La segunda es que me habría gustado sacar más tiempo para escribir esta reseña antes, conservando más las sensaciones de la velada. Todo ello con un claro objetivo: Elaborar ahora una crónica más amplia y detallada, a la altura de lo que pude presenciar, de lo que Harold and the Barrels ofrecieron y por tanto merecen. Si, de acuerdo, este es un blog que sólo leen cuatro gatos (pocos de mis amigos y dos más, por así decir), pero es que la proporción de reconocimiento que creo que esta banda de versiones recibe con respecto al nivel de calidad de su trabajo sería posiblemente comparable.
Interpretar en directo temazos de la dificultad de “Firth of Fifth” o “Supper´s Ready” y clavarlas de principio a fin, homenajeando con tal capacidad instrumental la etapa más artística, brillante y olvidada de una banda tan mítica, y hacerlo para audiencias como la de aquella noche, de alrededor de cien personas, es como para que todos los periodistas musicales de este país, sin recibir nada a cambio, perdieran una buena cantidad de su tiempo hablando de ellos, con el mismo amor al arte que ellos. Aunque no les leyera ni dios. (Tampoco sé si quedan muchos periodistas musicales capaces de hablar con autoridad de los Genesis de los 70). Así que yo, que no soy ni periodista musical, tendría que haber hecho justicia al respecto, que es lo que me habría gustado al escribir este post.
Pero claro, hablamos de rock progresivo de los años 70, y hablamos de un país llamado España. En fin, que lo de Harold and the Barrels es puro romanticismo, pero de dimensiones épicas. ¿A quién se le ocurre? Bueno, pues insisto en que el nivel de detalle con que está trabajado cada compás de las canciones, con toda la complejidad que implican temas como “The Musical Box”, “The Fountain of Salmacis”, “Watcher of the Skies”, “The Knife”, “The Battle of the Epic Forest” o “The Lamb Lies Down on Broadway” (con ese piano sobresaliente e incansable), con lujosos aderezos como el de la flauta, entiendo que implica tal cantidad de horas de ensayo -que supongo que difícilmente dan siquiera de comer-, que me parece que esta gente merece un monumento.
Y encima toda esta historia da que pensar con respecto a conciertos cuyas entradas cuestan más del doble (y bastante más, y no incluyen consumición), por parte de bandas que sí viven (y algunas de ellas muy bien) de eso de la música, pero a las que suele costarles dar con un sonido perfecto (a veces ni de lejos) en directo (que si son profesionales se supone que no tendría que ser problema). Por que en el concierto de Harold and the Barrels, desde el primer segundo de la introducción, con esa versión instrumental de “Behind the Lines”, previa al atractivo y en su día exitoso “Turn it On Again” (Phill Collins ya partía el bacalao), la calidad acústica fue impecable, con esa batería sonando en perfecto estéreo… No escuchaba algo comparable desde el concierto de Yes, y para mencionar algo superior en ese sentido me tengo que remontar al de Norah Jones (ambos creo que tienen razones de sobra para sonar a ese nivel, claro). Considerando que hubo un momento, en los inicios de la megalómana y extraordinaria “Supper´s Ready” (este amor al arte raya la locura), en los que había 7 instrumentos sonando al mismo tiempo y se podían distinguir individualmente todos: Tres guitarras, bajo, batería, teclado y flauta…
Habría que destacar a todo el grupo, sin duda, pero me quedo especialmente con tres de ellos. Hay dos clásicos del rock español, que en el momento de estar allí no reconocí… El bajista, que me pareció trazar durante toda la noche unas líneas melódicas espectaculares (y qué bien se oía, contundente pero sin machacar al resto ni mucho menos, como debe ser con este instrumento), es José Ramón “Guny” Pérez, que en su día formase parte de una gran (y más conocida) banda, relacionada con el género, como es Asfalto (más conocida por su “rock urbano”, pero que tuvo –y tiene- sus delirios progresivos –y benditos delirios-). El otro podría parecer mucho menos relacionado en el estilo; se trata de Fernando Sánchez de Obús, pero el hecho es que tiene un nivelazo de batería progresivo tremendo.
El tercero es el artífice del temerario proyecto, el teclista Carlos Pastor. Me pareció que tanto con sonido piano como de teclado electrónico es un auténtico virtuoso, que sacó ese sonido mágico que define la esencia más cercana del prog a la equívoca etiqueta de “rock sinfónico”. Pero, más allá de eso, me gustaría destacar cuál es su filosofía, cuál es la razón (o sinrazón) de atreverse a tal conquista de lo inútil, reflejada en esta entrevista en Portal Esquizofrenia (bien traído el nombre de la web), de la que extraigo el quid de la cuestión:
“No hay dinero ni reconocimiento de masas. Hacemos esto por el simple placer de salir juntos a un escenario, bordar esos acordes que nos parecen maravillosos, y sentirnos reyes disfrutando los unos de los otros. Alguno de mis compañeros incluso ha renunciado a ofertas mucho más lucrativas por estar en el proyecto y puede que para mí sea económicamente una apuesta ruinosa. Lo único que puede salvarnos de la quema es que, en el fondo, lo hacemos por puro amor al arte, pasándolo como niños sin otra perspectiva que la de hacer algo que sabemos que es bueno y salvaguardar nuestros egos por haber estado en ello. Al lado de eso el dinero no tiene ningún valor. Cómo disfrutamos y nos reímos y nos apreciamos y nos respetamos… Yo creo que eso es el verdadero éxito”.
Lo dicho, como una cabra. Pero bendita (y nunca suficientemente agradecida) locura.
No olvidaré el éxtasis vivido con los gloriosos teclados de “Firth of Fifth”. Pero sobre todo, no olvidaré nunca la emocionante “Supper´s Ready”, cuya sección “Apocalypse in 9/8” me pareció el mejor momento de todo el concierto, con ese ritmo envolvente y evasivo, que me invitó a cerrar los ojos y a imaginar delante de mi a los verdaderos Banks, Hackett, Collins, Gabriel y Rutherford. Soberbio. Sólo eché de menos “Cinema Show”, pero como ya la versionaron nada menos que The Flower Kings la última vez que estuvieron por aquí, no voy a quejarme mucho.
Ya le comenté a Ángel (que lamenté que no viniera, por lo que se perdió y por no poder comentar ni luego recordar con nadie el pedazo de concierto que presencié) que nunca había visto antes a un grupo que no conociera previamente y que me gustara tanto… Claro, hay trampa, porque la mayoría de ellos son grupos de los que no conoces las canciones… Pero se puede encontrar la excepción en otro grupo de versiones, en concreto Momo, tributo nada menos que a Queen. También me parecieron buenísimos las dos primeras veces que les vi (aquí la segunda), pero ni el nivel técnico me parece tan dificultoso ni -vuelvo a lo mismo- hablamos de un grupo versionando canciones para público minoritario. En cualquier caso, todas las bandas tributo coinciden en algo: El aprecio al grupo original les lleva a tomarse muy en serio la calidad interpretativa de las versiones: Todas las bandas “clon” que he visto me han parecido de un nivel enorme (supongo que si ellos mismos no se vieran como tal, no se atreverían a presentarse ante los seguidores de los grupos originales). Amor al arte.
Me habría gustado contar con una segunda oportunidad respecto de este repertorio, para dedicar más tiempo a Genesis y poder corear más canciones, como sí supe recordar en el estribillo de “The Carpet Crawler”, pero parece ser que van a renovar el set-list para futuras ocasiones (¿tirarán de más temas de los 80 y 90, para aspirar a más público –que ganado se lo tienen, la verdad-…?).
De momento la siguiente oportunidad será, el mes que viene, con otra banda similar liderada también por Carlos Pastor (sí, definitivamente está de psiquiátrico), con algunos más que asimismo coinciden, llamada Rock Confónico, y que versionan a diversas bandas progresivas de los 70 (pero muuuuuy, locos…). Sólo oír hablar de Yes, Camel, Jethro Tull, ELP, Focus, Gentle Giant, Mike Oldfield, los propios Genesis, etc., interpretados por esta gente en un mismo concierto, y se me eriza el vello…
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