De ¿Viviendo o escapando? |
En una cosa fui un poco impreciso al redactar el plan de escapada (dos entradas atrás). Es cierto que nunca había visto este vídeo, pero no es cierto que nunca hubiera visto una interpretación en directo de la obra "Concerto for Group and Orchestra". De hecho, la ví en vivo y en directo, estando presente. Y de hecho, hoy sigue siendo mi concierto favorito de toda mi vida (a pesar de Dream Theater). Fue el 20 de octubre de 2000, en el Palacio de los Deportes de Madrid, formando parte de la gira europea de Deep Purple con la Orquesta Sinfónica de Rumanía y Ronnie James Dio. Un recuerdo imborrable que marcó un antes y un después en mi vida de oyente musical.
No había escuchado previamente el Concerto antes de acudir aquella tarde - noche al Palacio de los Deportes. Todo el concierto fue increíble, espectacular, mágico, sublime... Pero sobre todo el Concerto for Group and Orchestra me pareció una sorpresa majestuosa, que superaba cualquier sensación que jamás hubiera vivido en directo. Sin conocerlo previamente, me atrapó desde el primer instante hasta el último, estuve concentrado en cada nota sin dejar de sobrecogerme en ningún instante. Una sinfonía de la fusión entre el Rock y la Música Clásica, con un poder y una emotividad que colmaban todas mis capacidades de captación de sensaciones positivas. En otras palabras, ¡me pasé todo el rato (el primer y tercer movimiento, que fueron los que interpretaron) embobado, excitado hasta el extremo, con los pelos de punta!
Cierto es que la capacidad de impresionarme podía estar influida aquel día por la poca costumbre que tenía de escuchar orquestas sinfónicas en directo, menor aún en el caso de hacerlo junto a un grupo de Rock, por cierto de mis favoritos (dicha fusión, de hecho, ni la había presenciado antes ni la he vuelto a presenciar después). Pero posteriormente he escuchado muchas veces el CD de la grabación que en el Royal Albert Hall se había realizado el año anterior de la misma obra (de la que aquí se comenta el DVD), además de otros muchos ejemplos de dicho género de fusión, y siempre ma ha parecido (y así sigue siendo) que mi composición favorita de toda la historia del Rock Sinfónico sigue siendo este Concerto for Group And Orchestra. Tiene una emotividad muy especial para mí, por muchas razones, y una poderosa magia que me atrapa desde los primeros compases. Probablemente a oídos de un experto en Música Clásica no sea para tanto, pero en mi modesto nivel es una obra impresionante.
Así pues, la visión de este DVD no ha estado exenta de emotividad, por recordarme aquel inolvidable concierto que tuve el privilegio de presenciar, pero también por el valor que tiene en sí mismo. Ver, desde los primeros minutos, al otrora enérgico y salvaje teclista Jon Lord (por cierto compositor del Concerto, gracias a sus estudios en Música Clásica), que en otras épocas parecía pelearse físicamente con el órgano Hammond, ahora recogida su ya blanca melena en una muy discreta y minúscula coleta, luciendo traje (aunque sin corbata) y elegancia gestual propia de un músico "serio", interpretando al piano las dos relajadísimas y emotivas baladas "Pictured Within" y "Wait a While", ganándose el respeto y el aplauso de una audiencia con más pinta de ir a ver un concierto de rock que la música melódica ligera que destilan esas dos canciones. O a Ronnie James Dio, la voz del Heavy Metal, cantando dos temas tan poco (o nada) hardrockeros como "Sitting in a Dream" o "Love is All". Son ejemplos de que los músicos de Hard Rock pueden ganarse el respeto de quien no ve más allá de los mal llamados "ruidos" o "gritos", haciendo una música sublime a cualquier nivel.
Pero el núcleo importante del vídeo son evidentemente los tres movimientos del Concerto. Es mágico ver un espectáculo de fusión de orquesta sinfónica y grupo de rock interpretando una obra especialmente compuesta con tal propósito. No es lo mismo que orquestar canciones de rock a posteriori, que tantas y tantas veces se ha hecho; es buscar la esencia misma de dicha fusión. Y el resultado me parece maravilloso.
En lo visual (que es lo que hace especial este plan de escapada respecto de cuando lo haga como audición solamente), evidentemente resulta muy curioso observar al grupo de Rock, con sus ademanes enérgicos, con los pelos largos, con los pantalones vaqueros, etc., con la orquesta sinfónica detrás (trajes, elegancia, contención...). Sin embargo, en las partes en que toca sólo la orquesta, observo en muchas ocasiones la respetuosa e incluso tal vez emocionada atención que los miembros del grupo de Rock ponen en la orquesta; especialmente sobrecogedora resulta la casi embelesada actitud de Ian Gillan, Steve Morse y Ian Paice en la parte lenta final del segundo movimiento. Y viceversa, en alguna enérgica sección del grupo en solitario, algún que otro músico de la orquesta no puede reprimir moverse un poco al ritmo del Rock. Y cuando ambas partes tocan simultáneamente, el apoteósico sonido queda reforzado por la sugerente y curiosa imágen; curiosa por inédita pero, si queda tan bien, tan coherente, ¿por qué no aceptarlo finalmente como una fusión más o menos natural? Supongo que por costumbre seguirá pareciendo lo cusrioso, lo excepcional, pero no dejan de ser instrumentos sumados para una misma causa -la música-, sean cuales sean las formas.
Me llama la atención (hasta cierto punto) que los miembros de Deep Purple también manejan partirura sobre un atril. No se acoplan "de oído" a la obra, si no que forman parte, como dije, de la misma misión. Por supuesto, incluso en las partes en las que alguno de ellos no toca, se observa, por ejemplo a Jon Lord, pasando la página de la partitura mientras toca la orquesta, como un músico más de la misma. En un momento dado, Morse a la guitarra, Paice a la batería o Lord al teclado, realizan solos improvisados, saliéndose de dicha partitura; me gusta entonces como Lord observa con un gesto al director de orquesta, Paul Mann, para indicarle que le va a dar pie para recuperar la partitura de nuevo, y que así la orquesta vuelva a entrar en escena. En otro momento, tras un solo de guitarra de Morse, es más adelante un clarinetista de la orquesta el que parece impregnarse del espíritu Rock para efectuar un solo más o menos improvisado. Son muchos los detalles que hacen de este tipo de conciertos algo realmente especial.
Fuera del hecho de la fusión en sí, hay otros detalles que me llaman la atención. Por un lado, el virtuosismo del guitarrista Steve Morse, técnicamente lleno de recursos; Es impresionante ver los solos que es capaz de hacer mientras imita el solido del violín, girando la rudecita del volumen con el meñique de la mano derecha, la misma con la que al mismo tiempo toca las cuerdas con la púa, por ejemplo; Alguno dirá que Purple sin Ritchie Blackmore no es Purple; es posible, pero, sea lo que sea, con Morse no es peor, es distinto, e igualmente espectacular y recomendable de ver. Por otro lado, me decepciona Ian Paice en su solo de batería; Me impresionó en su día en el concierto del Palacio de los Deportes, pero aquí me resulta simple, en comparación con su propia exhibición del Concerto de 1969; yo no controlo demasiado, y no puedo juzgar hasta qué punto y en qué dirección han evolucionado las técnicas de los bateristas, pero el caso es que en general me suele llamar más la atención el estilo con que se tocaba en los setenta que ahora; A lo mejor, en este caso concreto, es más bien cosa de la edad de Paice, pero lo cierto es que normalmente me parece que ahora se toca la batería de forma más artificial y menos apasionada que entonces; No sé, puede que sea una cuestión de gustos, nuevamente. Otro de los detalles que me encantan es el viejo órgano Hammond de Jon Lord; cuando digo viejo, es que es viejo, porque en los planos cercanos se aprecian los arañazos y muescas en los bordes de la madera; no me extrañaría que fuera el mismo que utilizó en la versión de 1969, por cierto interpretada en el mismo escenario, el Royal Albert Hall de Londres. Y, desde luego, la emocionada reacción del público; Se aprecia que vivir algo así en directo es muy, muy especial; Doy fe.
Es admirable que los músicos de diferentes géneros nos den lecciones de hermanamiento como éstas, desprovistas de convencionalismos prejuiciosos. Más allá de las formas de expresión, está el lenguaje universal de la música, y la extereorización de sentimientos comunes a todas las personas; como mucho, sólo el nivel académico o instrumental podría suponer una barrera, lo que explica que cuando se es bueno, puede haber entendimiento con otros estilos, y lo que demuestra que también se pude ser un gran músico haciendo Hard Rock. Al público esto parece costarle más. Aún sorprende (y no debería, a estas alturas) que la misma persona que disfruta de la "Novena Sinfonía" de Beethoven, "Las Cuatro Estaciones" de Vivaldi o el "Quinteto la Trucha" de Schubert, pueda hacerlo también del "Peace of Mind" de Iron Maiden, del "Master of Puppets" de Metallica o del "Painkiller" de Judas Priest. Sin embargo, si esto es posible, me parece igual de natural que una música que reúna la energía y la potencia del Rock con el lirismo y la épica de la Música Clásica pueda ser perfectamente aceptada. Hace falta que quienes aman la Música Clásica no pequen de elitismo intelectual y exceso de seriedad, así como que los seguidores de las diferentes vertientes del Rock no teman perder su espíritu rebelde ni se cierren en banda. Quienes logren superar dichos prejuicios, admirarán una fusión mágica, y ampliarán sus horizontes hacia nuevas formas de escapada musical. Merece la pena (aunque, por supuesto, no es obligatorio; allá cada cual...)
Cuando lleve a cabo la escapada meramente sonora, con la versión original del Concerto for Group and Orchestra (1969), lógicamente me fijaré más en la obra musical en sí, y así trataré de reflejarlo aquí.
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