinismo editada por Desnivel bajo el título de "Al Límite", que supuso mi primer contacto con la literatura de montaña.

viernes, 15 de octubre de 2010

Cumplido 94: Dios Salve a la Reina en directo

Es curioso, pero hoy hace casi un año (24 de octubre de 2009) de la segunda y mejor de las tres actuaciones que pude presenciar de la banda de Momo Cortés en tributo a Queen, y de la que hablé en esta entrada. Ayer pude presenciar a otra gran banda de versiones del grupo británico de rock, esta vez los argentinos Dios Salve a la Reina. Es digno de agradecer que quienes nacimos demasiado tarde como para poder disfrutar en directo de nuestro grupo favorito podamos contar con tantas oportunidades para resarcirnos en parte, pero también debo decir que el factor sorpresa quizá ya ha perdido fuerza para mí en ese sentido, y ya no me siento tan frustrado, sobre todo después de aquella inolvidable actuación de Momo del año pasado (algo mancillada por otra manifiestamente peor de los mismos este 2010).

Así que ayer no lo viví de manera tan emotiva, no sé con cereteza si por ésta u otras razones. Y es una pena, porque creo que el grupo lo merecía. La verdad es que la similitud de Dios Salve a la Reina con los Queen originales es alucinante, mucho mayor que en el caso de Momo (no juzgo ya si un grupo u otro es mejor técnicamente). No sólo el sonido, las poses y gestos de sus miembros (convenientemente disfrazados, pero sin caer en la caricatura) recreaban una imitación casi perfecta de lo que era un concierto de Queen allá por mediados de los 80, tal y como he podido verles en varios vídeos.

Mención aparte merece lo del cantante, Pablo Padín, aunque la verdad es que me resulta practicamente inexplicable. Su parecido físico es más que sorprendente. Sus gestos, sus movimientos sobre el escenario calcan (insisto, sin parecer una imitación humorística) al, diríase, inimitable Freddie Mercury. Pero es que incluso el timbre de voz que reproduce es practicamente el mismo que el del malogrado cantante. De verdad, se podría decir, sencillamente, que Pablo Padín es Freddie Mercury. Y si os parece una exageración, podéis ver este vídeo que, os lo prometo, es de Dios Salve a la Reina y no de los Queen originales:



La verdad es que sólo por ver en directo algo tan sorprendente merecía la pena pagar la entrada. Dicho lo cual, y sin negar que el concierto fue todo un espectáculo, para mi gusto tuvo un defecto (por otro lado esperable) con respecto al estilo del tributo de Momo. El repertorio de Dios Salve a la Reina fue totalmente complaciente, nada arriesgado, limitado a los grandes éxitos de Queen, y por tanto, poco sorprendente, y poco considerado con quienes conocemos la discografía de la banda mucho más allá de los singles y creemos que la mayor parte de sus grandes canciones son otras; en ese sentido, prefiero con creces el buen gusto de Momo. Pero, en fin, no puedo negar que mi grupo favorito es también un histórico "super ventas", y eso acaba siendo una desventaja... Así pues, salvo algún breve "cameo" de temas menos populares, como por ejemplo el solo de guitarra introductorio de "Gimme the Prize" o el riff inicial de "Dragon Attack", el resto fue todo muy de "los cuarenta principales": "Now I´m Here", "Bohemian Rhapsody", "Tie Your Mother Down", "Somebody to Love", "We Will Rock You", "We Are the Champions", "Bicycle Race", "Don´t Stop Me Now", "Play the Game", "Save Me", "Crazy Little Thing Called Love", "Another One Bites the Dust", "I Want to Break Free", "Hammer to Fall", "Radio Gaga", "A Kind of Magic", "Friends Will Be Friends", "Who Wants to Live Forever", "I Want it All", "Innuendo", "Show Must Go On"...

jueves, 14 de octubre de 2010

94: Dios Salve a la Reina en directo

  1. Momento: Esta noche.
  2. Lugar: Sala Rock Kitchen, Madrid.
  3. Plan: No, no me he vuelto monárquico, ni tampoco loco (no más de lo que pudiera estar ya). Dios Salve a la Reina es el nombre del grupo argentino reputado como la mejor banda mundial de versiones de los míticos Queen. Esta noche tocan en Madrid, y ahí estaré.

lunes, 11 de octubre de 2010

93: "Hacia Rutas Salvajes" (Jon Krakauer)

Hoy me he propuesto empezar este libro, sin saber si será el mejor momento, o todo lo contrario (léase a la derecha la "ADVERTENCIA" general del blog)...

No sé hasta qué punto me pudo influir en su momento la película basada en el libro, que ví hace tres años, en la época en que fue estrenada, pero supongo que este blog le debe bastante a su filosofía, y ya tocaba corresponder. La verdad es que tarde o temprano tenía que aparecer por aquí (lo pide a gritos).

sábado, 2 de octubre de 2010

Cumplido 92: Canfranc - Vértice de Anayet - Sallent



Esta travesía ha tenido más momentos de tranquilidad y contemplación paisajística que de prisas y estrés, al contrario que la ruta de la Garganta de Navamediana, lo cual tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

Los inconvenientes son sobre todo de dos tipos: Por un lado, se pierde algo de percepción de aventura, ya que tenía la sensación de no ser ambicioso como montañero, de no exprimir más mis capacidades, de no querer sumar más cimas o hacer un itinerario más ajustado o exigente (la sensación de, por ejemplo, mi ascensión a La Alcazaba (Sierra Nevada) del año pasado). Se quiera o no, al cabo de años se desarrolla una especie de instinto de querer comerse uno las montañas, que si no se satisaface, deja algo de experiencia incompleta.





El otro inconveniente, en esta ocasión, era de tipo más personal, y relacionado con el hecho de ir solo. Si tienes que darte prisa en completar la ruta o te has propuesto subir a muchas cimas, estás distraído con la actividad montañera. Yo la primera tarde tenía pensado haber subido al Cuyalaret desde La Rinconada de la Canal Roya, pero como soplaba un viento frío que me echaba para atrás en la idea de vivaquear (aunque fuera con tienda) en La Rinconada, me quedé ese primer día en el chozo - refugio de la Canal Roya o Lacuart, algunos kilómetros antes, y de repente me vi solo allí con buena parte de la tarde por delante, sin gran cosa que hacer. Y aun no tengo las ganas de soledad montañera que tenía antes, al contrario.





Pero claro, el ser humano rara vez está completamente satisfecho con nada, y en el caso contrario (estrés montañero), uno echa en falta poder sentarse tranquilamente en una pradera, sin mirar el reloj ni si el sol está bajando, delante de un bonito ibón o de una montaña espectacular, y dejar que el tiempo pase sin que dicho paso se note. Impregnarse del paisaje y de la naturaleza exige quietud. La montaña no sólo se puede comer con las piernas (o con las manos en caso de trepada o escalada), sino también con la vista. Y de ahí vienen las ventajas de una actividad poco exigente, más aún por parajes tan magníficos como los del Pirineo.







Así pues, tras aquella primera tarde algo aburrida y desanimada, al día siguiente comencé a disfrutar poco a poco, cada vez más, de una ruta más que recomendable, en la que se pasa por variados ambientes, y se percibe la agradable sensación del descubrimiento propio de una travesía desde un valle a otro diferente.







Volví a pasarlo un poco regular en la subida al Vértice de Anayet, porque el terreno no acababa de parecerme muy estable, al estar húmedo y, por momentos, nevado, y la pendiente y las vistas impresionaban. En cualquier caso, no tiene gran dificultad (otra cosa es el Pico Anayet, más peliagudo). La cuestión es que aún no acabo de sentirme demasiado seguro en algunas zonas aparentemente fáciles, y quizá ese es un buen motivo para no haber sido más ambicioso en esta ocasión.







Pero lo mejor de todo vino luego, al bajar al entorno de los Ibones de Anayet. Entonces pude poner en práctica el disfrute tranquilo y merecido -tras la larga marcha- de un lugar de belleza paisajística tan singular y característica.





Llevaba mucho tiempo queriendo conocer este lugar (tal y como me había propuesto en la lista de posibles planes montañeros), atraído por las numerosas y llamativas fotos que había visto antes. Y la sensación de estar frente a esa misma fotografía, pero ahora real, e incluso sintiéndome formar parte del paisaje, me resultó muy emocionante. Ahí estaba el impresionante Midi D´Ossau, como si lo hubieran colocado a posta para encuadrar perfectamente con los Ibones de Anayet. Por supuesto, ahora era yo el que iba a tomar esas fotos...









Al día siguiente también mantuve la filosofía de seguir recorriendo con tranquilidad la zona, para visitar con calma otros parajes. A pesar de la mucha carretera e instalaciones de esquí que también me tocó recorrer, quise volver a un lugar en el que ya había estado cinco años antes, entonces con nieve y mucha gente, junto a dos buenos amigos: El Ibón de Espelunziecha:



Creo que este es el ritmo con el que merece la pena conocer o visitar por primera vez lugares como éste. Lo habitual es ascender a los picos de Anayet en una excursión de un solo día, normalmente por el Barranco de Culivillas, y supongo que la idea de emplear tres en hacer dicha ascensión puede parecer innecesario. Pero si la prioridad es llevarse un buen recuerdo, quedarse con la sensación de haberse uno saciado del paisaje, junto a alguna noche de vivac por la zona, creo que el planteamiento merece la pena. Ya habrá tiempo de mayores ambiciones y prisas en segundas visitas...











Descripción técnica de la travesía:

Primera parte (ascensión al Vértice de Anayet)

Segunda parte (ascensión a la Punta Espelunziecha)