domingo, 25 de abril de 2010

Cumplido plan 76: Vuelo en globo.



Cada vez más, creo que escapar tiene que ver con mucho más que simplemente el lugar físico, o simplemente la actividad a realizar. Ayer pudimos cumplir con el viejo sueño de montar en globo, y estuvo realmente chulo, bonito y entretenido, pero debo reconocer que no percibo que me dejara un poso de experiencia inolvidable, ni mucho menos. No al menos a la altura (sin que esa palabra pretenda estar "nunca mejor dicha") de lo que había imaginado tantas veces.







Para empezar, la etiqueta de "montaña" que puse en la anterior entrada, aquí la voy a suprimir, porque el anunciado objeto del vuelo, las sierras de Guadarrama y Ayllón, quedaron, en el mejor de los casos, como un mero telón de fondo del paisaje. En un vuelo en globo, es la meteorología y sobre todo el viento (ayer muy flojo) los que deciden el punto de despegue y la trayectoria, y desde Ayllón, hacia el oeste, y a apenas 6 Km/h de velocidad durante una hora, lo más que se pudo ver, de cerca, fueron el propio pueblo segoviano y sus alrededores.







El paisaje era en general bonito y agradable, y más aún la perspectiva a vista de pájaro, a la cual no solemos estar acostumbrados. Las riberas, las arboledas, los caminos, esas pistas de tierra por las que te imaginas caminando como en tantos otros sitios y ocasiones anteriores... Desde arriba todo resulta familiar pero distinto. Es un punto de vista muy curioso, una sensación llamativa. Pero no tan impresionante como esperaba.





La verdad, dentro de que fue divertido, me pareció más cercano a un entretenimiento de parque de atracciones que a una excursión de espíritu escapista. No lo sentí como una vivencia propia. No sé si es egocentrismo, pero si las riendas de la excursión no las manejan los protagonistas, ésta pierde mucho interés, para mi gusto. No me llaman mucho la atención las actividades "aventureras" organizadas, de esas que -como ésta misma-, parece que hay que hacer para poder contarlo y presumir de ello: "Yo volé en globo". Aunque lo haya hecho mil veces, me sentí más "yo" en el vivaqueo de la noche anterior (ya hacía mucho que no dormía bajo un techo de estrellas).





Igualmente, cuando completamos la excursión con una breve visita a la cascada del Chorro en Somosierra, comprobé el otro aspecto al que me refería en el primer párrafo (hasta ahora he hablado de "actividad" no escapista, ahora me referiré a "lugar físico" que por si mismo no completa la escapada). ¿Qué más da lo bonito o vistoso que sea el salto de agua, si el entorno cercano es la carretera de Burgos, con un montón de gente en plan dominguero, y las conversaciones con tu grupo de amigos (incluidas mis intervenciones) van de las cosas mundanas y la vida cotidiana? Es una agradable quedada de amigos, igual de válida que en un bar de Madrid. Si en un entorno natural similar quitas la carretera y la muchedumbre, y el mismo grupo de amigos contemplan en silencio el salto de agua, percibiendo cada matiz de las vistas y los sonidos, entonces se hace real la escapada. La diferencia no es pequeña.



Que conste que en todo momento me lo pasé muy bien, ¿eh? (por si el anterior párrafo da lugar a malos entendidos...) De hecho, cuando hay buenos amigos, ¿quién necesita escapar? ;)

2 comentarios:

  1. Hay cosas que nos dejan huella, aunque inicialmente nos parezca que no nos han impresionando (no quiero decir que este vaya ser el caso...).

    Las fotos son muy transpirantes... y se las puedes vender a la empresa que organizó este viaje aéreo porque son de folleto!! :-)

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  2. Una vez más suscribo tus sensaciones.

    Un beso sin malos rollos.

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