viernes, 15 de enero de 2016

El escapismo según Woody Allen

Del libro “Woody por Allen”, con entrevistas realizadas al cineasta por el crítico y realizador de cine Stig Björkman.

Se ha dicho que si hay un gran tema central en mis películas, tiene que ver con la diferencia entre la realidad y la fantasía. Aparece en mis películas con mucha frecuencia. Y creo que en realidad, esto se reduce a que odio la realidad. Y, ya sabe, por desgracia la realidad es el único lugar en el que podemos conseguir un buen filete para la cena.

Creo que esto viene de mi infancia, cuando siempre me evadía en el cine. Era un chico muy impresionable y crecí durante la llamada “edad de oro del cine”, cuando se hacían todas esas películas maravillosas. Me acuerdo del estreno de Casablanca y de Yankee Dandy, todas esas películas americanas, las películas de Preston Sturges, las películas de Capra

Siempre me estaba evadiendo con esas películas. Dejabas atrás tu casa modesta y todos tus problemas con el colegio y la familia y todo eso y te ibas al cine, y allí la gente tenía áticos y teléfonos blancos y las mujeres eran encantadoras y a los hombres siempre se les ocurría una observación ingeniosa en el momento oportuno y pasaban cosas extrañas pero siempre acababan por resolverse y los héroes eran auténticos héroes, y era simplemente estupendo. Así que creo que eso tuvo una influencia tremenda, me produjo una impresión abrumadora.

Y conozco a muchas personas de mi edad que no han sido capaces de liberarse de esta influencia, que han tenido problemas en su vida a causa de ella, porque siguen sin poder comprender –en etapas muy avanzadas de su vida, cuando ya tienen cincuenta o sesenta años- porqué todo aquello en lo que creían, sentían, todo aquello que anhelaban y pensaban, resultó no ser cierto; y porqué la realidad es mucho más dura y mucho más fea.

Cuando nos sentábamos en esas salas de cine, creíamos que era real. No pensabas: bueno, así son las cosas en las películas. Pensabas: bueno, yo no vivo así. Vivo en Brooklyn y en una casa modesta, pero hay mucha gente en el mundo que tiene una casa como ésa, y que monta a caballo y conoce a mujeres hermosas y toma cócteles por la noche. Es simplemente otro estilo de vida. Luego eso se va corroborando por el hecho de que lees los periódicos y ves que hay personas que llevan una vida diferente, y crees que sus vidas son distintas de una manera absolutamente positiva, que sus vidas son distintas y fáciles como en las películas. Es algo tan abrumador; yo no lo he superado nunca. Y conozco a mucha gente que no lo ha superado nunca.

Y aparece continuamente en mi obra. La sensación de querer controlar la realidad, de ser capaz de escribir un argumento para la realidad y hacer que las cosas salgan como tú quieres. Por que lo que hace el escritor –el cineasta o el escritor- es crear un mundo en el que te gustaría vivir. Te gustan las personas que creas. Te gusta la ropa que llevan, las casas en las que viven, su manera de hablar, y eso te da la oportunidad de vivir en ese mundo durante algunos meses. Y esas personas se mueven al compás de una hermosa música, y tú estás en ese mundo. Así que tengo la impresión de que en mis películas hay siempre un sentimiento que lo impregna todo de la vida idealizada, de la fantasía, en contraposición a lo desagradable de la realidad”.

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