Al margen de la creciente fama mundial de un grupo como Queen, absolutamente engordada a partir del impacto de la muerte de Freddie Mercury, aprovechada comercialmente hasta límites ridículos (como suele ocurrir), y al margen también de frases siempre categóricas y exageradas acerca de si éste grupo (o unos cuantos otros, cada uno en su caso) es el mejor o no de la historia del rock (y alguno se atreverá a decir incluso que hasta de la música misma, ¡con un par!), para mí está claro que, incluso habiendo quedado atrás los tiempos en que eran mis favoritos (ahora no tengo uno sino muchos, y varios por encima de éste), en mi opinión sigue pareciéndome una banda única e irrepetible. Para algunos estará sobrevalorada, para mí se sigue infravalorando su mejor etapa, la inicial, en detrimento de sus “jitazos”, principalmente ochenteros, que son por los que se les conoce mayoritariamente, y ahí si que creo que hay algunos muy sobrevalorados (el que más, el que dio nombre a cierta “diva” actual…)
Y precisamente al respecto de esa predilección mía por los inicios de Queen, en concreto por sus magistrales cinco primeros discos, siempre había echado de menos poder disfrutar de álbumes en directo o vídeos de conciertos de aquella etapa. Durante muchos años tuve que conformarme con los “Live at Wembley” (grabado en 1986, emotivo y espectacular, pero con un repertorio muy descompensado en contra de mis favoritas de los años 70), y con el algo más cercano a mis preferencias “Live Killers” (este de 1979, pero con bastantes canciones de “News of the World” (1977) y “Jazz” (1978), dos buenos discos pero bastante por debajo de lo anterior, y por tanto descartando muchos grandes temas de aquella primera etapa inspiradísima, aunque también es un gran directo).
Con el tiempo, y siempre bajo el impulso comercial del mito, ha ido saliendo material oficial que sí recoge directos enteramente centrados en aquellos primeros cinco discos, o parte de ellos. “An Evening at the Concert Hall” (grabado en 1977 pero editado en 2009) recopila exactamente los cinco álbumes (“Queen”, 1973; “Queen II”, 1974; “Sheer Heart Attack”, 1974; “A Night at the Opera”, 1975; y “A Day at the Races”, 1976), y esto en principio lo convertiría en el directo perfecto de Queen para mi gusto, y en buena medida lo es. Sin embargo, ahora con la salida de los dos directos de marzo de 1974 y noviembre de ese mismo año bajo el título “Live at the Rainbow `74”, que recoge sólo material de los tres primeros álbumes, me he metido de lleno en la etapa más genuinamente Queen en su esencia, en su pureza más auténtica, menos pretenciosa en cuanto al nivel de éxito comercial, y más brillante, barroca y virtuosa artísticamente, sin menoscabo de las incontestables joyas que, ya con mayor fama mundial, aparecerían en los dos discos con nombre de películas de los Hermanos Marx. “An Evening at the Concert Hall” puede marcar el último hito de la etapa para mí más brillante de su carrera, pero “Live at the Rainbow `74” lleva directamente al centro neurálgico de dicha etapa.
Por lo tanto, es en estos discos y DVDs donde se ve a los Queen que a mí me habría gustado ver en directo; no a los del pop, los vídeos musicales, las bandas sonoras y el bigote de Freddie (a los que también echo de menos haberme perdido), sino sobre todo a los del Glam, el hard rock, el barroquismo progresivo – operístico y los pelos largos. Los 70, siempre los 70. (Y los 80, siempre los nefastos 80 –musicalmente, y sólo en general, porque también hubo cosas buenas-).
¿Cómo es posible que temazos como “Father To Son” o aún más la maravilla de “White Queen” (ambas de Brian May) quedasen luego en el olvido, luciendo como lucen en estos directos, la segunda con ese precioso añadido del piano…? Bueno, supongo que para algunos no convenían a los tiempos posteriores, habrían estado pasadas de moda… Qué pena que incluso Queen acabasen dando tanta importancia a las modas, no ya porque tuviesen o no derecho a subirse al carro de las mismas, sino sobre todo por el perjuicio que supuso para su intachable repertorio anterior. Pero claro, genialidades como “March of the Black Queen” ó “In the lap of the Gods” (éstas de Mercury, también presentes en los “nuevos” directos) al parecer eran demasiado para llegar a millones de oyentes, que eran los sueños de grandeza de Freddie, desafortunadamente o no cumplidos luego (y más tras su muerte). ¿Pero por qué? Si a base de ponerla millones de veces en la radio, hasta “Bohemian Rhapsody”, que no es precisamente una composición muy ortodoxa para círculos mainstream, ha acabado gustando a millones de personas. No es cierto que a la gente no le guste la buena música, es que no la conocen: la culpa es de los medios, que siempre han decidido arbitrariamente lo que se debe conocer, lo que debe gustar, lo que se debe considerar bueno. Y sí, desde ese punto de vista, a mí también Queen, esos Queen, me parecen sobrevalorados.
Volviendo al tronco tras haberme ido por las ramas, son increíbles momentos de estos directos como la propia introducción, con aquel instrumental solemne y atractivo llamado “Procession”; o cuando el grupo se transmutaba en banda de jazz New Orleans para interpretar “Bring Back That Leroy Brown”, mostrando dotes instrumentales que se desvanecerían en años posteriores. Y cómo sonaba el bajo de John Deacon en los temas más cañeros…¡Si por momentos recuerda, sin exagerar, a Geezer Buttler de Black Sabbath! Y pensar en lo hortera que llegaría a ser más tarde… Y esos coros, más elaborados y bastante más eficientes que en los directos posteriores. Y la voz de Freddie, ya completamente pletórica. Y la batería de Roger Taylor, más veloz y contundente de lo que luego mostraría. De Brian May poco hay que decir, porque me parece el miembro del grupo más fiel a sí mismo a lo largo de toda la historia de Queen (y evidentemente no me refiero a su imagen, que para el caso me la trae al pairo). Y la puesta en escena, rimbombante, ambigua, exagerada, verdaderamente definitoria de un grupo con personalidad y con sello de mito, no como la comodidad conformista de los 80 (vaqueros, zapatillas deportivas, etc.); aunque repito que esa es la parte que menos me importa (pero haberla hayla).
Realmente, son repertorios tan intensos y actuaciones tan disfrutables que yo, personalmente, no echo en falta los muchos super-hits (prácticamente todos) que faltan, incluyendo también los mejores de éstos. Es una gozada poder disfrutar de este material tan valioso, más ahora que, una vez que también lo más posterior de Queen ya se va quedando viejo, el tiempo vuelve a poner en su lugar (para quien quiera apreciarlo) el verdadero balance entre unas y otras canciones.
No niego que el hecho de que ahora se editen todos estos discos y vídeos tiene también su componente comercial, sacacuartos de fans empedernidos. Pero, además de que ya he dicho que éste lanzamiento en concreto representa (como “An Evening at the Concert Hall”) lo que siempre quise tener y hasta ahora no pude (aun sabiendo que podía existir en versiones “bootleg”), lo que sí tengo claro es que, pudiendo elegir entre ese último y enésimo recopilatorio que han sacado de temas en estudio con sólo tres canciones nuevas (una de ellas con doble aprovechamiento comercial necrólatra, con el dueto Mercury – Jackson), y esto que comento en esta entrada, me quedo con los irrepetibles años 70.
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