Dos meses y medio después del último post (creo que la inactividad más prolongada del blog), casi da la sensación de que dicha entrada era una despedida, y de hecho su contenido parece sugerir tal cosa, que yo recuerde sin pretenderlo (al menos conscientemente). En medio de las metáforas, sólo me faltaba hablar de cerrar el telón…
Había entrado progresivamente en una etapa similar a la del paréntesis o replanteo de hace dos años, pero esta vez de manera más paulatina, más prolongada, y al mismo tiempo menos reflexionada, menos traumática. De hecho, como decía al final del último post, ya no me hacía tanta falta salir a la montaña, ni cuando lo hacía me aportaba tanto, pero sin melancolías, vaya.
La cosa ha sido un poco más general, no era sólo cuestión de las formas de escapismo. Ha sido más bien al contrario: había que aceptar ciertas realidades, en cierto modo incompatibles con la idea de escapar…
…y sin embargo, el niño que uno lleva dentro volvía a pedir escapar… y escapaba ¿Cómo ha sido esta vez? De una manera seguramente más banal, en mi opinión; ya la mencionaba también en esa última frase del último post: El fútbol… El Atleti…
Es curioso, porque en cierta ocasión mencioné, en otra antigua entrada, que aquel chaval que fui y que habría querido ver a España ganar un Mundial, ya no estaba dentro de mí cuando al fin se logró aquella victoria histórica en 2010. Este año 2014, con muy diferentes circunstancias, he sentido renacer en mí a aquel chaval… pero me he (se ha) quedado con las ganas de ver lo que tantas veces soñé - soñó (aun tomándolo por un imposible): Al eterno equipo “a la sombra”, motivo de las burlas de la mayoría de los compañeros de clase en el colegio, en el lugar que, sin embargo, seguirá siendo una Ítaca para los indios vaya usted cuántos años más… Y eso es lo más doloroso: Los años, el tiempo. Un hecho así sólo puede hacer sentir lo que es la duración de la vida a los que somos del Atleti. Mi padre vio la primera final en directo en Bruselas el año en que se iba a casar con mi madre. ¿Dónde estaré yo en la tercera oportunidad (si es que vuelve a haberla)?
Pero lo más triste y absurdo de todo es lo mismo que menciona Paúl en la, también, última entrada de su blog: ¿Qué vacío hay en mi vida para que una de las mayores alegrías de los últimos años me la de un título de liga de jurgol (bueno, sí, el título seguramente más épico y meritorio de la historia del Atleti) y, apenas una semana después, ocurra exactamente lo contrario? La lección parece estar aprendida, porque en estos momentos del mundial de Brasil no me queda apenas afectividad por lo que le pase a “la roja”. El chaval dentro de mí salió echando leches después del gol de Sergio Ramos…
En el fondo, en lo más simple y básico, no sé si hay mucha diferencia con el montañismo. Parecen formas de escapar de la realidad, de cambiar vida por evasión. Y en esa disyuntiva, título de éste blog, uno empieza a tener más claro que al final la opción seguramente más acertada es la que menos justificaría la existencia del blog, y más su final.
Pero ahora las circunstancias en las cuales escribí la ya penúltima entrada han vuelto a cambiar, y algo me impulsa a querer volver a escapar para tener más ganas de vivir. Vamos, que la paradoja no tiene fin.
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