Ha pasado más tiempo del habitual desde la última entrada sobre el libro de Pisón y Álvaro, y ello se debe al paréntesis que abrí en su lectura entre los arriba mencionados capítulos, consecuencia de un mes de Mayo -afortunadamente- repleto de cumplimiento de planes de excursiones, con sus respectivas reseñas.
Del capítulo VI ("Signos Ideológicos") poco interesa reflejar aquí, pues precisamente muestra una de las antítesis del sentimiento de la montaña: la politización del alpinismo (sí, aquí también...). Es una parte que conviene conocer, pues de todas las realidades hay que tener conocimiento (precisamente conociendo lo negativo podemos evitarlo), pero no me merece la pena profundizar más en ello. Sólo indicar que incluso -y especialmante- los signos más radicales y nefastos de la historia han utilizado este deporte para exhaltar sus ideales. Una pena, y una paradoja, cuando este ambiente puede (o podría) aportar tanto bueno a la sociedad. Quizá en algo tan superior, por concepto, como la montaña, encuentran base expresiones que por sí solas están vacías de espíritu positivo. En cualquier caso, es entender sólo (y mal) la parte ambiciosa y soberbia del deporte.
Diametralmente opuesta es la esencia del capítulo VII, que por su título refleja de hecho esa idea, que no es sino el corazón o espíritu del libro: "El Tuétano del Sentimiento". Se repasa la época dorada del alpinismo y sus más altas expresiones literarias y filosóficas. Se relatan brevemente experiencias del gran Walter Bonatti, se homenajea la histórica cordada de los malogrados Rabadá y Navarro, se explica toda la evolución del alpinismo español en la segunda mitad del siglo XX, e incluso de da algún interesante apunte sobre la dualidad conservación - desarrollo en la montaña, ya que comienza a tener una polémica relevancia en esos años.
En cuanto a citas, ya reflejé dos bastante reveladoras respecto de la montaña como filosofía de vida en el epígrafe final ("Una Post-Data literaria") del plan 25 (La Alcazaba, Sierra Nevada) . Además de éstas, destacaría lo reflejado por otros dos montañeros (uno ya mencionado antes):
Por un lado, Bonatti: "Moverme en una naturaleza grandiosa y genuina, a la que me siento vinculado; medirme sobre todo conmigo mismo; encontrar mi identidad; en una palabra, la realización..." (Cómo me recuerda ésto a lo que plasmé en dicho plan 25). "La montaña me ha enseñado a no hacer trampas, a ser honesto conmigo mismo y con lo que hago... De ahí la importancia de fortalecer el espíritu, de elegir lo que se quiere ser. Y, una vez elegida una dirección, se debe ser lo suficientemente fuerte como para no sucumbir a la tentación de tomar otra. Naturalmente, el precio que hay que pagar (...) es altísimo. En lo que a mí respecta, el patrimonio espiritual que he obtenido es proporcional..." Y más: "La soledad ha sido para mí una escuela formativa, una condición preciada..." (Sobre todo por la toma individual de decisiones). "Debo muchísimo a la montaña porque me ha construido como hombre. Al final se encuentra el hombre, él está detrás de toda esta pirámide de experiencias".
Por otro, el vasco Juanjo San Sebastián : "Continuamos porque uno debe llegar hasta Ítaca para darse cuenta de que lo importante es el camino". O: "Todas las cosas que nos hacen disfrutar en plenitud, pueden hacernos sufrir enormemente, no podemos pretender disfrutar sin estar dispuestos a sufrir proporcionalmente. Así es el amor, la pasión, por las montañas o por lo que sea, así es la vida".
Únicamente me quedan ya los dos últimos capítulos del libro: "Las Grandes Cordilleras" y "La Mirada Actual".
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