"Todos somos mucha gente, todos llevamos a muchos dentro, personas con los mismos recuerdos que nosotros que nos van ganando terreno y al final nos sustituyen. En eso consiste la madurez. En no reconocerse". (Los años extraordinarios, Rodrigo Cortés)
martes, 6 de julio de 2010
Cumplido 85: Cerro de San Benito
Naturaleza privada o privar de la naturaleza.
Secuestrar el monte y poner puertas al campo por intereses particulares de mero divertimento, es como restringir el acceso a una cima sólo para usuarios “VIP”, o como censurar puestas de sol salvo pago de una cuota televisiva. Pero más triste que las consecuencias para el humilde senderista o montañero que no pretende robarle nada a nadie sino simplemente disfrutar de su derecho a seguir sintiéndose un ser –más o menos- natural y libre, es la prepotente actitud del civilizado hombre actual, de creerse dueño de todo. Bajo la excusa de nuestra superioridad intelectual frente al resto de especies, nuestras leyes, nuestras escalas de valores, etc, etc, etc, y con el arma del dinero por montera, nos sentimos autorizados a burlarnos de los millones de años de evolución física y biológica de las tierras que pisamos, y automáticamente las convertimos en propiedad privada, como si el único objeto de dichos parajes –eternos frente a nuestra presencia efímera- fuera satisfacer nuestro egoísmo, y el único motivo de nuestra capacidad racional fuese el lucro. Qué mentalidad tan decepcionante. Con la de cotas de felicidad que ascenderíamos todos si renunciásemos más a menudo a “tener”.
El domingo volví a toparme con los muros y las vallas, con el interés de un particular que se siente amo de todo porque este sistema y su dinero le permiten jugar a dicho dominio, como quien echa una partida al Risk. Medio monte del Cerro de San Benito, cerrado a cal y canto, sin una triste servidumbre de paso, solo para que, de vez en cuando, los “amiguetes” ricos e importantes de ese señor puedan cazar allí piezas puestas “a tiro” de cualquiera que por haber visto tres documentales de “Jara y Sedal” se crea Cocodrilo Dundee con escopeta. Y en los días que no hay cacería (que son muchos más), que nadie pueda dar un paseo por allí, que es mío. Pues muy bien. Que le aproveche, si con ello siente que da sentido a su vida.
Mientras, el típico pringao de escasa ambición y raros gustos lúdicos, se ve obligado a rodear la interminable valla junto a las vías del tren durante más de tres kilómetros, para finalmente verse subiendo hacia la cima por un soleado y tedioso jaral, mientras a los lejos contempla la atractiva cuerda, entre pinares, por la que desde hacía ya años tenía la ilusión de haber ascendido. Al menos, y a pesar de los diversos inconvenientes del día (pues hubo más), me salí con la mía e hice cima. Pero no es la manera. En contra del ejemplo de euforia desatada últimamente con el fútbol, que es un ejemplo de mentalidad “resultadista” que se conforma con una calidad de juego pobre, yo sólo disfruto si la manera en que hago cima ha sido más o menos la deseada previamente. Dando la vuelta al lema del jefe del “Equipo A”, me desencanta que los planes salgan mal. La excursión pareció una metáfora más de cómo veo mi vida últimamente: quiero ser yo mismo pero no puedo: debería aceptar que hay cosas que son como son, que la cosa está montada así, y sólo cabe adaptarse.
Bueno, únicamente me queda advertir, si alguien está interesado, que no se puede subir directamente hacia la cuerda suroeste del Cerro de San Benito desde la zona de la estación de tren de Robledo de Chavela. Salvo que se quiera uno arriesgar a saltar el muro y que le pillen (ya nos ocurrió alguna vez en algún otro monte privado, y no es plato de buen gusto…)
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