lunes, 18 de enero de 2016

Descubriendo



Si 2015 lo finalicé con dos excursiones para huir del mundanal ruido, 2016 lo he iniciado con otras dos que me han servido para encontrar lugares que no conocía, que ratifican que siempre queda algo por descubrir.

El quinto día del año, tal y como me había propuesto (y así reflejé en la entrada antes aludida), aproveché ese pequeño respiro meteorológico que estaba esperando -y que no impidió alguna nevadita, algún chirimiri y ratos de pasar frío- para subir a la modesta Risca de Santa Catalina en Valdemaqueda, prosiguiendo luego con una larga travesía hasta Hoyo de Pinares.



Fue otra nueva muestra de las grandes extensiones de pinar que se hallan al oeste de la Sierra de Guadarrama, como en aquella otra excursión entre Cebreros y Valdemaqueda. Aunque no sea terreno montañoso –sin menoscabo de airosos riscos como el mencionado-, y aunque toda la zona sea similar, cada nuevo rincón es un nuevo regalo para la vista y para la evasión, más en un terreno tan relativamente poco transitado.





El tercer sábado del año, he optado por un paraje más conocido, de hecho muy conocido, para sin embargo acabar dando con un lugar concreto del que ni siquiera había oído hablar. Recorriendo sendas de La Pedriza por las que nunca había estado, descubrí el rincón bien conocido por muchos escaladores como La Raja.







Y aunque pueda perder encanto saber que se trata de una cantera abandonada, su relativa naturalización después de tantos años lo convierte en un sitio verdaderamente llamativo, en el que cualquier niño se sentiría como Indiana Jones llegando a la ciudad de Petra en La Última Cruzada. Y no pude evitar la emoción de uno de los descubrimientos inesperados más curiosos que he disfrutado nunca en Guadarrama. Por que una cosa es que te lleve allí alguien que lo conoce, o que vayas tú ex profeso a conocerlo por ti mismo tras haber oído o leído sobre ello, y otra muy distinta es encontrártelo cuando ni siquiera sabías que existía.






Así que, si tuviera que hacer otra nueva metáfora en alusión a la anterior entrada de las dos excursiones previas, sería más o menos así: Para dejar de cabrearte con la facilidad con la que los demás demuestran su desprecio hacia lo que desconocen, lo mejor es descubrir aquello que desconoces tú mismo, que posiblemente te llevarás alguna grata sorpresa. Ya que no puedo solucionar los que otros tengan en su cabeza, me limitaré a tratar de mejorar todo lo que pueda de lo que falta en la mía, que supongo que es mucho.




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