viernes, 3 de agosto de 2018

Walden o la vida en los bosques (Henry D. Thoreau, 1854)

Cuando inicié este blog hace ya cerca de 10 años, no sabía en absoluto hacia dónde me llevaría. Al margen de aquella intención inicial, seguramente más lúdica que filosófica, de impulsar y dar sentido a mi deseo de salir a la montaña y de desarrollar todas aquellas actividades que sentía que me alejaban de la rutina que parecía pintar de gris mi vida, poco a poco me vi investigando en diversas fuentes sobre el anhelo de escapismo buscado por muchos en diferentes épocas de la historia (en general más bien recientes).

Plasmé así lo que distintos “aventureros” de variopinta índole dejaron reflejado en libros, bien de su propio puño, bien a través de otros investigadores de sus andanzas. Muchos de ellos revelaban a través de sus experiencias ese afán por la huida de la vida convencional, que más allá del nivel físico, llevaba a otro más conceptual o esencial. Y poco a poco iba empapándome de esa filosofía, aunque sin acabar de abrazarla del todo (ya estaba la duda planteada en el título del blog).

Luego, con los años, y con las experiencias aquí mostradas, todas esas ideas no acabaron de cristalizar en una ideología clara, porque al mismo tiempo seguía viviendo la vida real, la convencional, y ésta me iba dando lecciones cada vez más difíciles de contestar, por mucho blog y mucho libro y mucho escapismo que me chutara en vena. Llegó un punto en que las alternativas y las evasiones me resultaban manidas; habían dejado de conmoverme. Tal vez porque había acabado pensando como vivía, y no al revés.

Y en todo ese lapso, me había dejado sin leer lo que podría considerarse como una de las principales piedras filosofales de todo este asunto de la rebeldía naturalista contra la civilización y la sociedad, el Walden de Thoreau: El que podría haber sido el libro iniciático o la Biblia de este blog, si bien lo fue indirectamente, a través de otros influidos por el mismo como Hacia rutas salvajes, la película Dersu Uzala (tengo pendiente el libro), o –tal vez- Recuerdos de un montañero, por poner tres ejemplos.

No esperaba, por lo tanto, que a estas alturas el libro de Thoreau me volviera a “volar la cabeza” como en su día lo habían hecho aquellas obras en las que me veía gratamente sorprendido por sentir tal afinidad con los sentimientos de escapismo de sus autores o protagonistas. Y efectivamente, no lo ha hecho; ha llegado tarde. No porque ya no crea en la esencia de esas ideas plasmadas, o en la razón de su inspiración (la libertad natural perdida frente a la obligación social), sino porque ahora sí lo siento como utópico, como inalcanzable, y sólo disfrutable eventualmente y en muy pequeñas fracciones del ideal. Esas fracciones son todos esos viajes a la montaña reflejados estos años del blog, y que apenas suponen minúsculos islotes de libertad en un inmenso océano de sumisión. Lo que no quita que sean islotes muy disfrutables y reconfortantes, tanto en ellos mismos como en el recuerdo, y que uno se sienta privilegiado de poder apreciarlos sabiendo que mucha gente los desconoce (aunque otros tendrán otro tipos de “islotes”).

Pero tenía que leerlo, era una referencia inevitable que me debía a mí mismo, y que le debía al blog. Una vez que me hice con el libro, todavía tardé bastante en ser capaz de empezarlo, tal vez porque el primer capítulo es con diferencia el más largo (sus cerca de 100 páginas suponen casi la cuarta parte de la obra) y encima se titula “Economía”; luego resulta ser ese capítulo de los más amenos, además de una elaborada síntesis de la filosofía de Thoreau; hay capítulos posteriores bastante más densos, demasiado descriptivos, incluyendo aspectos naturalistas, pero sin excesiva gracia para mi gusto, salvo excepciones.

En general, y al margen de que echo en falta tener un mayor bagaje cultural para captar todo lo que cuenta el autor (ya que recurre con frecuencia a los clásicos, a Homero por ejemplo), el libro se me hace muy interesante en extractos concretos sacados de aquí y allá a lo largo de la obra. De hecho, cuando he repasado las partes que había subrayado para sacar algo interesante para esta entrada, el resumen logrado con esos renglones seleccionados me ha resultado mucho más impactante que la lectura completa del libro. Y, al mismo tiempo, son muchas ideas como para seleccionar las mejores, o como para hacer un interminable “copia – pega”. Pero no puedo dejar de mencionar algunas.

Sin llegar todavía al ingenuo pero revitalizante radicalismo de Alexandra David Neal, Thoreau retrotrae a una época en la que el anarquismo era más culto que la norma institucional, en la que habría sido él desde su cabaña en el bosque el que habría llamado “perroflautas” a los burgueses de la ciudad (tampoco digo con ello que lo contrario sea actualmente lo único). Y cuenta con la misma sencillez que Miriam García Pascual o que Julio Villar un siglo y pico más tarde unas experiencias que el progreso industrial ha ido borrando de nuestras vidas, y ya a mediados de aquel siglo XIX empezaba a dejar las huellas nostálgicas de un pasado irrecuperable (utópico).

Pero hay mensajes que siguen vigentes, y que incluso se hacen más vigentes con cada nuevo y “esplendoroso” impulso del progreso, como ocurre en este siglo XXI con la “revolución digital”, para la que valdría esta frase de Thoreau: “Nuestros inventos suelen ser juguetes bonitos que distraen nuestra atención de cosas más serias. No son sino medios mejores para llegar a un fin que no ha mejorado y que nunca ha dejado de ser de logro demasiado fácil”. Las citas elocuentes extraíbles se suceden a lo largo de la obra:

Las oportunidades de vivir disminuyen en proporción directa al aumento de los llamados “medios””.

El hombre cuyo caballo corre una milla por minuto no siempre es portador del mensaje más importante”.

Dadme la verdad antes que el amor, el dinero y la fama”.

La humildad, como la oscuridad, revela las luces del cielo”.

El hombre civilizado es un salvaje con más conocimientos y experiencias”.

Los hombres se han convertido en herramientas de sus herramientas. Aquel que con toda libertad tomaba el fruto del árbol para calmar su hambre se ha vuelto agricultor”.

Aunque haya pasado siglo y medio, muchos de los argumentos de Thoreau me siguen resultando igual de convincentes o, al menos, difíciles de contestar, aun sabiendo que la mayoría de la gente común los rebatiría sin dudarlo, e incluso aun sabiendo que ni yo mismo me atrevo a vivir acorde a ellos. Pero es que en la actualidad me resulta tan evidente y constantemente reflejada ante mis ojos esa idea de que nos hemos cargado de productos espurios del progreso a los que nos hemos acostumbrado a considerar necesarios, y a creer de forma falaz que sin ellos ya no podemos vivir, que no me resulta nada difícil entender el grado en que podía percibir eso mismo un “anticivilización” del siglo XIX desde su ascetismo en medio del bosque. Thoreau quería regresar a lo esencial, “no deseaba vivir lo que no es vida”.

¿Y por qué aun entendiéndolo con parecida claridad a él he acabado sin embargo volviéndome escéptico ante ello? Bueno, tal vez sea una vuelta de tuerca: Es posible que a estas alturas, el tratar de regresar a estilos de vida ancestrales resulte en su concepción tan artificial como obsesionarse con seguir la corriente y estar a la última en cada adelanto que vaya surgiendo, porque de hecho parece una intencionada huida de lo segundo, lo cual puede que sea otra forma de mostrar obsesión hacia ello. Era natural cuando era natural, cuando no había otra opción (o pocas más) dado el desarrollo humano; ahora es forzado, como ser “anti”, o como votar a un partido no porque te guste sino por que odias a su opuesto.

Quizá me he quedado en un conformista punto intermedio o estancado. Pero quizá eso sea más natural que forzar la marcha en un sentido o en el opuesto. Ni contigo ni contra ti. El islote de los agnósticos, de los nihilistas, de los peyorativamente denominados ahora “equidistantes”. Pero es que esa actitud es la que me pide ahora el cuerpo. Quizá sea inmovilista, quizá no vaya a ninguna parte, pero y los demás, los de una y otra opción, ¿saben hacia dónde van, cuál es el destino, y si se parecerá a lo que realmente desean?

Una última analogía sobre este desencanto del escapismo podría encontrarse también en esa lectura final que tiene la película “Up” de la factoría Pixar: Ese viaje anhelado durante toda una vida al final no resulta llevar al lugar espiritual que el protagonista esperaba alcanzar. Tengo que volver a verla, porque creo que merece un análisis por aquí - que además hace mucho que no escribo sobre cine (sobre cine y sobre muchas otras cosas, la verdad) - .

...O puede que, simplemente, lo que nos ocurre a los escapistas frustrados sea lo que explica el propio Thoreau en el subtexto que actualmente tengo puesto debajo del título de este blog. Así pues, seguiremos disfrutando de las microescapadas momentáneas para hacer más llevadero el resto de la vida. Viviendo Y escapando.

2 comentarios:

  1. Excelente entrada.Antes que nada volver a felicitarte por el blog porque desde hace años es mucha la belleza de las imagenes y reflexiones que compartes aparte de las recomendaciones culturales que haces.Gracias.
    En cuanto al tema de este post,personalmente me encuentro en un punto parecido, y pienso que en realidad estamos tratando de seguir un impulso que ciertas personas llevan dentro solo que las respuestas a estas preguntas no pueden ser respondidas con las mismas palabras que antaño pues la realidad actual es diferente y como bien dices no seria mas que una mentira estetica.

    Me interesa el zen y pienso que en esta "filosofia" se encuentra brillantemente expuesta la dificultad de esta paradoja, la preocupacion por lo autentico y la evitacion de lo no-natural es una ideal zen pero es curioso como actualmente muchos de sus praticantes insisten en adotar esteticas y actitudes que a lo mejor tenian sentido en el japon feudal pero no ahora cuando el zen con mas iniciativa es occidental.Creo que tienen mas sentido seguir esa via y cualquier otra actividad o busqueda de una manera nueva porque el apego a la forma no es definitivamente el camino.Vivimos con nuevas posibilidades y retos.Eso es un hecho.
    Por poner un ejemplo me parece mas interesante la actitud de movimientos como el de los eremitas urbanos que de los que se van a un convento cartujano.La accion desnuda de comoda forma (soluciones de antaño) o de intencionalidad egoica me parece mas sincera o menos sospechosa.Aunque ya te diste cuenta de que hay tambien paradojas pensando asi.
    Y en paradojas nadie supera al zen jeje

    Depues de este rollazo y sin saber si me he explicado bien lo que quiero decir es que el juego es el mismo, solo que hay nuevas fichas y hay que jugar con ellas.Nuestra generacion tienen una oportunidad como ya la tuvieron los clasicos que tienen que servir de inspiracion pero no como un manual ikea.
    Pienso que eres sincero y coherente, como ya llevas años demostrando con tus experiencias y creo que el punto medio actual es mucho mas interesante y real que si vivieras todos los dias al limite solo para hacer otro monumento al ¡que guay soy miradme!

    Un saludo

    P:D:Tengo pendiente leerme los diarios de viaje de Basho.Espero aprender cosas de el.Y si te interesa una pesadilla walden actual te recomiendo sukkwan island de david vann.

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    1. Gracias por tu cometario, Álvaro. Me agrada comprobar que con lo decaído que tengo el blog en comparación con años atrás, todavía hay quien no sólo se interesa por las entradas que subo, sino también por aportar puntos de vista tan interesantes. En cuanto a lo que dices, supongo que aparte de las paradojas consustanciales a cada filosofía, el grado de desarrollo de la historia de la humanidad y de sus múltiples ideologías lleva inevitablemente a un batiburrillo de contradicciones y de caminos cada vez más numerosos y difusos, y lo normal en un escenario así es perderse. Yo tampoco sé si busco ser coherente o simplemente intentar aprovechar la vida de la mejor manera posible, cosa que cada vez se hace más difícil, porque con menos años me era más fácil tener las cosas claras. En fin, seguiremos caminando y buscando.
      Tomo nota de tus sugerencias.

      Un saludo.

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