De ¿Viviendo o escapando? |
En esta ocasión logré recuperar la intensidad esperable en los planes musicales meramente auditivos, que tan buen comienzo tuvieron en este blog con el Tubular Bells de Mike Oldfield . Y es que esta polémica y maravillosa música llamada Heavy Metal posee la energía que no son capaces de transmitirme otros estilos, sin menosprecio de éstos. Aunque mi época más heavy ya quedara atrás (para beneficio de mi mayor enriquecimiento musical), el estilo sigue gustándome, y de alguna manera sigue teniendo la capacidad psicológica de convertir en mediocres otras formas de Rock (no todas); por mucho tiempo que haya pasado desde que este género me enganchó poderosamente, sigue logrando que otras cosas me sepan a poco a su lado, sobre todo en esa capacidad para "poner las pilas".
La portada de "Piece of Mind" (1983) ya sirve de metáfora estética del Heavy Metal: A simple vista, y para la mayoría de los observadores, es una imágen desagradable, terrorífica. Examinándola con detenimiento, nadie puede negar el talento de su creador, el dibujante Derek Riggs, por dos motivos: la enorme calidad técnica del dibujo, y su potente capacidad expresiva. Lo mismo que pasa con la música que contiene dentro, en el disco: Para la mayoría, en primeras (y posteriores) escuchas sólo será ruido; para oídos más receptivos y mentes más abiertas y esforzadas, sus nueve canciones rebosan de gran talento compositivo e instrumental, y de una enorme transmisión de emociones.
Porque todavía hay algún cretino que se pregunta dónde están los sentimientos en el Heavy Metal. No hace falta en este caso, para explicárselo, recurrir al tan consabido romanticismo de las baladas heavies (aparte de que en este disco hay pocos momentos tranquilos), o al valor de la libertad, de la rebeldía frente a unos valores convencionales propios de una sociedad hipócrita. Yo destacaría por un lado el sentimiento de la rabia, que pocos estilos canalizan tan bien como éste; no creo que nadie sea tan exquisito como para negar que carece de dicho sentimiento tan humano; y el Heavy Metal, lejos de provocar violencia (como tantas veces se le ha achacado), puede ayudar a soltar esa rabia de una manera mucho más sana de como se observa en ocasiones en algunos partidos de fútbol, por ejemplo. Pero por otro lado está la pasión romántica, no en el sentido de las baladas de amor antes mencionadas, sino en el del apego por expresiones culturales, literarias, artísticas y sobre todo históricas que, en contra de lo que muchos podrían imaginar, forma parte fundamental de las letras de Iron Maiden, con buenas muestras en este mismo disco: Lo que suele resultar algo pedante en músicas más distinguidas y respetadas, como el Rock Sinfónico, pocos se atreverían a calificarlo de igual manera cuando te lo dicen con sonido de Heavy Metal de fondo; Por otro lado, el mismo cretino mencionado figuradamente al principio de este párrafo seguirá, mientras, pensando que el Heavy Metal es absoluta incultura, cosa de macarras barriobajeros.
Pero lo que realmente logra para mí el buen Heavy Metal (porque también lo hay malo, y repetitivo, y estancado), y este disco es un inmejorable ejemplo de lo primero, es la poderosa sensación de la música ejecutada a la perfección con un sonido potente. Esas armonías a dos guitarras, esos riffs con sólida base rítmica, esas melodías envolventes... todo ello suena potente y perfecto, enérgico y estudiado, con alta sonoridad y con calidad. Es una dualidad "caña - clase" que me pone los pelos de punta en muchos momentos. Hay una magia especial en esa mezcla, y me siento privilegiado de que mis oídos pertenezcan al conjunto de los tolerantes con ese sonido. Desde el inicio demoledor del álbum ("Where Eagles Dare"), con ese ritmo apabullante y atractivo, con esa parte instrumental tan envolvente, realmente tienes la sensación de entrar de lleno en la atmósfera de la música; las guitarras, el omnipresente bajo de Steve Harris..., todo parece flotar alrededor, todo forma parte de un todo sólido y envolvente. Y las canciones del disco son joyas del estilo con matices propios, una tras otra: "Revelations", "Flight of Icarus", "Still Life", "Quest for Fire", "To Tame a Land"... Estructuras muy elaboradas, con partes diferenciadas y atractivos cambios de ritmo, pero siempre conservando la solidez: auténticas obras de arquitectura musical (no en vano Steve Harris era delineante), con cierta influencia progresiva, más o menos disimulada. En definitiva, música de verdad.
No sabría decir del orden de cuántas veces he podido escuchar este disco, probablemente varios cientos. Pertenece a mi época de las cintas grabadas, pero más bien de las primeras. Eran pocas, y mi gusto por lo poco que conocía (en relación a lo que conozco ahora) era tal que no me importaba escuchar algunas varias veces al día, y varios días seguidos; cuando un disco me enganchaba (y éste lo hizo), no me cansaba de escucharlo una y otra vez. Pero creo que nunca hasta ahora había aplicado a "Piece of Mind" la pauta del plan "tumbado y sin hacer otra cosa". Le ha sentado pero que muy bien. Probaré con otros clásicos del género, próximamente.
Up the Irons!!!
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