jueves, 13 de octubre de 2011

Ahora sí, cumplido 82: Senda de las Cabras y Maliciosa



A veces hay que matar la curiosidad para quedarse tranquilos, aunque luego el objetivo no cumpla con las expectativas. En este caso el objetivo principal o excusa era encontrar las clavijas de la Senda de las Cabras, por curiosidad doble, porque por un lado me llamaba la atención la existencia de clavijas en Guadarrama, y porque por otro ya las había buscado infructuosamente, quedándome aún con más curiosidad.





Al final, resultó que, sabiendo su ubicación aproximada, no fue tan difícil ni misterioso encontrarlas, ni tan poco complicado superarlas. Apenas dos tramos de unos 8 y 4 metros, con un total de no más de 12 clavijas, y que además se pueden superar sin usarlas en absoluto (en el tramo superior por una roca tres metros más a la derecha), sin que ni siquiera en este caso la dificultad llegue al II grado (como mucho en un punto muy concreto del tramo superior).





En fin, entretenido, pero poco más. Mucho hierro y pocas nueces. Y, sobre todo, si se puede hacer sin usarlas, ¿para qué se han puesto, cabras y lobo de chapa incluidos? Bueno, supongo que si no se hubiera hecho, este plan ni siquiera habría sido planeado. Pero, en fin, me quedo con las exploraciones improvisadas, como la última por La Pedriza. Pero, lo dicho, había que matar la curiosidad.



Para darle algo más de chicha a la excursión seguí subiendo hasta la Maliciosa. Y eso que, durante la subida a la Cuerda del Hilo o Sierra de los Porrones, me noté tan cansado que pensaba que lo daría por completado con lo de las clavijas. No sé si era por la falta de forma en esta época del año (ya quedan atrás las rutas más cañeras del año, y apenas he empezado a ir a correr), o por el inusitado calor en pleno octubre, o por la extraña mezcla de ambas cosas (cuando hace calor en agosto aun conservo la forma), pero el caso es que casi me medio mareaba en la, todo hay que decirlo, exigente subida hasta la cuerda. Así que el no renunciar y ver que iba mejorando (sin llegar a estar plenamente), además de ver que iba superando los tiempos que yo mismo había calculado, me produjo una sana satisfacción final.



Ahora bien, creo que si algo voy a recordar de esta excursión es la mencionada meteorología poco otoñal. Me produjo un sensación realmente extraña, con ese calor y esa sequedad en el suelo que parecían fuera de lugar, como queriendo hacerme creer que estaba en verano, pero no logrando convencerme. La verdad es que en la subida, sobre todo al principio, fue una cuestión que me agobió algo mentalmente. El poder sanador de la montaña no parecía funcionar, porque era la propia montaña la que parecía estar necesitada de que el agua la sanase, la sacara de ese ambiente impropio de la época.





También es verdad que luego a la bajada, por los bosques de La Barranca, comprobé que las faldas de la montaña siguen siendo uno de los pocos lugares en los que la vida parece aguantar más, con unos arroyos, fuentes y manantiales que resulta sorprendente que duren tanto. Eso sí, bastante menos caudalosos de lo normal, por no hablar de la diferencia con el ambiente esplendoroso que ese mismo lugar tiene en un otoño habitual. Esperemos que la cosa cambie en breve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario