En su libro de relatos breves "Como el río que fluye" (Planeta), el conocido escritor brasileño Paulo Coelho cuenta, entre otras, la historia de un tal Manuel, personaje que representa al muy común ciudadano ejemplar, tan ocupado -de manera mecánica- en sus responsabilidades profesionales y familiares, y siempre bajo las más estrictas y rutinarias reglas de lo socialmente correcto, que no le sobra tiempo para plantearse nada más. Un día sueña que se le aparece un ángel y le pregunta si podría pararse alguna vez quince minutos y no hacer nada salvo mirarse a sí mismo y al mundo que le rodea, a lo que responde que le encantaría, pero que no tiene tiempo. El ángel le replica:
"Todo el mundo tiene tiempo para eso, lo que falta es valor. Trabajar es una bendición cuando nos ayuda a pensar en lo que estamos haciendo, pero se vuelve una maldición cuando su única utilidad es evitar que pensemos en el sentido de nuestra vida".
Pues qué paradoja: Yo, que estoy en un caso prácticamente opuesto (no me siento demasiado comprometido con mi trabajo, y de hecho a veces lo aborrezco), precisamente encuentro en esa insatisfacción la manera de plantearme el sentido de mi vida. Y de momento encuentro sentido a varias cosas de mi vida, que nada tienen que ver con el trabajo... ¿Será mi p... curro una bendición?
Je,je; no creo que sea por eso, sino por tu propia manera de ser. ¿A que no puedes dejar de preguntarte constamente el por qué de muchas cosas y los comportamientos de las personas que más te importan?
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