jueves, 7 de mayo de 2009

Cumplido plan 24: Sierra del Valle.

ADVERTENCIA: El montañismo es una actividad que supone riesgos. No debe realizarse sin la experiencia y el material adecuados, ni tampoco es del todo aconsejable en solitario. El autor se exime de toda responsabilidad sobre cualquiera de las posibles decisiones que pudieran tomar al respecto quienes lean esto, y por tanto de sus consecuencias.

De Sierra del Valle



Mal empezamos...

Punto de partida (personal) previo: Demasiadas preocupaciones acumuladas en la cabeza a lo largo de los últimos meses: Personales, familiares, laborales... Demasiada carga emocional y psicológica para alguien como yo, que ya de por sí le doy al tarro más de la cuenta cuando las cosas van aparentemente bien. Y muy poco espacio (o tiempo) para desconectar; demasiadas ocasiones frustradas: Semana Santa, que si Pirineos, que si Sierra Nevada, que si Gredos... al final, malas previsiones y a quedarse en casa, con el único consuelo (insuficiente) de la Sierra de la Cabrera; El fin de semana anterior a este plan 24, lo mismo. Ésta era la ocasión necesariamente exitosa. O eso, o acabar hasta las narices de todo...

Decido finalmente salir el jueves 30 de abril por la tarde, para aprovechar lo mejor posible el tiempo, y por no querer echarme atrás por una previsión sólo un poco agorera; de hecho, lo que anuncian para ese jueves es que habrá lluvias débiles dispersas que tenderán a disiparse por la tarde, que es cuando voy a comenzar yo la excursión. Pero durante el viaje en autobús, junto a las retenciones de tráfico propias del puente, compruebo que las lluvias son casi constantes y por momentos bastante fuertes: Empiezo a mosquearme. O a decepcionarme. Otra vez la hemos cagado: En Semana Santa por no ir a las Arribes del Duero cuando luego no hizo tan malo como decían, aquí por venir cuando luego estaba haciendo peor de lo anunciado.

De Sierra del Valle


El autobús llega a Santa María del Tiétar a las 20:00, con una hora de retraso, y sigue lloviendo. Me meto debajo de un balcón para pensar en la situación. Bueno; es lo que hay. A sacar el chubasquero, y para arriba. Al fin y al cabo, llevo la tienda de campaña de Iván. Pero vaya tela (concretamente Goretex) con el chubasquero. Será super moderno y super técnico y super caro y super mega guay de la muerte, pero es un engorro: Hay que llevar algo debajo para que no cale en abosluto (ya lo he comprobado); ¿y que llevo debajo?: el cortavientos. Con todo eso, el macutón a la espalda, y el calor que hace, pronto empiezo a estar más empapado de sudor que lo mojado que estaría por la lluvia si estuviera subiendo en pelota. Pero hay más: Deja de llover. Vale, me quito el chubasquero, el cortavientos, y no me quedo en pelota por decoro. Sigo subiendo en manga corta. Parece que vuelven a caer unas gotas. A los cinco segundos, chaparrón. Me meto bajo unos árboles. Empiezo a estar muy cabreado, pero la sensación de decepción es aún mayor. Efectivamente, la he cagado saliendo el jueves (aparentemente, de momento).

Finalmente, y bajo algunas gotas de lluvia más, pero ya sin el chubasquero (que le den; si me lo pongo va a dejar de llover), llego a un castañar en el que encuentro una roca haciendo de techo, habilitada como vivac. Parece que es la mejor opción. Por supuesto, una vez tomada la decisión, no solo ha dejado de llover, sino que las nubes se empiezan a despejar. Pero ya se me ha hecho demasiado tarde. A cenar y a dormir. Mañana madrugaré más de lo esperado para no perder tiempo respecto de lo calculado inicialmente.

De Sierra del Valle


Al día siguiente, una vez que he dejado atrás el pueblo de Casillas, compruebo que sopla un viento bastante desagradable (fuerte y frío). Temo, como es lógico, que en la cuerda pueda ser peor: Perfecto para una excursión que consiste en ir todo el rato por la cuerda... Cuando llego al Puerto de Casillas, como era de preveer, la ventolera es de espanto. ¡Vaya que si la he cagado! ¡Pero en general, por el simple hecho de haber preparado ésta excursión!

De Sierra del Valle


Y sin embargo, en ese momento no me puedo ni hacer a la idea de hasta qué punto ese viento se va a acabar convirtiendo en infernal, en un verdadero suplicio llegando a la cima del Cerro Escusa. Ya antes de llegar al collado previo, junto al llamativo Canto del Berrueco, noto que el cansancio empieza a hacer mella en mí, y que mi capacidad de aguante al viento (el cual aún no ha llegado a su punto álgido de fuerza) sin cagarme en todos los seres nombrables está flaqueando seriamente.

En los últimos 150 metros de desnivel y poco más de 1.000 de distancia, necesito parame hasta en cuatro ocasiones. El viento es muy fuerte, y la superficie de resistencia que suponemos mi macutón de travesía y yo, demasiado grande: a cada cinco pasos que voy dando al frente, me veo desplazado otros dos o tres hacia mi izquierda. Mi cansancio empieza a traducirse en malestar, una especie de mareo. Me oigo respirar fuerte mientras camino a paso lentísimo y me pregunto: ¿Estoy subiendo a un cerro de menos de 2.000 metros o a un ochomil? Vaya tela...

En la última de las paradas, llego a la conclusión de que no voy a ser capaz de hacer cima (¡a cien metros de distancia de la misma!) si no me paro antes a descansar y a comer. Busco un lugar al abrigo de unas rocas.

De Sierra del Valle


Y en esa parada llegan las reflexiones: ¿Merece la pena seguir? ¿Hasta la Lanchamala? ¿Con este viento? ¿Y con este estado de forma? No. No. No. No. Mejor termino de comer, subo (sin macuto) a "tocar" el vértice del Escusa, y vuelvo por donde he venido. No, tampoco. Por donde he venido no. Bajo directamente hacia la vertiente sur, para evitar el viento. Y hoy mismo cojo un autobús en La Adrada o en Sotillo de la Adrada, vuelvo a casa, y descanso sábado y domingo. Otro plan frustrado. Otra decepción. Otra nueva ocasión perdida para "sanear" un poco la saturación mental que llevo encima... Si al menos pudiera decir que he disfrutado en este día y medio... ¿¡Pero cuándo voy a volver tener una oportunidad de sentir que esto de vivir merece la pena más allá de un simple aguante instintivo y punto!?

De Sierra del Valle



...Y al fin una tregua.

Según voy terminado de comer, me voy sintiendo mejor. Pienso que no pierdo nada por seguir hasta el Escusa con el macuto, por si acaso cambio de opinión. Al fin y al cabo, siempre puedo empezar a bajar hacia La Adrada más adelante. Decido, por tanto, darle una última oportunidad al plan. No es que crea en una mejora de las perspectivas actuales, pero ya no tengo nada que perder.

De Sierra del Valle


Lo cierto es que cuando reanudo la marcha, aun con el mismo viento, me siento bastante más fuerte. Al fin logro hacer cima en el Escusa. Creo que nunca una montaña tan fácil me costó tanto. Pero he llegado, y estoy mejor. Incluso me animo a trepar, a pesar de la ventolera, al montículo de piedras sobre el que está el vértice geodésico, y desde arriba hago alguna que otra foto, mientras me congelo las manos.

De Sierra del Valle


Continúo adelante. No recuerdo en qué momento paso de pensar en buscar un lugar por el que bajar hacia La Adrada a querer llegar hasta el Puerto de Navaluenga para establecer por allí un vivac en la vertiente sur, y esperar que al subir de nuevo al día siguiente a la cuerda el viento haya remitido: Ya casi estoy pensando en el plan inicial prácticamente completo. El viento sigue soplando, pero es mucho más soportable, y yo me siento fuerte y animado.

De Sierra del Valle


La tarde va pasando, el viento amaina poco a poco, y yo empiezo a disfrutar, casi sin darme cuenta, tanto del paisaje del cordal por el que transito como de las vistas que lo rodean. Contemplo desde arriba praderas en las faldas de la sierra, y su aspecto apacible y bucólico me invita a bajar hasta ellas. Más tarde lo haré, precisamente coincidiendo con el camino del Puerto de Navaluenga para buscar la zona de vivac: Me siento más libre. Y me he olvidado de todo lo que me atormentaba, ya no pienso en ello. He escapado. Ya he logrado recuperar el sentimiento de la montaña. Ya me siento agusto, en mi medio, precibiendo esas sensaciones tan agradables y tan difíciles de explicar cuando se está de nuevo en la urbe, pero que cuando llegan allí saben a sentimientos olvidados, y sacian el espíritu sediento de emociones.

De Sierra del Valle


Al día siguiente me levanto con ánimo de divertirme, de exprimir mis habilidades. Me pongo a trepar cada risco que sigo encontrando por la cuerda. ¿Hay algo más satisfactorio para la sensación de felicidad que las ganas de jugar? Pues esa es una de las sensaciones que me gusta vivir en la montaña: el juego. Subir a cada pico, usar las manos en la trepada, hacer docenas de fotos, reconocer desde lejos cada punto del camino por el que he pasado y por el que, probablemente, voy a pasar... es un juego en el que no me siento mayor, no me siento como un adulto imitando torpemente a un niño: me siento, de hecho, un niño.

De Sierra del Valle


En fin, parece que definitivamente no fue, ni mucho menos, una cagada. Fue de hecho la mejor experiencia de montaña que he vivido desde que escribo en este blog. Precisamente por su contraste. Quizá por su realismo: Nada puede ser perfecto. No deja de ser curioso que, en las inmediaciones del Cerro Escusa, estuviera a punto de renunciar a ello, de perdérmelo. Lo que es muy difícil saber es cuándo hay que dar una última oportunidad, o por contra, cuándo estás a tiempo de rectificar... La de experiencias buenas que nos habremos perdido, y/o la de marrones chungos de los que nos habremos librado...

De Sierra del Valle


Todas las fotos de la excursión.

Descripción técnica de la travesía:

Parte 1: Ascensión al Cerro Escusa

Parte 2: Ascensión al Lanchamala

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