"Todos somos mucha gente, todos llevamos a muchos dentro, personas con los mismos recuerdos que nosotros que nos van ganando terreno y al final nos sustituyen. En eso consiste la madurez. En no reconocerse". (Los años extraordinarios, Rodrigo Cortés)
jueves, 4 de julio de 2013
Vignemale, escenario de sensaciones contradictorias
Ir a un lugar tan espectacular como el macizo del Vignemale en el Pirineo francés en pleno junio, y encontrarse unas condiciones tan invernales es un verdadero privilegio. De hecho, se trata de una de las dos travesías más invernales que he hecho en la cordillera fronteriza, y del tres mil pirenaico (Petit Vignemale) con más nieve al que he subido nunca, cosa que además hicimos casi sin encontrarnos con gente. Por tanto, la emoción (que la ha habido) se supone que debería haber estado a la altura, y por comparación con otras muchas me parece que no será, sin embargo, de las más inolvidables.
Tener el plan de subir al Gran Vignemale, y que por una serie de circunstancias desafortunadas que nada tienen que ver con el montañismo nos tengamos que conformar con el Petit Vignemale, desaprovechando unas condiciones de nieve difícilmente repetibles (al menos en esta época del año) en el Glaciar de Ossue, debería haber supuesto una importante decepción, pero el hecho es que disfrutamos bastante, incluso aunque dos de nosotros estuviéramos repitiendo cima en menos de un año.
Evidentemente, lo dicho en el primer párrafo compensa a lo dicho en el segundo, y viceversa, y ahí está la explicación a cómo pudimos disfrutar un plan frustrado y a por qué no nos sentimos plenos (al menos yo) en un ambiente tan magnífico. Es como la vida: nada es perfecto.
Pero, a la larga, lo que resulta más difícil de todo es ser capaz de apartar las sensaciones que estorban, las que no ayudan ni a entender o enfrentar la vida, ni sobre todo a disfrutarla. Llámese Ley de Murphy, o llámese como se quiera, llega un momento que uno teme que, más tarde o más temprano, algo va a echar a perder las cosas buenas. Cómo aceptarlo de entrada sin que se pierda la ilusión ingenua, tan sana y necesaria, o cómo pasar por encima de los imprevistos ya sucedidos (más leves o más graves), son cosas a las que me encantaría acostumbrarme del todo. Es como que hubo una época en que todo parecía ir bien, salvo unas pocas cosas sin importancia, y ahora siempre ando con la mosca detrás de la oreja.
Una vez oí una entrevista a Frank Zappa en la que decía algo así como que el truco es no esperar grandes cosas de la vida: De esa manera no te podrás decepcionar, y lo que llegue será una agradable sorpresa.
Otra sensación psicológica que nunca falla, sea cual sea el ámbito y la escala temporal, es que un sitio en ocasiones distintas rara vez parece el mismo sitio (salvo los más rutinarios, y a veces ni esos). Y no me refiero sólo a las evidentes diferencias estacionales. Si cambiamos nosotros, por pequeño que sea el cambio, cambia el sitio.
La explicación a parte del trasfondo de todo esto (lo que pasó, vaya), en mi descripción para Pirineos 3000.
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