domingo, 3 de mayo de 2009

Los caminos alternativos de la montaña... y de la vida.

En la montaña también hay convencionalismos. Es una de las conclusiones a las que he llegado cumpliendo el plan 24 (ver anterior entrada). Antes de terminar la preparación de las descripciones que estoy haciendo de dicha excursión, quiero reflejar aquí aparte la idea que inicia éste párrafo, y sobre todo la que considero mejor respuesta posible a esa idea: los caminos alternativos. Por desgracia, como sabemos (y se dice también en el libro de "El Sentimiento de la Montaña"), las ideas no van a llegar al mundo cotidiano con la misma claridad y fuerza que cuando surgen en medio del campo libre y abierto. Pero lo intentaré.

La cuestión es que he podido percibir, en esta ocasión como pocas antes, lo mucho que gana el senderismo y el montañismo cuando la elección de la ruta está basada en la curiosidad natural, en la espontaneidad, en un sentimiento nacido de la necesidad de inventar y conocer, y basado en lo que apotaron conocimientos previos. Cuando se lleva a cabo un plan tan poco nombrado en libros, foros y demás como es este recorrido de la Sierra del Valle, por pura curiosidad, por conocer lo que me quedaba de Gredos, por recorrer la parte más alta de un valle, el del Tiétar, que tantas veces he visitado en su llanura pero que, en esta zona, desconocía arriba; y luego te encuentras con que es mucho más gratificante de lo que esa falta de publicidad auguraba. O cuando improvisas sobre la marcha las sendas por las que quieres andar; cuando ves desde arriba una bonita pradera a la que deseas bajar, y, no te importa cómo se llame, libremente bajas hasta ella; cuando pasas junto a diversos riscos a los que te apetece trepar, y, no te importa su altitud o su renombre, decides treparlos; cuando tu corazón elige la montaña a la que quires subir, o la vía por la que prefieres subir... esa sensación de libertad, de espontaneidad, y de creatividad, es la que hace original la actividad del montañismo, la que aporta vida a algo que, de otro modo, sería subir por subir.

Sin embargo, nos ceñimos a lo establecido, a lo convencional, también en la montaña y en el senderismo. Yo, personalmente, también lo he vivido (y cumplido) en algunas ocasiones: Hay que hacer el Camino de Santiago; hay que hacer la Cuerda Larga; hay que hacer la Ruta del Cares; hay que hacer el Camino Schmid; hay que hacer la Traspirenaica; hay que hacer todos los dosmiles del Sistema Central, o los tresmiles del Pirineo, o el pico más alto de cada provincia de España (ya estamos con los límites geográficos inventados), o subir 400 veces al Almanzor, o 1000 a La Maliciosa... vale, todo eso está o puede estar muy bien. Pero no nos limitemos a eso, o agotaremos demasiado pronto las ideas, y seremos autómatas que sólo haremos caso a lo que nos dicen que hay que hacer. Perderemos el sentido de lo original, de lo auténtico, del descubrimiento, del enriquecimiento... De todo lo que he disfrutado este fin de semana.

Y, cómo no, tras la lección de montaña, surge la metáfora aplicable a la vida. Aunque en este caso, por cómo lo he expresado, casi ha parecido que lo he deducido precisamente al revés; pero lo cierto es que ayer sábado, en algún punto de la cuerda de la Lanchamala, a unos 1800 metros de altitud, en un bucólico pero agreste lugar, cómodo y agradable y al mismo tiempo de abruptas vistas, uno de esos lugares en los que, en la más completa soledad, percibo la ideas con una claridad que en la ciudad se me suele nublar o más bien contaminar; en ese momento, decía, el símil con el mundo real lo percibí en la dirección montaña - vida:

¿Por qué hay que aceptar los caminos que nos impone la sociedad, a través de la publicidad, de los medios de comunicación, o -más allá- de las escalas de valores creadas por las diferentes ideologías prefabricadas? ¿No nos estaremos limitando ya a subir por subir? ¿Dónde está la originalidad, la espontaneidad, la libertad, el amor por el conocimiento verdadero, por saber qué es lo que realmente nos gustaría llegar a ser cada uno de nosotros, sin la atadura de "lo que deberíamos ser"? ¿La única montaña que nos importa, o la que más nos importa, es el dinero?

En fin, éstas y otras muchas reflexiones me surgieron estos dos días y medio de caminata por el sector oriental de la Sierra de Gredos, fruto de la mejor experiencia montañera que he vivido en lo que va de año (y más). Espero reflejarlo pronto, y de manera íntegra, por aquí...

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