"(...) intentando entender la vida y la muerte de Chris McCandless, (...) la esencia de su comportamiento se nos escapa, como si fuera una realidad vaga e inasible."
"(...) lo que pudo llevarlo a meterse en problemas era que pensaba demasiado. A veces se emperraba demasiado en querer entender el sentido del mundo, (...)"
Tras leer el libro, creo que quizá no acabamos de entender del todo a Christopher J. McCandless sencillamente porque su vida (y a la postre, la razón de su muerte) se acabó basando en que él no entendía el mundo que le había tocado vivir inicialmente. Y sobre todo porque, cuando nos ponemos a pensar un poco, tampoco nosotros entendemos del todo este mundo, y sin embargo seguimos viviendo en él y en sus convenciones. Quizá es a nosotros mismos a quienes no entendemos, pero nuestra seguridad y estabilidad depende de descargar la falta de entendimiento hacia Chris McCandless o, mejor dicho, su alter - ego Alexander Supertramp.
Recuerdo que Isa nos había comentado que un profesor suyo de la facultad opinaba que en este libro Jon Krakauer mostraba al personaje de Chris de una manera objetiva, no tan complaciente y exaltadora de su personalidad e ideales como en la película que dirigió en 2007 Sean Penn, cosa que Ángel, que estaba leyendo el libro en aquel momento, no compartía del todo. A mi me parece que ni el libro es tan objetivo (aunque creo que efectivamente lo es más que la película), ni la película pretende ser totalmente una perfecta oda a la libertad o al escapismo. De hecho, cuando la ví, me dejó un sabor agridulce. Me pilló en un momento de clara tendencia a renegar (al menos mentalmente) de lo establecido y a creer cada vez más en estilos de vida alternativos (sin atreverme a ponerlos en práctica). Y aunque para muchos la película y el personaje de Chris - Alex pudiera suponer un punto de partida o una luz para empezar a ceer en esos ideales, para mi sin embargo supuso un golpe a mi -tal vez- exceso de ingenuidad: Lo que me transmitió, además de esa identificación y empatía con McCandless, fue un difuminado mensaje de "esto no es tan bonito como lo pintan los idealistas", o peor aún, "ya somos demasiado esclavos de este sistema como para que sepamos escapar de él y, en caso de lograrlo, alcancemos verdadera felicidad". Lo cual no era un mensaje en contra de los ideales de McCandless, al contrario, pero sí una rendición ante el invencible enemigo (que es casi peor). Más que como a un soñador (que también lo era), vi a Alex como a alguien que huía desesperadamente de sus pesadillas, sin llegar a sentirse realmente pleno la mayor parte de las veces, ni en su conformismo ni en sus aventuras. Eso casi me resultó más trágico que su final, porque rompía bastante con mi manera de pensar de aquella época.
No digo con esto que renegara a partir de entonces ni reniegue ahora de las ideas que Chris alimentó leyendo a Tolstoi o a Thoreau, al contrario, me siguen pareciendo más convincentes que leer un periódico o ver el telediario para comprobar lo que preferimos en la práctica los seres humanos. Pero sí creo que es muy ambiguo discernir qué estilo de vida es lo suficientemente practicable y al mismo tiempo satisfactorio como para aportarnos las mayores cotas de felicidad posibles... ¿aquí o allí...?
Esa ambigüedad es la misma que precibí en la película, y aún más en el libro, gracias a la intención del autor Jon Krakauer de buscar todas las explicaciones posibles a la conducta de McCandless. Desentrañar completamente su personalidad fue imposible, aunque él en su diario reflejara siempre sus convicciones en un mismo sentido, pero ¿hasta qué punto vivía o no en un posible autoengaño, hasta qué punto estaba convencido o más bien trataba de convencerse? Está claro que la vida convencional le provocaba una absoluta insatisfacción, pero la alternativa buscada, ¿realmente fue como esperaba? ¿Realmente era honesto consigo mismo? ¿Se puede ser completamente honesto si sólo aceptas un punto de vista? No lo niego, no pretendo contradecir a Chris, sólo lo planteo como una duda. Al fin y al cabo, a la sociedad por él criticada le pasa lo mismo: vive en el autoengaño de aceptar como única manera aceptable de vivir la convencional, rechazando posibles alternativas. Eso sí, lo que no puede negarse es que al menos Chris probó la experiencia, y por tanto pudo contrastar los dos modos de vida, que ya es una perspectiva más abierta y por tanto sabia que la de alguien sedentario y apoltronado toda su vida. Convencido o no de sus ideas, está claro que buscaba, que no es poco.
Por otro lado, tal y como ilustra Krakauer, "el hecho de liberarse de ataduras y emanciparse del mundo opresivo compuesto de abstracciones, seguridad y bienestar material, le permitió experimentar y razonar sin esos filtros, sintiendo el latir puro y salvaje de la existencia que anteriormente le había sido amputado". Es decir, se acercó a una visión más real de la vida, pues en la sociedad convencional ha hecho falta inventar, a lo largo de la historia, muchas falsedades y eufemismos -convertidos en verdades absolutas- para lograr la estabilidad. Desde ese punto de vista, llegó a conclusiones como que "uno no debe poseer más que aquello que pueda llevar cargado a la espalda", o escribió propuestas vitales como ésta: "Sé audaz. Son demasiadas las personas que se sienten infelices y que no toman la iniciativa de cambiar su situación porque se las ha condicionado para que acepten una vida basada en la estabilidad, las convenciones y el conformismo. Tal vez parezca que todo eso nos proporciona serenidad, pero en realidad no hay nada más perjudicial para el espíritu aventurero del hombre que la idea de un futuro estable. El núcleo esencial del alma humana es la pasión por la aventura. La dicha de vivir con unos horizontes que cambian sin cesar, con un sol que es nuevo y distinto cada día. Si quieres obtener más de la vida, debes renunciar a una existencia segura y monótona. Debes adoptar un estilo de vida donde todo sea provisional y no haya orden, algo que al principio te parecerá enloquecedor. Sin embargo, una vez que te hayas acostumbrado, comprenderás el sentido de una vida semejante y apreciarás su extraordinaria belleza."
Junto a las propias motivaciones de McCandless, en el libro se generaliza un poco más el tema poniendo otros ejemplos similares. Por un lado, con exhortaciones literarias variadas, algunas pertenecientes a las obras leídas por el propio Chris, como ésta de Boris Pasternak en Doctor Zhivago: "Era como si durante toda tu vida te hubieran llevado de la mano como a un niño pequeño y, de pronto, te encontraras solo y tuvieras que aprender a andar. Ya no quedaba nadie, ni la familia ni las personas cuya opinión merecía tu respeto. En aquel tiempo sentías la necesidad de comprometerte con algo absoluto -la vida, la verdad o la belleza- que gobernara tu vida y reemplazara unas leyes del hombre que habían sido descartadas." O esta otra del antes mencionado Henry David Thoreau: "Allí la naturaleza era salvaje y terrible, pero hermosa. (...) No era el jardín del hombre, sino la esfera terrestre intacta. (...) Era la superficie natural del planeta Tierra, tal como fue creada para siempre, para ser la morada del hombre, decimos nosotros, pero en realidad para que la Naturaleza hiciera su trabajo y el hombre la utilizase si podía." O de otros autores aportados por Krakauer, como Roderick Nash: "La naturaleza atraía a todos aquellos que se sentían asqueados o estaban hartos del hombre y sus obras. No sólo ofrecía una escapatoria de la sociedad, sino que representaba el escenario ideal para que el individuo romántico practicara el culto a la propia alma que con frecuencia lo caracterizaba."
Por otro lado, se describen otros casos más o menos similares, en diferentes épocas, al de McCandless, como el de Estwick Evans, que recorrió a pie 6.400 kilómetros en el Oeste americano durante el invierno y la primavera de 1818, y dejó escrito lo siguiente: "Deseaba alcanzar la simplicidad, los sentimientos de los nativos y las virtudes de la vida salvaje; despojarme de las costumbres artificiales, los prejuicios y las imperfecciones de la civilización (...) y tener una idea más exacta de la naturaleza humana y los verdaderos intereses del hombre en medio de la soledad y la grandeza de las tierras salvajes del Oeste." Y sobre todo el muy parecido caso de Everett Ruess, un joven de 20 años que se adentró a pie en el desierto al sur del estado de Utah en 1934 y nunca salió de él; ésta era su filosofía: "Prefiero una silla de montar antes que un tranvía, el cielo estrellado antes que un techo, la senda oscura y difícil que conduce a lo desconocido antes que una carretera de asfalto, y la profunda paz de la naturaleza antes que el descontento que alimentan las ciudades. (...) Es cierto que añoro la compañía inteligente, pero hay tan pocas personas con quienes compartir las cosas que tanto significan para mí que he aprendido a contenerme. Me basta con estar rodeado de belleza." Incluso el propio Krakauer describe como paralelismo su propia experiencia escalando en solitario el Pulgar del Diablo en Alaska.
Tal y como lo estoy exponiendo, parece que el libro es favorable al punto de vista alternativo a la vida convencional, pero la verdad es que también plantea, tanto en el caso de McCandless y Everett, como en otros aquí no mencionados, las posibles incosistencias, sobre todo de tipo psicológico, de quienes vivieron esas experiencias. Un texto de Theodore Roszak encabeza ese capítulo así: "Después de todo, es probable que las personas con talento creativo estén investidas de rasgos patológicos extremos de los que resulten intuiciones geniales, pero que al mismo tiempo les impidan llevar un estilo de vida estable en el caso de que no puedan transformar sus alteraciones psíquicas en una producción artística o filosófica significativa." Y es seguido de otro de Edward Hoagland: "Llevamos nuestras heridas a la naturaleza en busca de algo que las sane, de una cura, una conversión o un bálsamo." De ésto último se puede deducir que efectivamente quien lleva su aventura a extremos como los de McCandless previamente tenía un problema, una herida que curar; pero lo cierto es que esa herida estaba causada en buena medida por la vida social convencional.
Krakauer no elude la polémica suscitada en su día en Alaska y todo EEUU con la historia de MacCandless, con muchas opiniones criticando su actitud propia de ignorante e imprudente. El autor demuestra que buena parte de su ignorancia no era tal, aunque no niega las dosis de imprudencia. Pero lo cierto es que la ideología de Chris exigía un riesgo que la seguridad material de la sociedad evita con más facilidad. En mi opinión, todos somos ignorantes en el constante aprendizaje de la vida, pero es mucho más seguro equivocarse sobre el colchón de la vida convencional que sobre la caída libre de la naturaleza salvaje. Lo que cabe cuestionarse es si McCandless acertaba o no al despreciar el progreso. Pero también podemos preguntarnos, analizando la situación del mundo actual, si el progreso tiene algún colchón debajo, o le espera debajo la misma caída libre de lo que realmente pueda ofrecernos la naturaleza a largo plazo. Porque para McCandless la riqueza y ostentaciones de la sociedad occidental eran un insulto a la lógica natural.
Otro aspecto ambiguo de la historia de Chris, que me produce cierta contradicción, y que tiene cierta relación con el párrafo anterior, parte de una declaración de un amigo del protagonista en su edad adolescente: "Chris había nacido en el siglo equivocado. Esperaba más aventura y libertad de la sociedad actual de la que ésta podía proporcionarle." Y añade Krakauer: "Lo que deseaba era vagar por tierras inexploradas, hallar una región que fuera un espacio en blanco en el mapa. Sin embargo, en 1992 esos espacios ya no existían, ni en Alaska ni en ninguna otra parte. Chris McCandless, con su lógica peculiar, dio con una solución elegante para resolver el dilema: sencillamente, se deshizo del mapa. Aunque sólo fuera en su mente, la terra se mantendría incognita." Esto enlaza con lo que dije al principio acerca del autoengaño en que necesitó creer para poner en práctica su ilusoria aventura, más artificial de lo que sus ideas transmitían. Pero por otro lado, nuevamente era el progreso, ese gran "enemigo" contra el que no se puede luchar, el que impedía que su aventura fuera más real, lo cual no era culpa suya. ¿Era un juego? ¿Era una experiencia real?
La soledad es otro tema ineludible en la aventura de McCandless. Para él era una manera de alcanzar la plenitud; a un amigo solitario que conoció durante sus viajes llegó a escribirle: "No necesitas tener a alguien contigo para traer una nueva luz a tu vida. Está ahí fuera, sencillamente." Pero hacia el final de su estancia en los bosques de Alaska, subrayó estos pasajes de Felicidad conyugal de Tolstoi: "(...)la única felicidad segura en la vida es vivir para los demás." "Una vida tranquila de reclusión en el campo, con la posibilidad de ser útil a aquellas personas a quienes es fácil hacer el bien y que no están acostumbradas a que nadie se preocupe por ellas." Y escribió con mayúsculas una frase adaptada de "Doctor Zivago" (el último libro que pudo leer): "LA FELICIDAD SÓLO ES REAL CUANDO ES COMPARTIDA".
En definitiva, no me parece que "Hacia rutas salvajes" sea un libro que pretenda sentar cátedra acerca de la vida ascética, ni exaltar el escapismo, justificando de paso la vida y filosofía de "Alexander Supertramp". Pero tampoco me sitúo en la opinión de quienes criticaron la actitud de Christopher J. McCandless, entre otras cosas porque su personalidad me deja muchas dudas por resolver, pero sobre todo porque hay una cosa que sí tengo muy clara en todos estos temas: si hay un tipo de actitud que no soporto de esta sociedad hipócrita es la dificultad para aceptar o al menos respetar maneras de ver la vida diferentes a la que cada uno de nosotros ha elegido (o ha creído elegir, ojo). Dando la vuelta a la segunda de las citas de esta entrada, si Chris pudo acabar mal por pensar demasiado, ¿qué le puede deparar a la sociedad el hecho de no pensar más allá de las ambiciones e intereses? ¿Hacia qué rutas se dirige la humanidad? ¿No es salvaje mucho de lo que hacemos? Pero no, para un "bienpensante" el loco es el asceta, el peregrino.
Sea lo que sea, me alegro del tono mesurado y poco exaltado del libro, pues ya dije en la entrada preparatoria que temía que el momento no fuera el más adecuado para tocar el tema. Quizá también yo haya puesto de mi parte al leerlo poniendo cierta distancia, y más reflexión que emoción. De todas formas, está claro que no es un ¡Eh Petrel! de Julio Villar, sino más bien una investigación periodística más impulsada por dudas que por certezas.
Por último, he decidido incluir finalmente la etiqueta "montaña" aunque el libro no trate principalmente sobre dicho ámbito, porque sí que toca el montañismo y el alpinismo en algunas ocasiones, y sobre todo dedica dos capítulos a la mencionada escalada del propio Jon Krakauer al Pulgar del Diablo, relato que ya pude leer hace varios años en una recopilación de historias reales de alpinismo editada por Desnivel bajo el título de "Al Límite", que supuso mi primer contacto con la literatura de montaña.
Alberto, toda esta reflexión me parece muy interesante y es un tema que me ronda por la cabeza en los últimos meses. La quiero comentar hace varios días, pero no encuentro el momento.
ResponderEliminarDejo este breve comentario para que al menos quede constancia y en cuanto tenga un rato más largo trasladaré mis pensamientos al respecto. :-)
Voy a tratar de resumir las ideas:
ResponderEliminar-La naturaleza como lugar de vuelta a casa, como busqueda del verdadero yo, más allá de la sostificación que nos aliena, que es un disfraz.
-La naturaleza humana, la otra naturaleza, como lugar de encuentro con el amor desnudo, sin disfraces, que me alimenta, que me desarrolla y me refresca.
El respeto a la primera naturaleza es básico porque sólo desnudos, sin disfraces, podemos dar y recibir el alimento de la naturaleza humana.
La desnudez es lo que creo que busca quien gusta de la primera naturaleza.
Hasta aquí por ahora.
Preguntas que quedan sin responder:
¿Por qué hay quien de busca la primera naturaleza para huir de la segunda o la primera le aliena de la segunda?
¿Hay una diferencia entre la naturaleza y la naturaleza humana?
¿Es el amor el verdadero alimento de la naturaleza humana?
¿Qué es el amor?
Es un tema demasiado complejo como para pronunciarse con algo de seguridad o convencimiento, con lo cual todo lo que voy a escribir ahora lleva un quizás.
ResponderEliminarLlevándolo a un terreno científico, sí es cierto que la naturaleza humana es una versión compleja de la naturaleza. Y todo lo que hay en la naturaleza se refleja en el ser humano: El emparejamiento y apareamiento, las especies que cuidan de sus crías, y las estrategias de gregarismo, a nivel humano alcanzan una complejidad que llamamos, a groso modo, amor, solidaridad. Pero en la naturaleza también existe la subsistencia a toda costa, la competitividad, el parasitismo, etc., y por supuesto en los humanos hay varios equivalentes complejos, que también forman parte de nuestra naturaleza, y han alimentado y siguen alimentando buena parte de nuestra historia: Los llamamos egoísmo, injusticia, crueldad, odio, etc.
Nuestro progreso intelectual nos ha llevado a tener eso que llamamos ética, moral o conciencia (en buena medida asociado al sentimiento religioso), y que en general nos lleva a desear los sentimientos positivos frente a los negativos, lo cual choca con el hecho de que en la naturaleza (incluida la nuestra) existen ambos aspectos, por definición. Lo normal es que cualquier persona que, como Chris McCandless, piense demasiado en las cosas, en como funciona el mundo y cómo está la humanidad, se choque contra la cruda realidad: nuestra naturaleza no es ni buena ni mala, ni amorosa ni odiosa: es ambas cosas.
Quizá, y sólo digo quizá, los ascetas huyen de la sociedad por la hipocresía de ésta, ya que en la naturaleza, lo bueno y lo malo no se distinguen, no se confunden, no inducen a engaño, todas las estrategias valen por igual, y sólo queda la lucha por la subsistencia, que es la única verdad absoluta de todos y cada uno de los seres vivos, incluido el humano.
Nosotros ya nos hemos alejado infinitamente de esa única verdad absoluta, y desde que empezamos a hacerlo, empezamos a complicarnos la existencia, a perdernos en ese entramado de artificios, eufemismos, tabúes y disfraces. Por eso es conveniente no pensar demasiado para vivir en sociedad, y limitarse a ser gregario; Ya lo dice la psicología, necesitamos ser optimistas, creer en valores positivos, aunque sea a costa de engañarnos frecuentemente, es la mejor arma para tirar para adelante. Y quien no entra en ese juego o dinámica, quien se cansa de la parte negativa y sobre todo de la hipocresía de negarla o disimularla… se dirige hacia rutas salvajes…
Insisto, quizás.
Quizás sean razones más sencillas: Malas experiencias en las relaciones personales, huir del mundanal ruido, del estrés, de las multitudes, de los atascos, cansarse de una rutina forzada e idiotizante, no tener claro para qué estamos aquí (salvo para seguir estando, como se limita a hacer el resto de los seres vivos), etc.
Perdón por el ladrillazo…
Nada de ladrillazo, muy interesante. Comparto en parte tu manera de ver las cosas. También aplico ese quizá a las ideas que vienen a continuación.
ResponderEliminarEn la naturaleza no hay nada bueno ni malo, sino que las cosas son como tienen que ser. Al parecer, todo guarda un equilibrio, también, por ejemplo, el hecho de que haya parásitos. Quizá los aventureros busquen esa claridad y ese equilibrio.
En el caso del ser humano, sin embargo, sí creo que hay cosas buenas y malas, que somos capaces de amar y de odiar. Dices que coincide lo bueno y lo malo en la humanidad. Estoy de acuerdo con eso.
También pienso que hoy en día hemos perdido completamente el sentido de las cosas.
Quizá los aventureros observen que la naturaleza sí posee ese sentido y busquen eso en ella.
¿Qué sentido tiene la vida? Eterna pregunta.
Creo que hoy en día deberíamos cambiar la perspectiva y en vez de querer controlarlo todo (¿para qué? si ya sabemos que eso no nos hace felices) vivir como si todo fuera un regalo (verdaderamente lo es).
Quizá esa experiencia del regalo es más fácil de vivir en la naturaleza porque está alejada del disfraz de la sofisticación (y no sostificación, como digo arriba, menudo gazapo, je,je) y por eso los aventureros acuden a ella.
Sin entrar en profundidades, sólo deciros que coincido completamente con los dos últimos párrafos del comentario de Estela...el afán de control, queremos controlarlo todo y a la vez somos totalmente controlados.
ResponderEliminarSolo en la naturaleza sentimos que nos aproximamos más a esa libertad, esa autenticidad que ansiamos y que nos hace sentir que de verdad todo es un regalo.
Saludos a los dos.
ALLI
ResponderEliminarMuy buen análisis! Siempre admiro a la gente que tiene la capacidad de ver las cosas desde varios puntos de vista. Que placer da ver que alguien escriba lo que uno pensó varias veces pero nunca salio de la mente.
ResponderEliminaryo personalmente no justifico la FALTA DE PREPARACION que tuvo chris mccandless o everett . Mas bien apoyo la idea de perderse un tiempo en la naturaleza ( con ciertos recaudos CLARO!) prque la comodidad , los placeres y la rutina que son caracteristicas que de por si nos sirve la vida cotidiana debemos alejarlas de nuestros ideales , tenerlas presentes si.... PERO! sin interiorizarlas
ResponderEliminar