miércoles, 24 de junio de 2009

Cumplido plan 31: Ascensión a Peñalara según J. F. Zabala.

De ¿Viviendo o escapando?


Este libro es salud. Quien lo compuso
sabe escuchar el poderoso ritmo
del corazón del carpetano monte.
Honra merece.

Así finaliza la poesía - prólogo que Enrique de Mesa escribió para el libro "Excursiones al Guadarrama. Tomo II" de José Fernández Zabala. Y aciertan sus versos, más aún si nos ponemos en la situación de aquel ya lejano año de 1911, en que esta Sierra de Guadarrama estaba siendo descubierta cultural y deportivamente por unos pocos, y este libro estaba entre los que abrían las puertas de las maravillas de sus montañas a los futuros montañeros, que habrían de enriquecer sus vidas a partir de entonces. Debemos mucho a todos aquellos ilustres guadarramistas y peñalaros que enseñaron a explorar un nuevo mundo tan cercano y accesible, pero también tan rico y beneficioso.

Atraído por el encanto de lo añejo y por la sana envidia y el sabor melancólico hacia una época que me hubiera gustado vivir, he procurado en los últimos años hacerme con literatura de entonces, para tratar de imaginar el Guadarrama de principios del S. XX. y sobre todo la impresión que debió causar a sus primeros exploradores, comprobando que me sentía en parte reflejado en ellos al recordar mis primeras excursiones por estas montañas. Entre los libros estaba éste de Zabala, y entre sus excursiones, la subida a Peñalara desde La Granja que reflejo aquí, y que me interesaba por pasar junto a sitios por los que tenía curiosidad, una vez comprobado que, casi un siglo después, los nombres de fuentes, lugares pintorescos, etc., seguían estando sobre los mapas actuales. Mucho ha cambiado: el paisaje humano, la mentalidad, las costumbres, las formas... pero en el fondo subyace un mismo sentimiento que, quizá incluso con más necesidad ahora que antes, merece la pena seguir buscando. Así pues, y tras haber seguido en muchas ocasiones reseñas de rutas en libros actuales (las famosas guías de montaña), quise tratar de seguir en lo posible los pasos de Zabala en un libro 98 años anterior, haciendo por tanto un itinerario en el espacio físico pero también en la evocación temporal, si es que era posible mirar por entre las huellas del progreso humano algún vestigio del pasado; el resto, la forma general de las montañas, es la misma que vió Zabala.

Hago caso, pues, a otros dos versos de Enrique de Mesa en su poesía - prólogo:

Seguid el paso al andariego artista;
marchad con él por la cañada umbrosa...

De ¿Viviendo o escapando?


ADVERTENCIA: El montañismo es una actividad que supone riesgos. No debe realizarse sin la experiencia y el material adecuados, ni tampoco es del todo aconsejable en solitario. El autor se exime de toda responsabilidad sobre cualquiera de las posibles decisiones que pudieran tomar al respecto quienes lean esto, y por tanto de sus consecuencias.

De Peñalara Zabala


Lo primero que hay que aclarar es que Zabala concibió este itinerario para ser realizado a caballo hasta relativamente cerca de la ascensión final a Peñalara; aunque hoy en día existe precisamente la posibilidad de realizar rutas guiadas a caballo por la zona, el actual asfalto de buena parte del camino casi lo hacen más apropiado para la bicicleta. En cualquier caso, mi medio de transporte es siempre el mismo, el que mis esquemas han asimilado como el mejor para percibir la naturaleza: las piernas.

De Peñalara Zabala


La primera referencia toponímica que menciona Zabala y que aparece en mi mapa es la Puerta de Cosío o de los Baños de la Dama, uno de los accesos a los jardines de La Granja. Así pues, desde donde el autobús me deja en San Ildefonso -poco después de las 11:30 de la mañana del sábado 20- me dirijo a este punto de partida. Puente Blanco, Vado de los Tres Maderos... No parece que haya pasado un siglo...

De Peñalara Zabala


...O sí. En la época de Zabala, sólo un camino cruzaba el entonces llamado Arroyo Bercial (ahora de las Chorrancas) por el Vado de los tres Maderos. Ahora, unos pocos metros aguas arriba del vado, también una pista asfaltada lo hace por un cómodo puente. Yo sigo los pasos de Zabala, y vadeo el arroyo aun llevando mis botas viejas; el rastro del viejo camino es evidente pero mucho menos llamativo que la carretera próxima: no logro hacerme a la idea del paisaje, ahora alterado, que pudo ver entonces Zabala. Es más, al otro lado del arroyo, nuestro añejo camino quedó lapidado por otra pista de cemento que sigue aproximadamente la traza de aquel:

De Peñalara Zabala


Más adelante, apunto estoy de saltarme otra referencia conservada a pesar del paso del tiempo: la Fuente del Milano. Está apartada unos metros de la carretera, y sin indicación hacia la misma, pero al ver de lejos un par de mesas de merendero, y saber que, según el mapa, debo estar cerca, intuyo que ahí debe estar. Y ahí está. Cercada por una valla para impedir que el ganado acceda a ella (algo que no recuerdo haber visto antes en fuentes serranas); seguramente Zabala la vio sin encerrar en ese pequeño corralillo. Además, junto a la fuente atisbo de nuevo la difusa pero ancha traza del aparente viejo camino. La sigo unos metros, pero pronto se pierde de nuevo al volver a coincidir con el asfalto.

De Peñalara Zabala


Por aquí cerca Zabala nombra el Cerro del Puerco, del que sugiere la posibilidad de ascender al mismo, lo cual me parece interesante para obtener una buena panorámica del Valle del Eresma y de los Macizos de Siete Picos, la Mujer Muerta, Montón de Trigo y la propia Peñalara. No sé si Zabala subió a este mirador; lo que es seguro es que si lo hizo no se encontró con el panorama que, insospechadamente, descubrí allí: los restos de un infausto acontecimiento acaecido 25 años tras la publicación del libro, y 12 después de la muerte de Zabala: La Guerra Civil. Son muchos los restos que he podido ver a lo largo de todos estos años por la sierra, pero los de aquí son de los más extensos y mejor conservados que recuerdo. Una brutal barrera histórica entre la época de Zabala y la nuestra, que cambió muchas cosas. Definitivamente, esta ruta estaba resultando ser un viaje por las cuatro dimensiones...

De Peñalara Zabala


El siguiente punto pintoresco, y primero por el que tengo curiosidad desde hace tiempo, es la Cueva del Monje. Igualmente, a punto estoy de saltármelo: ninguna señal lo indica en el punto de paso por la cerretera, a pesar de que sí se había hecho antes en el cartel del Vado de los Tres Maderos (ver foto de arriba); además, los troncos de pinos apilados tapan casi del todo su silueta: se trata de unas rocas de llamativa disposición, haciendo una de ellas techo al apoyarse en otras dos. De ella dice Zabala que tiene ese nombre por creerse que en tiempos pasados (él también evocaba otra época) habitó en ella un anacoreta, "una especie de Fausto local, el labrador Segura", según otro ilustre guadarramista, Constancio Bernaldo de Quirós. Ahora tiene una escalera de madera para acceder a lo más alto de las rocas, donde hay colocado un curioso Cristo: La cruz está de pie sin cuerpo alguno, y la estatuílla de Cristo aparece sin embargo clavada al suelo de la propia roca, al pie de la cruz (se puede ver en las fotos de la excursión: enlace abajo).

De Peñalara Zabala


Tras ello, dos referencias más: los Arroyos de Peñalara y de las Quebradas, y después desaparece la coincidencia toponímica entre el libro de Zabala y mi mapa actual, salvo por la pradera que aquel llamó de Navalasviudas, que es el nombre que el plano da a un arroyo. Después, debo intuir el tramo hasta subir a Peña Citores. Más que eso, lo que hago es seguir un camino que pasa cerca de una fuente nombrada en otro libro por Constancio Bernaldo de Quirós, y que también llevaba tiempo deseando conocer: La Fuente del Intendente. Dijo Quirós de ella que sus aguas eran las más frías de todos los manantiales de la sierra. No sé si don Constancio llevaba normalmente un termómetro encima, pero en cualquier caso tal afirmación alimentaba aún más mi curiosidad. La búsqueda exploratoria de la fuente resultó ser todo un reto. Tras dos intentonas, encontré con cierta emoción el manadero buscado, y comprobé admirado lo gélido de sus aguas: apenas podía mantener la mano dentro del arroyo resultante unos pocos segundos, practicamente como si estuviera cogiendo un bloque de hielo con los dedos (con el consiguiente dolor al sacarlos), lo que no recuerdo haber vivido en ninguna fuente en ésta época del año (en la que suelo meter la cabeza bajo el caño para refrescarme, cosa que aquí no me habría atrevido a hacer con tal temperatura). No podía creer que las palabras de Bernaldo de Quirós se mantuvieran con tanta vigencia tantos años después, sobre todo en un punto tan difícil de afirmar a ciencia cierta: pero ese frío resultaba muy convincente.

De Peñalara Zabala


Sigo subiendo hacia la cuerda de Peña Citores. Estoy en la parte más esforzada de toda la ruta, merced a la fuerte pendiente de la estrecha y agreste senda. Al llegar a los Ceniceros Altos me encuentro con un nuevo paisaje, la familiar vista de Cuerda Larga (junto a otras montañas nombradas antes) aunque desde una perspectiva a la que estoy menos acostumbrado. Un último repecho, el más duro e incómodo pero también entretenido, y llego junto al refugio de Peña Citores (un kilómetro al oeste de la cima), donde coincido y charlo con otro montañero durante unos minutos (entre otras cosas, de las trincheras y búnkeres de la guerra) mientras contemplamos la rojiza puesta de sol sobre similares vistas a las mencionadas antes, aunque más completas y abiertas. Las fotos las hago cuando ya me he quedado solo de nuevo, y prometo que no están hechas con el modo de escena de "puesta de sol": así de intenso era el rojo.

De Peñalara Zabala


Otro objetivo de esta ruta era comprobar el estado del refugio, pues había pasado por aquí hacía dos años y estaba bastante deteriorado, pero con materiales para ser reparado. El estado ahora es aceptable. De hecho, el viento que sopla en la cuerda me hace pensar en la posibilidad de dormir dentro; afortunadamente, compruebo que al abrigo de unas rocas no se mueve una brizna, y así puedo vivaquear: La estrellada noche de luna nueva lo merecía. Eso sí, nunca logro dormirme mirando las estrellas: supongo que me quedo tan embelesado que no me produce sueño.

De Peñalara Zabala


Al día siguiente, prosigo la marcha antes de las ocho. Recorro la cuerda principal del Macizo de Peñalara. Ahora mi intención es algo que no he hecho nunca: completar todo el cordal de este macizo, desde Peña Citores hasta la Laguna de los Pájaros.

Tras hacer cima en Peña Citores, el primer detalle desconocido que me encuentro, al lado de la trinchera circular que hay por aquí, es una triste y emotiva inscripción sobre una placa, que parece poner colofón a la temática guerrera - histórica dentro de esta ruta. Habla por si misma:

De Peñalara Zabala


Mientras tomo fotos de los corrillos de piedras de las tiendas de campaña del Batallón Alpino (bueno, había un epílogo), cerca de la Fuente de los Pájaros, empiezo a atisbar la diferencia entre las anteriores rutas montañeras (desde la Sierra del Valle) y esta: de la soledad absoluta a la muchedumbre. Es lo que tiene Guadarrama. En esta ocasión, lo que me encuentro es aún más llamativo: La Maratón Alpina; una prueba deportiva extremadamente dura: 45 kilómetros subiendo y bajando montañas por la sierra, corriendo. Otra manera de entender la montaña. Yo no la comparto del todo. La manera estresada de realizar esta actividad creo que hace que la misma nuble totalmente la percepción del entorno. La montaña deja de ser la protagonista, y apenas resulta ser un marco, en el mejor de los casos. Pero también es verdad que no puedo hablar demasiado de lo que no he probado.

De Peñalara Zabala


Tras la cima de Peñalara ya no coincido con el trazado de la maratón. Sin embargo, la presencia de gente sigue siendo importante. Aun así, disfruto de la entretenida y vistosa cresta de Claveles, que merece la pena recorrerse entera, y no tiene practicamente dificultad técnica (aunque sí riesgo y exigencia de cierta habilidad en el tránsito). Son muchas las veces que he pasado por aquí, y más las que he visitado este paraje de Peñalara, pero raro es no volver a disfrutarlo cada vez que vuelvo, a pesar de la falta de novedad, a pesar de la comparativa con las recientes Sierra Nevada y Pirineos, a pesar de la nutrida compañía. De nuevo el encanto de la montaña se puede percibir si se mira con la perspectiva adecuada. Esta actividad estaba planteada de inicio con una cierta originalidad, y combinando diferentes alicientes, diferentes cosas que no había hecho nunca en un lugar en el que había estado muchas veces. Y el resultado era que la excursión resultaba agradecida a su ideólogo. Creo que empiezo a pillarle el truco en cuanto a qué se puede hacer en montaña que me vaya a gustar en cada momento.

De Peñalara Zabala


Y volviendo al libro de Zabala, busco la orilla de una laguna cualquiera de las muchas que adornan las praderas orientales del macizo, para en ella leer las palabras del ilustre montañero acerca de este paraje. Luego, bajo hacia otro lugar que desconocía aunque había visto siempre desde lejos: La Hoya de Pepe Hernando. Precioso lugar. Aquí leo, completo, el poema de Enrique de Mesa: Cuando el tema es tan afín a mis gustos como la descripción estética de la montaña, y el estilo tan accesible como éste, sí logro apreciar el sentido de la poesía; más aún, tengo las imágenes leídas junto a mí; junto a un sonoro arroyo, leo:



en el reir de los regatos locos
canta la vida

De Peñalara Zabala


Poco más que añadir a una excursión leída, caminada, y ahora aquí narrada. El ciclo prosigue. Si alguien, de entre los escasos lectores de este blog, decidiera hacer esta ruta o parte de ella, mantendría viva la intención de Zabala. Si no, en cualquier caso las montañas seguirán ahí, para que cada uno sepa extraer de ellas lo que considere más enriquecedor. Cuanto más abra sus sentidos y sensibilidades, mayor será la recompensa. Y en eso no defrauda, nunca, este mundo natural.

De Peñalara Zabala


Todas las fotos de la excursión

1 comentario:

  1. como siempre, alberto, una descripción excelente. la foto con el libro y el mapa sobre las hojas perfecta!!!

    Iván.

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