martes, 19 de abril de 2011

113, la mejor escapada en mucho tiempo: Noche de luna en Peñalara



Tenía dormidos los sentidos montañeros. Subía a la montaña, sí, y me agradaba más que quedarme en casa, también. Pero ya no era lo mismo. Ni Henry Rusell acababa de convencerme del todo con sus "Recuerdos de un montañero". Era como si fuera un chicle demasiado mascado, que hubiera perdido el sabor, o como una canción en otro tiempo favorita, pero ya escuchada excesivas veces. O como si el sabor del chicle ya no fuera tan intenso como el amargor de la vida, o la melodía de la canción sonase más tenue que el ruido de los pensamientos (entre preocupados y pretendidamente maduros).

Estaba dormido, pero la noche del 16 al 17 de abril me desperté. Volví a entender, en contra de lo que estaba empezando a pensar, que, lo quiera o no, necesito escaparme de vez en cuando. Escaparme de verdad, huir de las sensaciones rutinarias. Y eso también implica que la montaña no sea una rutina.

Por eso esta excursión era seguramente el necesario punto de inflexión, por ser una experiencia nueva en varios sentidos: Nunca había hecho una excursión nocturna a esa altitud, con nieve, luna prácticamente llena, y en solitario. Y lo que quiero destacar de esas carcaterísticas no es otra cosa que la sensación absoluta de evasión que se alcanza. Es algo alucinante, surrealista; sientes como que la luna es realmente el terreno que pisas.



Pero pocas horas antes de eso aún me asaltaban las dudas, incluso en el momento mismo de empezar la excursión en el Puerto de Cotos. Ya desde por la mañana el día se había presentado más nublado de lo que anunciaban las previsiones, y entre eso y que finalmente supe que iba a tener que hacer yo solo la excursión, casi me entraron tentaciones de volver a hacer lo mismo que con la luna llena de un mes antes: quedarme en casa por ver cierto partido. Esa debilidad, esta vez la superé; ya entonces cometimos el error de perdernos la luna llena más grande en muchos años, y, desde luego, mucha más nieve aún en Peñalara, y total, para nada (el Atleti volvió a perder por enésima vez con el Madrid). Por lo tanto, no podía caer en el mismo error.

Pero, ya en Cotos, y en parte haciendo tiempo para que la puesta de sol me pillara en la cima de Peñalara, la nubosidad seguía siendo bastante desalentadora. ¿De qué me servía la luna llena si me podía pillar la niebla en plena noche ahí arriba? Desde luego que estaba decepcionado, aunque, al igual que últimamente las emociones positivas no eran precisamente demasiado intensas, tampoco lo eran las negativas. Resignación, le llaman.

Así pues, con esa misma resignación me puse en marcha por la senda del Batallón Alpino, sin que el cielo acabara de despejarse en la zona de Peñalara, mientras dejaba atrás Cabezas de Hierro, que ya estaban vestidas con las pieles de leopardo de las nieves propias de la época del deshielo...







Así las cosas, subiendo por la senda del Batallón Alpino me sentí como otras veces anteriores (por ejemplo en El Nevero): con sensación de baja forma física. Es curioso cómo cambia la percepción de este tipo de cosas según el estado de ánimo, como comprobaría horas más tarde.

Llegué al collado de Peña Citores, donde está una de las fuentes más altas de Guadarrama, la Fuente de los Pájaros, y en cuya pradera meridional acampaba el Batallón Alpino del bando republicano durante la Guerra Civil, cerca de las correspondientes trincheras. Siempre me cuesta imaginar un lugar tan apacible convertido en un escenario violento.



Tras comer un poco y hacer más tiempo para que se acercara el atardecer, comprobé que al fin las nubes habían casi desaparecido y dejado el cielo despejado . Me dirigí hacia Dos Hermanas, y cerca de la cuerda me encontré con la que poco después sería la protagonista de la excursión:



Ahora sí, aquello empezaba a tener muy buena pinta. Y volvía a tener ganas de sentirme libre moviéndome espontáneamente por el monte: De repente, y sin quitarme el macuto, bajaba unos metros rápidos e innecesarios para la subida, sólo para asomarme al Circo de Peñalara y ver su laguna, y luego volvía a recuperar esos metros deprisa para no perderme ni un minuto de la puesta de sol. Y una vez recuperada la cuerda de nuevo, volvía a subir a buen ritmo hacia la cumbre de Peñalara. ¿Ya no me sentía cansado? Pues no: Ese era el verdadero cansancio de todas las última excursiones, incluso esta misma al principio: la falta de ganas. No digo que en otras épocas no haya estado bastante más en forma, pero la sensación era aún mayor que la realidad.







Mientras, el sol y la luna disfrutaban de unos minutos para despedirse, como si fueran los amantes protagonistas de aquella película, "Lady Halcón".





Llegué a tiempo a la cima para ver los últimos minutos del ocaso, y mientras cenaba me puse a sacar fotos del espectáculo.











Algo más tarde, aún en la cima, y con la noche ya practicamente cerrada, empecé a disfrutar de las sensaciones que produce la impresionante y mágica claridad de la luz de la luna en un paisaje nevado a más de dos mil metros de altitud.





Incluso la anaranjada contaminación lumínica de Madrid, al otro lado de Cuerda Larga, adquiría un tinte especial en medio de aquel pequeño paraíso espacio - temporal. Al otro lado, al noroeste, se podía ver perfectamente Segovia, con el Alcázar y la Catedral.





También empecé a sospechar, como de hecho ya me estaba ocurriendo, que no sólo iba a disfrutar de la situación en sí, sino que además iba a estar buena parte del tiempo entretenido en experimentar haciendo estas fotos con exposición prolongada, que evidentemente llevan mucha más preparación y espera que las instantáneas. Además, al tener que usar el trípode, podía permitirme salir en unas cuantas de ellas, como ésta en el vértice geodésico (sin flash -ninguna foto de esta entrada lo necesitó-), eso sí, teniendo que permanecer inmóvil un minuto o dos (y aún salía borroso).



Se me pasó el tiempo volando mientras estaba por allí como un niño con zapatos nuevos. Ni siquiera me importaba demasiado el frío viento que soplaba desde que había llegado a la cima. De vez en cuando miraba la continuación de la cuerda hacia Claveles, que sin ser difícil ni demasiado expuesta sí puede impresionar, y más en plena noche, con nieve y estando solo. De hecho, sabía que podía ser un punto de posible renuncia en caso de canguelo, aunque conociera el lugar y ya lo hubiera recorrido incluso con más nieve. De todas formas, era un problema para más adelante; ahora seguía disfrutando de la cima.



Pero el caso es que ese rato dio pié a lo que parecía que podía volver a ser un nuevo infortunio: En pocos minutos, la niebla se echó sobre la cumbre, al principio pasando en ráfagas, pero pronto cerrándose por completo.

Era curiosa la situación. En medio de una niebla tan cerrada, que no dejaba ver ni la luna, sin embargo la luz de ésta seguía iluminando con cierta intensidad los escasos cinco o diez metros del terreno que se podían ver alrededor: La cima se había convertido en una especie de islote en medio de un oscuro océano cuyas profundidades no sólo se hundían hacia abajo, sino también hacia el cielo. Y yo era el náufrago.

Si la cosa hubiera durado poco, no habría habido mayor preocupación, pero el caso es que empezaron a ser muchos minutos y aquello no se arreglaba. Ahora tenía la sensación de que, claro, al fin y al cabo, no podía ser tan perfecto como parecía que iba a ser unos minutos antes. Me regañé por haber perdido tanto tiempo haciendo fotos, en vez de aprovechar para bajar, pero claro, ¿cómo iba a a imaginar que la niebla aparecería tan repentinamente? Además, peor habría sido si me hubiera pillado en plena Cresta de Claveles.

De hecho, la cosa no tenía mayor peligro; era tan sencillo como, no ya bajar de nuevo por donde había venido (que con niebla puede ser igualmente un peligro), sino simplemente quedarme a dormir en el vivac de la cima (que para eso me había traído el saco). Así pues, aproveché para hacer más tiempo reconstruyendo el muro del vivac, que precisamente estaba roto por el lado sur, que era por donde venía el viento y la niebla esa noche. Además de darle tiempo a la niebla para que se despejara, con el trabajito me mantenía en calor, pero lo cierto es que seguía sin arreglarse, y la reconstrucción del abrigo ya me parecía un objetivo en si mismo.

La verdad es que para cuando estuvo terminada la "obra", y casi me empezaba a hacer ilusión disfrutar de la misma pasando una buena noche en medio de la niebla, supongo que por aquello de la Ley de Murphy el cielo empezó a despejarse por momentos. Pero mirando hacia el sur, y hacia el fondo del Circo de Peñalara, se veía que seguían subiendo nuevas nubes. Ahora la niebla duraba unos segundos y se despejaba, para luego volver a taparse, y así sucesivamente. Aquello podía significar que iba a terminar de pasar, pero no podía estar seguro. Y sobre todo, no podía asegurar que no fuese a volver a aparecer media hora más tarde y me pillase por Claveles. De nuevo las dudas, como en Cotos. Bueno, paciencia que tengo toda la noche...

Finalmente, decidí desafiar a Murphy en un momento en el que el cielo aguantó más rato despejado, y me empecé a poner los guetres, a ver qué pasaba. Seguía despejado, así que me puse también los crampones. Y, en contra de todos los postulados de esa famosa ley, cuando me volvía a asomar a la vertiente sur, no sólo no venían más nubes, sino que incluso las que antes permanecían en Cuerda Larga (como se ve en varias fotos anteriores) habían desaparecido por completo, y además el viento había dejado de soplar. El cielo estaba totalmente despejado. Había llegado el momento...

Como curiosidad, y no me lo estoy inventando, debo indicar que la niebla había permanecido, con sorprendente aproximación, entre las diez y las doce menos cuarto de la noche, el mismo perído de tiempo que duró el partido que finalmente había decidido perderme... Parecía como si la tensión acumulada de todo Madrid durante el encuentro llegase a Peñalara en forma de niebla (por que de hecho venía de allí, del sur), y al final se hiciera la calma... En fin, no deja de tener su coña, la verdad... ¡Que nadie coja un barco en Valencia mañana miércoles!

A lo mío. Había llegado el momento de disfrutar de verdad...



La continuación hacia Claveles no me dio practicamente ningún canguelo. Al contrario, la disfuté muchísimo, con las sensaciones tan difíciles de explicar que produce estar a medianoche en un lugar tan vistoso, con un tiempo tan perfecto y una luna tan increíblemente alumbradora que casi nunca necesitaba encender la frontal. Además, yo seguía entretenido con lo de las fotos. Antes incluso de dejar atrás la cima, hice pruebas precisamente con la luz de la linterna, calculando cuánto rato tenía que permanecer parado en un punto para que también se me viera a mi:







Cualquiera que me hubiera visto completamente solo en tal lugar, a tal hora de la noche, haciendo tales carreras, paseos y demás chorradas, me habría tomado por un chalao... Bueno, qué digo, ni siquiera puedo estar seguro de por quién me tomaréis los que leáis esto, si es que habéis llegado a leer hasta aquí... (en tal caso, gracias).

Continué hacia Claveles, comprobando que con nieve es tremendamente cómodo bordear este risco por el noroeste, además de nada asustadizo si hay buena huella, como era el caso:





Y finalmente llegué a uno de los lugares más bonitos del Macizo de Peñalara, el entorno de la Laguna de los Pájaros, con la Cresta de Claveles, que había bordeado antes, de fondo. Aquí ya me quedé totalmente embelesado. La sensación de escapada era absoluta. A la hipnotizadora luz de la luna sobre la nieve se unía el silencio, sólamente roto, muy agradablemente, al acercarme junto a la orilla del arroyo que desagua la laguna. Sentía que estar allí era un privilegio, un regalo. Qué gozada.



Continué luego bajando por los amplios llanos de origen glaciar, que con la magia del momento podían transportarme con la imaginación a un verdadero glaciar aún activo.





Miles de cristalitos de hielo escupían reflejos de la luz de la luna con mucha más intensidad con la que lo hacen durante el día.

También tuve la oportunidad de hacer otra prueba fotográfica que llevaba tiempo queriendo intentar, la de difuminar el movimiento del agua con obturación lenta. Como en mi cámara no se puede cerrar el diafragma, ni manualmente, ni demasiado, sólo podía esperar a una situación como ésta. Y aun así, confieso que hice trampa, pues esta cascada estaba a contraluz de la luna, y tras una primera prueba fallida, tuve que iluminarla artificialmente con la linterna (de ahí el color azul) mientras exponía la foto durante un minuto.... seguiré probando...



Y para rematar, el Valle del Lozoya acabó por cubrirse por un mar de nubes, y pude hacer esta foto:



Esas mismas nubes volvieron a subir y por tanto me metí en la niebla a la altura del puente que cruza el Arroyo de Peñalara. Por otro lado, ahora el cansancio ya si que era importante y real, por las muchas horas sin sueño (eran cerca de las cinco de la mañana), así que decidí no subir a dormir al Refugio Zabala, y bajé a echarme un par de horas en uno de los cobertizos que hay cerca ya de Cotos. Esa es otra de las dificultades de este tipo de excursiones, que acabas realmente reventado, y con los horarios desacompasados. Y si, como escribió en algún momento el propio Rusell al principio mencionado, y yo mismo lo viví hace años en una travesía una noche entera por Cuerda Larga, sigues caminando después del amanecer, no es difícil incluso acabar seriamente irritado.

En cualquier caso, una experiencia única, y la mejor excursión desde Cabeza Mediana en Gredos (y ojo que entre medias he estado incluso en el Pirineo...). Por cierto que en aquella de Cabeza Mediana también me perdí el mismo partido...

El chicle ha recuperado su sabor, y la canción vuelve a sonarme bien. Tenía dormidos los sentidos montañeros, pero creo que me he despertado...

7 comentarios:

  1. Muy bien Alberto. Qué experiencia tan bonita. Tus pruebas fotográficas han quedado muy chulas, desde luego. Seguro que disfrutaste un montón.
    Por cierto, y tal y como decías, pues sí, te he tomado como un loco... jejeje.
    Pero... ¿acaso alguno de los que amamos esto está cuerdo? ;-)

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  2. Impresionante. Menuda noche...la foto-prueba es preciosa, incluso la luz azul le da un toque mágico.
    Entiendo por experiencia propia que lo de las pruebas con exposiciones prolongadas es absorbente, una vez empiezas, no puedes parar jeje.

    Un buen despertar.
    Un saludo.

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  3. De algo tiene que venir lo de "estar como una cabra", digo yo...

    La verdad es que la fotografía puede llegar a ser un vicio, y más en el campo.

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  4. Loco... ¿por...? :-)

    La vida está para disfrutarla con este tipo de cosas o con las que cada uno considere.

    ¡Enhorabuena por la valentía y el vencimiento y por ser capaz de hacer lo que querías?

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  5. PD Lo del final debía ser una admiración y no un interrogante.

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  6. Bueno, son formas de hablar... Sana locura, al fin y al cabo.

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  7. JOOOD..menuda novela, ni que hubieras subido al Kilimanjaro.

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