martes, 14 de junio de 2016

Cumplido Maliciosa 3 en 1


Creo que lo más interesante de este plan ha sido su propia preparación hasta llegar al diseño final del itinerario. Lo que empezó siendo un reto deportivo acabó derivando en la búsqueda de un recorrido lo más atractivo posible para la vista, y me parece que la ruta (que he descrito en Pirineos 3000) es una buena síntesis de algunas de las perspectivas más agraciadas de La Maliciosa. Una vez más, en el montañismo gana el escenario sobre la actividad.


Pero respecto al reto en sí también ha habido una parte de la que recibir recompensa.

La noche previa en Navacerrada no empezó demasiado bien, pues me costaba coger el sueño tan pronto. Hubo un momento en que pensé que la rabia por el hecho de que tanto tiempo de espera para llevar a cabo el plan y el asumir el pago de una cama de hotel pudieran no servir de nada sería lo que acabaría por no permitirme quedarme dormido, pero por suerte lo conseguí. Eso sí, menos de cinco horas, muy por debajo de lo deseable para el palizón planeado…


De hecho luego, en la primera de las tres subidas (que inicié a las 6:30 del domingo 5 de junio) no acababa de sentirme despejado. Cada vez que tenía ocasión de remojarme la cara con agua, en alguna fuente o arroyo, así lo hacía. El problema no era ya sólo pensar en la posibilidad de ser capaz de aguantar así todo el día, sino en la idea de si merecía la pena pasarlo así. Pero lo que sí valía la pena era aguantar al menos hasta que viese que seguía igual, porque también estaba la posibilidad de que fuera mejorando con el paso de las horas. Afortunadamente fue así.



Es más, al final la sensación es que el esfuerzo me resultó menos duro de lo que desde un primer momento, meses atrás, había pensado que sería. Lo aprendido, no sé si más física que psicológicamente o viceversa o por igual, acerca de la dosificación de las fuerzas en montañismo durante las ascensiones cronometradas, parecía ponerse de manifiesto. Me llamó la atención lo bien que había calculado los tiempos de paso previamente, porque fueron saliendo así prácticamente sin forzarlos. Me resulta curioso ahora pensar en las muchas excursiones de un día objetivamente menos cañeras (casi todas) que hecho durante muchos años antes que esta, siendo más joven, y la sensación que tenía entonces de haberme dado una gran palizón, y ahora con ésta la percepción ha sido mucho más serena: Esfuerzo potente sí, pero llevadero. Una vez más, la misma lección de la constancia sin prisas de la escalada.




Y luego hay también una unión entre la parte deportiva y la paisajística que igualmente redunda en la idea de la templanza, de la serenidad frente a la euforia. Supongo que pesa el hecho de haber pateado tantas veces por los mismos caminos que en otras excursiones había recorrido por separado, y por tanto la falta de novedad o sorpresa reprime en parte la emoción, pero es seguro que hace unos cuantos años éste plan me habría parecido poco menos que épico, y ahora es una satisfactoria excursión que en cualquier caso merecía la pena hacer. Antes me habría decepcionado esa ligera tibieza de emociones, (lo que me pasaba en la época del paréntesis) y ahora sin embargo tiene un extraño toque de agrado por lo sencillo, o por quitarle  pomposidad a las cosas. Quizá es que en esta sociedad veo tanta extra motivación, con gestos tan dramáticamente exagerados, por cosas que en muchos casos a mí me parecen más superficiales, que inconscientemente el cuerpo me pide tomármelo con más calma.




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