"Todos somos mucha gente, todos llevamos a muchos dentro, personas con los mismos recuerdos que nosotros que nos van ganando terreno y al final nos sustituyen. En eso consiste la madurez. En no reconocerse". (Los años extraordinarios, Rodrigo Cortés)
lunes, 5 de octubre de 2009
Cumplido plan 39: "Ensayo Sobre la Ceguera"
Supongo que ya se habrá dicho mucho acerca de esta obra de José Saramago, y de todas formas yo no me considero demasiado bueno como lector, por tanto menos como crítico de lo leído, así que no voy a ponerme a expresar una opinión sobre aquella, sino simplemente a tratar de plasmar una pequeña reflexión que he tenido leyéndola.
Desde luego, la lectura de este libro no es precisamente un plan escapista en el sentido lúdico, pues aunque la historia sea una fantasía, lo que plasma metafóricamente son realidades muy duras de la sociedad en que vivimos, llevadas a un extremo casi apocalíptico. Podría decir que es el libro que más crudeza me ha transmitido nunca, junto a "1984" de George Orwell. Es una historia que enfrenta al lector con el mundo real.
Pero desde otra perspectiva si que existe otro tipo de intención de escapar: De la ceguera de la conciencia. En los capítulos más truculentos de la novela (quien la haya leído sabe a qué me refiero), al margen del mal cuerpo que se me iba poniendo durante su lectura, notaba durante el resto del día una sensación de haber recibido un impacto de sensibilización que pocas lecturas me habían producido antes.
Este tipo de escritos, novelas, documentos del tipo que sea, a veces incluso experiencias vividas, crean realmente la sensación de haber recuperado un tipo de vista, de haber escapado por momentos de la ceguera con que normalmente observamos el mismo género de barbaries cuando las vemos en los telediarios, donde han quedado normalizadas por la costumbre.
Pero luego volvemos a nuestros problemas personales (unas veces -pocas- más importantes que otras -la mayoría-), de los cuales nos distraemos escapando al estilo de lo que suelo reflejar yo en este blog: música, cine, viajes... Y esos otros momentos para la reflexión social quedan normalmente como pequeños alivios para la conciencia, como ridículas penitencias inútiles que, probablemente, nada van a cambiar (ésta entrada podría ser una de esas "flagelaciones").
Sin embargo, no creo que vengan mal las escapadas musicales, montañeras, etc. Porque muchas veces, desde la belleza percibida en las mismas, se aprecia mejor el contraste con la fealdad de la sociedad. Al fin y al cabo, cuando se quiere escapar del mundo real, es porque algo hay en el mundo real que no nos gusta.
Pero ahí seguimos, atados a ese sistema, mamando de él, mientras lo ponemos a parir. Nos da miedo abandonar la seguridad que nos proporciona. Dos entradas mías de hace ya tiempo reflejaban parte de estas ideas: Son distracciones y ¿Cobarde o hipócrita?. Las escribí en momentos anímicos impotentes y enrabietados, pero ahora, más tranquilo, no me atrevo a negar lo que dicen.
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