jueves, 29 de julio de 2010

Los recuerdos que quiero guardar

No quiero que lo peor del último año y medio tenga más peso en la memoria que el resto. Tu misma, cuando te dije lo injusto que me parecía lo que estabas pasando, me contestaste que estabas saisfecha porque habías sido feliz en tu vida.

Puestos a elegir, entre los muchos momentos felices que tuve el privilegio de compartir contigo, me quiero quedar con estos y otros similares (que tánto explican quién soy ahora...):









No me alegra, pero si me consuela, que hayas podido escapar.

Infinitas gracias por todo, mamá. Nunca te olvidaremos.

miércoles, 14 de julio de 2010

Eslabones autobiográficos

El primer recuerdo que tengo de ver un partido de fútbol es de 1983: El histórico 12 a 1 de España a Malta. No recuerdo el partido en sí (apenas tenía cinco años), pero sí la llamada diaria de mi madre desde la oficina: "¿Cómo van?" "Cinco a uno" (respondí yo) "Buah, qué poco, vaya mantas" "¿Poco? ¡Si les estamos dando una paliza!"; Yo desconocia que la selección necesitaba once goles de diferencia para adelantar a -precisamente- Holanda en la clasificación y poder jugar la Eurocopa del año siguiente, y de hecho creo que no lo supe ni entendí hasta varios años después; curioso que hasta mi madre supiera más que yo de fútbol por aquel entonces...

Pero se cumplió el objetivo, y en la Eurocopa de 1984 llegamos a la final. Aquí se comenzaron a forjar, supongo, mis traumas futboleros. Tampoco recuerdo el partido, pero sí que, tras el segundo gol de Francia, se me quedó grabada la pesimista frase de mi padre: "¿Dos goles a Francia? Esto ya no lo remontamos."; en medio de la ingenuidad y el optimismo infantil, una sentencia paterna como esa sentaba cátedra, y efectivamente mi padre lo sabía porque acertó.

El primer mundial que recuerdo es el de México 86. No olvido mi primera indignación arbitral: el golazo de Míchel a Brasil que no vio el árbitro. Ni la primera eliminatoria de cuartos frustrada, ante Bélgica en los penaltis, hasta las tres de la mañana con mi padre delante de la tele.

A partí de ahí vendría, una y otra vez, la repetición de la misma historia: Toca perder. En cuartos o en octavos. En aquellos años desprovistos de dramas personales serios, una de las pocas frustraciones eran esas derrotas futboleras. En Italia 90 contra Yugoslavia en octavos. En EEUU 94 contra Italia en cuartos, partido especialmente dramático... Siempre pasaba lo mismo, era imposible, aun jugando mejor que el rival. Una frustración tras otra. No es de extrañar que, tras conocer el fútbol con la selección, me sintiese luego identificado con el Atleti a nivel de clubes. La tensísima eliminación frente a Inglaterra en la Eurocopa de 1996, el robo arbitral contra Corea en el Mundial de 2002...

En el mundial de 2006 ya había pasado el punto de inflexión de mi interés (decreciente) hacia el fútbol: La eliminación ante Francia me la perdí: estaba con Iván por Ordesa, y nos enteramos del resultado al preguntárselo precisamente a un francés muy cerca de la frontera entre ambos países, a la altura de la Brecha de Rolando. La vida ya no podía ser tan ingenua, y la importancia relativa del fútbol y sus sinsabores medraba. Además, la montaña ya me aportaba muchísimo más.

Sin embargo, la Eurocopa de 2008 llegó justo a tiempo, al límite. Era quizá la última vez que podía disfrutar de un evento futbolero de la selección sin entenderlo como una evasión de los problemas mayores, sino por su propio interés. Y, más que la final contra Alemania, el partido que me sentó como la psicoterapia, como el fin del trauma de las viejas eliminaciones, fue el de cuartos contra Italia. Aún reconocía en mí al chaval tantas veces antes derrotado, sintiendo que por primera vez ocurría lo imposible: El que botaba como un loco en la cama con el último penalti de Fábregas era el mismo de México 86, o Italia 90, EEUU 94, o la eurocopa del 96: se acababa de cumplir lo que había esperado en aquellas ocasiones anteriores.

Pero este mundial de Sudáfrica 2010 que tantísima alegría ha aportado a todo el mundo (y con razón) ya ha llegado demasiado tarde para aquel chaval que fui. El que soy ahora también se ha alegrado, sobre todo, del épico partido contra Holanda en la final. Pero no he reconocido en mí al mismo que, en la misma habitación, también junto a su padre, se quedó hasta las tres de la mañana 24 años antes viendo la eliminación ante Bélgica. No sé qué parte de culpa tengo, o si es inevitable que la vida te cambie hasta no reconocerte. Ahora era la victoria de la distracción, de no pensar en los verdaderos problemas, de sentir una vaga felicidad por unos minutos; Y se ha agradecido. Pero aquel chaval ingenuo, definitivamente, nunca vio ganar un mundial.

martes, 6 de julio de 2010

Cumplido 85: Cerro de San Benito



Naturaleza privada o privar de la naturaleza.

Secuestrar el monte y poner puertas al campo por intereses particulares de mero divertimento, es como restringir el acceso a una cima sólo para usuarios “VIP”, o como censurar puestas de sol salvo pago de una cuota televisiva. Pero más triste que las consecuencias para el humilde senderista o montañero que no pretende robarle nada a nadie sino simplemente disfrutar de su derecho a seguir sintiéndose un ser –más o menos- natural y libre, es la prepotente actitud del civilizado hombre actual, de creerse dueño de todo. Bajo la excusa de nuestra superioridad intelectual frente al resto de especies, nuestras leyes, nuestras escalas de valores, etc, etc, etc, y con el arma del dinero por montera, nos sentimos autorizados a burlarnos de los millones de años de evolución física y biológica de las tierras que pisamos, y automáticamente las convertimos en propiedad privada, como si el único objeto de dichos parajes –eternos frente a nuestra presencia efímera- fuera satisfacer nuestro egoísmo, y el único motivo de nuestra capacidad racional fuese el lucro. Qué mentalidad tan decepcionante. Con la de cotas de felicidad que ascenderíamos todos si renunciásemos más a menudo a “tener”.



El domingo volví a toparme con los muros y las vallas, con el interés de un particular que se siente amo de todo porque este sistema y su dinero le permiten jugar a dicho dominio, como quien echa una partida al Risk. Medio monte del Cerro de San Benito, cerrado a cal y canto, sin una triste servidumbre de paso, solo para que, de vez en cuando, los “amiguetes” ricos e importantes de ese señor puedan cazar allí piezas puestas “a tiro” de cualquiera que por haber visto tres documentales de “Jara y Sedal” se crea Cocodrilo Dundee con escopeta. Y en los días que no hay cacería (que son muchos más), que nadie pueda dar un paseo por allí, que es mío. Pues muy bien. Que le aproveche, si con ello siente que da sentido a su vida.

Mientras, el típico pringao de escasa ambición y raros gustos lúdicos, se ve obligado a rodear la interminable valla junto a las vías del tren durante más de tres kilómetros, para finalmente verse subiendo hacia la cima por un soleado y tedioso jaral, mientras a los lejos contempla la atractiva cuerda, entre pinares, por la que desde hacía ya años tenía la ilusión de haber ascendido. Al menos, y a pesar de los diversos inconvenientes del día (pues hubo más), me salí con la mía e hice cima. Pero no es la manera. En contra del ejemplo de euforia desatada últimamente con el fútbol, que es un ejemplo de mentalidad “resultadista” que se conforma con una calidad de juego pobre, yo sólo disfruto si la manera en que hago cima ha sido más o menos la deseada previamente. Dando la vuelta al lema del jefe del “Equipo A”, me desencanta que los planes salgan mal. La excursión pareció una metáfora más de cómo veo mi vida últimamente: quiero ser yo mismo pero no puedo: debería aceptar que hay cosas que son como son, que la cosa está montada así, y sólo cabe adaptarse.



Bueno, únicamente me queda advertir, si alguien está interesado, que no se puede subir directamente hacia la cuerda suroeste del Cerro de San Benito desde la zona de la estación de tren de Robledo de Chavela. Salvo que se quiera uno arriesgar a saltar el muro y que le pillen (ya nos ocurrió alguna vez en algún otro monte privado, y no es plato de buen gusto…)

sábado, 3 de julio de 2010

85: Cerro de San Benito

  1. Lugar: Sierra de Guadarrama.
  2. Momento: Mañana domingo.
  3. Plan: He recordado esta "vieja" idea, y aunque seguramente es una excursión muy fácil, su originalidad me ha animado: Subir al Cerro de San Benito desde Robledo de Chavela, y bajar a El Escorial.