"Todos somos mucha gente, todos llevamos a muchos dentro, personas con los mismos recuerdos que nosotros que nos van ganando terreno y al final nos sustituyen. En eso consiste la madurez. En no reconocerse". (Los años extraordinarios, Rodrigo Cortés)
domingo, 31 de agosto de 2014
Imágenes de un verano más conformista que montañero
Tener un período concreto, aunque sea más o menos amplio, de días libres seguidos (llámense vacaciones) no me parece la mejor situación para disfrutar de las escapadas montañeras, al menos de la forma que yo me planteo éstas, es decir basándome en la apetencia emocional del momento, en las condiciones (sobre todo meteorológicas), y por tanto en la improvisación: Al final se acaba convirtiendo en un estrés por aprovechar lo mejor posible todos los días, y en un cansado ir y venir. Y al final, de lo que uno quiere escapar es de tanto viaje y tanta preparación de última hora.
En esa situación, y sin contar otros elementos personales, este verano ha sido para mí, finalmente, una acumulación de paisajes variados y disfrutables, con más bien poca ambición montañera, pero dejando que en el tira y afloja entre intentarlo y descansar, acabase mandando, más o menos, lo que pedía la cabeza más que el “corazón de cabra”.
Béjar y Candelario, Gredos, los valles pirenaicos de Roncal, Belagua y Ansó, y un par de salidas sueltas por Guadarrama han sido los escenarios de unas excursiones en general tranquilas y poco emocionadas, pero que luego han resultado dejarme mejor sabor de boca que el que temía tras las varias renuncias. También es verdad que cuando viajas con amigos te acabas olvidando de lo que no sale bien.
Por lo tanto, parece continuar la tendencia (salvo excepciones) de los dos o tres últimos años de tomarme el montañismo de forma menos emocionada, menos impulsora del ánimo. Por un lado el cuerpo me lo pide y siento que me agrada ir al campo más relajado, pero por otro echo de menos cuando proponerme un objetivo y cumplirlo me hacía sentir más vivo, incluyendo las rutas de varios días en solitario, a las que ahora parezco haber cogido algo más de reticencia. En esa tesitura, tal vez en la escalada (que actualmente limito a los bloques de travesía en rocódromos) esté la opción futura. De hecho, casi diría que en estos momentos es lo que más disfruto, sin estar saliendo a practicarla al monte. Ya dije que dedicaría tal vez una entrada al tema, pero no acabo de ver cómo enfocarlo.
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