jueves, 3 de enero de 2013

Estrellas y borrascas. Seis caras norte (Gaston Rébuffat, 1954)




No me extraña que Estrellas y borrascas de Gaston Rébuffat esté considerada como una de las obras maestras de la literatura de alpinismo, a pesar de sus sólo 118 páginas de extensión. Aparte de la categoría de las ascensiones descritas –para la época pero también actualmente-, las seis escaladas de mayor prestigio en los Alpes (caras norte de las Grandes Jorasses, Piz Badille, Drus, Cervino, Cime Grande di Lavaredo y Eiger), la belleza poética con que está escrito eleva su valor muchos metros por encima, si cabe, de las cotas físicas alcanzadas por el guía francés.

Por culpa de todo ello, el libro podría leerse, aun con toda la degustación que merece, en un solo día; como a mí me daba pena despacharlo tan rápido, procuré dejarlo en tres jornadas de lectura, con una intermedia más para hacer una excursión por la sierra. La ventaja es que su brevedad y calidad invita a ser releído más de una y de dos veces.

Comienza Rébuffat cada una de las narraciones con una evocadora descripción de la montaña a escalar, con especial énfasis en la vía objeto de la ascensión. Logra aquí trasladar al lector el deseo previo del escalador ante su reto; la imagen del montañero al pie de la montaña es clave para entender esta pasión, y el autor consigue en cierta manera que el lector se sienta en parte en esa situación. Por otro lado, tiene mucho mérito lograr descripciones originales de montañas tan populares y ya descritas como el Cervino: ¿Qué se podía decir de él que no se hubiera dicho, incluso ya en aquellos años 50 del siglo XX? Bueno, pues incluso ahora resulta una evocación fresca y original.

A continuación, Rébuffat rinde homenaje a sus predecesores en el objetivo a culminar, con un resumen de la historia de su conquista. Por un lado es una agradable muestra de sencillez y respeto, huyendo de posibles ínfulas de autobombo, y por otro añade interés documental a la obra. En este sentido, Estrellas y borrascas, siendo ya un clásico, supone una diferencia con la lectura de los escritos de Edward Whymper o Albert Frederick Mummery, que como pioneros que fueron –cada uno en lo suyo-, no tenían referencias previas. También se puede considerar un punto intermedio entre aquellos libros del alpinismo remoto, y otros ya de este siglo XXI, como La llamada del silencio de Joe Simpson, en el que de hecho la lectura y evocación de los predecesores se convierten en un motor, en una guía y también en alimento de los miedos del autor.

Finalmente, la descripción de la aventura es de un dinamismo y una belleza muy estimulantes. La vibrante y en ocasiones tensa acción no cierra camino a la poesía, ni ésta entorpece nunca a la primera. Rébuffat escribe con una elegancia similar a aquella con la que escala; no hay más que ver su imagen ascendiendo por verticales paredes: no se aferra a la roca, la acaricia con sutileza, mientras fuma en pipa. Así escribe también: sin grandilocuencias pero sin perder las formas; sin florituras pero con colorido y vitalismo. Me resulta bastante más bonito y disfrutable que el estilo de su amigo Lionel Terray en Los conquistadores de lo inútil, por ejemplo (aun considerando que es otro gran libro, con otros muchos valores a destacar).

Y precisamente hay que decir algo en relación al mencionado Terray. Ambos alpinistas franceses son guías, pero mientras éste destaca el mayor valor de las empresas que acomete fuera de su trabajo, Rébuffat disfruta especialmente del hecho de realizar ascensiones con varios de sus clientes, y de hecho alguna de las descritas en este libro son así; Rébuffat disfruta “abriendo las puertas de la montaña” a otros, sirviéndoles discretamente el descubrimiento de paisajes y panoramas, programando paradas en aquellos lugares en los que sabe que su acompañante va a impresionarse con las vistas: Le gusta ver la felicidad dibujada en el rostro de su cliente. Muestra con ello un carácter especialmente generoso. No critico con ello a Terray, ni mucho menos; de hecho me parece otro personaje, aparentemente, de una gran nobleza y dignidad; pero sus prioridades eran otras: Él era guía como medio para subsistir estando cerca del lugar que más amaba, las montañas. Rébuffat siente el oficio de guía en sí mismo como el más satisfactorio del mundo.

Con respecto al contenido, a las experiencias alpinas, Estrellas y borrascas logra especial impresión en el lector en aquellos momentos evocados por el propio título del libro, en los vivacs y en la lucha para sobreponerse a las tormentas. Noches en vela en minúsculas repisas colgadas sobre inverosímiles abismos, mientras el agua cala por completo sus ropas y las temperaturas bajan hasta registros difíciles de soportar sin moverse, (o como mínimo difícil es entender cómo se pueden superar situaciones así). Y a pesar de todo, aun queda espacio en la mente y en el espíritu para obtener un beneficio de lo experimentado en esas vivencias. Si no, no se podrían escribir libros como éste.

1 comentario:

  1. Me ha encantado....maravilloso libro y maravilloso Rebuffat

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