"Todos somos mucha gente, todos llevamos a muchos dentro, personas con los mismos recuerdos que nosotros que nos van ganando terreno y al final nos sustituyen. En eso consiste la madurez. En no reconocerse". (Los años extraordinarios, Rodrigo Cortés)
domingo, 6 de junio de 2010
Cumplido plan 84: "Nanga Parbat"
Es una pena que en este mundo en el que vivimos, que ignora hechos excepcionales para ocupar su atención con lo vulgar, y que sólo atiende a sucesos alpinistas cuando, como ha ocurrido útlimamente, éstos vienen acompañados del morbo, películas tan perfectamente divulgativas y extensibles a un público más amplio, como este "Nanga Parbat" del alemán Joseph Vilsmaier no lleguen si quiera a estrenarse en cines comercialmente. Precisamente éste es un film que habla de una historia que en su día tuvo una polémica y un tratamiento mediático vulgarizador, y sentarse en la butaca para entrar, mediante el milagro del arte del cine, en otro mundo, en un punto de vista alejado de la ignorante perspectiva del sofá de casa y la televisión, es algo que ayuda a percibir las cosas de otra manera.
La película me gustó bastante, me hizo disfrutar mucho, me hizo sentir el espíritu montañero durante buena parte de su metraje. El arranque ya me sacó completamente de la cotidianeidad de las conversaciones previas: en cuanto tuve ante mis ojos esos maravillosos paisajes de grandes cordilleras nevadas, en impresionantes fotografías panorámicas y vuelos aéreos, con una música casi mística, me introduje de lleno en la magia de la belleza inhóspita. Es fantástica la conjunción entre la estética de las montañas y la mirada de una cámara cinematográfica.
Es cierto que en el propio guión eché de menos alguna referencia más a esa admiración a la belleza de las montañas, que apenas se pincela o insinúa en algún momento muy concreto, y que en general queda relegada a determinados momentos de la fotografía, como si no se pudiera expresar con palabras (lo cual tampoco anda muy desencaminado). En los diálogos el punto de vista más tratado es el de la propia actividad alpinista, la admiración hacia los viejos héroes (Mummery, Buhl...) y el deseo de seguir la estela marcada por ellos, logrando lo que nunca nadie ha hecho antes.
La narrativa de los primeros minutos es ágil, logrando la total familiaridad con la biografía de los dos hermanos Messner, la explicación necesaria y suficiente para sentir empatía por sus deseos futuros, lo que a mí, personalmente, me hizo captar el optimismo en su lucha; está planteado como una historia ilusionante, atractiva.
Luego tiene momentos en los que flojea un poco, cae en algunos pequeños tópicos de las historias heróicas, y la ascensión hasta hacer cima me parece algo rutinaria, poco emocionante. Sin embargo, la verdadera épica tiene lugar en la bajada. Aquí el dramatismo, la lucha en condiciones físicas patéticas, el misticismo de estar en otra dimensión, entre la vida y la muerte, están plasmados con una fuerza sobrecogedora; hay escenas en que el estilo cinematográfico, casi etéreo, psicodélico o surrealista, parece plenamente unido al sentido de esas situaciones trágicas e irreales del alpinismo, que luego nos encargamos de vulgarizar quienes vivimos en la seguridad de lo cotidiano, diciendo aquello de: "están locos, esos montañeros". Además, se capta muy bien la dimensión de la odisea de dicho descenso, desde los interminables glaciares colgados de la vertiente Diamir hasta los también inmensos valles de la base: Improvisar una bajada desconocida del Nanga Parbat como quien improvisa un descenso invernal de La Maliciosa (en cuanto al equipo), debe ser aún más imposible que ganar el mundial de fútbol con tu equipo de amigos del barrio, o que lo que hizo Julio Villar con su velero Mistral. Pero Reinhold Messner lo hizo.
Junto a lo mencionado, me gustaron mucho las imprescindibles escenas casi documentales sobre la vida humilde, natural y pragmática de los nativos de Pakistán y el contraste de las mismas con las "locas" pasiones románticas de los occidentales. También están muy bien reflejados los sentimientos íntimos propios de la vida personal de los alpinistas: La eterna lucha entre ser feliz haciendo lo que te gusta y no hacer sufrir con ello a los tuyos; y viceversa: permitir a los tuyos que sean felices haciendo lo que les hace felices, sin sufrir tú a cambio.
Por supuesto, queda mencionar el valor y el espíritu de ese gran alpinista, Reinhold Messner, que, frente a los métodos disciplinados y encasillados en mentalidades estancadas, como la del propio jefe de la expedición, Karl Herrligkoffer (eso sí, tal vez demasiado caricaturesco en el film), siempre guió su entusiasmo mediante la rebeldía, la iniciativa propia, la búsqueda de lo que nunca se había hecho, de lo que se daba por imposible porque nunca antes se había intentado, y siguiendo con ello la huella sucesivamente marcada (más bien en la nieve) por gente como Saussure, Whymper, Mummery, el Duque de los Abruzos y especialmente Buhl y Bonatti. Como bien apuntó mi amigo Ángel, son los genios, locos o lúcidos, que han hecho avanzar al mundo del alpinismo por la senda del progreso bien entendido. Y es curioso y paradójico porque, como también comentamos a la salida del cine, en la montaña normalmente ese progreso supone hacer cumbre enfrentando cara a cara al montañero con la montaña, no en construir un tren o teleférico que suba hasta la cima: ¿Habrá servido el alpinismo para que dicha barbaridad haya respetado más montañas de las que cabría imaginar por la ambición destructiva del progreso industrial? Y, yendo más allá, ¿habría crisis o cambio climático si se aplicara similar mentalidad al funcionamiento de nuestra sociedad...?
...Pero, lo dicho, al parecer son ellos los que están locos...
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Off-topic, pero ¿has leído http://comoquerais.blogspot.com/2010/06/la-lucha-femenina-por-los-14-ochomiles.html?
ResponderEliminarMuy interesante artículo, Paúl, gracias. Es curioso, pero justo antes de leerlo al ver tu comentario, acababa de publicar una entrada que guarda bastante relación (juro que ha sido antes, jeje).
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