jueves, 17 de diciembre de 2015

Compartir la montaña




Ya hablé en cierta ocasión (hace mucho, en una entrada de la primera época del blog), de las diferencias que se perciben emocionalmente entre las excursiones en solitario y las que se hacen con amigos, sin la intención (ni la consecución) de decantarme por unas u otras, ya que ambas tienen sus ventajas.





De hecho, algunas de esas ventajas provienen de una supuesta desventaja. Por ejemplo, cuando vas por primera vez a un lugar en el que no has estado, o realizas una ruta nueva, en el caso de ir solo –y a pesar de la ventaja del privilegio de descubrirlo en solitario- echas de menos no poder compartir el “descubrimiento” con tus amigos; eso lleva, sin embargo, a que por un lado estés haciendo mentalmente presentes a tus amigos al imaginar cómo les estaría gustando a ellos estar ahí, y por otro a que te reserves la excursión para poder compartirla alguna vez en el futuro: “pues os tenéis que venir a subir por donde subí yo ese día…”.






Eso es lo que he vivido últimamente con la poco conocida ascensión a La Maliciosa por la Cuerda de los Asientos, y la conclusión es que puede haber pocas excusas mejores para hacer la misma excursión dos veces (o más, si no vienen todos tus amigos montañeros en la primera repetición…)




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