martes, 23 de agosto de 2011

Cumplido 122: Cita con la cumbre

El libro de Juanjo San Sebastián, del que tantas buenas opiniones llevaba escuchando desde hace años, efectivamente ha cumplido con mis espectativas, y no sólo me parece una de las mejores obras de alpinismo que he leído, sino que hacía tiempo que un libro, de éste o de cualquier otro subgénero, no me emocionaba hasta este punto.

De entrada, yo es el libro de alpinismo que recomendaría a cualquiera que no esté precisamente familiarizado con el mundo de la montaña. Por un lado, por su sencillez de exposición y su tono ameno, incluído el sentido del humor. En segundo lugar, porque no se pierde en tecnicismos alpinistas, y los pocos que hay, los explica como quien se dirige a un público cualquiera, totalmente amplio. Pero sobre todo, porque aparte de un libro sobre alpinismo, es un libro sobre humanismo, sobre experiencias vitales comunes contadas con una filosofía reflexiva y profunda pero que cualquiera puede entender. La montaña es casi un escenario o una excusa para hablar, más bien, de la vida, de las etapas de la misma y las transiciones entre ellas, de los miedos e inseguridades, del dolor y de la amistad.

Juanjo San Sebastián no se mete en descripciones rimbombantes ni sobrecargadas de estilo épico, sino que cuenta con sencillez anécdotas y vivencias que por sí solas tocan la fibra. Tampoco engaña a nadie tratando de dar la explicación incuestionable de por qué alguien arriesga su vida subiendo ochomiles; da su perspectiva del asunto, y deja que el lector saque sus conclusiones: no trata de convencer a algún posible lector escéptico. Es todo honestidad; incluso se ríe de sus propios errores, ingenuidades y posibles autocomplacencias del pasado y a veces del presente, y nunca con falsa modestia. El libro tiene fases que me han hecho soltar carcajadas, y otras que me han puesto un nudo en la garganta, y en algún caso incluso casi en la misma página. Como la vida misma. Uno se imagina a Juanjo como lo describe el prologuista del libro, David Torres: Alguien que cuando sonríe, sonríe con toda la cara.

El núcleo de la historia, la ascensión al K2 en 1994, es una experiencia que, además de épica, espectacular e increíble en si misma, en lo humano es muy dura. Resulta complicado ponerse en la piel de alguien que se dispone a contar algo así en un libro, de la misma manera que podría crear alguna extraña conciencia al lector el hecho de pensar que va a enriquecerse, e incluso disfrutar, de un hecho con un componente trágico real. Pero la manera en que lo transmite Juanjo justifica completamente cualquier posible intento de reproche al respecto. Logra que lo sientas tan natural como lo es la vida misma. Porque de hecho es así, más allá de lecciones morales sobre lo que debe o no debe hacer alguien con su vida.

De hecho, uno de los componentes mejor explicados por Juanjo (no puedo evitar nombrarle como si tuviera confianza con él, porque de alguna manera, la transmite al lector), es su capacidad para transmitir su filosofía del enfrentamiento de las personas a algunas de las grandes barreras (naturales) del ser humano: el sufrimiento, el dolor, el miedo y, finalmente, la muerte. La conclusión, supongo que no puede ser más acertada; más o menos viene a decir (no lo subrayé, y no acabo de encontrarlo), que para vivir la vida con plenitud hay que estar dispuesto a soportar una mayor o menor carga de sufrimiento; es inevitable.

Por cierto, Juanjo no cumple en absoluto el modelo de escapista de, por ejemplo, Henry Russell, el amante del Pirineo con ciertas dosis de misantropía. De hecho, ama la vida lejos de las grandes cordilleras, y muestra un gran afecto por el ser humano. Pero, en cualquier caso, las altas montañas si son, en un momento determinado de su vida, su lugar de huida tras el desencanto de alguna etapa vital previa.

3 comentarios:

  1. Espero poder leerlo pronto. Y también espero que te haya ido bien por el Pirineo... este verano ha habido muchos problemas y hasta el viernes había dos montañeros desaparecidos y aconsejan no ir solo.

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  2. Por cierto, tengo dos comentarios que hacer a la parte derecha de tu blog. El primero, que no entiendo el primer ¿aquí... allí? El segundo, sobre la advertencia al blog en general: el ser humano pragmático, como cualquier otro ser humano, busca la felicidad, incluso aunque no lo sepa y esa no se consigue con ambición y provecho ¿no crees? Además, ¿cuál es el mundo real, el del utilitarismo o el que busca y procura la felicidad?

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  3. Pues mira, sinceramente, a las dos preguntas te puedo contestar de la misma manera: No tengo respuesta, lo siento. El propio título del blog es una pregunta: yo no sé contestar, sólo preguntar, y dudar, y estar a medio camino entre una opción y otra (pragmatismo-escapismo, que desde luego son buscadas en proporciones muy distintas dependiendo de la persona); no logro tener tantas cosas tan clarísimas como muestra la mayoría de la gente, qué le voy a hacer. ¿Aquí o allí?

    El mundo que hemos creado los humanos me parece un tira y afloja entre materialismo y humanismo, pero con aparente dominancia de lo primero, que incluso hasta utiliza lo segundo para negociar con ello y quitarle su significado. El primer aquí o allí es la doble opción: ¿Somos así, no podemos hacerlo mejor, y nos conformamos con ello, o luchamos por cambiarlo? ¿Alguna vez nos parecerá que el mundo está realmente bien y dejaremos de quejarnos? ¿O es inevitable que siempre haya quien todo le parezca que funciona bien, y quien todo le parezca que funciona mal, vayan como vayan las cosas? ¿Hacia dónde vamos? ¿Somos ésto que somos, o vivimos escapando de lo que somos? Qué sé yo...

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