martes, 26 de julio de 2016

El ritmo de la montaña




Tras una período largo con una serie de excursiones mayoritariamente deportivas, un eventual regreso a las velocidades moderadas y sin estrés, con prolongadas pausas, vuelve a ser la manera de reencontrarse con el verdadero ritmo al que normalmente ocurren las cosas en la montaña y en el campo en general. Aunque he disfrutado de esos viejos planes ahora cumplidos (como los mostrados en la entrada anterior a ésta), o de alguno aún más cañero y claramente marcado por un objetivo “numérico”, al ralentizar las ambiciones ocurre como que te sincronizas con la cadencia de la naturaleza y, entonces sí, la disfrutas de verdad. Sin acritud a la moda de los corredores -por la que ya he dicho que siento curiosidad e incluso llegué a acercarme a ella y no descarto probar más de lleno en un futuro-, creo humilde pero sinceramente que si alguien ha pasado por los ambientes inhóspitos sin detenerse a saborearlos, entonces los ha dejado de telón de fondo o como mucho de decorado y se ha perdido el privilegio de convertirlos en un verdadero escenario o incluso en parte del elenco actoral.









jueves, 7 de julio de 2016

Cumplidos planes 95 y 75: Canto del Berrueco y El Cancho




Quién me iba a decir a mí que, tras la anécdota de recuperar puntualmente la vieja pauta del blog sobre los planes, con motivo de la ascensión 3 en 1 a La Maliciosa, iba a cumplir poco después, y con apenas una semana de diferencia entre sí, dos viejos planes de Gredos que llevaban sin realizar desde hacía más de cinco años, tras sus intentos frustrados de entonces. Y no es mi intención que sirva necesariamente de precedente...

El Canto del Berrueco lo intentamos en otoño de 2010, faltándonos entonces tiempo para su realización final, al pie de la parte más interesante y motivo de la excursión: la canal SW a la cima. Lo dejé aparcado perdiendo las ganas de volver a intentarlo, debido a su longitud en relación a los malos horarios de autobús, y sobre todo a que la parte final de la aproximación a la base de este risco del sector oriental de Gredos me resultó entonces algo incómoda y cansina debido al terreno, algo agreste y con abundante vegetación.



Aprovechando que actualmente me siento en buena forma, y casi diría que más anímica que física -en cuanto a constancia en grandes esfuerzos montañeros-, creí que era el momento adecuado de llevarlo a cabo, y lo preparé de manera casi improvisada, después de haber descartado a última hora precisamente el plan del Cancho, debido a que éste precisaba tres días con sus dos noches de vivac y ese fin de semana las previsiones daban cierto riesgo de chubascos.






Finalmente, disfruté de uno de esos planes en los que se explora una vía de ascensión sin conocerla ni tener información previa, sólo a partir de lo que uno mismo ha visto previamente de la cima desde relativamente lejos, en alguna excursión anterior. Con la incertidumbre de cuál sería la dificultad de la canal SW del Canto del Berrueco, la sensación de aventura se acrecentó. Eso sí, desde una cierta moderación en las sensaciones, que viene siendo la tónica los últimos meses, pero dentro de que las ganas siguen estando ahí. Y confirmando que ahora me parecen sobrevaloradas las excursiones que en otro tiempo me parecían palizones; con calma y perseverancia todo es posible.

Descripción en Pirineos 3000.







En cuanto a El Cancho, se trata de un plan con bastante más enjundia, sobre todo por dimensiones de la ruta, en distancia y desniveles. La dificultad para acceder a esta alejada cima por la vertiente sur me había llevado a dos intentos previos, el del fracasado plan 75 en primavera de2010, y otro posterior ya en primavera del año pasado, en el que procuré buscar un itinerario más directo, que tampoco funcionó. Al final, acabé subiendo al Cancho por la cara norte, ya al final del verano del año pasado, y desde arriba observé una vía más directa por la sur que las dos primeras, con lo que, aun con la cima conquistada, merecía la pena quitar la espina de hacerlo desde el Valle del Tiétar, en la Vera cacereña, que era por donde había iniciado los intentos.



La consecución definitiva estuvo caracterizada por cierto estrés. Aunque menos que las anteriores, la ruta no dejaba de ser larga, y a ello se añadió que, una vez en plena aproximación a la cima, me enteré de que tenía que pasar por una finca privada de acceso teóricamente prohibido para llegar a la base de la ascensión final. Tuve que darme más prisa en acceder a zonas discretas en las que vivaquear, buscar el paso por la finca en horarios en los que no me pudieran ver, y reducir las horas de sueño precisamente debido a lo anterior. A todo ello se añadió, motivado precisamente por lo mismo, una noche previa al “ataque final” en la que casi no pegué ojo, y después de otra noche en casa en la que apenas había dormido un par de horas.




Por lo tanto, el día de hacer cima comenzó con una somnolencia parecida a la del día de La Maliciosa 3 en 1, y aunque también esta vez fui recuperándome poco a poco, no llegué a estar lo suficientemente despierto como para disfrutar mucho de la ascensión. Salvo una alegría que hacía tiempo que no experimentaba en el momento de hacer cima (supongo que por todo lo que había costado, en intentos previos y en este mismo), el resto fue más bien plano. No aburrido ni decepcionado, pero algo frío (en contraste con el calor físico que pasé), porque además quedaba la preocupación de volver a atravesar la finca para volver, si no encontraba camino alternativo por otro sitio, como temía y de hecho así fue: A pesar del desgaste acumulado, tuve que adelantar el regreso añadiendo kilómetros al propio día y quitándome horas de descanso a esa noche.




Y, otra vez, lo de las palizas sobrevaloradas: Pocas veces he hecho más esfuerzo (distancia y desnivel) con menos horas de sueño, y tampoco es que acabara totalmente destrozado; muy cansado sí, pero entero. Me recuerda a aquello que leí que le decía Valdano a sus jugadores acerca del cansancio físico y psicológico para motivarles: “El cansancio no existe, en una mentira como otra cualquiera. Un padre de familia llega a su casa después de catorce horas de trabajo y se encuentra con el ascensor averiado. Ha de subir ocho pisos caminando y piensa que no llegará nunca. De pronto, escucha: “¡Fuego, fuego!”, y lo que pensaba que no podía hacer andando lo hace corriendo: Sube los ocho pisos, agarra a su mujer y a su hijo, se los pone al hombro, y cuando se da cuenta ha bajado los ocho pisos con ellos a cuestas”.





Similar a lo anterior pero en otro aspecto diferente, hubo otra cosa que me llamó la atención: La relativización de lo impresionante de un paisaje. Cuando el año anterior vi la caída desde la cima del Cancho hacia la garganta de la cara sur por la que ahora he subido, tuve una sensación de desnivel potente y de paisaje sobrecogedor, no muy lejana a la impresión que causa la Garganta de Chilla o la Tejea desde la zona del Almanzor. Eso te lleva a pensar que va a ser especialmente duro, como me lo parecía en aquellas ocasiones por el núcleo central del macizo de Gredos. Y nuevamente aprecié que era una valoración subjetiva, sobredimensionada, sugestionada por los vistosos roquedos de la zona, pero que no iba mucho más allá (sin contar el desnivel completo de toda la ruta desde la Vera, claro) de lo que aparenta la Garganta de Peña Jardinera desde La Maliciosa. No sé si esto es bueno o malo: Bueno, porque el esfuerzo mental que hay que hacer para afrontarlo es mucho menor; malo porque ya no causa la misma emoción de excursiones épicas de hace años. Hasta que vuelva a Picos de Europa, Pirineos o Alpes, supongo...





Lo que si es cierto es que, todo este regusto pseudo – aventurero solitario en una ruta hecha con tanto estrés anímico y físico, hizo que en el regreso a casa tuviera la sensación de volver de un viaje mucho más largo y lejano, cuando apenas había sido una tarde, un día y una mañana... A veces hay que complicar las cosas para que algo parezca más escapista de lo que es...

Descripción en Pirineos 3000.