jueves, 10 de diciembre de 2009

Cumplido plan 52 (B): Perdiguera.

ADVERTENCIA: El montañismo es una actividad que supone riesgos. No debe realizarse sin la experiencia y el material adecuados. Tampoco es del todo recomendable en solitario. El autor se exime de toda responsabilidad sobre cualquiera de las posibles decisiones que pudieran tomar al respecto quienes lean esto, y por tanto de sus consecuencias.



Efectivamente, tal y como sospechaba escribiendo la anterior entrada preparatoria del plan, la niebla hizo honor a las previsiones y me impidió ver La Najarra desde Miraflores. Por lo tanto, y ante el riesgo de hacer todo el esfuerzo de subir para luego llevarme una esperable desilusión por escasez de nieve, opté por la idea B de subir a la máxima altitud de la Sierra de la Morcuera, vecina de la montaña descartada. Pero tengo que reconocer que en parte me hacía más ilusión, y casi estaba deseando ver poca nieve en La Najarra porque, como siempre, me apetecía más hacer un recorrido nuevo, pisar terreno inédito para mí (aunque ya hubiese subido al Perdiguera por otro itinerario).



Y a la larga acerté con la elección. No sólo porque, una vez que pude ver La Najarra emergiendo del mar de nubes, comprobé que efectivamente habría pisado poca nieve con el plan A, como sospechaba. Sobre todo acerté por lo dicho, porque resulta gratificante cómo un itinerario diseñado por caminos no conocidos acaba resultando muchas veces más atractivo que las rutas habituales (la filosofía de aquella entrada, Los caminos alternativos de la montaña...)



Y eso que la mencionada niebla al principio ejerció un poco de aguafiestas. Las nubes bajas cubrían (aunque variando con el tiempo y en cada zona) un espesor altitudinal de unos 300 ó 400 metros, desde más o menos los 1.250 - 1.400 (unos 100 por encima de Miraflores y Bustarviejo) hasta los aproximadamente 1.600 ó 1.700 (unos 200 por debajo de la cima). Así pues, la excursión consistió en meterme en la niebla subiendo, salir por encima de las nubes llegando arriba, volver a entrar bajando, y volver a salir llegando a Bustarviejo. Y en el inicio me fastidió un poco, porque aunque creo que andar por el campo con niebla resulta entre misterioso y singularmente agradable y bucólico (por ejemplo en un bosque), en el caso de subir por una cresta, como era este caso, te pierdes sus esperables y constantes vistas panorámicas.



Sin embargo, ese fastidio inicial quedó luego justificado, cuando superé esa misma niebla dejándola por debajo, convirtiéndose en un espectacular y al mismo tiempo relajante manto blanco algodonoso, sobre el cual emergían las montañas (incluída La Najarra) como islotes inhóspitos. El propio entorno general de Guadarrama parecía el de una cordillera aislada en tierras remotas, gracias a que el monstruo de la gran ciudad y los numerosos y mega urbanizados pueblos quedaban tapados por el mencionado manto (aunque ojalá también fueran las nubes buenos aislantes acústicos...)





Por otro lado, qué buen partido se le saca a la afición a la fotografía en días como éste. La sierra estaba decorada para la ocasión; la austeridad de estas montañas en un soleado día de verano no tiene comparación con lo que las pinceladas de la nieve (aunque fuera más bien poca) y el abrazo de las nubes a las laderas logran sacarle de provecho estético.



Tras contemplar las vistas con detenimiento tan curioso como embelesado, comenzó esa parte de toda ascensión montañera cuyo disfrute depende tánto de cómo se plantee: la bajada. Se puede caer en el error de asociar el descenso al anticlímax (por analogía con el clímax de la cumbre), y convertir la bajada en una mera necesidad inevitable, incluso en un aburrimiento a veces tedioso. Esto suele ocurrir cuando se baja "por donde siempre", o simplemente por el mismo camino de la subida. Pero si se plantea la bajada como otro nuevo descubrimiento, como una nueva búsqueda de rincones por conocer, entonces puede ser tan disfrutable como el ascenso. Y así fue en esta excursión. Los prados y pinares de la loma norte de la Sierra de la Morcuera, incluyendo el Abedular de Canencia, invitaban al paseo por parajes nuevos. Aun habiendo estado por esta zona otras veces, siempre quedan rincones por conocer, y así pude comprobarlo y disfrutarlo, sobre todo en la agradable pradera en la que me paré a comer.





El ciclo siguió completándose cuando me metí de nuevo en la niebla llegando al Puerto de Canencia, pero en este caso si que tuvo ese caracter positivo del que hablé al principio, con el bonito juego de luces que la bruma provocaba resaltando los rayos del sol que se colaban entre los pinos. Además, añadió la escasa visibilidad un componente "aventurero", al tener que buscar y luego seguir una senda que no había recorrido nunca, sin contar con referencias visuales del paisaje general. No hubo problema, y en cualquier caso fue entretenido.



Lo que más me disgustó del día fue cruzarme con motoristas de trial, otra manera muy distinta de entender el disfrute en el campo. Se introducen elementos tan antinaturales y poco discretos como la huella de las rodadas en el suelo, los humos y olores, aveces el vertido de líquidos, y sobre todo el ruido, con lo que se debe entender que la sensibilidad de estos aficionados a esos aspectos del medio natural debe ser más bien escasa. ¿Se habrán parado alguna vez a escuchar el silencio de ciertos parajes de alta montaña? ¿Se habrán preguntado hasta qué punto introducen la fealdad donde habitualmente reina la belleza? ¿Percibirán alguna vez la plenitud que se siente cuando en vez de querer alterar lo que te rodea te impregnas de su armonía al sentirte parte de ello? Es otro ejemplo más del ostracismo al que se condena a ese valor llamado respeto. De todas formas, lo mejor que se puede hacer para sacar algo positivo de observar este tipo de actitudes, es mirarse a uno mismo, porque todo lo que hacemos es mejorable.



Por último, hacía tiempo que una actividad por montaña no me parecía lo suficientemente novedosa y destacable como para hacer una descripción técnica de la misma, y de nuevo he vuelto a comprobar lo mucho que disfruto con ello; me parece un tipo de tarea muy entretenida el hecho de calcular, sintetizar y plasmar la excursión realizada por un itinerario antes no descrito por nadie, en la idea de que las explicaciones puedan atraer a otros a realizarla y ser lo más útiles posibles en tal caso. Y lo de hacerlo sin ánimo de lucro y con total libertad de elección de cuándo y cómo quiero hacerlo, aún me parece más disfrutable. Ahí va:

Descripción técnica de la ascensión

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