No es un paisaje perfecto como el del Cervino.
Junto a frondosos bosques y acogedores prados hay campos yermos y pedreras descompuestas.
En las mismas laderas por las que caen aguas de vida, flamean terribles y a veces incomprensibles fuegos de muerte.
Y los caminos pueden ser agradables y atractivos, o duros y repulsivos.
Las ascensiones a veces se complican. Muros que no sabes por dónde trepar.
Paredes desplomadas, que sin moverse se te vienen encima.
No encuentras presas a las que agarrarte. Sólo ves abismos.
Afortunadamente, a veces se cuenta con buenos refugios: familia, amigos... abrigos indispensables para pasar las más oscuras y frías noches.
Y tarde o temprano puedes encontrar el corredor o el collado.
Y si no lo encuentras, superas dificultades que creías imposibles.
Subir a determinadas cimas es fundamental para entender que lo importante es el camino.
Y que el camino sigue. Al otro lado otro monte.
Ya veo el campo base. Ya asoma el valle.
La vida es la más frágil de las montañas. Y por eso es la más valiosa.
Seguiremos escalando, para volver a llenar la travesía de buenos paisajes.
Y para no olvidar lo mucho que tenemos; para que no haga falta sentir que podemos perderlo para saber amarlo.
Infinitas gracias a todos los que sabéis por estar ahí.
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