Hacía mucho tiempo que no publicaba una entrada sobre alguna película, y he ido a hacerlo acerca de una sobre la que ya se ha escrito mucho y elogiosamente, pero no quería quedarme sin reflejar en el blog una de las visitas al cine más intensas que he vivido en mucho años y probablemente en toda mi vida.
Porque sin duda ver “Gravity” en una sala 3D me ha parecido una auténtica experiencia de evasión en toda regla, incomparable a cualquier otra película anterior por sus formas y técnicas. Es un verdadero viaje al espacio, al menos emocionalmente. El efecto de entrar a formar parte de la escena es muy poderoso, en una realización visual impecable que olvida completamente los conceptos de lo vertical y lo horizontal, y hace que no se perciba la clásica idea cinematográfica del encuadre. Por no hablar de la incredulidad ante la idea de cómo se habrá rodado algo así. O de la música, casi todo el tiempo hipnótica al más puro estilo de las secciones lentas psicodélicas del rock sinfónico y, en las ocasiones que se requiere, épica.
Pero los méritos van mucho más allá de lo técnico. La narración te lleva de la mano en todo momento, con total realismo y naturalidad pese a lo extraordinario de los hechos que se van sucediendo. Y todo ello con un guión sencillísimo, pero efectivo, que no necesita contar más para hacer sentir tanto: Cuánto se puso a parir en su día la simpleza del guión de Avatar, y éste para el que seguramente se ha gastado aún menos tinta resulta perfecto. Y desde luego, también es más que sobresaliente la interpretación de Sandra Bullock.
Con todos esos ingredientes al servicio de una estudiadísima dirección de Alfonso Cuarón, el resultado, para el que esto escribe, fue hora y media de auténtico alu-cine, una verdadera gozada para los sentidos, a pesar de la tensión de la historia que se cuenta, y de la angustia de estar planteada para el espectador casi como una experiencia propia. Es de esas ocasiones en las que parece que uno ha estado mucho más allá de una sala de cine, y que la sesión contrasta tanto con las horas previas y posteriores a la sesión (la realidad, vaya), que sin duda cuesta luego hacerse a la idea de lo vivido. Sólo se puede sentir en el momento de estar viéndola; las sensaciones no quedan guardadas (por mucho que uno parezca estar transmitiéndolas al escribir).
Además de lo anterior, otro aspecto de Gravity también tiene relación con el título y filosofía (entiéndase ambigua) de éste blog, y se plantea en un momento dado en el propio guión: En el espacio se está muy bien; es tal la soledad y el silencio, que es como desconectar del mundo, y nadie puede hacerte daño. Se parece a lo vivido en otros ambientes y aventuras extraordinarias de las que suelo hablar por aquí. De hecho, también se trata de supervivencia extrema en un ambiente hostil. Quizá por eso hay quien llama astronautas a los montañeros.
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