sábado, 24 de septiembre de 2016

La Pedriza: La verdadera vuelta a casa




Decía en la anterior entrada que la suave morfología de la Sierra de la Demanda me había retrotraído a la familiaridad del Sistema Central, tras un mes de espectaculares paisajes. Pues bien, sin haber perdido todavía la sensación de dinámica montañera intensa de agosto, el verdadero regreso fue días más tarde en La Pedriza.



Por un lado, como digo, seguía manteniendo ese ánimo insistente que ha caracterizado todo este año y especialmente el verano; por otro volvía a la zona de montaña que más y mejor conozco, la Sierra de Guadarrama. Sin embargo, nunca he hecho excursiones por esta sierra con tanta frecuencia como la que me ha llevado a Pirineos y Picos de Europa el mes pasado, y eso me producía una sensación paradójica: No sabía si la sensación de cotidianeidad venía más del lugar en el que estaba, o del ritmo mantenido desde semanas atrás. Tampoco sentía con claridad si el lugar me resultaba tan familiar como tantas otras veces desde hace años, o las impresiones de los viajes anteriores me hacían sentir algo más extraño de lo normal en un lugar que normalmente es ya para mí como estar en casa.



Además, un aspecto novedoso se añadía a la jornada: Era la primera vez que me llevaba a mi querida sierra mi nueva cámara de fotos, incluso con un segundo objetivo y un trípode recién comprados, y de hecho podría decir que era la primera vez en mi vida que el principal objetivo de una excursión por Guadarrama (y por cualquier sitio) era el fotográfico: aprender a usar un poco el nuevo material en un lugar especialmente agraciado para captar imágenes interesantes. Esto desde luego condicionó también las sensaciones del día, añadiéndose a todo lo anterior como algo a lo que no estaba acostumbrado. La cosa ya no era como ir sacando la cámara compacta todo el rato, en cualquier lugar y tirar cualquier foto; ahora sólo me paraba a ello cuando verdaderamente me parecía que merecía la pena, porque además la preparación era bastante mayor, y el tiempo que me llevaba cada foto, o cada grupo de fotos, era bastante superior. El itinerario y el ritmo de marcha estuvieron totalmente condicionados por ello, como nunca antes.




Por último, y esto es al mismo tiempo tradición y novedad, en La Pedriza siempre es fácil encontrar rincones en los que nunca antes había estado, y así volvió a ocurrirme (intencionadamente, claro), esta vez en la zona del Cáliz y en el Puente de los Poyos, lugares ambos bien conocidos por los escaladores. No sólo en ese sentido fue algo familiar y novedoso: Al tiempo que estaba en lugares sorprendentes y nuevos para mí, desde ellos veía lo ya conocido, así que, al igual que con lo dicho al principio, se producía otra vez una sensación paradójica.



En definitiva, las excursiones no tienen por qué ser repetitivas, por qué ser siempre lo mismo, incluso en lugares ya conocidos. Con el tiempo, con los años, el punto de vista y la manera de plantearlas, incluso las experiencias acumuladas, van haciendo cambiar las impresiones que se obtienen, ya sea de forma más o menos consciente. Que siga siendo así.


1 comentario:

  1. Difícil explicarlo mejor. Enhorabuena por tu blog que, a partir de ahora, iré leyendo de forma habitual. Salud y Montaña.
    P. D.: si me quieres visitar, éste es mi rincón: https://carmar-zancadasligeras.blogspot.com.es/2016/10/el-salon-del-pajaro-un-lugar-complejo.html?showComment=1477133656953#c8978640987259937490

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