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Aunque la meteorología me impidió conocer la zona de Respomuso (de ahí lo de “básico” en el título de la entrada), de nuevo un plan merece la denominación de “escapada”: Embelesamiento paisajístico - solitario, podría decirse. Parece ser que la decisión de seguir adelante en las inmediaciones del Cerro Escusa (Sierra del Valle) supuso una especie de punto de inflexión en este año montañero…
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Nota: Las partes entrecomilladas y en cursiva están escritas durante el propio viaje.
ADVERTENCIA: El montañismo es una actividad que supone riesgos. No debe realizarse sin la experiencia y el material adecuados, ni tampoco es del todo aconsejable en solitario. El autor se exime de toda responsabilidad sobre cualquiera de las posibles decisiones que pudieran tomar al respecto quienes lean esto, y por tanto de sus consecuencias.
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“Finalmente, mi sexto viaje por Pirineos ha sido una experiencia memorable desde el punto de vista paisajístico. En cuanto al tipo de actividad, ha merecido la pena cambiar al “senderismo seguro”: ha faltado, respecto de Sierra Nevada, la satisfactoria sensación del reto superado o de la situación tensa bien resuelta (sensaciones “aventureras”), pero en realidad no la he echado de menos: la mayor tranquilidad me ha permitido disfrutar de otros aspectos que de otra manera habrían pasado, quizá, desapercibidos. Supongo que en Sierra Nevada, si hubiera tenido la oportunidad de bajar con menos estrés por la Loma del Calvario, habría disfrutado aún más, o de otra manera, del paisaje que ofrecen las paredes septentrionales de la Alcazaba y el Mulhacén. Eso sí, lo de la reducción del esfuerzo físico no ha sido tan notorio como esperaba: a parte de haber acarreado innecesariamente una tienda, crampones y piolet, entre otras cosas, que luego no he utilizado, la segunda excursión ha resultado bastante cañera.
Como dije en el plan, he escrito mis sensaciones in situ. Entre eso y algunos de los mensajes de móvil intercambiados con Ángel (indispensable apoyo técnico, con sus partes meteorológicos), he reunido el material para esta entrada”.
(Biescas, viernes 5 de junio de 2009)
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Sierra de Tendeñera
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“¿Por qué si cotidianamente tengo que ver durante horas los mismos panoramas todos los días, no especialmente bonitos en general (visual y conceptualmente), ahora que estoy en este lugar tan excepcional sólo puedo pararme unos minutos en cada uno de los muchos parajes soberbios que me voy encontrando?: Cada pocos cientos de metros aparece uno nuevo, más bello y/o espectacular que el anterior, y podría pasarme días enteros en él sin cansarme de admirarlo. Pero tengo que elegir entre esa posibilidad o seguir caminando, para conocer paisajes nuevos. Por eso, me alegro de haber elegido esta vez un montañismo más pausado, más contemplativo: eso es lo que exige el venir por vez primera a estos rincones de las sierras interiores de Pirineos. Ya volveré con objetivos más ambiciosos cuando estas montañas y yo nos conozcamos mejor. De todas formas, no deja de ser injusto: estos lugares merecen más tiempo, y la rutina, menos”.
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“Puede ser cierto que cuanto más vengo, menos me sorprendo (especialmente lo noto después de lo de Sierra Nevada). Pero debo elegir entre eso y añorarlo cuando renuncio a ello: Francamente prefiero, con creces, lo primero. Además, no se trata necesariamente o solamente de ilusionarse o de emocionarse intensamente siempre: Ahora mismo tengo una relajada pero muy placentera sensación de libertad y contemplación paisajística, sin alteración del ánimo (ni arriba ni abajo). Paz, soledad, panorámicas inigualables: impagable. Y en breve, en la cima, supongo que sentiré la emoción buscada… ¡Allá voy!”
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“…Y la encontré, y la sentí (la emoción). Estoy en lo alto de este impresionante mirador llamado Montaña del Verde (2.288 metros), desde el que veo mi primer y tercer tresmiles pirenaicos (Monte Perdido -o ese parece- y Garmo Negro –éste seguro-), junto con otras muchas imágenes familiares y míticas del Pirineo: Foratata, Anayet, Midi d´Ossau, Los Infiernos, Vignemale, y las propias sierras de Tendeñera (muy próxima e imponente) y Peña Telera, ambas objeto de este viaje. Sólo me acompaña la música de Jon Lord (“Pictured Within”), que casi parece pensada para escucharse en sitios como éste. Y sí, estoy emocionado. La aparente sobriedad sentimental de antes era pasajera: Al parecer, finalmente sí se puede abusar de la belleza todo lo que uno quiera. Me vuelvo a sentir agradecido infinitamente hacia esa belleza, que es un gran consuelo para esa otra vida real que nos ha tocado vivir”.
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“Estoy de nuevo en la versión relajada y contemplativa del disfrute montañero. Supongo que la paz que me transmite la quietud del Ibón de Sabocos ayuda a ello, a pesar del violento desnivel de la pared de la Peña del mismo nombre, que tengo frente a mí. Sentado en la misma orilla del lago, percibo, junto a su evidente belleza estética, la calidad que aporta lo natural: no es un embalse, es una masa lacustre espontánea y milenaria. Es curioso, si en un Ibón represado no se ve el dique, la calidad estética puede ser prácticamente la misma, pero no la percibo igual (recuerdo el Embalse de Bachimaña, por ejmplo): Parece que el trasfondo influye en mi ánimo, en mayor o en menor medida”.
(Sierra de Tendeñera, martes 2 de junio de 2009)
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Sierra de la Partacúa (Peña Telera)
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Mensaje de móvil a Ángel durante la primera parte de la excursión: “Esta subida a la punta del Pacino, al sur de Sallent, es una respetable (muy respetable) miniatura paisajística de lo que hicimos frente al Mont Blanc”. Ciertamente, la excursión comenzaba muy al estilo de la subida, el verano anterior en el viaje a los Alpes, al Pointe Lapez en el Macizo de las Aiguilles Rouges frente al Mont Blanc, con el valle de Chamonix de por medio: la visión del impresionante desnivel y las impactantes formas nevadas del mítico macizo desde aquella cima mirador, con la panorámica opuesta de un farallón calizo, mientras transitábamos por aquella sierra de verdes pastos; ahora en el Valle de Tena no llegaba a aquella magnitud, pero la filosofía era la misma, tal y como me respondió Ángel con otro SMS: “Estamos inventando un senderismo paralelo. No solo disfrutamos de las cumbres desde dentro sino también desde fuera, en sus mejores miradores”. Bueno, yo no lo llamaría invento a estas alturas, pero el resto de la idea es la esencia de este viaje: el conocimiento y disfrute paisajístico de montañas nuevas. De hecho, así empezó (y empieza) todo: Primero se admiran las montañas, y luego se desean: Así lo vivió Saussure desde una cima cercana al Pointe Lapez, antes mencionado, cuando diseñó la conquista del propio Mont Blanc. Así lo suelo vivir yo: quiero subir a una montaña cuando ya la he visto y admirado previamente.
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“No hay dos excursiones iguales. Incluso en una misma zona (Valle de Tena) y con similares características técnicas (senderismo de montaña, sin pasos de dificultad y con caminos marcados), las perspectivas y las percepciones pueden ser muy distintas. Hoy en la privilegiada cima de la Punta del Pacino no me he emocionado como ayer en la Montaña del Verde. Por el contrario me he sentido más atraído por una mayor curiosidad y, mapa en mano, he tratado de distinguir todos los picos y valles posibles: Es la llamada del enriquecimiento cultural – geográfico; la montaña es un libro abierto que invita a ser leído, y sus capítulos son múltiples y diversos: geología, flora, fauna, historia… No es mi intención presumir aplicando a mi mismo lo que dice la siguiente frase, sino simplemente expresar mi acuerdo con la misma: es una cita de El Quijote: “Quien anda mucho y lee mucho, ve mucho y sabe mucho”.
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“Me parece fascinante la enorme cantidad de rincones espectaculares que se encuentran, a cada paso, en cualquier itinerario que se recorra de este Valle de Tena. Y además, su diversidad. Toda esta enorme extensión que hay sin poblar entre el Gállego y la Sierra de la Partacúa ofrece una amplia superficie de evasión. Cierto es que hay un embalse, varias edificaciones pequeñas aisladas, algunas pistas de tierra, y que la vegetación está arrasada por el pastoreo, pero la sensación de soledad –sin llegar a lo inhóspito- y belleza de las formas del terreno permiten muchas horas de senderismo fácil, agradable y apartado. Los afloramientos calizos eventuales (Puntas del Catero y la Cochata, o Peña del Calcín, por ejemplo) rompen orgullosos la monotonía como islotes erguidos en un mar verde; impresionantes barrancos desbocados (como el de Escarrilla) parecen hollar el suelo hasta lo más profundo, como sumideros incontrolados en los que la tierra quisiera engullirse a si misma.; y como telón de fondo, la propia Sierra de la Partacúa se alza brutal con su enorme paredón, como una barrera natural que quisiera impedir el paso a cualquier forma de vida, como si fuera el muro que pone fin a esta habitación del mundo: Parece la muralla del Mordor imaginado por J.R.R. Tolkien en su inventada Tierra Media. Pero aquí son montañeros y escaladores los hobbits encargados de traspasarla, de buscar su Monte del Destino, para destruir quién sabe qué tipo de anillo: probablemente, el vacío vital, más allá de su pasión por la conquista de paredes y cimas.
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…Una marmota ha venido a chillarme para despertarme (ella a mí: paradójico) de estas reflexiones (progresivamente más rimbombantes y surrealistas). Se lo agradezco: me queda largo camino hasta algún refugio, y la noche y las posibles tormentas se van acercando…”
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“Estoy sentado frente al Ibón de Tramacastilla. Ahora ya no soy capaz de encontrar palabras para plasmar lo que estoy viendo y sintiendo. Es más, creo que me acerco a mi límite de capacidad para asimilar tanta emoción paisajística: ¡Esto es un clímax panorámico constante! Ya no sé si es la calidad + cantidad de las vistas, o quizá mi predisposición actual para apreciarlo: me siento en sintonía absoluta con la naturaleza y la montaña. Ésta me parece una de las excursiones más disfrutables que recuerdo haber hecho jamás. Me río ahora de lo escrito ayer: no hay límite de abuso para la apreciación de la belleza.
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Aparte de Cazorla, no recuerdo un espacio natural abierto y despoblado tan inmenso en la Península. Si vengo emocionado con este paisaje ondulado, verde y apacible, ¿cómo voy a abarcar con mis humildes sentidos la grandiosidad extraordinaria de Peña Telera y sus paredones interminables? Mientras, asoman al fondo Arriel, Foratata, Pallás, Balaitus, Tendeñera… y al fin el Vignemale… Increíble. Indescriptible”.
(Sierra de la Partacúa, miércoles 3 de junio de 2009)
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Y luego vino el embelesamiento al pie de la Sierra de la Partacúa, para la cual no sé si pude abarcar con mis sentidos toda su enormidad, pero sí tuve unos momentos realmente mágicos de disfrute visual, mientras la luz del día se iba apagando. Con el cuello torcido para dirigir la cabeza hacia arriba, iba recorriendo lentamente por la pista los últimos kilómetros del día sin mirar al suelo, y parándome cada pocos pasos, aunque la perspectiva apenas hubiera cambiado. De fondo, el rumor de los arroyos y el canto de algunos pájaros, como única compañía en un momento de gran quietud y soledad. Enfrente, un paisaje de tal violencia visual por lo agresivo de los desniveles que contrastaba drásticamente con la sensación de tiempo detenido del momento. Al día siguiente se lo intenté expresar así a Ángel por SMS: “El espectáculo de la Sierra de la Partacúa es de escándalo: paredones calizos de mil metros de desnivel: visión impactante al estilo de la del Naranjo de Bulnes aquella memorable mañana. Diría que probablemente es lo que más me ha impactado de todo lo que he visto hasta ahora en Pirineos”.
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Epílogo
“¿Es tan necesaria la conquista para sentirse realizado como amante de la montaña? Hace un año consideraba indispensable hacer algún tresmil si venía a Pirineos. Ahora no me importa tanto. Es sólo un aliciente más. ¿Es tan importante el reto, la dificultad de la actividad realizada? Puede serlo, pero es más importante sentir que amas la montaña que sentir que amas lo que haces en ella; lo segundo es la excusa, pero su satisfacción es más pasajera que lo primero. Dicho lo cual, merecerá la pena buscar retos nuevos, volver a estas zonas que acabo de conocer para llegar más arriba.
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Me ha agradado mucho sentir que voy conociendo cada vez más esta parte del Pirineo, que voy tomando familiaridad con su paisaje como en su día la fui tomando con Guadarrama o Gredos: Ya no es una panorámica inabarcable de infinitos picos; ahora son montañas con nombre e imagen identificadora propios. Es como cuando miraba al cielo hace muchos años y sólo veía un caos de estrellas desordenadas, donde ahora distingo constelaciones.
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Sólo empiezo a echar en falta la compañía de amigos en estas experiencias montañeras. La soledad ha sido buena aliada en los tres últimos planes de este tipo (Gredos, Sierra Nevada y ésta de Pirineos), pero ya toca compartir in situ. Espero que la próxima sea así”.
(Biescas, viernes 5 de junio de 2009)
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Descripciones técnicas:
Montaña del Verde (Sierra de Tendeñera).
Punta del Pacino (Valle de Tena).
Travesía Sallent de Gállego - Biescas (Valle de Tena / Sierra de la Partacúa).
Fotos:
Sierra de Tendeñera
Sierra de la Partacúa (Peña Telera)
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