domingo, 6 de noviembre de 2011

YES más que cumplir, SUBLIMARON mi plan 124

Me sugería un amigo por email, hace unas semanas, que debía yo estar emocionado pensando en la expectativa de estar a punto de ver por primera vez a Yes en directo, pero lo cierto es que no sentía tal emoción, no sé si inconscientemente afectado por el fraude destroza oídos a que nos sometieron los técnicos de sonido en el concierto de Barón Rojo (porque conscientemente no me resultaba difícil imaginar que con Yes tal chapuza estaría lejos de suceder). Nuevamente, puede ser cosa de la edad y sus experiencias, desencanto incluido. Sea lo que fuere, no sentía el gusanillo de viejas ocasiones “conciertiles”.

Dicen ahora muchos neurólogos (así lo explica el mediático divulgador Eduard Punset) que la felicidad está realmente en la sala de espera de la felicidad. Bueno, pues yo en esta ocasión lo he sentido totalmente al revés. No digo que estuviera indiferente minutos antes del comienzo del concierto, pero seguía sin sentir los gusanitos, al igual todos los días anteriores. Fue comenzar a sonar los primeros compases de “Yours Is No Disgrace” y sentí claramente cómo acababa de entrar de lleno en la sala de la felicidad sin haber pasado por la sala de espera: El sonido me pareció desde el primer instante insultantemente perfecto, y la magia de la música de Yes me invadió por completo.

Aunque he visto y escuchado algunos conciertos que considero de este nivel de calidad y calidez, y unos cuantos más cercanos al mismo, en algunos momentos llegué a tener la sensación de que hasta este momento no había presenciado nunca nada. No digo nada parecido, sino sencillamente nada. Me pareció que mis escalas de valoración de directos estaban sufriendo in situ una calibración a la que hacía mucho que no habían sido sometidas. Sigo creyendo que he visto al menos dos o tres conciertos mejores antes, pero al mismo tiempo creo que si los viera de nuevo ahora quizá no me parecerían tan, tan buenos, aunque tampoco puedo asegurarlo. Sin embargo, si que tengo la sensación clara de que muchos conciertos que me gustaron menos pero disfruté mucho, vistos ahora no me dirían prácticamente nada. Lo mismo que me pasó cuando me aficioné a la primera época de Queen y al hard rock y al heavy, sintiendo que aquello del pop de los 40 ya no me cambiaba el estado de ánimo; ahora me pasa con el rock progresivo: ensombrece en mi estado de ánimo al heavy metal; es el lado negativo de progresar musicalmente (por lo menos a mi me pasa). Supongo que es cuestión de etapas, pero aunque en su momento disfruté (y mucho) de las anteriores, ahora me da rabia no haberme dado cuenta antes con Yes, entre otras cosas porque ya nunca podré verles con su formación clásica con Jon Anderson y Rick Wakeman, y no quiero ni pensar lo increíbles que tendrían que ser entonces… Por no hablar de otras viejas glorias, por ejemplo ELP, que seguramente ya no podré ver nunca.

La verdad es que el estilo concreto de ésta legendaria banda es totalmente único en su género, no hay nada que se le parezca, salvo posibles intentos de imitación posteriores. Marcaron sus propios esquemas y pautas, dentro de que ya de por sí, como banda progresiva que eran, buscaban la experimentación y la innovación, pero lograron crear un sonido propio, distinguible e independiente (aunque ni mucho menos renegado) de los clichés del rock progresivo (que también los tiene, como todo). Y eso hace difícil entrar en conexión con su música. Pero, amigo, como entres, la has liado… Yo entré definitivamente, tras muchos años de escucha más bien escéptica, viendo hace dos años y medio su DVD en directo Symphonic Live, de lo que ya hablé aquí (momento en el que me obligué para el futuro a verles en vivo). Y en el concierto del otro día en Madrid comprendí finalmente que es otro mundo, que es otra historia, otra manera de entender el rock.

La meticulosidad y el buen gusto (y oído) de unos músicos sobre un escenario ya los había experimentado antes, pero nunca en un estilo tan marcada e intencionadamente extravagante por momentos. Ahora me pareció que el esfuerzo de Yes por dar lógica a una especie de sonido surrealista (derivado de la psicodelia) cobraba sentido como nunca en su materialización en directo: La anarquía de compases y melodías aparentemente liberadas de los garrotes de un pentagrama entraban sin embargo dentro de una absoluta e indiscutible armonía. Al mismo tiempo, todas y cada una de las individualidades del grupo podían ser apreciadas como espectaculares elementos independientes o como partes de un todo perfectamente coordinado. Parecían ir a su bola, pero no. Jazz convertido en rock.

Y por encima de todo, un auténtico maestro, Steve Howe, dando la más admirable lección de guitarra que yo nunca antes haya apreciado sobre un escenario. Pura técnica, puro dominio, carisma, magia, versatilidad, autenticidad. La claridad, sutileza y al mismo tiempo lucimiento con que sonaban todas las notas de sus ágiles solos sin distorsión, casi electroacústicos, sobre su Gibson tipo jazz, eran un absoluto embrujo envolvente para los oídos. Su talento con la guitarra clásica española, el fascinante sonido cósmico que le sacaba a la steel guitar… Y, sobre todo, lejos de ser mero exhibicionismo autocomplaciente, era sobre todo un regalo para los oídos, una entrega generosa.

Dos horas y cuarto que se deben considerar más que meritorias para unos músicos que rondan los 65 años, y en las cuales cupieron clasicazos como “Starship Trooper”, “I´ve Seen All Good People”, “And You And I”, “Wonderous Stories”, “Tempus Fugit”, “Roundabout” o la espectacular “Heart Of The Sunrise” (qué impresionante tenía que resultar escucharla hace cuarenta años, si ahora casi parece por momentos medio sacada de un disco actual de Dream Theater), junto a una representación amplia del último disco, con la suite de veinte minutos que le da nombre, “Fly From Here”, y también el tema que lo cierra, “Into The Storm”, más el inevitable, megarradiado y acertado y resultón en su estilo pero poco representativo de Yes “Owner Of A Lonely Heart”.

Una escapada inolvidable (música más evasiva no puede haber), que sube mucho los galones de mi extensa lista de conciertos presenciados. A ver si puedo seguir cumpliendo planes más o menos similares que aun tengo pendientes; en lo más alto de mis anhelos, ver al menos a alguno o algunos de los miembros de ELP, por supuesto The Flower Kings, y por supuestísimo Mike Oldfield. No estaría mal para empezar, sobre todo porque ninguna de las tres pretensiones es demasiado seguro que vaya a ser posible… De ahí que haber podido ver a Yes, aun con esta formación “mermada” (pero ojo al teclista actual y sobre todo al cantante), me parezca, además, todo un privilegio.

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